jueves, 3 de diciembre de 2020

40,4% de paro: "emergencia" juvenil


Ayer se publicó el paro en España y Europa: subió en noviembre y son ya 3.851.312 parados registrados en España, el 16,2% de los activos, más del doble que en Europa (7,6%). Pero el dato más escandaloso, del que no se habla, es el paro juvenil: un 40,4% de los menores de 25 años están sin trabajo, más del doble que en Europa (17,5%) y 7 veces el paro juvenil de Alemania (6%). Los jóvenes ya tenían poco empleo antes, pero la pandemia se ha cebado con ellos (y sobre las mujeres) y el paro de los menores de 30 años ha aumentado en 186.380 personas, casi un tercio de todo el aumento del paro desde febrero. Con ello, si los jóvenes tenían poco trabajo, mucha precariedad y bajos sueldos, ahora están peor. Y por eso han aumentado los que viven con sus padres: son ya el 82,7% de los jóvenes. Urge un Plan de choque para colocar a los jóvenes y mientras, ayudarles a formarse y sobrevivir. Son nuestros hijos y nietos. 

La pandemia ha provocado una tremenda recesión, que en el caso de España se traduce en una pérdida de 790.000 empleos, desde finales de 2019 hasta finales de septiembre, según el último dato publicado por la EPA (3º trimestre 2020). Pues bien, más de un tercio de esos empleos perdidos (el 37%) los han perdido los jóvenes: -292.100 empleos perdidos entre los menores de 30 años, un porcentaje (-10,5%) que duplica con creces a la pérdida total de empleo (-3,95% hasta septiembre). Las mayores pérdidas porcentuales de empleo las han sufrido los más jóvenes, de 16 a 19 años (-19,24%, -28.200 empleos), los que tienen entre 20 y 24 años (-12,05%, -109.400 empleos) y los jóvenes de 25 a 29 años (-9% de caída, -154.500 empleos en estos nueve meses), según la última EPA.

Con esta pérdida de empleo por la pandemia, los jóvenes aún trabajan menos que antes, cuando ya tenían poco empleo: si sólo trabajaban la cuarta parte de los menores de 25 años a finales de 2019 (el 24,97%), frente al 53,72% que trabajan los mayores de 25 años, a finales de septiembre de 2020 ya sólo trabajaban el 21,37% de los menores de 25 años (y trabajan casi los mismos de más de 25 años: el 51,72%), según la EPA. Y con ello, los jóvenes españoles son los que menos trabajan en Europa (22,3% de media en 2019), sólo por delante de Grecia (14,6%)e Italia (18,5%): de media, trabajan un tercio en la UE-27 (33,5% de los menores de 25 años), un 28% en Portugal, un 29,7% en Francia y casi la mitad en Alemania (48,5%) y Reino Unido (50,3%), según Eurostat.

Y vayamos al paro. Ya antes de la pandemia, el paro juvenil era escandaloso: 246.706 parados menores de 25 años a finales de 2019, el 30,3% de los jóvenes en edad de trabajar. Pero con la COVID 19 y la recesión, el paro juvenil se ha disparado. Veamos los datos del SEPE, actualizados ayer a finales de noviembre. El paro registrado total ha aumentado en 605.265 parados entre finales de febrero y finales de noviembre, un +18,64% (más entre los hombres, +20,67%, que entre las mujeres, +16,20%). Y de ese aumento total, casi un tercio es el aumento del paro registrado entre los menores de 30 años: +186.380 parados con la pandemia, un aumento del +33,5% (crece casi el doble que en el total de parados). La peor parte se la llevan los jóvenes menores de 25 años (+34,8% de paro, 91.825 parados más), seguidos muy de cerca por los jóvenes de 25 a 29 años (+32,29%, 94.615 parados más), según los datos del paro registrado en noviembre conocidos ayer.

Con ello, la tasa de paro de los jóvenes menores de 25 años (40,4%) sigue duplicando con creces la del conjunto de España (16,2%). Y se distancian más del resto de jóvenes europeos, donde la tasa de paro juvenil (menos 25 años) fue en octubre (último dato publicado ayer por Eurostat) del 17,5% para la UE-27), 2,36 veces menos. Un dato que sitúa a España como el país UE con más paro juvenil, por delante incluso de Grecia  (39,3 %), Italia (30,3%), Lituania (27,1%) o Portugal (23,9%) y muy alejado del paro juvenil en Francia (20,7%), Reino Unido (14,1%) o Alemania (6% de paro juvenil, la 7ª parte que España). Este dato de paro juvenil en España empeora y mucho el de 2019 (30,51% de paro juvenil) y es el peor dato desde 2016 (41,94%), siendo sólo superado en 2015 (entre el 56,92 y el 49,22%).

Como se ve con estos datos (oficiales), el empleo y el paro de los jóvenes, que ya era malos,  han provocado una situación de “emergencia juvenil” con la pandemia. El problema es que esta 2ª recesión llueve sobre mojado, porque los jóvenes fueron los que más pagaron la crisis de 2008 y los que menos se han beneficiado de la recuperación, según este documentado estudio del Banco de España. Así, los ingresos de los menores de 30 años cayeron más durante lo peor de la crisis (un -24,7% entre 2011 y 2014) y se han recuperado menos después con la recuperación (+7%). En conjunto, pues, los ingresos de los menores de 30 años han caído un -17,7%, mientras los de sus padres se recuperaban (o caían muy ligeramente) y los de sus abuelos subían un +18%. Y eso, básicamente, porque su paro aumentó más con la crisis y ha crecido menos con la recuperación, mientras aumentaba su precariedad y apenas subían sus sueldos.

Ahora, con la pandemia, los jóvenes han sufrido también más la pérdida de empleo y son los que más se han apuntado al desempleo, dado que los empleos temporales que ellos tienen son los primeros que cayeron en marzo y abril. Además, los jóvenes trabajan mucho en la hostelería, el comercio y el turismo (un 33% los menores de 30 años frente al 22% de los trabajadores de 30 a 64 años), con lo que además se incluyen más en los ERTES (un 29,6% de los jóvenes que trabajan están en un ERTE, frente al 24% del resto de los trabajadores). Ahora, su problema es doble: tienen más paro y pocas oportunidades de encontrar un empleo con la pandemia, con lo que corren el riesgo de seguir mucho tiempo más en el paro. Y luego, cuando las empresas “limpien” las plantillas ahora en ERTEs, tienen muchas papeletas de perder su actual empleo en 2021.

Un empleo juvenil que se ha hecho aún más precario con la pandemia, aunque ya lo era mucho antes. Los jóvenes son los reyes del trabajo temporal en España (la cuarta parte por 1 semana o menos), según refleja la última EPA, con el dato a septiembre 2020: la mitad de los jóvenes que trabajan (menores de 30 años) tienen un contrato temporal, el 49,52% del total, el doble que el conjunto de los trabajadores (24,2% son temporales), según el INE. Y aún es peor entre los más jóvenes (80% de temporales entre los que trabajan con 16 a 19 años y 61,44% entre los trabajadores con 20 a 24 años, bajando al 41,4% entre 25 y 29 años). Y si vamos a los que trabajan a tiempo parcial (la mayoría no porque lo elijan sino porque no encuentran trabajo a jornada completa), son un 38,91% de los jóvenes empleados de menos de 30 años, el triple de ocupados por horas que en el conjunto de trabajadores (13,84%).

A esta precariedad laboral, hay que añadir que muchos tienen empleos que poco o nada  tienen que ver con su formación: el 37,6% de los universitarios españoles trabajan “sobrecapacitados, en bares, tiendas o Call centers que nada tienen que ver con su formación, frente a sólo el 23,4% de universitarios “sobrecapacitados” en Europa. Y además, en muchos casos las empresas no les forman, con lo que ascienden menos y hay una gran rotación en sus empleos, con muy baja antigüedad en el trabajo.

Todo esto explica que el sueldo de los jóvenes sea “miserable” y muchos sueñen con llegar a “mileuristas”, una cifra que pocos alcanzan o superan. El último dato oficial, publicado por el INE en noviembre, revela que la media del salario bruto de los jóvenes (16-24 años) era en 2019 de 1.184,65 euros, unos 1.000 euros netos, lo que supone que ganan el 60% del sueldo medio del conjunto de los españoles (1.982,31 euros brutos mensuales). Y casi la mitad del sueldo medio de los trabajadores de 45 a 54 años (2.157,1 euros brutos mensuales). Pero según el último estudio del Observatorio de la Emancipación, ahora es aún menor, con la pandemia: indican un sueldo medio de los jóvenes de 973 euros netos al mes.

El problema es que, con ese sueldo, son pocos los jóvenes que pueden pensar en emanciparse. Y menos aún ese 41% de jóvenes que están en paro o con empleos muy precarios, por días semanas o meses. El factor que más les disuade es el elevado precio de los alquileres: con un alquiler medio de 973 euros mensuales en una gran ciudad, alquilar un piso supone para un joven el 93% de su sueldo, según el Instituto de la Juventud. Si aspira a comprarlo, ahora que las hipotecas están “baratas”, su desembolso mensual bajaría al 56% del sueldo. Pero hay dos problemas: no tienen el 20/25% en mano para la entrada, gastos y muebles (ni sus padres, con la crisis) y los bancos no les dan una hipoteca si tienen un contrato precario y un sueldo bajo. Así que sólo les queda compartir alquiler, lo que se lleva el 27,7% de sus ingresos (quienes los tengan), según el Instituto de la Juventud.

El resultado de toda esa situación es que la tasa de emancipación, el porcentaje de jóvenes (16-29 años) que abandonan el hogar paterno y se van a vivir fuera, ha caído con la pandemia: si era del 18,7% en 2019 (tras haber caído del 26% que se iban en 2008, antes de la crisis) ha bajado al 17,3% en junio de 2020 (14% los hombres y 20,8% las mujeres, con la mayor bajada de la emancipación  en el País Vasco, Extremadura y Asturias). Eso significa que un 82,7% de los jóvenes (16-29 años) siguen viviendo con sus padres, según el último Observatorio de la Emancipación, del Instituto de la Juventud. Un dato que contrasta con el 70% de jóvenes que viven con sus padres en Europa.

Con todo este rosario de datos, creo que no es exagerado hablar de una “emergencia juvenil”, que agobia cada día a 6.715.546 jóvenes españoles menores de 30 años y a sus familias, aunque los políticos no hablen de ellos y estén “a otras cosas”. En diciembre de 2018, el nuevo Gobierno Sánchez aprobó un “Plan de choque por el empleo joven 2019-2021” que la pandemia ha dejado en “papel mojado”, a la vista de los resultados. Su primer objetivo era bajar la tasa de paro juvenil (menores de 25 años) en 10 puntos, al 23,5% a finales de 2021. Y lo que ha pasado es que supera ya el 40%. Y el segundo objetivo, sacar de las listas del paro a 168.000 jóvenes para finales de 2021, tampoco se va a cumplir: había 622.400 parados EPA (menores 25 años) en septiembre de 2020, 93.600 más que en septiembre de 2018.

La intención del Plan de choque 2019-2021, era buena, con 50 medidas articuladas en 6 ejes, que se basan mejorar la orientación profesional a los jóvenes, actualizar y mejoras su formación, ayudarles con las empresas a buscar oportunidades de empleo, fomentar la igualdad de oportunidades, favorecer el emprendimiento y mejorar el marco institucional, intentando una mayor colaboración entre el SEPE y las autonomías, hoy muy mejorable. Pero ahora, con la pandemia, urge reactualizar este Plan de choque por el empleo joven. Hay que priorizar el problema juvenil en las reuniones del pacto social, entre las fuerzas sociales y el Gobierno, con un compromiso de las empresas a destinar un porcentaje de los futuros empleos (cuando finalmente llegue la recuperación) a los jóvenes. Y destinar más recursos a formar y emplear a los jóvenes, dentro del amplio gasto en fomento del empleo presupuestado para 2021 (7.405 millones, +29,5%).

Este Plan de choque para los jóvenes es urgente a corto plazo, en las próximas semanas, a la vista de los datos del empleo y paro juvenil que nos deja la pandemia. Y no sólo en España, sino también en Europa, donde hay 3.11 millones de jóvenes europeos (menores de 25 años) en paro, más de la mitad sólo en España (627.000), Francia (606.000) e Italia (422.000), según Eurostat (dato octubre 2020. Pero además, hay que actuar en otros frentes. Uno, en el mercado del alquiler (no limitando las subidas como defiende Podemos, una media contraproducente), mejorando las ayudas públicas al alquiler de los jóvenes y promoviendo viviendas para alquiler para los jóvenes. El segundo, mejorar y ampliar las ayudas a las familias jóvenes, facilitando guarderías, colegios públicos y concertados de 0 a 3 años, permisos de paternidad y maternidad y más ayudas fiscales por hijos. En tercer lugar, mejorar la formación de los jóvenes, renovando y actualizando los cursos del SEPE y las empresas.

Y a más largo plazo, resulta clave mejorar la enseñanza en España, con bajos resultados que explican mucho de la actual emergencia juvenil: alto porcentaje de repetidores (28,7% de jóvenes de 15 años repiten curso frente al 13% en la UE), elevado abandono escolar temprano (España es líder en Europa, con un 17,9% de jóvenes que no acaban Bachillerato ni FP), alto porcentaje de “ni-nis” (un 20,2% de jóvenes ni estudian ni trabajan, frente al 13,1% en Europa y el 9,6% en Alemania) y una enseñanza que no fomenta las habilidades que exigen las empresas (ocupamos el puesto 19 y 17 de Europa en matemáticas y Ciencias en el último Informe Pisa). Y luego, tenemos muy pocos jóvenes en Formación Profesional (el 33% de  titulados sobre los de la formación secundaria, frente al 44,2% en Alemania, el 46,3% en la UE-23, el 58% en Italia y el 62,6% en Reino Unido), que tiene más empleo y menos paro, y demasiados en la Universidad, estudiando muchos carreras sin salida que obligarían a cambiar los Planes de estudios de acuerdo con las empresas.

Al final, la “emergencia juvenil” es grave pero las soluciones son complejas y exigen tiempo para implantarse y dar frutos, si hay consenso y dinero. Pero hay que empezar ya. Si los jóvenes son los que más sufrieron la crisis de 2008 y los que menos aprovecharon la recuperación de 2014 a 2019, la historia no puede repetirse ahora, tras la pandemia. Tienen que ser los protagonistas de la próxima recuperación y eso exige un Pacto social y político, Planes y ayudas. Y, sobre todo, una enorme coordinación entre el Gobierno central y las autonomías, para salvar a los jóvenes vivan donde vivan. No pueden ser otra vez una “generación perdida”, tras dos graves crisis. Hay que darles esperanzas. Son nuestros hijos y nietos. Se lo debemos. Exijamos que no les olviden.

 

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