Se puede llamar rescate
suave, rescatín o simples créditos para sanear la banca, pero hay
un hecho indudable: Europa nos prestará hasta
100.000 millones, más del coste de los
rescates a Irlanda y Portugal y casi lo que a Grecia. Bruselas va a
controlar la reconversión de nuestros bancos y Cajas, imponiendo cierres y despidos. Y si nos imponen ya déficits y reformas, ahora con más motivo: quien
presta manda. Por eso, Rajoy
acelerará la subida del IVA, los recortes
en pensiones y desempleo y, quizás, en el sueldo de funcionarios. En otoño o para 2013. Pero no basta con
este rescate por la puerta de atrás. Los
mercados siguen inquietos: les
preocupa no solo la banca, sino que España
está en recesión y lo estará en 2013. Y si
no crecemos, será difícil que les paguemos. Hay que rescatar a los parados,
no a los bancos. Y al euro, que
a falta del estallido de Grecia, está
en el alero y así no aguanta ni tres meses.
enrique ortega (a partir de Magritte) |
El detonante del rescate
europeo ha sido Bankia:
necesita 19.000 millones más de ayudas, a las que sumar otros 30.000 de tres muertos
más (CatalunyaCaixa, NovaGalicia y
Banco de Valencia, las tres intervenidas). Demasiado dinero para pedir en unos mercados demasiado caros (6,5%).
Rajoy intentó que este dinero saliera del Fondo
Europeo de Rescate, que se lo prestaran
directamente a bancos y Cajas en apuros. Pero Merkel, el BCE y Bruselas no estaban por la labor: si queréis dinero, lo pedís como Estado,
garantizándolo: pasáis por un rescate. Rajoy
intentó echar un pulso, pensando que España
era demasiado grande para que Merkel y Bruselas la dejaran caer en un
rescate que podría hacer estallar al euro. Y por eso, Bruselas
planteó un rescate por la puerta de atrás: sólo para la banca, para que los mercados se pusieran menos nerviosos.
Rajoy no quería, pero le montaron una encerrona, entre
filtraciones y presiones. Y acabó pidiendo el rescate por videoconferencia.
Rajoy ha
intentado hacer de la necesidad virtud,
vendiendo el rescate como un triunfo.
Pero es un fracaso: España no puede sanear su banca por sí misma
y pide ayuda a Europa, hasta 100.000
millones, más que los rescates
de Irlanda (85.000 millones) y Portugal
(78.000) y tanto como el primer rescate a Grecia
(110.000). Un dinero que irá
básicamente a capitalizar Cajas
y bancos, empezando por los cuatro intervenidos y siguiendo con otras cinco
Cajas en procesos de fusiones
(todas, salvo Kutxabank). No necesitarán
dinero los demás bancos (quizás Bankinter). En total, entre 40.000 (cálculo FMI) y
60.000 millones, por los que el Estado pagará intereses, sobre un 3,75%, que no recuperará hasta que venda las Cajas intervenidas o se lo puedan
devolver las demás cuando se saneen. Y a cambio, los planes de restructuración (cierre de sucursales y más de 10.000
despidos) los tendrán que aprobar Bruselas, el FMI y el BCE.
En definitiva, la
primera factura del rescate será pagar los intereses : 2.250 millones al año (para 60.000 millones), durante 10 años.Un coste que aumenta el déficit público (y la deuda
de España), con lo que habrá que recortar
de otro lado. Ya Bruselas, en sus recomendaciones
de mayo, nos exigió subir
el IVA, acelerar la reforma
laboral y de pensiones,
ajustar las autonomías.
Y ahora, con el rescate, con más motivo: quien presta, manda.
Volverá a hablarse de recortar la
factura del desempleo
y el sueldo de los funcionarios, en otoño o para 2013: una rebaja del
2,5% ahorraría 2.250 millones, los intereses a pagar por el rescate bancario. Y
todo para que, en unos años, estas Cajas,
saneadas con dinero público, sean vendidas a otros bancos.
El rescate y el
prometido saneamiento bancario (el
quinto en dos años) no van a agilizar el
crédito
en España, por dos razones. Primera, porque las entidades van a estar ocupadas un año en fusiones
y saneamientos, inmovilizando más recursos para capitalizarse. Segundo,
porque empresas y familias están pensando
en quitarse deuda (desapalancamiento),
no en endeudarse más. Y menos cuando no
hay ventas ni consumo,
porque estamos en recesión.
El rescatín tampoco ha servido para calmar a los mercados, como ya se sabía: a los tres países intervenidos les ha subido la prima
de riesgo desde la intervención (Grecia paga cinco veces más y Portugal el
doble). Y los
tres están en una profunda recesión, provocada por duros ajustes que
han traído más paro y una profunda crisis social y política. En España, el problema clave no es tanto la banca (que lo es) como la recesión: somos el único país de Europa (27) que va a decrecer
este año y el que viene. Y si
no crecemos, el Estado no podrá recaudar ni rebajar lo prometido el déficit. Y si hay más paro, los bancos
seguirán con problemas. Y España y los españoles no podremos pagar. Eso es lo que de verdad preocupa a los
mercados. Cobrar.
Para dar confianza,
más que rescates hace falta otra
política. Obama
lo dijo muy claro la semana pasada: España
e Italia no pueden seguir “cortando,
cortando y cortando”, ya que eso “aumenta
el paro y les resulta más difícil pagar sus deudas y los mercados cuando ven
esa espiral, empiezan a hacer cálculos y los tipos de interés suben y la vida
se hace mucho más dura”. Clarito. Obama
propone, como ha hecho en EEUU, estimular el crecimiento, como Hollande
y muchos economistas.
Acabar con el fundamentalismo de los recortes, que nos ha llevado a tres rescates y medio en dos años, con 12
países europeos en recesión. Y con el
paro y la crisis social como los verdaderos problemas de Europa y España,
no la banca ni la deuda. Hay
que rescatar a los parados, no a los bancos.
Europa se la juega de
verdad y tiene menos de tres meses
para salvar el euro, según Lagarde
(FMI). Quizás menos, porque este domingo
17 puede saltar por los aires en Grecia. Si sobrevive, tiene este mes tres
oportunidades para buscar otro camino: la Cumbre del G-20 en
México (18-19 junio), la Cumbre de los 4
en Roma (22 de junio) y la Cumbre
europea (28-29 junio). Si Europa no aprende y no cambia de política, bajando tipos (BCE), reanimando las economías del sur y
fomentando el consumo en el norte, arreciará
la tormenta de los mercados. Porque nadie quiere prestar a un moribundo al
que se le hacen más sangrías cada día. Así, se
morirá.
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