En la última Cumbre Europea,
Merkel y los conservadores de Bruselas
se han negado a suavizar los recortes
del déficit, que han llevado a Europa a la recesión. Y el presidente Rajoy
les ha sorprendido anunciando que España recortará este año menos de lo que exigen, porque es imposible. Aun suavizando el recorte, nos costará hundir más la economía, perder otros 630.000 empleos y llegar a 6 millones de parados. Es como
el enfermo que debe elegir entre perder
una pierna o las dos para salvarse. Hay que apoyar al Gobierno frente a los fundamentalistas de Bruselas, pero urge
buscar otro camino para salir de la
crisis, ajustando lo que haga falta pero reanimando la economía
para que haya consumo, inversión y empleo. Un camino, como el de Obama en EEUU,
que España no puede recorrer sola.
Cumbre europea número
18 en dos años de crisis y más
de lo mismo: austeridad, recortes, suprimir el déficit a cualquier precio. Esta vez, esa ortodoxia conservadora ha quedado impresa en un nuevo
Tratado, que firmaron el viernes 25 de los 27 países de la UE (todos
salvo Reino Unido y República Checa). Nada
de bajar la guardia, de suavizar los recortes. Ni reanimar la economía,
como habían pedido por carta
12 países, entre ellos Italia, Reino Unido y España. Y eso, a pesar de que el crecimiento de Europa
caerá un –0,3 % en 2012, con 8 países en recesión y la mayor tasa de paro
(10,7%) en los últimos quince años.
El presidente Rajoy,
a la gallega, firmó las duras conclusiones
de la Cumbre (“los Estados deben cumplir
sus objetivos y estar listos para poner en marcha nuevas medidas de
consolidación si fuera necesario”) pero a la salida, en rueda de prensa, se
descolgó con que España no iba a rebajar
su déficit al 4,4% como impone Bruselas, sino al 5,8%,
aunque sí cumpliremos el 3% para 2013. Rajoy planta cara porque sabe que la
rebaja al 4,4% es imposible, al haber cerrado 2011 con un déficit del 8,5%
y estando el país en recesión. Habría que recortar 43.656 millones y eso es imposible
sin hundir más la economía, sin matar al
enfermo. Y sin elevar exponencialmente el paro y crear una tensión
social insostenible.
Aún suavizado, el
ajuste es muy duro: 28.750 millones
de recorte, más del doble del ajuste que hizo ZP en mayo 2010. Una parte
(11.712 millones) lo hará el Estado (bajar déficit del 5,1% PIB al 4%),
con las subidas de impuestos que ya notamos en la nómina
de febrero y un recorte de gastos (8.900 millones) en
todos los Ministerios (-12,5%), incluidos recortes en infraestructuras, en
funcionarios y en empresas públicas. Pero el
recorte mayor les toca a las autonomías:
14.907 millones (bajar déficit del 2,94 % PIB al 1,50%), que les obligará a
hacer recortes extras en sanidad, educación, dependencia y gastos sociales (71% de su presupuesto)
y a subir impuestos (desde tasas a copagos y céntimos sanitarios), sobre todo a
Castilla la Mancha (7,30% déficit), Extremadura (4,59%), Murcia (4,33%), Cantabria (4,04 %), Baleares (4%), Cataluña (3,72%), Comunidad Valenciana (3,68%) y Asturias (3,64 %), las ocho con el déficit
más disparado. Y los Ayuntamientos
tendrán que recortar otros 1.064 millones (bajar déficit del 0,4 %PIB al 0,3%), como la Seguridad Social, que siempre había tenido superávit.
Al final, el problema
no es sólo el coste
social de estos recortes sino que provocan, junto a la subida de
impuestos y la bajada de los salarios reales, una caída del consumo, la
inversión y las ventas, agudizando la
recesión. El Gobierno augura una caída
de la economía del -1,7% en 2012, lo que se traduce en perder 630.000 empleos más y que el
paro llegue al 25% a final de año, con 6
millones de parados. Y si la economía cae más (-2%), porque el Gobierno confía demasiado en la ayuda de
las exportaciones, habrá más paro, menos ingresos y más déficit. Y todo eso,
con un ajuste “blando” para Bruselas.
Como se ve, la sangría”
tiene un alto coste para el enfermo
y no asegura su mejoría: al
contrario, después de dos años de la
misma receta, empeora. Hay que ir por
otro camino: ajustar los gastos inútiles
pero sin deprimir la economía y reanimando la actividad, para que haya
demanda e inversión. Y si no pueden las empresas, ha de tirar el sector público, con
más ingresos sacados de los que más
ganan, de las grandes empresas y de la lucha contra el fraude. Es la
opción Obama
frente a la opción Merkel: EEUU empieza a crecer (3% a finales de 2011)
y a crear empleo mientras Alemania decrece (-0,25% a finales 2011). Una receta que ya probó con
éxito el demócrata Roosevelt en 1933
(New Deal), tras el fracaso
del conservador Hoover frente a la
Gran Depresión de 1929, con ajustes
duros que agudizaron la recesión y llevaron el paro en EEUU al 25%.
Hay que huir del
fundamentalismo del ajuste, que se ha inoculado en la sociedad: nos ha llevado
a una profunda recesión. El déficit público no es el culpable de la
crisis, sino su consecuencia. Y
para atajarla, hay que estimular la
economía con eficacia, no asfaltando plazas o dando cheques bebé como ZP. Hay que probar otro camino, que ha dado su fruto en otras crisis. Ya son
legión los economistas
que lo dicen, frente a los fundamentalistas
del recorte. Pero esa política no la
puede hacer España en solitario: nos atacarían los mercados y sería una
gota de agua en el océano. Hace falta otra
política en toda Europa. Ya hay 12 países que la piden. Y
será clave si el socialista Hollande gana en
mayo las presidenciales francesas, porque no defiende los ajustes como Sarkozy.
Hasta entonces, habrá
que apoyar al Gobierno Rajoy frente a Bruselas y los mercados. Pero habrá
que exigirle que suavice los ajustes,
que reparta sus costes, que no recaigan sobre los más débiles, que no desmantele el Estado del Bienestar
por un equivocado fundamentalismo. Y que pelee en Bruselas por medidas a 27
para reanimar la economía y el empleo. Porque, al margen de ideologías, por
el camino de más ajustes vamos al precipicio. Lo estamos viendo.
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