Casi millón y medio
de universitarios han vuelto a clase con
la duda de todos los años: ¿me servirá de
algo estudiar una carrera? Saben que hay muchos universitarios en paro (un 10,7%, el doble que en
Europa) y que un tercio trabajan en
empleos que nada tienen que ver con lo que estudiaron. Es el doble fracaso de una Universidad que
lleva ya 7 cursos ya perdiendo alumnos (sobre todo la pública), que investiga mucho menos y que pierde peso internacional, todo
agravado por años de recortes donde han
perdido 10.000 millones de Presupuesto y 4.730 docentes, con unas plantillas
envejecidas (50 años de media) y
precarias (42% con contrato temporal). Urge pactar una nueva Ley Universitaria que asegure más dinero para la Universidad y
plantillas menos precarias, más becas, reordene la oferta (exceso de grados y
Másteres), fomente la investigación, internacionalice los estudios y logre una mayor conexión con las empresas que
contratan, para que los jóvenes estudien profesiones con futuro. Conseguir estudiar para trabajar.
enrique ortega |
El primer gran reto de la Universidad española es ser útil, conseguir que su formación le sirva al alumno para trabajar en el futuro. Así había sido hasta el inicio de esta crisis, en 2007, cuando el paro de los universitarios en España era sólo el 5,31%, según la EPA. Pero luego se disparó, como el del resto de españoles, hasta el 14,48% en junio de 2014. Y ahora ha caído y está en el 8,67%, que es casi la mitad del paro global en España (15,28%). Pero esa es la media, la tasa de paro es mucho mayor entre los universitarios jóvenes: el 25,01% de paro entre 16 y 19 años, el 18,72% entre 20 y 25 años y el 14,90% entre 25 y 29 años. Y todavía, el paro entre los universitarios jóvenes españoles duplica la media europea: un 10,7% entre licenciados menores de 39 años frente al 5,1% de paro en Europa (UE-28), el 2,8% en Reino Unido, el 3,2% en Alemania o el 6% de Francia, según Eurostat.
¿Qué carreras tienen
más paro? El INE (Estadística) lo publica periódicamente, en la Encuesta de
Inserción Laboral de los Titulados Universitarios (la última de 2014, publicada en diciembre de 2015).
Ahí se ve que hay universitarios que no
tienen casi paro: ingenieros en automática y electrónica industrial (0% de
paro), médicos (0,6%), ingenieros electrónicos (1,4%), ingenieros aeronáuticos
(2,8%), ingenieros informáticos (3,8%), licenciados en investigación y técnicas
de mercado (4,4%), ingenieros de telecomunicación (5%) o fisioterapeutas
(5,2%). Otros con poco paro, como
farmacéuticos (6,3%), ópticos (6,9) o podólogos (10,8%), enfermería (8,1%),
ingenieros técnicos en informática (8,9%)
o estadísticos (9,2%). Y hay carreras con un paro disparado:
Filología francesa (45,4%) o árabe (44,5%), diplomado en Navegación Marítima
(42,3%), Ciencias del Mar (41,5%), Bellas Artes o Historia del Arte (36,3%). Y
universitarios con paro elevado:
licenciado en Historia (38,1%), Minas (38,5%), Geología (36,2%), Biología
(31,3%) o Filosofía (28,6%).
Al final, los
universitarios que consiguen trabajar son menos que en Europa: trabajan el
77.3% de los universitarios menores de 39 años, una de las tasas más bajas de
la UE-28, donde trabajan el 81% de los universitarios y hasta el 87% en
Alemania y Reino Unido, según Eurostat. Pero el problema no es sólo encontrar trabajo sino que tenga que ver con lo que se ha estudiado.
Y aquí España tiene un grave problema: somos el país europeo con más porcentaje de universitarios sobrecualificados,
que trabajan en tareas que exigen menos formación de la que tienen: son el 37,1% de los graduados
empleados, frente al 23,2% de media en Europa y muy por delante de Reino
Unido (25,9% de empleados sobrecualificados), Francia (22,6%), Italia (20,6%),
Alemania (19,5%) o Portugal (14,4%), según los datos para 2017 de un reciente estudio de la Fundación CYD. Y el
problema ha ido a más, porque antes de la crisis, en 2007, los graduados
empleados sobrecualificados eran el 34,9%.
La causa
principal de que muchos universitarios acaben sirviendo hamburguesas o de
cajera de supermercado está en que la
economía española crea menos empleos cualificados que otras grandes
economías europeas, porque aquí tienen menos peso la industria y los sectores de alto valor añadido y más los servicios
(turismo y comercio) y la construcción. Y tenemos una economía menos eficiente y
productiva, que también crea
menos empleo. Pero además, hay un factor educativo: lo que se estudia en la Universidad tiene poco que ver con lo que demandan las
empresas. Y esto agrava el problema,
provocando que muchos universitarios acaben en paro o trabajen de cualquier
cosa, con empleos y sueldos precarios. Así, el
20,2% de los universitarios españoles tienen contratos temporales frente a sólo el 10,5% de media en Europa. Y el 26,8% de los universitarios que
cuentan con un título de máster y llevan trabajando entre dos y tres años perciben un salario
que no sobrepasa los 1.000 euros al mes, un 8,8 % cobra menos de 600 euros y
un 61% no supera los 1.600 euros. En consecuencia, más de 1 millón de universitarios españoles están en riesgo de pobreza, según un reciente informe de la Red Europea contra la pobreza (EAPN).
Todo esto tiene mucho
que ver con lo que estudiaron. Porque todavía son pocos los estudiantes
españoles matriculados en carreras de áreas STEM (acrónimo en inglés de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), que son las que
tienen mejores perspectivas de empleo, según todos los expertos (y los datos de
paro por carreras del INE). En España, las carreras punteras son Salud y
Educación y somos el 8º país europeo con
menos matriculados en licenciaturas STEM: sólo un 23,7% de los matriculados en 2016-17, frente al 28,5% de media en la UE, el 37,6% en
Alemania o el 30,6% en Reino Unido, según el estudio de la Fundación CYD. Y esto viene de lejos, de las últimas décadas en que
no se han promocionado las carreras técnicas. El resultado está ahí: la proporción de graduados STEM entre los
jóvenes españoles (20 a 34 años) es de 9
por 1.000, frente a los 11,3 por 1.000 de los grandes paises europeas y de
los 14 por 1.000 de los paises más dinámicos, como Eslovenia, Irlanda,
Dinamarca o Finlandia.
Así que ya sabemos por qué tenemos más universitarios en
paro o subempleados: porque no estudian carreras con futuro (mejor, con
presente). Este es el gran reto de la
Universidad española: adecuar lo que
se estudia a lo que demandan las empresas. Pero hay más. El segundo gran reto es recuperar los alumnos perdidos. Este curso 2018-2019 estarán
estudiando en las 84 Universidades
españolas (50 públicas y 34 privadas) alrededor de 1.450.000 alumnos de Grado y Máster, siendo el 7º curso consecutivo en que se pierden alumnos. Y eso, porque desde el curso
2012-2013 han bajado los alumnos de
Grado (licenciaturas): eran 185.612 menos el curso 2017-2018 (1.284.041) que en 2011-2012(1.469.653). En cambio, han subido los alumnos de Máster (son
+77.082), desde los 113.061 en 2011-2012 a 190.143 el curso pasado. Y se espera
que superen los 200.000 este curso. Esta pérdida de alumnos se ha dado sobre
todo en las Universidades públicas,
mientras han crecido en las
Universidades privadas (donde se
matriculan un 14,3% de los estudiantes de Grado y el 34,3% de los Másteres) y en las Universidades a distancia (5%
de Grados y 13% Másteres).
Una parte de esta pérdida
de alumnos universitarios se debe a la demografía, a que hay menos jóvenes de 18 a 21 años: en
enero de 2018 había 458.008 jóvenes menos (1.780.923) que en enero de 2002 y
152.351 menos que en enero de 2010. Otro factor es que, con la crisis, muchos
jóvenes se han ido a estudiar Formación Profesional de
grado superior en vez de matricularse en la Universidad, pensando que así
tenían “más salidas”. De hecho, la FP Superior ha pasado de 212.802 alumnos en
2006-2007 a 333.079 en 2016-2017. Y un tercer factor que explicaría la pérdida de alumnos: la subida de matriculas y estudios
universitarios desde 2012-2013, con tasas
que han subido hasta un 60%.
De hecho, otro grave problema de la Universidad española es
que, además de poco útil para trabajar, es
muy cara, con grandes diferencias entre Universidades y regiones. Así, el coste de un crédito
para una misma carrera (Medicina) varía entre 21,53 euros y 260,83 euros (un
curso de Grado tiene 60 créditos) entre la Universidad pública y la privada, según un estudio de la OCU. Y dentro de las Universidades públicas, las
diferencias son abismales: las más caras son las de Cataluña (33,58 euros por
crédito, 2.014 un curso de Grado), Madrid (28,83 euros/crédito) y Castilla y
León (24,48 euros). Y las más baratas, Andalucía, Galicia y Cantabria (de 12,57
a 13,58 euros/crédito, según los estudios elegidos).
Con estos precios, la
Universidad española es una de las más caras de Europa. Hay 15
paises (entre ellos Alemania, Austria,
Finlandia o Suecia) donde la Universidad es casi gratuita: por menos de 100 euros al año se puede estudiar una
carrera y completarla con un Máster, según un estudio de CCOO de 2016. En el extremo opuesto, hay 4 paises donde estudiar un Grado es más caro que en España (Reino
Unido, Irlanda, Letonia y Lituania (con más de 2.000 euros de coste anual. Al
final, el estudio revela que de los 37 paises europeos analizados, España es el 8º país más caro para estudiar un Grado (1.100 euros de media) y
un Máster (2.200 euros de media). Y el 6º más caro tomando sólo la UE-28.
Y estos precios altos se agravan porque España tiene menos becas universitarias. Ocupa el
puesto 14 entre los 37 paises analizados en el porcentaje de universitarios con
beca: un 23% frente a un 33% que reciben ayudas en Francia, Reino Unido y
varios paises más, según el estudio de CCOO. Y además, España ocupa el puesto 22 (de 37) por el
importe medio de las becas, más bajo que en la mayoría de Europa. Y todo esto
se debe a que España invierte en becas
universitarias un tercio menos que la media de la OCDE, según denunció el presidente de la Conferencia de Rectores. Y además, el sistema
de concesión es muy deficiente, por lo que se
quiere cambiar: ahora, se solicitan de agosto a octubre pero se conceden
con el curso en marcha y una parte variable al final del curso. Y su cuantía es
muy desigual por autonomías (más bajas en Madrid o Cataluña, donde estudiar es
más caro).
El tercer gran reto
de la Universidad española, además de dar trabajo y recuperar alumnos, es cumplir con su vertiente investigadora,
ser “un templo para la Ciencia”, una
función que se ha perdido en parte por los recortes. El gasto público en investigación (Administración más Universidad) ha caído del 48,3% del total en 2010
(el resto es investigación privada) al 46,1% en 2016. Y con ello, el peso
del gasto en Ciencia de la Universidad española es sólo del 0,33% del PIB, frente al 0,44% que supone en Europa (UE28) o el 0,87% en
Suecia. La Universidad española ha perdido estos años financiación, proyectos
e investigadores (-9,7%) y eso se ha
traducido en una menor producción científica y en menos patentes y “spin-off”
de nuestras Universidades, según refleja el estudio de la Fundación CYD.
El cuarto gran reto de nuestra
Universidad es tener una mayor presencia
internacional, para captar más
alumnos extranjeros y más financiación de empresas e instituciones
internacionales (sobre todo de la UE). Actualmente, las Universidades españolas no figuran en cabeza de los tres grandes rankings internacionales: sólo hay una
(Universidad de Barcelona, puesto 151) entre las 200 mejores universidades del ranking de Shanghái
(ARWU), 5 Universidades (puesto 135 la Pompeu Fabra y 145 la Autónoma de
Madrid) entre las 400 mejores del ranking The Times Higher y 25 Universidades
españolas (puesto 159 la Autónoma de Madrid y 193 la Autónoma de Barcelona)
entre las 1.000 mejores del ranking QS Word. Mucho se debe a la menor producción científica e
investigadora, pero también a la necesidad de aumentar Grados y Másteres en
idiomas extranjeros y con profesores foráneos.
Estos cuatro grandes retos (enseñar para trabajar, carreras asequibles, más
investigación y más internacionalización) exigen una Universidad española con más financiación. De hecho, aunque las
autonomías han mejorado sus aportaciones en 2016, 2017 y 2018, todavía el gasto público universitario para 2018
(10.203
millones) es inferior al de 2009 (10.780 millones). Y los recortes hechos,
sobre todo entre 2012 y 2015, han supuesto que las Universidades hayan perdido 10.186 millones entre 2009 y 2018. Esto
se ha traducido en menos gastos, nulas inversiones, menos investigación y menos
personal: se han perdido 4.730 docentes entre 2010 y 2016 (un 4%), según los Rectores
(CRUE). Y lo peor es la precarización de las plantillas: el 42% del personal docente e investigador de la Universidad
pública española tiene un contrato
temporal. Y como no se han renovado plantillas, la edad media son 50 años y
la mitad de los catedráticos tienen más de 60 años. Además existe una elevada (y perniciosa) endogamia:
el 73,4% de los docentes de las Universidades públicas trabajan en la misma
Universidad donde leyeron su tesis, según la Fundación CYD.
Reformar la
Universidad pasa, necesariamente, por dotarla
de más recursos públicos, para acercarnos
a niveles europeos. El gasto por alumno
universitario en España era de 12.489 dólares en 2014 (última estadística de la OCDE), un 22%
menos de los 16.164 dólares que se gastaban en Europa (UE-22) y de los 16.143
dólares de media que gastaban los 35 paises de la OCDE. Y ese gasto español es
aún menor que el de EEUU (29.328 dólares por universitario), Reino Unido
(24.542 dólares), Suecia (24.072), Alemania (17.180) o Francia (16.422) y sólo
superior al de Portugal (11.813 dólares/universitario) o Italia (11.510). Y si
tomamos el esfuerzo económico que se dedica a la Universidad, en España se aporta el 1,3% del PIB,
inferior al 1,4% que se aporta en la UE-22 o al 1,6% que aportan los paises
OCDE. Si quisiéramos aproximarnos, España
debería gastar entre 1.200 y 2.400 millones más cada año en financiar la
Universidad, unos 12.000 millones
entre el Presupuesto y las autonomías.
Pero la Universidad
no sólo necesita más dinero. Hay que emprender otras reformas, la principal ajustar
la oferta de títulos (excesiva: 2.854 grados.
3.540 másteres y 1.120 doctorados) a lo
que demandan realmente las empresas, orientando mejor a los alumnos que
terminan el bachillerato. Esto pasa por una
mayor participación de las empresas en la Universidad, una evaluación constante de la formación y fomentar las prácticas en las empresas en
los últimos cursos, evitando los abusos actuales. Y reformar a fondo la gestión de la investigación universitaria, eliminando rigideces y aumentando la participación
privada. Y volcarse en la
internacionalización, captando más alumnos y profesores extranjeros.
Todo ello exige un
Pacto político educativo, para garantizar una financiación estable, y un
nuevo marco legal, con una nueva Ley de
Universidades, que sustituya a la de 2001.
Los rectores de las Universidades ya la han pedido (junto a más autonomía) y el ministro Pedro Duque promete una Ley para antes del final de Legislatura. Pero si la
presenta, será difícil que salga adelante y menos si se adelantan las
elecciones a 2019. Así que los grandes
problemas de la Universidad tendrán que esperar dos cursos más,
por lo menos. Y mientras, nuestros jóvenes seguirán estudiando con la amenaza
del paro y el subempleo. Así es difícil ilusionarles.
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