El Gobierno Rajoy
intenta acelerar la aprobación en el Congreso y Senado de las nuevas
ayudas al fracking (perforar y
romper las rocas para extraer gas y petróleo), para que entren en vigor
antes de las elecciones y empezar las
primeras exploraciones en 2016. De hecho, gracias a estas y otras medidas
del Gobierno en apoyo del fracking, España
es el tercer país europeo con más pozos autorizados, tras Polonia y Gran
Bretaña. Ahora, las empresas energéticas temen lo que pasaría si el PP pierde
las próximas elecciones: tanto PSOE como
Ciudadanos y Podemos están en contra del fracking y aseguran que
paralizarían las exploraciones autorizadas, que también chocan con la oposición de muchas autonomías y Ayuntamientos implicados (incluso los del PP), que además en mayo
se renuevan. El futuro del fracking en España es oscuro, mientras bate récords
en EEUU y Europa está dividida,
con países que lo apoyan, una mayoría que lo prohíbe y polémica en Alemania.
enrique ortega |
El Gobierno Rajoy
lleva un par de años apostando
a fondo por el fracking, la
revolucionaria técnica
de extracción de petróleo y gas (ver
gráfico) mediante la perforación de yacimientos en los que se inyecta agua
a presión, arena y aditivos químicos para romper las rocas y liberar los
hidrocarburos. “No podemos perder este tren”, ha reiterado el
ministro Soria. Y para ello, se ha convertido en uno de
los Gobiernos europeos en aprobar más ayudas
al fracking. Primero, la
noche del 9 de octubre de 2013, introdujo por sorpresa en el Senado una
enmienda para incluir el fracking en la
ley de Hidrocarburos (de 1998), a través de algo tan estrambótico como dos
disposiciones adicionales a la Ley de
garantía del suministro eléctrico a Baleares y Canarias… Y el 28 de noviembre,
el Congreso aprobó por trámite de urgencia (no habitual) la Ley de
Evaluación Ambiental, que complementa
la legislación sobre el fracking. Por un lado, centraliza en el Estado la
competencia, quitándosela a las autonomías (para evitar varias leyes
autonómicas que han prohibido el fracking). Además, acelera los proyectos (al
reducir los plazos para resolver los expedientes de impacto ambiental, de 3
años a 4 meses) y les concede la cláusula de confidencialidad, dificultando la presentación de alegaciones.
La tercera medida
a favor del fracking, aprobada
por el Gobierno el 12 de diciembre de 2014, es un proyecto de Ley de modificación
de la Ley de Hidrocarburos, con dos novedades. Una, la creación de un canon
de ocupación que pagarían las compañías que busquen petróleo y gas
a los propietarios de los terrenos (o a los ayuntamientos y autonomías más
próximos de un yacimiento marino), que recibirían
un 1% del valor de la producción anual mientras dure la explotación. Y la
otra, un nuevo
impuesto sobre la exploración de petróleo y gas (en tierra o en el
mar), con un tipo que podría ser del 8%
y cuyos ingresos serían destinados a las
autonomías y Ayuntamientos donde se hagan las prospecciones. El objetivo es
contrarrestar
la oposición de propietarios,
Ayuntamientos y autonomías contra el
fracking a base de dinero, de
compensaciones (se ha dicho, por ejemplo, que Canarias recibiría con este nuevo
impuesto 320 millones anuales de compensación). Este proyecto de Ley salió adelante (en primera instancia) en el Congreso el 18 de marzo, sólo
con los votos del PP, y ahora se debate en Comisión para intentar aprobarlo
antes de que se disuelvan ambas Cámaras.
Estas nuevas ayudas
intentan frenar la oposición al fracking
que se ha ido extendiendo por toda España desde
2012. Primero fueron los Parlamentos de Asturias y Galicia los
que vetaron el fracking o aprobaron una moratoria de dos años. Luego, en 2013,
fueron Cantabria,
la Rioja y Navarra (incluso con Gobiernos del PP) los que aprobaron Leyes anti-fracking. Y en 2014, Cataluña
y Andalucía,
mientras los Gobiernos de Canarias
y Baleares
(PP) se han opuesto con fuerza a las prospecciones en el mar. Pero el Gobierno, aprovechando la Ley aprobada
en 2013, ha recurrido estas normas
autonómicas ante el Constitucional, que le ha dado la razón y ha
suspendido cautelarmente (en 2014) las Leyes de Cantabria, la Rioja, Navarra
y Cataluña. Además, hay ya más de 400
Ayuntamientos (ver mapa) que han aprobado mociones anti-fracking
(muchos de ellos, gobernados por el PP).
Esta creciente oposición se debe a que España se ha convertido, gracias al
apoyo del Gobierno Rajoy, en el
tercer país con más exploraciones de fracking aprobadas (unas
70) y pendientes (otras 60), por
detrás de Polonia (que cuenta con más de 60 pozos ya perforados
y en explotación) y Gran Bretaña (Cameron
quiere abrir 20.000 pozos para 2020).
Mientras, Francia
prohibió el fracking con Sarkozy (por
Ley, en 2011) y otros países aplican moratorias, como Bulgaria, república
Checa, Dinamarca o Irlanda. Y en
Alemania, la Ley sobre el fracking
(abril 2015), ha provocado una profunda división en la CDU de Ángela Merkel,
con 100 parlamentarios que exigen más garantías. Por todo ello, el
fracking es una
técnica que divide a Europa, lo que ha provocado que la Comisión
Europea no haya aprobado ninguna Directiva y se haya limitado (enero 2014), a hacer
una serie de “recomendaciones” y
dejar que cada país comunitario legisle a su aire.
Entre tanto, el fracking sigue avanzando en Estados
Unidos, donde ha permitido que el país haya sido en 2014 (como en 2013) el primer
productor mundial de petróleo (por delante de Arabia Saudí) y de
gas (por delante de Rusia), lo que ha impulsado su economía y ha revolucionado
la geopolítica
mundial. Ahora, el “boom” del fracking
en USA podría amainar, por dos factores. Uno, la caída del precio del crudo: por debajo de 90 dólares barril, esta
técnica no
es rentable. Y el otro, que EEUU acaba de aprobar, el 20 de marzo, normas
más estrictas para las exploraciones
en territorio federal (afecta a unos 100.000 pozos), lo que ha recibido las
críticas de la industria petrolera norteamericana. Y no cesan en EEUU las críticas contra el fracking,
por sus riesgos
para el medio ambiente y el hombre: contaminación del agua y del suelo, escapes
de gas y metano, microseísmos, generación de residuos…
En España, el lobby
del fracking está impulsado por multinacionales
norteamericanas, canadienses, británicas e irlandesas (BNK. Heyco, Trofagas,
Schuepbach, Heritage Petroleum, True Oil, Cambia, R2 Energy, Leni Oil Gas y San
Leon), las españolas Repsol o Cepsa y la empresa pública vasca SESHA, creada por el ex lehendakari Patxi López
para explotar el yacimiento
alavés de Gran Enara. Sus estudios
hablan de que España alberga gas para
cubrir 90 años de consumo y petróleo para cubrir el 20% del consumo durante
20 años, reservas que los ecologistas consideran “infladas”. Los Colegios de Geólogos e Ingenieros de Minas
hablan de reservas para 39 años y apoyan
el fracking, asegurando que los
riesgos son “controlables y mínimos” (mientras, el Servicio Geológico de EEUU acaba de alertar de que el fracking puede provocar terremotos de magnitud 7...). Y las empresas
interesadas en explotarlo dicen que esta nueva industria podría crear en España 260.000 empleos
(15% directos) y generar 40.000 millones de euros.
De momento, no hay
ningún pozo de fracking en España. Los 70
permisos de exploración ya concedidos por el Gobierno Rajoy se concentran
en Burgos, Álava, Soria, Cantabria, la
Rioja, Huesca, Castellón, Guadalajara, Jaén, Sevilla y Cádiz. El proyecto más avanzado son las 12 prospecciones de la multinacional
canadiense BNK en
el norte de Burgos, que han chocado con la oposición de los vecinos y los cinco Ayuntamientos de la zona (gobernados por el PP). Los
6 yacimientos del proyecto Urraca
están pendientes de la respuesta del Gobierno central a su plan de impacto
ambiental (porque incluye terrenos de Burgos y Álava, en dos comunidades). Y
los otros 6 del proyecto Sedano tropiezan
con el problema de que están en suelo
municipal y los Ayuntamientos no les quieren arrendar o vender las parcelas,
por lo que BNK
ha pedido a la Junta de Castilla y León que las declare “de utilidad
pública” y las expropie (además la Junta tiene que aprobar su Plan de impacto
ambiental). Todo ello está retrasando el inicio de estas primeras exploraciones, previstas
para 2016. Y detrás iría el proyecto de Álava (Gas Enara), que aún no
ha presentado el informe de impacto ambiental.
Todo ello indica que los primeros pozos de fracking
no se verán hasta dentro de un año, como pronto, y que la mayoría serían
para 2017. Pero serían pozos de exploración, para saber si hay gas o
petróleo y si es rentable extraerlo. Porque para que haya pozos
de explotación hacen falta
nuevos informes, con lo que si se autorizan y hay gas y petróleo, no se
vería arriba, para consumirlo, antes de 10 0 15 años. Y para entonces, quien sabe cómo estarán los precios y cuánto
habrán avanzado las energías alternativas. Claro que España no puede quedar al margen de
una nueva tecnología energética, por lo que algunos expertos (como las Academias
de Ciencias de Europa) defienden “no
cerrar las puertas a los sondeos exploratorios”, por supuesto con las
mayores garantías de seguridad.
En cualquier caso, el
futuro del fracking en España va a depender
de la política y, sobre todo, del resultado de las elecciones que se van a celebrar en 2015. Tanto el
PSOE como Ciudadanos
y Podemos
no
son partidarios del fracking y
prometen incluso “prohibirlo y paralizar
los yacimientos autorizados”. Y eso afecta no sólo al futuro Gobierno central, sino a los gobiernos autonómicos y municipales que salgan en mayo: si aumentan
los
ediles y autonomías anti-fracking, será difícil que las exploraciones autorizadas
lleguen a iniciarse. Y que se aprueben otras nuevas que ahora están en espera.
Al final, una
cuestión energética (el potencial o no del fracking), que debía resolverse
en el terreno técnico y económico, ha pasado a ser un tema político y visceral
(amparado en el desconocimiento), por culpa de unas empresas que no son transparentes sobre los posibles riesgos
(reales en algunos casos: ver documental Gasland) y de un exceso de demagogia en algunos
opositores (como culpar
del último seísmo de Ossa de Montiel al fracking, cuando no hay ninguna
exploración en marcha). Haría falta contar con estudios científicos
independientes y afrontar un
debate serio y riguroso, con
criterios energéticos, económicos y
ecológicos. Pero antes, habría que dar
al fracking la importancia que se merece: secundaria en España. Aquí, el futuro de la energía no se juega en el
fracking, sino en las energías
alternativas. No sabemos si hay
gas y petróleo bajo tierra, pero si sabemos que nos sobran el sol y el aire, energías
limpias, seguras y que con el tiempo serán rentables. Y no
se apuesta por ellas: hay más
energía solar en Alemania que en España. Ese debía ser el debate.
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