El Gobierno presume de que la inflación está muy baja
y que el IPC acabará el año por debajo
del 1%. Y es verdad. Lo que no dice es que los productos y servicios que más nos importan están subiendo mucho más,
del 2,5 al 22%: alimentos, transporte, energía, educación y salud. Y la cesta
de la compra sube este año el
triple que el pasado, debido sobre todo a la subida de las marcas blancas,
que abusan de su posición de dominio.
Como los salarios están cayendo,
diga lo que diga Montoro, las familias
siguen recortando su consumo para hacer frente a las subidas de precios: la
mitad sólo pueden afrontar los gastos básicos. Un camino que lleva a la
caída
del consumo y de las ventas de las empresas, impidiendo la recuperación y
el empleo. Sin más consumo no salimos de
la crisis.
Enrique Ortega
La inflación, el IPC, bajó en
septiembre al 0,3% anual, desde el 2,9% de diciembre 2012 y el 2,1% de junio 2013. Es el nivel más bajo desde finales de 2009.
La rebaja se debe a la recesión (que
tira para abajo de ventas y precios) y sobre todo al efecto
escalón de la subida del IVA en septiembre de 2012, que ahora ya no
cuenta. Con ello, se espera que el IPC cierre
el año en torno al 0,7%. Pero este nivel de
precios es un cierto “espejismo”, porque los productos y servicios básicos,
que suponen el gasto principal de las
familias está
subiendo mucho más: alimentos, transporte, energía, educación y salud,
con subidas que van del 2,5% al 22%.
Los alimentos llevan
subiendo
desde el verano y alcanzan una aumento
anual del +2,5%. Lo que más suben son los aceites (+21,4% anual), patatas
(+20,8%), leche (+4,7%), frutas (+3,9%), preparados de legumbres
y hortalizas (+3,7%), preparados de pescado(+3,3%), cerdo(+1,8%) y pollo
(+1,1%). Se debe a las malas
cosechas de frutas, aceite y patatas (por las lluvias de primavera), al
aumento de exportaciones
(carnes, frutas y aceites), que ha disparado algunos precios en origen, y a la menor
oferta y mayor demanda internacional de alimentos, que fuerza el alza de precios
(caso de la leche, con tirón de compras de leche en polvo de Rusia y China).
El transporte también
ha subido mucho más que el IPC
(+0,3%), tanto el transporte público urbano (+3,7% anual) como el transporte interurbano (+3%), los
billetes de avión (tasas: +6,3%) y los peajes
de las autopistas (+2,40/+3,50%), sin olvidar las subidas de los carburantes hasta agosto. La energía no ha parado de subir: luz
(cuatro subidas y una bajada, con un saldo de +3,9%), butano (dos subidas, +7,15%) y agua
(de +4 a +10%). El cuarto renglón inflacionista es la educación:
fuerte subida de la educación
universitaria (+22,3% anual, según el IPC) y aumentos en infantil y primaria (+1,7%), secundaria (+1,5%) y otros gastos de enseñanza (+1,8%), subidas
que no contabilizan el recorte en becas y ayudas
de comedor, libros y transporte. Y por último, las subidas en salud: servicios médicos (+1,9%) y medicamentos
(+0,3%), copagos
aparte.
La consecuencia de estas subidas en los gastos más básicos es que se ha encarecido la cesta de la compra: subió un 2,2% en
los ocho primeros meses de 2013, según un estudio
de Nielsen, que confirma además una
caída de compras (-1,9%), por segundo año consecutivo. Y según otro estudio de la OCU, un chequeo de precios a 1.164
supermercados de 63 ciudades, las cadenas de supermercados han subido la cesta de la compra un 2,9% de media en 2013,
el
triple que en 2012 (+1%). Y revelan que nueve
alimentos básicos, desde aceites a frutas y verduras, han subido más del 20%. Luego de precios a la baja, nada.
El problema que
revelan estos estudios es que, en alimentación, se están igualando precios: los supermercados
más caros bajan (caso de El Corte Inglés, desde 2012) y los
más baratos suben precios, aprovechando que han copado gran parte del
mercado con sus marcas
blancas (34% ya de cuota, que sube al 45% en alimentación). Como ya
advirtió un informe
de la Comisión de Defensa de la Competencia, las marcas
blancas dominan la distribución
de alimentos (Mercadona, Carrefour, Eroski, Día y Alcampo controlan el 65%)
y han impuesto sus productos, a
costa de desplazar (en ocasiones, con prácticas
abusivas) a las marcas de fabricantes, penalizadas en precios y trato
en las estanterías. Y ahora que el
consumidor está “cautivo” y ya no compara tanto, han aprovechado para subir precios en muchos productos.
A estas subidas
claves, de alimentos, transportes,
energía, educación y salud, se suman el aumento
de impuestos (IRPF, IVA, catastro) y
tasas municipales (aparcamiento, agua…), que se comen unos ingresos familiares
a la baja. Porque, diga lo que diga Montoro,
los
sueldos
han caído en España. Por un lado, desde 2008 ha bajado la
remuneración de los asalariados, nada menos que un 5,4% en 2013 (INE), debido
al paro y la moderación salarial. Y por otro, los sueldos de los que trabajan llevan cayendo nueve meses seguidos
(un -3,2% en el último trimestre de 2012 y -0,3% en los dos siguientes). Y el
salario más frecuente ya es inferior a los 15.500 euros brutos anuales que
fijó el INE en 2011. No en vano, casi
7,5 millones de trabajadores (más de la mitad de asalariados) declararon
a Hacienda en 2011 ganar menos de
1.000 euros al mes.
Con todo esto, la renta
disponible de las familias ha caído en junio de 2013 al nivel más bajo de los últimos 6 años,
según
el INE. Y como suben precios básicos e impuestos, las familias restringen al máximo su consumo y
tienen cada vez más problemas
para llegar a fin de mes. En 2012, casi
la mitad de las familias (48%) sólo pudo afrontar los gastos básicos:
vivienda (hipoteca y recibos luz, agua, calefacción y teléfono/Internet),
comida y productos básicos, según un estudio
de Nielsen. Una economía de guerra.
La presión sobre los
precios sigue ahí, mientras crecen
los márgenes empresariales (+3,5% frente al 0,6% los salarios en 2012,
según el INE) y sus beneficios,
siguen al alza otros costes no salariales
(financieros,
energía,
transporte y distribución)
y persisten los monopolios de hecho
en sectores básicos (gas y electricidad, carburantes, agua, transportes…). Factores que tiran al alza de los precios
tanto o más que los salarios y de los que no se habla. El Gobierno ha aprobado una Ley
de Desindexación para 2014, con objeto de quitar peso al IPC y
tratar de “sentarse encima de los precios”. Pero la
clave de una baja inflación no es
sólo limitar los precios regulados sino hacer
más competitiva la economía (innovación, costes, reforma de la
distribución, más competencia, relaciones laborales…) para que las empresas produzcan a mejores precios sin hundir
los sueldos de sus empleados.
Rajoy
va presumiendo por el extranjero de
sueldos bajos y de que somos la China de Europa, un buen país para invertir. Y los grandes
empresarios apuestan porque los costes
laborales caigan otro -1,5% en 2014, mientras subirán un +2,9% en Alemania,
Francia o Italia, con lo que la mano de
obra aquí será un 20% más barata (34.400 euros por trabajador español
frente a los 43.000 euros que cobran franceses o alemanes). Pero esta estrategia, lejos de sacarnos de
la crisis, nos
hundirá más. Porque las familias no pueden consumir: lo
poco que ganan se lo comen los impuestos y los precios de lo básico (que suben
más que la media del IPC). Y así, no despegan las ventas ni las
empresas. Ni el empleo.
Hay que alentar
el consumo, el motor de más de la
mitad del crecimiento. Y para eso hay que frenar las subidas de los precios básicos y reanimar los salarios, junto
a las mejoras de productividad y los
beneficios empresariales. Seguir machacando
los ingresos familiares, con más bajadas de salarios (como piden
Bruselas y el FMI) y subidas de
precios, es un suicidio económico. Ya se ha visto estos años de recortes.
Gracias por este blog, Javier.
ResponderEliminarUna expatriada en Londres.