lunes, 21 de octubre de 2013

IPC bajo, pero no llegamos a fin de mes


El Gobierno presume de que la inflación está muy baja y que el IPC acabará el año por debajo del 1%. Y es verdad. Lo que no dice es que los productos y servicios que más nos importan están subiendo mucho más, del 2,5 al 22%: alimentos, transporte, energía, educación y salud. Y la cesta de la compra sube este año el triple que el pasado, debido sobre todo a la subida de las marcas blancas, que abusan de su posición de dominio. Como los salarios están cayendo, diga lo que diga Montoro, las familias siguen recortando su consumo para hacer frente a las subidas de precios: la mitad sólo pueden afrontar los gastos básicos. Un camino que lleva a la caída del consumo y de las ventas de las empresas, impidiendo la recuperación y el empleo. Sin más consumo no salimos de la crisis.


                                                                                 Enrique Ortega
La inflación, el IPC, bajó en septiembre al 0,3% anual, desde el 2,9% de diciembre 2012 y el 2,1% de junio 2013. Es el nivel más bajo desde finales de 2009. La rebaja se debe a la recesión (que tira para abajo de ventas y precios) y sobre todo al efecto escalón de la subida del IVA en septiembre de 2012, que ahora ya no cuenta. Con ello, se espera que el IPC cierre  el año en torno al 0,7%. Pero este nivel de precios es un cierto “espejismo”, porque los productos y servicios básicos, que suponen el gasto principal de las familias está subiendo mucho más: alimentos, transporte, energía, educación y salud, con subidas que van del 2,5%  al 22%.

Los alimentos llevan subiendo desde el verano y alcanzan una aumento anual del +2,5%. Lo que más suben son los aceites (+21,4% anual), patatas (+20,8%), leche (+4,7%), frutas (+3,9%), preparados de legumbres y hortalizas (+3,7%), preparados de pescado(+3,3%), cerdo(+1,8%) y pollo (+1,1%). Se debe a las malas cosechas de frutas, aceite y patatas (por las lluvias de primavera), al aumento de exportaciones (carnes, frutas y aceites), que ha disparado algunos precios en origen, y a la menor oferta y mayor demanda internacional de alimentos, que fuerza el alza de precios (caso de la leche, con tirón de compras de leche en polvo de Rusia y China).

El transporte también ha subido mucho más que el IPC (+0,3%), tanto el transporte público urbano (+3,7% anual) como el transporte interurbano (+3%), los billetes de avión (tasas: +6,3%) y los peajes de las autopistas (+2,40/+3,50%), sin olvidar las subidas de los carburantes hasta agosto. La energía no ha parado de subir: luz (cuatro subidas y una bajada, con un saldo de +3,9%), butano (dos subidas, +7,15%) y agua (de +4 a +10%). El cuarto renglón inflacionista es la educación: fuerte subida de la educación universitaria (+22,3% anual, según el IPC) y aumentos en infantil y primaria (+1,7%), secundaria (+1,5%) y otros gastos de enseñanza (+1,8%), subidas que no contabilizan el recorte en becas y  ayudas de comedor, libros y transporte. Y por último, las subidas en salud: servicios médicos (+1,9%) y medicamentos (+0,3%), copagos aparte.

La consecuencia de estas subidas en los gastos más básicos es que se ha encarecido la cesta de la compra: subió un 2,2% en los ocho primeros meses de 2013, según un estudio de Nielsen, que confirma además una caída de compras (-1,9%), por segundo año consecutivo. Y según otro estudio de la OCU, un chequeo de precios a 1.164 supermercados de 63 ciudades, las cadenas de supermercados han subido la cesta de la compra un 2,9% de media en 2013, el triple que en 2012 (+1%). Y revelan que nueve alimentos básicos, desde aceites a frutas y verduras, han subido más del 20%. Luego de precios a la baja, nada.

El problema que revelan estos estudios es que, en alimentación, se están igualando precios: los supermercados más caros bajan (caso de El Corte Inglés, desde 2012) y los más baratos suben precios, aprovechando que han copado gran parte del mercado con sus marcas blancas (34% ya de cuota, que sube al 45% en alimentación). Como ya advirtió un informe de la Comisión de Defensa de la Competencia, las marcas blancas dominan la distribución de alimentos (Mercadona, Carrefour, Eroski, Día y Alcampo controlan el 65%) y han impuesto sus productos, a costa de desplazar (en ocasiones, con prácticas abusivas) a las marcas de fabricantes, penalizadas en precios y trato en las estanterías. Y ahora que el consumidor está “cautivo” y ya no compara tanto, han aprovechado para subir precios en muchos productos.

A estas subidas claves, de alimentos, transportes, energía, educación y salud, se suman el aumento de impuestos (IRPF, IVA, catastro) y tasas municipales (aparcamiento, agua…), que se comen unos ingresos familiares a la baja. Porque, diga lo que diga Montoro, los sueldos han caído en España. Por un lado, desde 2008 ha bajado la remuneración de los asalariados, nada menos que un 5,4% en 2013 (INE), debido al paro y la moderación salarial. Y por otro, los sueldos de los que trabajan llevan cayendo nueve meses seguidos (un -3,2% en el último trimestre de 2012 y -0,3% en los dos siguientes). Y el salario más frecuente ya es inferior a los 15.500 euros brutos anuales que fijó el INE en 2011. No en vano, casi 7,5 millones de trabajadores (más de la mitad de asalariados) declararon a Hacienda en 2011 ganar menos de 1.000 euros al mes.

Con todo esto, la renta disponible de las familias ha caído en junio de 2013 al nivel más bajo de los últimos 6 años, según el INE. Y como suben precios básicos e impuestos, las familias restringen al máximo su consumo y tienen cada vez más problemas para llegar a fin de mes. En 2012, casi la mitad de las familias (48%) sólo pudo afrontar los gastos básicos: vivienda (hipoteca y recibos luz, agua, calefacción y teléfono/Internet), comida y productos básicos, según un estudio de Nielsen. Una economía de guerra.

La presión sobre los precios sigue ahí, mientras crecen los márgenes empresariales (+3,5% frente al 0,6% los salarios en 2012, según el INE) y sus beneficios, siguen al alza otros costes no salariales (financieros, energía, transporte y distribución) y persisten los monopolios de hecho en sectores básicos (gas y electricidad, carburantes, agua, transportes…). Factores que tiran al alza de los precios tanto o más que los salarios y de los que no se habla. El Gobierno ha aprobado una Ley de Desindexación para 2014, con objeto de quitar peso al IPC y tratar de  sentarse encima de los precios”. Pero la clave de una baja inflación no es sólo limitar los precios regulados sino hacer más competitiva la economía (innovación, costes, reforma de la distribución, más competencia, relaciones laborales…) para que las empresas produzcan a mejores precios sin hundir los sueldos de sus empleados.

Rajoy va presumiendo por el extranjero de sueldos bajos y de que somos la China de Europa, un buen país para invertir. Y los grandes empresarios apuestan porque los costes laborales caigan otro -1,5% en 2014, mientras subirán un +2,9% en Alemania, Francia o Italia, con lo que la mano de obra aquí será un 20% más barata (34.400 euros por trabajador español frente a los 43.000 euros que cobran franceses o alemanes). Pero esta estrategia, lejos de sacarnos de la crisis, nos hundirá más. Porque las familias no pueden consumir: lo poco que ganan se lo comen los impuestos y los precios de lo básico (que suben más que la media del IPC). Y así, no despegan las ventas ni las empresas. Ni el empleo.

Hay que alentar el consumo, el motor de más de la mitad del crecimiento. Y para eso hay que frenar las subidas de los precios básicos y reanimar los salarios, junto a las mejoras de productividad y los beneficios empresariales. Seguir machacando los ingresos familiares, con más bajadas de salarios (como piden Bruselas y el FMI)  y subidas de precios, es un suicidio económico. Ya se ha visto estos años de recortes.

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