Por si no tuviéramos bastante con la pandemia, Boris Johnson presiona a Europa al abismo de un Brexit duro, sin acuerdo, el 1 de enero. Duro o blando, España será uno de los paises más afectados, más que Alemania, Francia o Italia, según el Banco de España. Sobre todo, los exportadores de frutas, verduras, vino, cerámica y coches de Murcia, Levante, Aragón y Galicia, el turismo de Canarias, Baleares y el Mediterráneo, más las multinacionales y bancos españoles. El escollo de la negociación es que Europa “no se fía” del gobierno británico y teme que convierta Reino Unido en un paraíso laboral, medioambiental, fiscal y sin regulación (un “Singapur en el Canal”) que haga competencia desleal al mercado único. Que aprovechen “estar fuera” para invadir el mercado europeo. Europa no puede ceder, aunque suponga empezar 2021 con aranceles y barreras que penalizan a todos. La clave es “pasar página” con el Brexit de nunca acabar y que Europa salga de la pandemia y se fortalezca. UExit.
Al Reino Unido le costó 15 años ingresar en la Comunidad Económica Europea (el 1 de enero de 1973) y llevan tres años y medio intentando salir de la UE, desde el 23 de junio de 2016, cuando una estrecha mayoría de británicos (52%) votaron en referéndum a favor del Brexit. El Gobierno británico ha ido posponiendo su salida, de prórroga en prórroga, hasta que el 31 de enero de 2020 se cumplió la última fecha aprobada por Bruselas y Londres para dejar la UE. Pero el 1 de febrero, se consumó la salida política del Brexit (Reino Unido ya no tiene voz ni voto en la UE-27) pero no la salida económica: las mercancías, capitales, personas y servicios británicas siguen siendo comunitarias y se mueven libremente por el mercado único europeo hasta el 31 de diciembre de 2020, fecha límite para pactar un nuevo acuerdo comercial que establezca las futuras relaciones RU-UE27.
El problema es que Reino Unido ha ido perdiendo tiempo este año, retrasando las negociaciones con la ayuda de la pandemia, en otro intento de forzar a Bruselas a nuevas prórrogas y cesiones. Y ahora, a 17 días de la fecha límite, Boris Johnson presiona a Bruselas al abismo de un Brexit duro, en una peligrosa jugada de póker donde tiene más que perder que los 27. Pero también más que ganar, si juega de farol y sus rivales se arrugan, porque sus cartas son peores. Veamos de qué va el juego.
En principio, la futura relación comercial del Reino Unido con la Unión Europea podría seguir uno de los tres modelos que Europa tiene ya con terceros paises. Uno, el que se tiene con Noruega, Islandia o Liechtenstein: integrar al Reino Unido en un Espacio económico europeo (EEA), una zona de casi libre comercio, a cambio de aceptar los británicos la libre circulación de personas y la jurisdicción del Tribunal Europeo de Justicia, además de financiar una parte del Presupuesto europeo. La segunda opción es firmar un Acuerdo de Libre Comercio, como el que tiene la UE con Canadá o Corea del Sur, menos favorable para los británicos, porque incluye aranceles (3%) y restricciones. Y hay un tercer modelo, menos interesante: firmar un Acuerdo de Asociación, como el que tiene la UE con Ucrania.
Al Reino Unido, especialmente a Boris Johnson y sus tories euroescépticos, no les gusta un acuerdo como el de Noruega, porque huyen de “compromisos” con Europa. Buscan desde el principio un acuerdo comercial como el de Canadá, pero con más ventajas porque ellos se consideran de alguna forma “europeos” (para comerciar). Y Europa lleva doce meses diciéndoles lo mismo: cuantas más ventajas comerciales quieran sacar, más tienen que parecerse sus normas y comportamientos a las de los europeos. A lo claro: si quieren comerciar con pocas trabas con la UE-27, tienen que jugar con sus reglas en materia laboral, fiscal, medioambiental o de ayudas estatales a las empresas. Tienen que respetar "los estándares europeos". Lo contrario sería hacer competencia desleal y querer aprovecharse del mercado único.
Pero Johnson sigue empeñado en jugar de farol, tras haber “vendido” a los británicos que el Brexit va a convertir al Reino Unido en una mayor potencia económica. Su pretensión es “recuperar el viejo imperio” y convertir a las islas británicas en un gigantesco portaaviones comercial y financiero, que compita sin trabas en Europa y en el resto del mundo, gracias a unos bajos costes laborales y sociales, una mínima regulación económica y medioambiental y jugosas ayudas públicas a las empresas británicas. Su idea es convertir Reino Unido en el Singapur de Europa, dispuesto a “arrasar en el continente”, ya desde fuera de la UE. Lo que vende Johnson a los británicos es el mejor de los mundos: librarse de las reglas y obligaciones de estar en la UE, pero lanzarse sin piedad a conquistar el mercado único europeo (el mayor del mundo).
La Comisión Europea y los negociadores de Bruselas lo saben y “no se fían un pelo” de Johnson y el ala euroescéptica de los conservadores británicos. Por eso, además de firmar un acuerdo comercial que impida la competencia desleal del Reino Unido, la clave es asegurar que esas reglas de juego se cumplen en el futuro. Porque si no, podría firmarse ahora el acuerdo y luego, en unos meses o años, el Reino Unido podría cambiar sus normas y buscar “jugar con otras reglas”. De hecho, ya lo ha intentado hace unas semanas, enviando al Parlamento una Ley del Mercado Interior que permitía al Gobierno británico fijar unilateralmente los trámites aduaneros que han de hacer las empresas británicas para exportar a Irlanda del norte o las subvenciones que reciben, aspectos que violan el acuerdo de salida del Brexit. Al final, Johnson ha corregido a principios de diciembre esa Ley, como “gesto de buena voluntad”, pero en Bruselas no se fían.
Por eso, lo que se está negociando contra reloj no son peliagudas cuestiones comerciales, sino algo muy simple: “que se respeten las reglas de juego” (en inglés, “level-playing field”: terreno de juego igualado”). Poner por escrito las reglas, bien claritas, y el compromiso de Reino Unido de que no se van a cambiar en el futuro. Y la segunda cuestión, el sistema de gobernanza del acuerdo, o sea, cómo se dirimen legalmente las diferencias y qué mecanismos vinculantes se arbitran para solucionar las posibles controversias. Y aquí, Reino Unido se resiste a incluir clausulas de no regresión frente a lo pactado. El “tahúr” Johnson se resiste a fijar reglas y pretende poder jugar de farol sabiendo que sus cartas son peores. Y entre tanto, para despistar y cubrirse ante sus electores del norte, incluye como tercer tema de negociación la pesca, cuántas capturas podrán hacer la UE en aguas británicas (y viceversa). Pero la cuestión de fondo de la negociación es política: fiarse o no de Johnson.
Todos prefieren un Brexit blando a una falta de acuerdo y un Brexit duro el 1 de enero de 2020. Quien tiene más que perder es Reino Unido, porque depende más de la UE-27 que al revés: el 43% de las exportaciones británicas van a la UE (330.000 millones), mientras las islas británicas sólo representan el 18% de las exportaciones comunitarias (440.000 millones) y la mayoría de los países europeos tienen superávit con Reino Unido. Pero Johnson ha ido muy lejos en sus promesas a los británicos y lo más probable es que siga con su farol y presione más y más a Bruselas, buscando nuevas prórrogas y concesiones. Y la UE tampoco quiere un Brexit duro, porque se vería aún más resentida su economía en plena pandemia.
Si no hay más prórrogas y el 1 de enero llega un Brexit duro, eso significa que las relaciones comerciales entre la UE y el Reino Unido se fijarán de acuerdo a las normas de la Organización Mundial de Comercio (OMC), que establece aranceles (una media del 6% de impuestos a los productos importados, que puede llegar al 10% en automóviles y más en servicios) y barreras comerciales en la relación de “nación más favorecida” (la UE y RU). A corto plazo, se produciría un caos en las aduanas, para controlar el tráfico de personas y mercancías (sólo en Dover cruzan más de 10.000 camiones al día). Y se frenarían inversiones y operaciones.
Para evitar lo peor, la Comisión Europea ha aprobado “un Plan de contingencia”, que permitirá prorrogar 6 meses los vuelos y viajes de pasajeros y mercancías. Pero falta que lo acepte y comparta el Reino Unido, cuyo Gobierno ya ha ordenado a la Marina Real que se prepare para interceptar barcos pesqueros de la UE en aguas británicas a partir del 31 de diciembre. Y ha pedido a los supermercados británicos que hagan acopio de alimentos por si acaso (el 25% vienen de la UE).Suena a que habrá un Brexit duro y conflictivo, aunque ayer domingo se han dado "un tiempo extra" para negociar antes de fin de año.
Quien más tiene que perder con un Brexit duro es el Reino Unido: su PIB caería un -3% en 2022, según un estudio reciente del Banco de España, mientras la UE perdería un -0,4% del PIB (la Comisión aumenta esta bajada al -0,75% en 2022), tanto por el efecto negativo sobre el comercio (aranceles y barreras) como por el freno a inversiones y actividad económica. En el caso de un Brexit blando (un acuerdo como el de la UE y Canadá), la pérdida sería mucho menor, tanto para Reino Unido (-1,5% del PIB en 2022) como para la UE (-0,1%).
Sea un Brexit duro o blando, todos perderemos, los que más los británicos (su propia Oficina Presupuestaria espera una caída del PIB del -4%). Pero también España sufrirá bastante el Brexit: seremos el 7º país europeo más afectado, tras Luxemburgo, Irlanda, Holanda, Chipre, Suiza y Malta, según un estudio de S&P. Y seremos el país más afectado entre los grandes, más que Alemania, Francia o Italia, según confirma el estudio publicado por el Banco de España. Y eso porque somos uno de los paises europeos que tienen más relación comercial, turística e inversora con Reino Unido. De hecho, la relación económica de España con Reino Unido supone el 3,4% del PIB español, por encima de la relación con Alemania (3,2% de su PIB), Francia (2,8%) o Italia (1,95%), aunque por debajo del peso que tiene su relación con la UE-27 (3,95% de su PIB), según el Banco de España.
El mayor impacto se dará en el comercio (supone el 1,6% de nuestro PIB): Reino Unido es el 5º mayor cliente comercial de España (tras Francia, Alemania, Italia y Portugal) y les vendimos por valor de 19.666 millones de euros en 2019 y comprado por 11.808 millones, con lo que tuvimos un superávit comercial de +11.808 millones de euros. Este año 2020, con la pandemia y la amenaza del Brexit, el comercio con Reino Unido ha caído drásticamente, pero sigue siendo nuestro 5º mayor cliente: les exportamos por 12.040 millones y les compramos por 6.722 millones, hasta septiembre, con lo que el superávit es de +5.318 millones. Las principales ventas españolas al Reino Unido son alimentos, coches, bebidas y tabaco, ropa, cerámica, fertilizantes y bienes industriales intermedios.
El 2º mayor impacto
del Brexit se dará en el turismo
(supone el 1,2% de nuestro PIB): Reino
Unido es el país que nos aporta más turistas, 18 millones en 2019 (un 21,5% del total), que han bajado
drásticamente este año 2020, por la pandemia, a 2,97 millones de turistas británicos llegados hasta octubre (el
16,67% del total), según el INE.
Y son también los turistas que aportan más gasto, un 19,4% del gasto
turístico total en 2019 (17,834 millones se gastaron) y otro 15,7% del total
este año (donde el gasto turístico de los británicos, como el de los demás, se
ha desplomado hasta octubre: a 2.915 millones de euros, según el INE). Y no
olvidemos que los británicos son los
extranjeros que más compran viviendas en España: 8.750 en 2019, el 2% de todas las viviendas vendidas.
El tercer mayor impacto del Brexit se dará en los servicios (suponen un 0,6% del PIB), sobre todo en las exportaciones de servicios de telecomunicaciones y servicios financieros, derivados de la fuerte presencia en Reino Unido de las multinacionales españolas (desde Telefónica al Banco Santander o Ferrovial), que se verán bastante afectadas por el Brexit. Y queda por ver el impacto del Brexit en las inversiones españolas en Reino Unido, que rondan los 81.000 millones de euros (el 17,2% de toda nuestra inversión exterior). De hecho, el Reino Unido es el 2º mayor destino de las inversiones españolas en el extranjero, solo por detrás de las hechas en EEUU. En las islas han invertido mucho Telefónica (20.000 millones), Santander (15.000), Iberdrola (12.000), Ferrovial (6.000), Iberia/IAG (5.000), Cellnex (2.500), Banco Sabadell (2.000), FCC (2.000), Aena (300) o Inditex (100 tiendas), multinacionales españolas que se juegan una parte de sus ventas y beneficios en el mercado británico.
Todo esto está en juego con el Brexit, desde las exportaciones y el turismo a las finanzas, los servicios, las inversiones o la pesca. El impacto será mayor o menor según sea el acuerdo o desacuerdo, pero en cualquier caso, afectará mucho a España, especialmente a algunos sectores (agroalimentario y automóvil, sobre todo) y regiones, según el estudio del Banco de España: el mayor impacto comercial lo sufrirán Murcia, la Comunidad Valenciana, Galicia y Aragón. Y el mayor impacto turístico e inmobiliario lo sentirán Canarias, Baleares y Levante. Regiones también muy afectadas por la recesión de la pandemia.
Quedan unas semanas de infarto y unos años complicados, donde la UE y el Reino Unido tendrán que ajustar su relación, algo complicado y negativo en cualquier caso, porque Europa pierde su 2ª mayor economía (15% del PIB de la UE y 13% de su población) y el Reino Unido su libre acceso al mayor mercado del mundo. Pero hay que seguir adelante, sin ceder a chantajes porque en esta partida Europa tiene las mejores cartas. Y además, la Unión Europea debe pasar cuanto antes la página del Brexit, que la ha desgastado durante tres años y medio. Hay que mirar hacia adelante y volcar todos los recursos en la reconstrucción de Europa tras la pandemia, reforzando internamente la Unión y avanzando en los Estados Unidos de Europa, consolidando un bloque económico, político y social que afronte la dura competencia de China, EEUU y los paises emergentes en este siglo XXI. Y mientras, los británicos “se cocerán a fuego lento”, sufriendo día a día el enorme error del Brexit. Y en una generación (quizás ya con Escocia independiente), volverán a llamar a las puertas de la UE. Pero mientras, necesitamos consolidar una Europa más fuerte, más unida y más solidaria. Vayamos a ello, sin que nos desgaste más el Brexit. UExit.
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