Es una locura,
pero sucede en España y en otros 10 países europeos: los inversores que compran deuda pública tienen que pagar por invertir,
porque los bonos tienen intereses negativos. Y hay bancos que cobran por los depósitos a
empresas y grandes clientes. Algo chocante, que rompe todas las reglas de la economía. ¿La causa? Que los tipos de
interés están en mínimos y hay mucho dinero para invertir y pocos
sitios donde hacerlo. Así que bancos y fondos prefieren prestar a los
Estados, con seguridad, aunque no ganen. Y más si creen que los tipos seguirán bajando,
ahora que el BCE ha iniciado la compra de deuda, para inyectar más liquidez y reanimar
la economía europea. Los intereses negativos son síntoma
de que algo va mal, de que la economía no tira. Y muestran un fracaso: sólo
con liquidez y tipos bajos no salimos del estancamiento, de la
“nueva mediocridad” (FMI). Los países tienen que invertir y gastar más,
para reanimar la economía y el empleo.
enrique ortega |
España, 7 abril de 2015. Una fecha que
pasará a nuestra historia económica:
ese día, el Tesoro colocó Letras a 6
meses a
un tipo de interés negativo, el -0,002 % anual. Eso significa que quien
prestó 1 millón de euros al Estado recibirá
en octubre 10 euros menos de lo que
invirtió. Algo inaudito, que no había sucedido
nunca antes y que contrasta con el récord de interés que tenía que pagar la deuda
pública en 2011 (5,33% en noviembre las Letras a 6 meses) y en 2012 (3,69%
en julio), hasta que comenzó a bajar del 1%, en enero de 2013.
El Gobierno
Rajoy atribuye estos intereses
negativos a que “los inversores confían
en España”, pero es otra manipulación más: los intereses negativos se dan en
media Europa desde principios de año, antes que en España y con más
intensidad. Realmente, la primera
vez que se dieron tipos negativos en Europa fue en Alemania, el 9 de enero de 2012,
a raíz de la grave crisis de la deuda y el euro: los inversores huyeron de
invertir en la Europa del sur y pusieron su dinero en Letras alemanas a 6 meses al -0,0122%. Era el coste de la
seguridad. Luego, los tipos negativos se
repitieron en el verano de 2012 (cuando se hablaba del rescate de
España e Italia), en la deuda a corto de Alemania, Francia y Dinamarca, los
países más “fiables”. Y tras las palabras de Draghi (BCE) amenazando con intervenir, los
tipos se recuperaron y volvieron a ser positivos. Hasta que han vuelto a ser
negativos en 2015.
Entre febrero y marzo
de 2015, hasta
diez
países europeos han emitido
deuda a tipos negativos, antes que España: Alemania, Bélgica, Austria, Holanda, Francia, Dinamarca, Finlandia,
Suecia, Suiza y hasta la rescatada
Irlanda. Y con unos tipos negativos
más acusados que en España, ya que se dan incluso en la deuda a más plazo: Alemania
emite a tipos negativos toda la deuda a
menos de 7 años (al -0,019%) e incluso Suiza
ha emitido ya a tipo negativo (-0,055%) la deuda a 10 años, cuando en
España sólo está en negativo la deuda a seis meses (quizás, en la subasta de mañana 21 de abril, también suceda con las
Letras
a 1 año). De hecho, un
tercio de toda la deuda europea (2,26 millones de euros) cotiza
ahora a tipos negativos, según el Banco de Pagos Internacionales de
Basilea.
Una situación
desconocida en la historia del capitalismo, uno de cuyos sagrados
principios es la rentabilidad: nadie
invierte para perder. ¿Qué
pasa entonces? Se suman varios factores. Uno, que el precio oficial del dinero está por los
suelos: el tipo oficial del BCE
está en el 0,05%
(desde septiembre de 2014) y hay 20
países que han bajado sus tipos este año (desde Suiza a la India,
pasando por Rusia, Australia, Egipto o Perú), en un vano intento de depreciar sus monedas (“guerra
de divisas”) y reanimar sus estancadas economías. Pero esto sólo no explica los tipos negativos.
La razón básica es que hay una enorme
liquidez en todas las economías, que hay mucho dinero disponible y pocos sitios donde invertir con claridad.
Y como la deuda pública tiene más seguridad, los Estados pueden colocarla
incluso ofreciendo tipos negativos. Y más a los bancos y fondos de inversión o de
pensiones, que tienen que invertir
forzosamente una parte en deuda pública, para diversificar riesgos. De
hecho, los que están comprando deuda a tipos negativo son grandes inversores, no
inversores particulares.
Ligada a estas compras está la tercera razón: los bancos centrales de los países están cobrando
a los bancos por los depósitos que tienen en ellos, para forzarles a
que muevan este dinero y lo presten. Así, el BCE cobra desde septiembre a los
bancos europeos un 0,20% por sus depósitos de liquidez y el Banco de Suiza
cobra incluso el 0,75%. Así que los bancos prefieren colocar esa liquidez en
deuda, pagando tipos negativos del -0,002% (España) o incluso del
-0.019% (Alemania), que pagar al BCE el 0,20% (o el 0,75% al Banco de Suiza).
Incluso, prefieren pagar algo por
aparcar su dinero en deuda pública que “arriesgarse” a prestarlo a empresas
o particulares, a tipos bajos y con riesgo (morosidad). Así de triste.
Otra razón, la cuarta, que explica la “locura” de los tipos
negativos: la inflación
negativa. Al final, la rentabilidad de una inversión ha de tener en
cuenta lo que “se come” la inflación.
En España, por ejemplo, en marzo de 2013 se podían comprar Letras del
Tesoro a 6 meses con un interés
nominal del +0,794%, pero la inflación era entonces del 2,4%, con lo que el tipo de interés real era del -1,66%: la inflación se comía con creces la
rentabilidad. Ahora, con las Letras a 6 meses al -0,002% anual, como la inflación es
negativa (-0,7% anual), resulta que el interés
real es positivo, del +0,698%. O sea, la
rentabilidad real es mayor. Y como los inversores creen que la inflación
será negativa por un tiempo más, les
compensa invertir con tipos negativos, al menos hasta que lleguen
al suelo del -0,20% que les cobra el BCE.
Hay otra quinta razón para comprar deuda a intereses
negativos: pensar que la
divisa en la que se compra la deuda va a revalorizarse. Es lo que creen los que compran deuda en francos suizos: dentro de unos años, les
devolverán menos francos pero la moneda valdrá más y compensará el tipo
negativo. Y quizás pase también a medio plazo con el euro, ahora de capa caída,
porque a EEUU
le preocupa tener un dólar tan fuerte para exportar.
Y queda una sexta razón para explicar por qué alguien paga por invertir: la
especulación. Los bancos y grandes inversores piensan que los tipos de
la deuda van a seguir cayendo, dado que el BCE
va a comprar deuda pública europea hasta septiembre de 2016. Y por eso, creen que si venden mañana la deuda comprada hoy, valdrá más (los tipos y las
rentabilidades en el mercado secundario son inversos). Y que tendrán
compradores, los que piensen que todavía la podrán vender ganando porque siga
bajando.“Tonto el último”.
Al final, si todo el
mundo cree que la
deuda seguirá bajando, bajará. Y todos especularán pensando que cuanto más tarde compren será peor. El
problema es que los tipos negativos son
una locura falta de lógica y “pueden
dañar seriamente al sistema financiero”, como ha advertido el
Banco de Pagos Internacionales de Basilea. De hecho, los tipos negativos
son gasolina
para las Bolsas, que han batido sus récords
históricos en Europa (salvo el IBEX y la bolsa italiana y francesa). Y
están alimentando otra burbuja inmobiliaria, con los grandes Fondos invirtiendo en inmuebles y oficinas (y
batiendo
récords de inversión en España). Eso sí, los tipos negativos pueden
ayudar a las empresas y a las familias, al bajar el coste de su financiación,
pero la realidad es que el
crédito no despega, ni en España ni en Europa.
Y hay otro riesgo: que los tipos negativos se
trasladen a los depósitos, a lo que nos pagan por el ahorro. De momento, ya
hay bancos alemanes (Commerbank y Skatbank) y americanos (JP Morgan, Goldman Sachs y BNY Mellon) que cobran
a sus clientes por los depósitos, aunque de momento sólo a las empresas y a los que tienen depósitos
millonarios. En España, la
banca dice que no piensa en cobrar por los depósitos,
pero está claro que ahora no les
interesa tanto captar ahorro, porque no dan casi préstamos y el BCE les
penaliza los depósitos. Así que muchos
bancos están intentando “quitarse
clientes” sólo de depósitos, buscando los que operen más y tengan
inversiones en fondos y Bolsa (que pagan comisiones).
El verdadero problema es que los tipos negativos, una anomalía histórica, son un claro síntoma de que la
economía europea está enferma, del
estancamiento, que se refleja en una inflación
negativa que lleva a los
consumidores a retrasar su consumo y a las empresas a vender menos, recortando
el crecimiento y el empleo. Y ya no es
sólo un problema europeo. La
recuperación mundial “es mediocre”, ha
dicho la directora del FMI, Christine Lagarde, que ha acuñado el término de
la
“nueva mediocridad”: bajo
crecimiento con baja inflación, alto
endeudamiento y alto paro (ver previsiones del FMI sobre la economía mundial). Y ello a pesar de la caída del petróleo y la recuperación USA, mientras preocupa el menor crecimiento de Latinoamérica (recesión en Brasil, Argentina y Venezuela, preocupante para las empresas españolas), China
y países emergentes, amenazados por el alza del dólar (encarece su deuda) y
la caída de las materias primas.
Al final, los tipos
negativos reflejan también otro hecho: el fracaso de la política monetaria en
solitario, el hecho de que sólo
con tipos por los suelos y mucha liquidez no se sale de una crisis tan profunda
como esta. Es un arma que ha tocado
suelo: ya poco
más pueden hacer los bancos centrales por reanimar la economía, sobre todo si han tomado tarde las medidas: el BCE,
seis
años y medio después que EEUU. Ahora, urge
acompañar a la política monetaria con otras políticas, sobre todo con la política fiscal: que los países
ingresen y gasten e inviertan más, para reanimar la actividad y tirar
de la inversión privada. Que la liquidez y el dinero no vaya a comprar deuda
pública sino que se dirija a relanzar la inversión, pública y privada, que es
el motor del crecimiento y del empleo.
Y para ello hace falta, en
Europa, relanzar el Plan
Juncker de inversiones, con más aportaciones de los países, que por
ahora sólo
han comprometido 21.000 millones de los 315.000 previstos para 2015-2017
(el resto “esperan” que sean inversiones privadas). Y conseguir
más ingresos públicos (de multinacionales, empresas y grandes
fortunas) para fomentar las inversiones en infraestructuras, tecnología,
formación y competitividad de Europa. Y en
España, más de lo mismo: más
ingresos públicos para fomentar la inversión pública productiva (hoy es menos de la mitad que en 2007, la tercera más baja de Europa) y promover un cambio
del modelo productivo, para pasar de una economía basada en la construcción
y el turismo a una economía competitiva en el siglo XXI.
En resumen, los tipos
negativos son una locura y un
claro síntoma de que la economía está muy enferma. Y hay un serio riesgo de nuevas burbujas, en las
Bolsas y en el mercado inmobiliario. Y también una muestra de que los Gobiernos
no pueden dejar todo en manos del BCE y los mercados, que ha
llegado la hora de la política, de que los países tomen medidas eficaces para relanzar la inversión y el empleo, para salir del
estancamiento y “la mediocridad” de que habla
el FMI. Huir de la austeridad y
apostar de verdad por salir de la crisis.
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