España es un país
más
cerrado tras esta larga crisis. En dos sentidos. Primero, más cerrado para
los propios españoles, que llevan diez años emigrando (76.197 en 2017),
sobre todo los jóvenes: hay 665.000
españoles más viviendo en el extranjero desde que gobierna Rajoy. Y
segundo, más cerrado para los
extranjeros: las peticiones de asilo
se duplicaron en 2017 pero concedimos
un 40% menos (4.675) y hay 400.000
extranjeros ilegales pendientes de su nacionalización. Eso sí, se disparan
las nacionalizaciones de los extranjeros ricos (rusos y chinos) que compran
casas o invierten: iban 41.049 a finales de 2017. Habría que aprovechar la cacareada recuperación para abrir un poco más España, haciendo que vuelvan parte de los españoles que han
emigrado (535.000 desde 2008) y dando cobijo
a más refugiados y emigrantes, a los que vamos a necesitar, porque perdemos
población: harán falta 5 millones de
inmigrantes para 2050, según vaticina el FMI. Un país más abierto nos beneficia
a medio plazo. Nuestra historia lo confirma.
enrique ortega |
España fue un país de emigrantes en las décadas de los 60 y 70, pero luego cambiaron las tornas y empezamos a recibir inmigrantes al comienzo de este siglo: entre 2000 y 2009, España recibió más de 7 millones de inmigrantes, la mitad de todos los extranjeros que llegaron en esos años a Europa. Pero con la crisis, los españoles volvieron a emigrar, buscando trabajo en Europa y parte de América, los jóvenes y familias enteras. Y esta salida de españoles no ha parado desde 2008 (33.505), subiendo en 2011 (55.472), acelerándose en 2013 (73.329), 2014 (80.441), 2015 (98.934) y 2016 (101.581), para mantenerse, aunque bajando, en 2017 (+76.197). En total, hay ya 2.482.808 españoles viviendo en el extranjero a 1 de enero de 2018, según el último Padrón de residentes en el extranjero (PERE) del INE. Son 665.973 españoles más que cuando Rajoy llegó a la Moncloa.
La mayoría de
estos españoles que se han ido a vivir fuera, dos de cada tres (1.672.732
españoles), no han nacido en España sino que son “extranjeros nacionalizados españoles”, bien porque han estado muchos años en España y han
conseguido la nacionalidad (muchos latinoamericanos) o bien porque eran hijos o
nietos de españoles exilados y consiguieron la nacionalidad española con la Ley de Memoria Histórica (2007). La mayoría han vuelto a Latinoamérica y viven
en Argentina (457.204 españoles), Venezuela (167.255), Cuba (139.851), Brasil
(130.635), así como en EEUU (147.817 españoles) y Europa.
El tercio restante de
los emigrantes que viven fuera (810.076)
son españoles nacidos en España, “españoles españoles”,
la mayoría que han emigrado con la crisis, sobre todo a Europa (440.206), principalmente
a Francia (allí viven 134.214 “españoles españoles”), Alemania (viven 73.340
españoles nacidos en España), Reino Unido (71.899) y Bélgica (29.320), además
de los que viven en América (328.809), tanto EEUU (viven 57.944 “españoles
españoles”), Argentina (89.695), Venezuela (51.226), Brasil (27.286) y México
(21.435), según los datos del INE. La mayoría de
estos emigrantes españoles proceden de Madrid, Cataluña, Andalucía y Comunidad
Valenciana y el colectivo que más crece son los jóvenes menores de 30 años.
Pero esta es la cifra
oficial, que publica el INE con los datos de los Consulados, de los españoles que viven
fuera y se inscriben en ellos. La realidad es que muchos que han emigrado lo
han hecho como “turistas” y no se han inscrito, con lo que la cifra
real de “españoles emigrantes” sería mayor que esos 810.076.
Un ejemplo: en Reino Unido hay censados unos 150.000 españoles, pero se estima que viven
realmente unos 300.000. En Irlanda hay censados 5.457 y podrían superar los
10.000. Y en Alemania, el censo de españoles nacidos en España es de 73.340 y
dicen que hay más de 120.000 españoles trabajando (en precario muchos de ellos).
Otra manera oficial de
medir la emigración, además de esta estadística de españoles censados en el
extranjero (Consulados) son las estadísticas de migraciones del INE, que semestralmente informan de la población en España y de los
flujos de emigración e inmigración, a partir del Censo que hacen los
Ayuntamientos. Según esta estadística, en el primer semestre
de 2017 emigraron 35.077 españoles, tras marcharse 69.211 en todo 2016 y
75.765 en 2015 (año récord de emigración). La mayoría de los españoles que
emigraron el año pasado fueron e Reino Unido (8.882), Francia (4.425), Alemania
(2.809) y EEUU (2.191). Sumando todas las salidas desde 2008, resulta que 535.000 españoles han emigrado
de España entre 2008 y 2017, la mayor parte (dos tercios) entre 2011 y 2017, con Rajoy gobernando, según los
datos oficiales del INE (Migraciones).
El perfil de este nuevo emigrante español
es el de una mujer/hombre (casi
mitad/mitad), joven (en torno a 30
años), con estudios superiores y
procedente de las grandes ciudades
(Madrid, Barcelona, Sevilla y Valencia), según un estudio de Asempleo y el CSIC, que revela cómo los nuevos emigrantes no siempre
salen porque están parados en España sino también porque tienen “empleos basura”
precarios, están subempleados para su formación y no ven perspectivas de futuro
aquí. Los que más han salido han sido los profesionales de la salud (enfermeras y médicos),
informáticos, ingenieros, investigadores y especialistas en marketing y
finanzas, aunque muchos acaban trabajando de camareros o cuidando niños y otros empleos precarios.
A pesar de la recuperación en España, los datos indican que la
emigración no se ha parado y sigue mes tras mes, aunque ahora
choque con problemas fuera, como el Brexit en Reino Unido, el cerrojazo de Trump o las presiones contra los
extranjeros en la mayoría de Europa. Pero mientras haya 3.766.700 parados en
España y estén sin empleo más de un tercio de los jóvenes (37,46%), según la EPA, la
corriente de emigrantes españoles no se va a parar. Además, los jóvenes españoles son los terceros en Europa más dispuestos a emigrar: un 64%, son favorables a
irse a otro país o ciudad, más que la media de jóvenes europeos (el 59%
emigraría) y sólo por detrás de Portugal (71%) y Suecia (66%), según Eurostat. Y la clave es la formación: cuanta más formación tienen los
jóvenes, más dispuestos a emigrar.
La otra cara de la
moneda es que, mientras muchos españoles emigran, muchos extranjeros tratan de venir a España y quedarse. Y cada
vez se lo ponemos más difícil.
Primero, a los que vienen huyendo de guerras, dictaduras,
hambre y enfermedades, los que piden quedarse en España como refugiados. En 2017, se ha dado un contrasentido: la cifra de refugiados, de solicitantes de asilo en Europa se ha
reducido a la mitad (de 1.206.500 en
2016 cayeron a 649.855 en 2017), pero en
España se duplicaron (de 15.570 en 2016 a 30.445 en 2017), según los últimos datos de Eurostat. Con ello, España es el 6º país europeo
con más demandantes de asilo, detrás de Alemania (198.255 en 2017, frente a
722.265 en 2016), Italia (126.550, similares a las 121.185 de 2016), Francia
(91.070 frente a 76.790), Grecia (57.020 frente a 49.875) y Reino Unido (33.310
frente a 39.240 en 2016). Pero si comparamos las peticiones de asilo con la
población, el problema es menor: 654
peticiones por millón de habitantes en España, la mitad que la media europea (1.270 peticiones por millón de habitantes)
y mucho menores que en Grecia (5.295 peticiones por millón de habitantes),
Hungría (3.502: por eso gana la derecha xenófoba), Austria (2.526, otro país
con xenofobia) o Alemania (2.402 solicitudes por millón de habitantes).
Aunque no sean muchas peticiones de asilo para la población
española, la mayoría se rechazan. Y
más en 2017, a pesar de que las solicitudes se duplicaron: de las 31.120 solicitudes censadas por el Comité Español de Ayuda al Refugiado (CEAR), sólo 4.675 se aceptaron, el 35%, un porcentaje de aceptación inferior a
la media europea (46% se aceptan, según Eurostat) y también inferior al de Alemania (50%
aceptadas), Suecia (44%) o Italia (41%), sólo peor que Francia (29% solicitudes
aceptadas), Reino Unido y Hungría (31%). Además, en 2017 se aceptaron un 40% menos que en 2016 (6.855 aceptadas), aunque las solicitudes se
duplicaron.
El problema es que el
flujo de inmigrantes no se frena: en el primer trimestre de 2018, la
llegada de pateras con inmigrantes bajó
en el Mediterráneo (de 29.221 en 2017 a 14.651 en 2018) pero ha aumentado en España un 38%, con
3.345 inmigrantes llegados a nuestras costas y 120 muertos en los tres primeros
meses de 2018, según la Organización Internacional de Migraciones (OIM). Además, tenemos otro
problema: el atasco de expedientes de asilo, según revela el informe 2017 del Defensor del Pueblo: a los 40.000 expedientes presentados
en 2017 hay que añadir otros 30.000 expedientes pendientes de años anteriores,
con miles de extranjeros recluidos en penosos centros de internamiento que
esperan una solución, en medio de la descoordinación entre los Ministerios
(Interior y Empleo) y las autonomías. “La
situación en que se encuentra la Oficina de Asilo y Refugio es insostenible”, dice el informe. Y además, denuncia que el Gobierno Rajoy no haya aprobado el Reglamento de Asilo previsto en la Ley de 2009, lo que crea problemas
de reagrupación familiar.
Vayamos ahora con los extranjeros
que viven en España irregularmente, desde hace muchos años (recuerden el
nigeriano que murió en Lavapiés), a la espera de que se les conceda la
nacionalidad o se les expulse. En 2016,
España concedió la nacionalidad española
a 150.944 extranjeros (+32%),
siendo el 2º país europeo que más
nacionalizaciones concedió, tras Italia (201.591 extranjeros
nacionalizados) y por delante de Reino Unido (149.372 nacionalizados), Francia
(119.152) y Alemania (112.843), según los datos de Eurostat. Parecen unas
cifras “para presumir”, pero ojo, hay que contextualizarlas: España nacionalizó en 2016 al 3,4% de los extranjeros, una cifra
más baja que Croacia (nacionalizó al 9,7% de extranjeros), Suecia (al 7,9%),
Portugal (6,5%), Grecia (4,2%) Italia y Finlandia (4,1%), aunque superior a la
de Alemania (1,3%), Reino Unido y Francia (2,8%).
El informe 2017 del Defensor
del Pueblo pone otra vez el dedo en la llaga: denuncia
que hay “un enorme retraso” en la
gestión de los expedientes de nacionalización de extranjeros y pide “que la Administración intervenga
de manera urgente para solucionar
la situación de los más de 400.000
extranjeros que tienen pendiente de resolución sus solicitudes de
nacionalidad por residencia”. Así que nacionalizamos a muchos, pero el atasco es monumental. Eso sí, hay
atasco para regularizar a los extranjeros pobres que trabajan desde hace años
en España, pero se agiliza la
nacionalización de los extranjeros ricos, a cambio de que compren viviendas
caras (más de 500.000 euros), inviertan en depósitos (1 millón) o deuda pública
(2 millones) o sean “profesionales cualificados”. Son los llamados “visados dorados” (por la VISA oro…), que se conceden desde septiembre
de 2013 y que se han disparado en los tres últimos años: se habían dado
14.804 a finales de 2015, eran 27.301 al final de 2016 y 41.094 a finales
de 2017, según los datos oficiales. O sea 13.793 “visados
dorados” (la mayoría a chinos, rusos y venezolanos ricos) concedidos en 2017, el triple que las concesiones de asilo a refugiados (4.675). Sin
comentarios…
Los datos (oficiales)
revelan con claridad que España se
ha cerrado más estos años, incluso con la “recuperación”, tanto para los españoles (forzados a emigrar) como para los extranjeros, que no consiguen la nacionalidad ni el asilo.
Y no vale decir que esto último también pasa en gran parte de Europa, porque
muchos países tienen mayores porcentajes de extranjeros (18,5% Suecia, 17,5%
Austria, 16% Alemania, 14% Reino Unido o 12% Francia) que España (4.464.997 extranjeros, el 9,59% de la población, según el INE). Además,
España tiene muchos extranjeros pendientes de regularizar (más de 400.000,
según el Defensor del Pueblo). Y, sobre todo, tenemos un grave problema demográfico que no tienen otros países europeos: somos
el país con menos natalidad y más viejos de Europa, lo que va a reducir
los activos y ocupados en las próximas décadas. Y eso nos obligará a contar con 5
millones de extranjeros más en 2050, como acaba de avisarnos el FMI. Así que necesitaremos a los emigrantes más que el
resto de Europa (que también los necesitará).
Tenemos muchos problemas (paro, pensiones, educación, sanidad, gastos sociales, pobreza,
desigualdad, demografía, tecnología, digitalización y modernización de la economía), pero
para resolverlos necesitamos ser más, no
menos. Hay que recuperar a los españoles que han emigrado, porque hemos
invertido mucho en ellos y su ausencia es un gran fracaso. Para lograrlo, habría
que acordar un gran Pacto por el retorno, con
medidas económicas, laborales, fiscales y ayudas a la vivienda y a las
familias, creando una Oficina específica para organizar su vuelta. En paralelo,
hay que pactar una Política de inmigración a 20 años vista, planificando la
regularización de los inmigrantes y coordinando con los países de origen ayudas
para frenar la inmigración irregular. No
se trata de poner muros que de nada sirven. sino de planificar las llegadas
y organizarlas, con dignidad, economía y sentido común. No dejándolo en manos
de la desesperación, las mafias y la xenofobia. Apostemos por una España más abierta para propios y
extraños, porque la apertura nos ha traído siempre prosperidad, desde los
años 60 al ingreso en Europa y nuestra extensión por el mundo. Otro gran tema pendiente.
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