La crisis ha
disparado las visitas de españoles a
los servicios sociales, para pedir
todo tipo de ayudas, desde comida y
alojamiento a subsidios, teleasistencia, residencias de ancianos o asesoramiento
para trabajar. Y la puerta de entrada
a estos servicios sociales son los Ayuntamientos,
que atienden a 7 millones de personas cada año. Ahora, el Gobierno ha enviado
al Parlamento una Ley de reforma local que quita a los Ayuntamientos los servicios
sociales para que los presten las autonomías. El problema es los Gobiernos regionales no tienen recursos
y se teme que al final nadie preste estos servicios sociales, cada vez más
necesarios porque la crisis ha hecho
que 12 millones de españoles vivan como
pobres. Además, Rajoy ha prometido a Bruselas que autonomías y Ayuntamientos
recortarán 11.500 millones más sus gastos en 2014 y 2015, con lo que tendrán
que hacer un recorte extra en gastos sociales. Un drama para millones de personas que lo están pasando muy mal.
Vídeo Cruz Roja 2012: "Ahora más que nunca frente a la crisis"
España gasta en servicios
sociales unos 13,300 millones al año (2012), un 1,3% del PIB, la mitad que la media europea. El Estado central apenas aporta y menos
desde que gobierna Rajoy, que ha bajado a la
tercera parte el presupuesto del Estado para gastos sociales: de 86,6 millones que aportaba en 2011 a sólo 27,5
en 2013. Las autonomías aportan el
grueso del gasto en servicios sociales, 12.645 millones en 2012, aunque también
llevan dos años de recortes. Y los Ayuntamientos dedican casi 600 millones
a servicios sociales, aunque son los que gestionan el Plan concertado municipal de servicios sociales, con 1.330 millones
(2011). En conjunto, los presupuestos para servicios sociales han caído un 33,1% entre 2011 y 2014, según un reciente informe encargado por el Consejo General de Trabajo Social (CGTS).
Los servicios
sociales son competencia exclusiva de las autonomías, que hacen casi todo el
gasto, aunque lo han reducido en 478 millones con la crisis (entre 2009 y 2012). Lo
primero que choca es la gran
diferencia de servicios sociales
entre autonomías. Tres ejemplos. Uno,
la renta
mínima de inserción (RMI), el
subsidio que pagan las autonomías a algunas familias sin ingresos: en el País Vasco
cobran 658 euros al mes 1 de cada 13,5 habitantes mientras en Extremadura
cobran sólo 399 euros 1 de cada 337 habitantes. Otro, las residencias de ancianos: en Castilla y León hay 7,42 plazas por 100
mayores y en Murcia 2,37. Tres: el País Vasco ofrece 71 plazas de albergues para personas sin hogar por
cada 100.000 habitantes mientras Extremadura tiene 20.
Esta disparidad de servicios sociales se
debe a la disparidad
de gasto entre autonomías: mientras el País Vasco gasta 796 euros por habitante, en Baleares gastan diez veces menos (76,4€). Si se mide en relación a
su riqueza, las autonomías que más
gastan son el País Vasco (2,57%
de su PIB), Extremadura(2,20%),Castilla la Mancha(1,99%), Andalucía(1,60%), La Rioja(1,59%) y Navarra(1,44%).Y
las que menos Baleares (0,31%), Canarias(0,65%), Madrid(0,75%) y Comunidad Valenciana(0,76%). Pero al final, unas
gestionan mejor que otras y sólo tres
sacan buena nota en el ranking que hacen los gerentes de servicios sociales:
Navarra (nivel alto, con 7,15+
puntos), País Vasco(7,35) y La Rioja (6,85). Seis más aprueban: Castilla y León (6,65 puntos), Cantabria(6,60), Cataluña (6,35), Asturias(6,35),
Castilla la Mancha(6,25) y Aragón (5,85). Y las ocho restantes
suspenden, lo que hace que para toda España,
la nota que dan a los servicios sociales sea suspenso: 4,92 puntos.
Los Ayuntamientos
lo hacen mucho mejor, aunque gestionan bastante menos dinero, los
1.330 millones del Plan
concertado de servicios sociales (al que aportaban, en 2011, 86,6
millones del Estado, 710,5 de las autonomías y 532,3 de los Ayuntamientos). En
este Plan trabajan 50.000 funcionarios municipales, que atienden a 7 millones de personas
cada año. El catálogo de
servicios sociales que prestan los Ayuntamientos es amplísimo: información y
orientación de ayudas, asesoramiento para el empleo, ayuda a domicilio y
teleasistencia, comida y alojamiento (ayudas al alquiler, albergues y viviendas
tuteladas), ayudas de emergencia, gestión de becas, ayudas y renta mínima de
inserción (RMI), gestión de la Dependencia, apoyo a la familia, a las mujeres (maltrato),a
la infancia y a inmigrantes, atención a discapacitados, gestión justicia
gratuita, atención psicosocial… Y lo más
importante: los Ayuntamientos son la puerta de entrada para que los ciudadanos soliciten
y accedan a las ayudas que luego conceden las autonomías y el Estado. Por eso son claves.
Pero ahora, el
Gobierno Rajoy quiere que dejen de prestar estos servicios sociales. En la Ley
de reforma de la Administración Local, que se debate en el Parlamento
para que entre en vigor en 2014, se contempla que los
Ayuntamientos
dejen de prestar los servicios
que se consideran “impropios” y que se llevan la cuarta parte de sus presupuestos:
servicios sociales, sanidad, educación y
vivienda, básicamente. El argumento del Gobierno es evitar duplicidades con las autonomías y el Estado (que también
prestan estos servicios) pero la verdad es que se hace por recortar gastos: la previsión
enviada a Bruselas es que, suprimiendo
servicios públicos, los Ayuntamientos recorten
4.000 millones entre 2013 y 2015.
Con la reforma local,
la prestación
de servicios sociales de los Ayuntamientos
de más de 20.000 habitantes pasará a
las autonomías (en los pequeños, la gestión pasa a las Diputaciones, que ni siquiera asegurarán el servicio, sólo los
básicos). Y los Ayuntamientos quedarán para
una labor de “evaluación e información de
situaciones de necesidad social y atención inmediata a personas en riesgo de
exclusión social”. O sea, para
detectar necesidades y atender lo más urgente. El resto a cientos de kilómetros, en la autonomía. Y además, la Ley
les va a exigir que establezcan medidas
para “racionalizar el servicio”. O sea que, como los recortes y Hacienda
mandan, las autonomías tratarán de “ahorrar” también en
servicios sociales los próximos años.
La Ley, rechazada por muchos
alcaldes y toda
la oposición (salvo PNV),
provocará varios problemas. Por un lado, muchas autonomías
no tienen recursos como para financiar los servicios sociales que
ahora prestan los Ayuntamientos. Castilla
y León ya se ha quejado de que le
costaría 200 millones. Por eso, el
temor es que el traspaso acabe en un
drástico recorte
de servicios. Por otra parte, están
en riesgo los empleos de los empleados municipales de servicios sociales
(50.000) y de las ONGs y empresas que prestan servicios (temen que se pierdan
70.000 empleos). Pero además, puede provocarse una mayor duplicidad
de tareas: los Ayuntamientos tendrán que seguir atendiendo
situaciones urgentes y evaluando problemas (necesitarán medios) y las
autonomías necesitarán medios y recursos para atender servicios que antes no
prestaban. Un caos.
Con todo, el mayor
problema es de fondo: los servicios sociales necesitan prestarse con proximidad, para detectar mejor las necesidades
y hacer un seguimiento constante. Y eso sólo
pueden hacerlo los Ayuntamientos, no las autonomías. De hecho, Castilla y León o Asturias gastan menos
que Extremadura en servicios
sociales (1,28% PIB y 1,59% frente a 2,20%) y sin embargo obtienen mucha mejor
nota en el ranking (6,65 y 6,60 frente a 4,60) porque tienen la gestión muy
descentralizada en los Ayuntamientos. Más
cerca, mejor servicio.
La reforma de los
Ayuntamientos puede ser la puntilla a los servicios sociales,
que se enfrentan además a nuevos
recortes de gastos (11.500 millones), impuestos por Rajoy a autonomías y Ayuntamientos para 2014 y 2015, Y todo ello, recortes y reforma,
precisamente cuando más falta hace la
asistencia social (la demanda ha crecido un 72% en 2012), ya que la crisis ha provocado que España tenga 12
millones de personas en el umbral de la pobreza, familias que viven con
menos de 14.700 euros al año (matrimonio con dos hijos). Y lo peor: hay 3 millones de españoles en situación de
pobreza severa: malviven con menos de 307 euros al mes, según Cáritas.
La crisis ha provocado
un destrozo social que están
sufriendo los más débiles. Un grave problema
social que hay que paliar desde las instituciones públicas,
con un Plan contra la pobreza (exigido
por Bruselas y que no llega) y con un
reforzamiento de los servicios sociales, para paliar los casos más graves. Hacen falta más recursos, no recortes. Y
no desmantelar los servicios sociales de los Ayuntamientos, los que mejor
funcionan. Por solidaridad (o caridad,
si prefieren), den marcha atrás.
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