España es la primera potencia pesquera de Europa y
el quinto consumidor de pescado del mundo.
Pero no
hay peces, ni en aguas europeas ni en la mayor parte de los mares,
porque se han esquilmado las especies.
Y porque los países venden caro pescar
en sus caladeros o nos echan, como ha pasado en Marruecos y va a pasar en Mauritania.
Con todo, el mayor problema es que la
Comisión Europea quiere recortar un
40% las capturas en aguas comunitarias y un tercio las ayudas a las flotas, lo que va a perjudicar sobre todo a España. Con ello, el pescado va a ser cada vez más caro y de importación o piscifactoría.
enrique ortega |
La flota española que faena en Marruecos,
70 barcos andaluces y canarios, llevan ya más de tres meses amarrados a puerto, cobrando ayudas (100 € diarios los
armadores y 45 los 600 tripulantes), al haber vetado el Parlamento europeo la
prórroga del acuerdo pesquero, por su alto coste y para defender los intereses saharauis.
Lo mismo pasará en julio con la flota que faena en Mauritania,
al haberse roto en diciembre las
negociaciones para renegociar un acuerdo que afecta a 61 buques gallegos, andaluces
y canarios.
Son sólo dos ejemplos de un problema que se agrava: cada día es más difícil llegar a acuerdos con terceros países para pescar
en sus aguas, desde que en 1994, la ONU creara las Zonas Económicas Exclusivas (ZEE), 200 millas de pesca exclusiva alrededor
de cada país. La Unión Europea
mantiene acuerdos
con más de 20 países, que benefician sobre todo a la flota industrial española, la mayor del continente, con 424 barcos
que pescan en los trópicos, el Atlántico Norte y la costa oeste africana
(Marruecos, Mauritania, Senegal, Namibia y Guinea Bissau), el Atlántico Sur,
Indico y Pacífico.
El mayor problema es que no hay
peces en los mares: el 77% de las
poblaciones están sobrexplotadas o completamente explotadas, según la FAO. Y en Europa, el 83% de las especies del Mediterráneo y el 63% del
Atlántico están sobrexplotadas, con una
tercera parte de especies en peligro, como el bacalao o el atún rojo (por
la fiebre del sushi). Con ello, la producción
comunitaria de pescado ha caído casi a la mitad (de 10,6 millones
de Tm en 1988 a 6,5 en 2009), con una pérdida del 50% de los barcos y del 47%
de los empleos.
Una crisis especialmente
grave para España: tenemos la primera
flota pesquera de Europa (10.600 barcos, con sólo un tercio de sus
capturas en aguas comunitarias) y somos el
quinto país consumidor de pescado del mundo y el segundo
de Europa (tras Portugal), con 44,8 kilos persona/año (frente a 22,1 kg. en
Europa y 17,1 de media mundial). Los españoles comemos pescado 18 días al mes:
9 días fresco, 5,7 días congelado y 3,5 días preparado, según un estudio del Ministerio
de Agricultura.
Como no hay peces en
Europa y resulta difícil pescarlos en
terceros países, dos terceras parte
del consumo se cubre con importaciones,
cuando en 1990 era la mitad. España es el
tercer importador del mundo de pescado, por detrás de Japón y EEUU:
importamos 1,6 millones de Tm de pescado, por 5.000 millones de euros, mucho congelado,
sobre todo de Argentina, Namibia, Sudáfrica, Mauritania, Marruecos. Y peces cultivados de Asia, sobre todo panga
de Vietnam y China, un pescado que EEUU
ha prohibido importar por razones sanitarias y en el que se han encontrado bacterias en
España.
Otra vía de cubrir la demanda es la pesca
ilegal, que mueve 10.000 millones de euros al año, en la mayoría de los
mares, con barcos de bandera de conveniencia, también europeos
(y la mitad españoles). En aguas europeas se estima que el 66% de las capturas del Mar del Norte
y la mitad de los desembarques de atún y
pez espada del Mediterráneo son pescados ilegalmente, sin respetar normas y cuotas. Y la
flota española es de las que tienen peor fama por el mundo. De hecho, el Ministerio de Agricultura ha
comunicado a la flota española que se
pasó de capturas en 2011 y que ello supondrá multas
en forma de recorte de capturas para 2012 en jurel, bacaladilla, rape o caballa (ya se ha consumido el cupo de
este año). Y han prometido a Bruselas que se va a coordinar un
Plan con las autonomías para inspeccionar a la flota, con más
inspectores en los puertos, para “intentar
recuperar credibilidad en Europa”.
Mientras, la Comisión Europea
prepara una reforma de la política pesquera comunitaria (PPC), con recortes de cuotas
de hasta el 40% para 2015 y recortes de un
tercio de las ayudas.
Dos medidas que afectarán gravemente a la
flota española, la que más ayudas recibe (322 millones anuales desde el 2000).
Ello obligará a una nueva reconversión
de la flota (ya pasó de 21.000 barcos en 1986 a 10.600), poniendo en peligro
un sector que mantiene 100.000 empleos
directos y otros 500.000 indirectos. Claro que si no se preservan los caladeros europeos, para 2020 estarían
esquilmadas 168 de las 176 pesquerías y habría que desmantelar el 60% de los
barcos comunitarios, según la Comisión.
En paralelo, habrá que seguir apostando por la acuicultura,
que cubre ya el 10% del consumo en España, con un 95% del mercado en dorada, lubina,
rodaballo y corvina, a precios muy
asequibles. España es el primer productor de acuicultura de la UE en toneladas y el tercero en valor del pescado, por detrás de Reino Unido y
Grecia.
Al final, con el
pescado pasa como con las frutas
y hortalizas: Europa no produce
y prefiere importar pescado de otros países
(con menos calidad y seguridad) a gastar millones en subvenciones y comprar pescado
europeo más caro. Pero para España, la
pesca en un sector clave y tenemos que pelear
por él con el resto de la Europa del sur. Pero hace falta la ayuda de los consumidores, comprando pescado español de calidad, que es y será cada vez más caro. De lo contrario,
un día sólo comeremos pescado importado, de piscifactorías asiáticas, y nuestros
puertos morirán. No digamos que el
pescado es caro.
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