La recuperación sigue ahí (el PIB volvió a crecer un
0,7% en el primer trimestre), a pesar de las turbulencias internacionales y políticas, pero está demasiado centrada en los servicios. De hecho, 2 de cada 3 empleos creados desde 2014 lo han sido en los
servicios, sobre todo en el turismo, la
hostelería y el comercio. Y España es el tercer país europeo donde más han crecido
los servicios desde 2008, mientras perdía
peso la industria: somos el país con más bares y tiendas de Europa mientras
la mayoría de nuestra industria más competitiva son multinacionales
extranjeras. El problema de los servicios
es que aportan un empleo precario y mal
pagado, muy estacional (ligado al verano y las rebajas), poco competitivo y muy vulnerable a
futuras crisis. El reto es apostar por la industria, la tecnología y la economía
digital y no por ser la California de Europa, una país de bares, hoteles,
comercios y servicios. Cambiar el modelo
económico español de aquí a 20 años. Recuperar hoy el Ministerio de Industria y crear un Ministerio de Ciencia puede ser un buen comienzo.
enrique ortega |
La recuperación económica se ha traducido en 1.923.600 nuevos empleos creados en España desde marzo de 2014, según la EPA. Pero el 68% de este nuevo empleo (2 de cada 3) se ha creado en el sector servicios (1.311.400 empleos), sobre todo en la hostelería (+310.000), el comercio (+120.100), la sanidad y los servicios sociales (+172.900), la educación (+138.000) y las actividades administrativas (+56.800 empleos). En la industria sólo se crearon 377.800 nuevos empleos (1 de cada 5), en la construcción 209.800 y en el campo 24.700 nuevos empleos.
Si comparamos el empleo actual con el de antes de la crisis, todavía hay 1.772.700 españoles menos trabajando que
en junio de 2008,
cuando en España trabajaban 20.646.900 personas (frente a 18.874.200 en marzo
de 2018). Eso se debe al pinchazo en el
empleo de la construcción (trabajan
1.407.500 españoles menos) y de la
industria (607.900 trabajadores industriales menos), mientras en el campo trabajan casi los mismos
(+3.200) y donde hay más personas trabajando que antes de la crisis es en los servicios, con 239.600 empleados
más hoy que en 2008. En la hostelería
trabajan 77.400 personas más, en el comercio
304.200 menos (por el hundimiento del pequeño comercio frente a supermercados e
híper) y donde más ha crecido el empleo respecto a 2008 es en la sanidad y servicios sociales (+311.200),
la educación (+142.000) y la administración pública (+27.800).
Mirando más atrás, el
gran cambio de España en los últimos 40 años ha sido pasar de ser un país
con gran peso de la industria (aportaba el
38,87% del PIB en 1972) a un país donde las manufacturas aportan
al crecimiento la tercera parte: el 26% del PIB en 1980, el 16,29% en
1995, a un mínimo del 12,15% del PIB en 2010 y el 13,06% que aportaron al crecimiento del PIB en 2017, según el INE. En contrapartida, los
servicios han aumentado su peso y de representar menos del 50% del crecimiento
en 1980 han pasado a aportar dos tercios, el 66,4% del PIB en 2017, según el INE. Y la construcción, que
representaba el 8,59% del PIB en 1995 aporta ahora sólo el 5,21% y bajando. Así
que somos, cada año más, un país de
servicios, el verdadero motor del crecimiento y el empleo.
De hecho, España es
el 9º país europeo con más peso de los servicios en la economía: trabajan
ahí el 75,5% de los españoles (2017),
por encima de la media del empleo en los servicios en la UE-28 (72%) y la zona euro (73,4%), así como
de Grecia (73%), Alemania (71,1%), Portugal (70,3%) e Italia (70,1%), aunque
nos gana Francia (75,8% de empleo en los servicios) y Reino Unido (80,7%, por los servicios
financieros), según los datos recientes de Eurostat. Pero lo más llamativo es que España es el tercer país europeo donde más han crecido los servicios
desde 2008 (del 68,1 al 75,5%, un +7,4%), sólo por detrás de Croacia (+9,4%)
y Portugal (+8,2%). O sea, que los servicios han crecido en toda Europa
(+4,6%), pero mucho más en España .
De hecho, España es el país con más bares del mundo por habitante, 1 por cada 275 personas,
según un estudio de Nielsen. En 2017 había 277.539 bares y restaurantes en España,
según el INE, más de la mitad entre Andalucía (49.642), Cataluña (43.859) y
Madrid (30.888). Y en cuanto a comercios,
también estamos a la cabeza de Europa,
con 462.450 comercios minoristas en 2016, según la patronal, a pesar de que la propia
Comisión Europea denunciaba recientemente que somos el 2º país europeo (tras Francia) que más restringe el comercio: barreras para
abrir nuevos establecimientos, horarios restrictivos, más impuestos específicos
y excesiva regulación autonómica.
¿Cuál es el problema
de que los servicios pesen más en
España? Básicamente, que el empleo en los servicios es más
precario, está peor pagado y es más vulnerable. En los servicios
se concentran el 71,7% de todos los contratos temporales (la cuarta parte ya, por menos de una semana de duración) y
el 83,5% de todos los subempleados (los españoles que trabajan por horas porque
no encuentran trabajos a tiempo completo). Y en consecuencia, el empleo en los
servicios está peor pagado: el sueldo medio bruto en la hostelería es de
14.125 euros anuales (827 euros netos en 14 pagas), de 16.139 euros brutos en
las actividades administrativas, de 19.781 euros brutos en el comercio y de 22.289 euros brutos en la educación, frente
a un sueldo medio en España de 23.156 euros brutos, un sueldo de 50.992 euros
brutos en la energía (3,6 veces el de la hostelería) y 42.684 euros brutos en
la banca y los seguros (el triple de lo que gana un camarero), según la encuesta de salarios del INE.
Además, los empleos en los servicios son más vulnerables, porque muchos son
empleos de temporada (vinculados al verano, la temporada turística o las
rebajas) y además son muy sensibles a la
coyuntura, a los vaivenes del consumo y se destruyen con la misma facilidad
que se crean, son menos estables que en la industria. Y encima, el sector
servicios está más formado por empresas pequeñas, que tienen más difícil financiarse, vender y competir que las
grandes: el 81,9% del comercio son empresas con 2 asalariados o menos y lo
mismo en la hostelería, donde el 70,7% de los establecimientos tienen 2
empleados o menos.
Otro hándicap de los servicios es que son empleos que
requieren poca formación y poca tecnología, con lo que aportan menos valor añadido, menos riqueza y poca productividad a la
economía. De hecho, España está a la cola de Europa en productividad (ocupa el
puesto 34 en el mundo, según el ranking del Foro Económico Mundial) y uno de
los factores es el mayor peso de los servicios de poco valor añadido, junto al
menos peso de la industria y la tecnología, el mayor peso de las pymes y la
escasa innovación.
Además, un factor clave es que las empresas del sector
servicios sobreviven menos que el
resto, “mueren” antes. Si la tasa de supervivencia de las empresas
españolas es ya de las más bajas de la OCDE (a los 5 años
sólo sobreviven el 40%), es menor aún entre las empresas del sector
servicios. De hecho, de las empresas activas con menos de 2 años de antigüedad, el 26,8% se encuentran en la
hostelería, el 19,9% en el comercio y el 22,2% en el resto de los servicios,
mientras sólo un 12,9% son empresas industriales.
En definitiva, que el
gran peso de los servicios explica en buena medida que España sea un país
con empleo tan precario, con bajos sueldos, baja productividad y empresas que
desaparecen en pocos años. Por eso, si
queremos construir una economía más competitiva y que cree más riqueza y empleo, hay que apostar
más por la industria y menos por los servicios. Sobre todo porque el peso
de la industria no se recupera apenas y está por debajo de la media europea:
aporta el 13,06% del PIB (2017), frente al 17% de la zona euro, el 15,3% de
Reino Unido, el 17,2% de Francia, el
23,4% de Italia o el 24% de peso de la industria en Alemania, según los datos de Eurostat (2017).
La ventaja del empleo
industrial es que es un empleo menos precario, mejor pagado (26.698 euros de sueldo
bruto frente a 14.125 euros brutos en la hostelería y 19.781 euros brutos en el
comercio, según el INE) y
más estable frente a las crisis, además de que produce más valor añadido y
contribuye a la exportación (muchos servicios no). Por eso, la Comisión Europea
ha lanzado el objetivo del 20% en 2020:
que la industria europea aporte el 20% de
la riqueza (del PIB) en el año 2020, un objetivo que ya han superado
algunos países pero que parece muy difícil de conseguir para España.
La industria española tiene una serie de debilidades
estructurales, señaladas en un reciente documento de CCOO. La primera, el reducido
peso de la industria tecnológicamente
avanzada (sólo el 6,2% del total), frente al enorme peso de las
industrias tradicionales (agroalimentaria, química, farmacéutica, automóvil y
transporte suponen el 55% de la industria), lo que se traduce en una menor
productividad y competitividad. La segunda, el elevado peso de las pymes: sólo el 15% de las empresas industriales españolas
tienen más de 10 empleados, frente al 38% de las alemanas. Y ese menor tamaño
redunda en menos inversión, menos tecnología y peor acceso al crédito. La
tercera debilidad es el atraso tecnológico, derivado de la baja inversión empresarial en tecnología (invierten la mitad que las
empresas europeas: un 0,64% del PIB frente al 1,07% en la UE-28) y de los recortes de la inversión pública en Ciencia (es del 1,23% del PIB frente al 2,02% de
la UE-28). La cuarta debilidad es la
falta de financiación de la industria: los grandes inversores y la banca han “huido” de la industria, a los bonos y la especulación inmobiliaria. Y hay un
quinto “hándicap”, la geografía: nuestras
industrias están a 2.300 kilómetros de los mercados del centro de Europa,
aunque están bien situadas como “puente” frente a América y África.
Todavía hay otras 2 debilidades muy importantes.
Una, que las industrias españolas pagan
la electricidad mucho más cara que la europea, lo que les resta
competitividad: el precio del kilowatio industrial era de 0,083 euros en 2017
(sin impuestos), un 20,3% más caro que en la UE-28, un 29,7% más caro que en Alemania
(0,064 euros/kw) y un 40,7% más caro que en Francia (0,059 euros/kw), según datos del Ministerio de Energía. Y la otra, que la industria española cuenta con una mano de obra poco formada: el 41,7%
de los adultos españoles tienen una formación
baja (la ESO o ni siquiera) frente al 22% en la OCDE y el 20% en Europa
(15% en Alemania) y otro 22,6% tienen una formación media (Bachillerato o FP),
frente al 44% en la OCDE y el 46% de adultos en Europa, según los preocupantes
datos del informe de la OCDE “Panorama de la educación 2017”.
Eso sí, la industria española tiene una gran ventaja comparativa,
con la que han estado jugando las empresas estos años: sueldos mucho más bajos. En todos los sectores, pero
comparativamente menos en la industria:
el coste por hora trabajada en España era de 23,3 euros en 2017, un 43%
menos que el coste salarial en la industria de la zona euro (33,40 euros/hora) y un 17,6% que en la UE-28, según Eurostat. Y la diferencia salarial es aún mayor con Alemania (40,2 euros/hora sueldos en la industria, un 72,5% más que
en España) y Francia (38,8 euros/hora, un 66,5% más), así como con Italia (27,8
euros/hora) y Reino Unido (24,2 euros/hora). Así que son los trabajadores, con sus bajos salarios, los que compensan en
parte las debilidades y “hándicaps” de la industria española.
Si queremos un país que cree más riqueza, más competitivo y
con un empleo más estable, hay que apostar
por la industria y las nuevas tecnologías más que por los servicios. De
hecho, en noviembre de 2016 ya sucedió en España algo inaudito: los sindicatos y las principales patronales firmaron un Pacto de Estado por la Industria,
un acuerdo donde se pedían una serie de medidas
para impulsar la industria en España: más apoyo a la tecnología y a la
innovación, otra política energética, ayudas a la internacionalización de las
empresas, más financiación, mejora de las infraestructuras y el transporte,
políticas activas de formación, menos dispersión normativa en las autonomías y
más ayudas fiscales a la industria. Y que el Gobierno crease una Secretaría de Estado de Industria, como
motor de la reindustrialización.
Ha pasado un año y
medio y el Gobierno Rajoy no tomó
ninguna medida para reindustrializar España, salvo desmantelar el
anterior Ministerio de Industria y pasar las competencias al de Economía,
como una secretaría general (ver organigrama). Y no se apoya a la Ciencia ni se recorta el coste de la
electricidad industrial ni se asegura financiación. El ya ex presidente Rajoy ha
seguido con la vieja política de la derecha conservadora: “la mejor política industrial es
la que no existe”. Y mientras, siguen creciendo cada día los bares, hoteles y tiendas, que cierran al poco tiempo, como motor de una
recuperación de base muy débil. Y así nos va, con un país muy precario y muy
desigual. No podemos seguir apostando a
ser “la California de Europa”.
Hay que cambiar de modelo productivo, apostar por la industria, la tecnología y la innovación, por un crecimiento y un empleo más sólido y estable. Una tarea a 20 años vista, pero que hay que empezar ya. Un buen punto de partida puede ser haber recuperado hoy el Ministerio de Industria y que el presidente Sánchez haya apostado explícitamente por "visibilizar la potencia industrial de nuestro país" en su primera aparición ayer, al presentar su Gobierno. Falta seguir por ahí en los próximos meses y que le dejen.
Hay que cambiar de modelo productivo, apostar por la industria, la tecnología y la innovación, por un crecimiento y un empleo más sólido y estable. Una tarea a 20 años vista, pero que hay que empezar ya. Un buen punto de partida puede ser haber recuperado hoy el Ministerio de Industria y que el presidente Sánchez haya apostado explícitamente por "visibilizar la potencia industrial de nuestro país" en su primera aparición ayer, al presentar su Gobierno. Falta seguir por ahí en los próximos meses y que le dejen.
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