Por si la Justicia no
estaba ya bastante colapsada, en 2014 aumentaron los litigios, por
primera vez en los últimos 4 años. Y eso, aunque Ruíz Gallardón disparó las tasas judiciales en 2012. Con ello, los Juzgados no dan más de sí: sumarios por los suelos, sistemas
informáticos colapsados, jueces con estrés y juicios que se citan para 2019,
sobre todo en la jurisdicción mercantil y
en los juzgados de lo social, los más colapsados. El ministro de Justicia
ha quitado
las tasas judiciales y ha aprobado tres
Leyes para agilizar los procesos judiciales e informatizar la Justicia desde 2016. Pero jueces y expertos dicen
que son
parches y que hacen faltan más medios: duplicar los jueces (la mitad que en Europa), abrir más juzgados,
aumentar personal y gastar mucho más en
informática, donde hay 10 sistemas
distintos. Hace falta una justicia más ágil, eficaz e independiente: los españoles
desconfían mayoritariamente de la Justicia. Y así no hay democracia que valga.
enrique ortega |
La Justicia lleva
una década colapsada, pero la
situación se agravó en 2014, año en que aumentaron los litigios judiciales, por
primera vez desde 2010. Y eso, a pesar de que Ruíz Gallardón aumentó
drásticamente las tasas judiciales, en diciembre de 2012. El año pasado ingresaron
en los juzgados españoles 8.653.160 nuevos asuntos judiciales, un 0,2%
más que en 2013. La mayoría fueron
asuntos penales (6,1 millones, el
70%, lo que indica una elevada
conflictividad social), que se redujeron (-2,1%), igual que los laborales (427.966, un -8,8%), pero aumentaron los litigios civiles
(1.845.173, +10,5%) y los
contencioso-administrativos (206.700, +8,2%). Con este aumento, el índice
de litigios subió a 185 asuntos por
1.000 habitantes, casi el doble de pleitos que en Europa
(menos de 100 por cada 1.000 habitantes).
El aumento de pleitos en 2014 ha colapsado
aún más los Juzgados, aumentando
los sumarios por juez (1.702 asuntos) y reduciendo las sentencias (306 por
juez, 1,33 por día laborable), quedando 2.562.153 sumarios en trámite a finales
de 2014. La mayor congestión se da en los juzgados de lo Contencioso (pleitos con la
Administración) y en los juzgados de lo
Social, por el aluvión de juicios tras la reforma laboral de 2012. Las
autonomías con más colapso judicial
son Castilla la Mancha, Murcia, la Rioja, Valencia y Galicia, así
como los juzgados mercantiles y los Juzgados de lo Social de Madrid y Sevilla.
La duración
media de los procesos mejoró en 2014, pero aún es muy elevada: 3,7
meses en primera instancia, 4,6 meses en segunda y 11,1 meses en el Supremo, o
sea 19,4 meses de media, aunque en la jurisdicción contenciosa llega a 41,7
meses y en la Social a 27,3 meses. Un plazo medio de resolución de los litigios
(473 días) es muy
superior al del resto de Europa, siendo España el quinto país con la
justicia más lenta, tras Portugal, Malta, Grecia y Chipre.
El colapso de la
Justicia ha sido denunciando
en las redes sociales por un grupo de jueces, la
“brigada tuitera”, que difundió fotos de sumarios
en los baños de los Juzgados y por los suelos, mientras faltan hasta
estanterías, se colapsan los servidores y faltan jueces y personal, mientras las
bajas no se sustituyen. Todo ello lleva a casos como el Juzgado de lo Social nº
3 de Sevilla, en la que se acaba de fijar un
juicio para el 6 de febrero
de 2019. O el mercantil nº 1 de Sevilla, que ha fijado un juicio oral sobre
una clausula hipotecaria (interpuesta por un cliente de la Caixa en 2014) para
febrero de 2018. O un juzgado de Cartagena que ha tardado 11 meses en fijar las
medidas provisionales de un divorcio (que deberían tardar un mes).
Los datos oficiales
del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) sobre el colapso de la Justicia son esclarecedores: 1.695 órganos
judiciales, el 84,8% de todos los Juzgados tienen una carga de trabajo superior
a la que pueden asumir. Y de ellos, 864 juzgados (el 43,5% del total) están
sobresaturados: soportan una
carga de trabajo del 150%. Son casi todos los Juzgados de 1ª instancia (el
95,65%), los Mercantiles (93,75%) y 45 de los 46 Juzgados
de lo Social sin ejecuciones (el 97,83%). Y son datos de 2013: ahora será peor. Este colapso en los Juzgados se
acaba cebando en jueces y funcionarios,
aumentando las enfermedades y los infartos. De hecho, el 92,66% de los jueces declara
padecer estrés por exceso de trabajo, según una encuesta
de Jueces por la democracia. Por ello, el CGPJ ha aprobado en enero de 2015
un Plan
de riesgos laborales para jueces y personal de la Justicia.
La Justicia está
colapsada porque aumentan los
litigios, con causas cada vez más
complejas (sumarios económicos y de corrupción), mientras se han reducido los Presupuestos y los
medios. Nada más llegar al Gobierno, Ruíz Gallardón suprimió
los 1.200 jueces sustitutos (que asumían el 20% de los casos en muchos
Juzgados) y no ha cubierto más que un
10% de jubilaciones, a la vez que recortaba el personal interino. Y el Presupuesto de Justicia ha perdido 328,76
millones en los últimos cinco años (pasando de 1.804,32 millones en
2010 a 1.475,56 en
2015), mientras las autonomías (12
tienen competencias y cargan con dos tercios de los gastos de la Justicia) han recortado también sus gastos e
inversiones. Con ello, España
gasta en Justicia 76,4 euros por habitante (2013), muy por debajo de la mayoría de países
europeos (166,92€ Alemania, 134,68€ Italia, 123,32€ Francia y 166€
Portugal).
Menos gasto y menos
medios, empezando por los jueces: en España hay 5.500
jueces y magistrados, 11
por 100.000 habitantes, la mitad que
en Europa (21 jueces por 100.000 habitantes). Y lo mismo pasa por los fiscales
(5,3 por 100.000 habitantes), funcionarios
y personal de los juzgados, destacando la escasez de peritos y expertos en temas económicos, financieros y
fiscales. La Fiscalía
Anticorrupción ya pidió refuerzos en 2013 (sin conseguirlos apenas) y
la Audiencia
Nacional, con 6 Juzgados, apenas puede afrontar las 3.000
causas pendientes, de las que 77 son macroprocesos muy complejos. Y
también están colapsadas la Agencia
Tributaria y la Policía
Judicial, con pocos medios para apoyar a la Justicia. Y luego está el desastre
informático: hay 10
aplicaciones informáticas diferentes e incompatibles.
Frente al grave colapso de la Justicia, el nuevo
ministro de Justicia intentó paliar
lo peor de Ruíz Gallardón, suprimiendo
(febrero 2015) las tasas judiciales a las personas físicas (no a las
empresas y pymes) y suavizando los
cambios de tres Leyes del anterior ministro, aprobadas en febrero y marzo y
que están ahora en el Congreso, para aprobarse
en septiembre. La primera, la reforma
de la Ley de Enjuiciamiento Civil, que obliga a los profesionales de la Justicia
(abogados y procuradores) a presentar los escritos y documentos por
medios electrónicos a partir del 1 de enero de 2016. La segunda, la Ley
orgánica del Poder Judicial, que establece medidas organizativas en
el sistema judicial para tratar de agilizar los procesos: mejor sistema de
reparto asuntos, mayor especialización tribunales, adscripción de los
secretarios judiciales para ayudar a los jueces y Plenos para fijar criterios
comunes que eviten sentencias contradictorias entre Juzgados. Y la tercera, la Ley orgánica que modifica parcialmente la Ley
de Enjuiciamiento Criminal (de 1882), para intentar agilizar la
justicia penal, evitando los macroprocesos, ampliando los juicios rápidos y no
enviando al juzgado los atestados policiales sin autor conocido (debería
reducir los sumarios).
Jueces y
expertos consideran que estas leyes son más realistas que las de
Ruíz Gallardón pero que no dejan de ser “un parche”, retoques que no van a
ser decisivos para agilizar y modernizar la Justicia. Y temen que la
Justicia telemática, obligada a partir de 2016, ahonde
aún más el caos actual, a convivir el papel y lo digital sin
inversiones ni formación. La mayoría
insiste: lo que hace falta son más medios (duplicar los jueces
actuales) y más inversiones (en juzgados, personal e informática). Y
denuncian que este
año 2015, el Gobierno Rajoy sólo va a crear 100 nuevas plazas de jueces y gastará
sólo 59,27 millones del Presupuesto de Justicia (1.475,56 millones) en modernización tecnológica. Una
miseria…
Pero resolver
el colapso de la Justicia no es sólo
cuestión de dinero y personal. También hay que realizar cambios en la
organización y aplicación de la
Justicia. Empezando por promover las acciones
colectivas, agrupando las demandas
de muchos afectados (como las preferentes o las clausulas
suelo de las hipotecas), algo a lo que tienen
“aversión” la mayoría de jueces (unos por falta de medios de apoyo y
otros porque cobran pluses de productividad por número de causas resueltas).
Otra vía de acelerar la justicia sería promover
los arbitrajes, los acuerdos sin llegar a juicio, más cortos (6 meses)
y más baratos (60€). Además, los abogados
se quejan de la mala
organización de la justicia, con muchos juicios que empiezan
retrasados o se suspenden y con vistas sólo tres mañanas a la semana. Parece
clara también la necesidad de una mejor
coordinación de los juzgados y compartir medios
y personal.
Una Justicia lenta e
ineficaz hace un gran daño
a la economía y a los ciudadanos, que la valoran muy negativamente: un 48% de españoles creen que
funciona mal o muy mal (Barómetro
del CIS 2011) y la suspenden, con un 3,1 de nota (INE 2014). Pero quizás lo peor es
que los españoles opinan que la justicia
no es independiente de los poderes políticos y económicos: los españoles puntúan
la independencia judicial con 3,2 puntos, la tercera peor nota en Europa,
tras Eslovaquia y Bulgaria, según el informe
EU Justice Scoreboard 2015. Y lo peor es que España
ocupa el lugar 97 entre los 144 países evaluados en el ranking mundial
de independencia judicial: hay países como Tanzania, Costa de Marfil, Nepal,
Irán, Kazajistán, Timor, Vietnam, Argelia, Marruecos o Senegal que consideran
su Justicia más independiente que los españoles. Tremendo. Sobre todo porque la independencia de la Justicia es una de
las condiciones claves de una democracia.
Esta falta
de legitimidad de la Justicia agrava
aún más su colapso, su lentitud e
ineficacia. Y debería obligar a los
partidos a un gran Pacto
de Estado, para dejar de
“instrumentalizar la Justicia” (con acuerdos para repartirse cargos) y poner los medios materiales y humanos
para que los tribunales funcionen mejor y no torpedeen la economía. Es una
de las asignaturas pendientes de la democracia, que algún día habrá que
afrontar de verdad. Porque seguimos con una Justicia decimonónica en pleno
siglo XXI. Eso es ineficaz y sobre todo injusto.
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