Los fundamentalistas
de los recortes tienen otra
obsesión, en España y en Bruselas: que se recorten
los salarios (no los suyos, claro), para
competir mejor. Al principio de la crisis, los salarios en España siguieron
subiendo como si nada y las empresas
ajustaron sus costes recortando empleo. Pero a partir de 2010, los sindicatos pactaron bajas
subidas y ahora los costes laborales
llevan 9 trimestres bajando y son de
los más bajos de Europa. Cuatro de cada diez empresas redujeros sus salarios en 2011.Y el Gobierno
Rajoy quiere que sigan bajando hasta
2016, perdiendo más poder adquisitivo.
Eso sí, suben los sueldos millonarios de los directivos, equivalentes hasta a los de mil empleados. Y sigue sin crearse empleo, porque con
salarios a la baja no hay consumo ni ventas y no se crece ni crea empleo. Moderación sí, pero no sueldos mileuristas a
la China.
enrique ortega |
Antes de que España
entrara en el euro, se podía mejorar la competitividad de nuestros
productos devaluando la peseta (tres
veces en los noventa): los artículos valían menos y se vendían mejor. Pero en el euro, la única manera de competir fuera es tener mejores productos y menores costes, desde la energía y los impuestos
o cotizaciones a los salarios, que es “lo más fácil de ajustar” (y más
con la amenaza del paro). Es lo que algunos defienden,
en Bruselas y en España, como “la devaluación
interna”. A lo claro: trabajar
cobrando menos.
España, con salarios
más bajos que la mayoría de Europa, afrontó
la crisis de 2008 sin rebajar los salarios, como hicieron muchos países: en
plena crisis (2009), los salarios subieron un 5,6% (+0% en Alemania). Y las empresas
ajustaron costes despidiendo gente: 2,5 millones de empleos perdidos. En
2010, los sindicatos aprendieron y
pactaron tres años de moderación salarial, que ha surtido su efecto: los costes
laborales (CLU) llevan nueve trimestres cayendo, desde principios
de 2010 y han bajado un 2,5% a principios de 2012. Y en 2011, cuatro de cada diez empresas rebajaron sus salarios.
España es el tercer país de Europa
cuyos salarios han perdido más poder adquisitivo entre 2010 y 2012, un 6%,
tras Portugal (-10%) y Grecia (-20%), mientras crecía en Alemania (+1,5%). Y el coste
laboral por hora trabajada en
España (2011) es un 25,3% inferior a la zona euro: 20,6 euros por hora frente a 34,2 € en Francia, 30,1 € en Alemania
o 26,8 € en Italia.
En enero de este año, sindicatos
y patronal pactaron más moderación salarial para 2012 (+0,5%), 2013 y 2014 (+0,6%),
pero unos días después, el Gobierno convertía este acuerdo en papel mojado con la reforma
laboral, que permite rebajar los
sueldos al mínimo de convenio o incluso que una empresa se descuelgue de
los salarios de convenio si le caen dos meses las ventas. Con ello, se han multiplicado las rebajas extras de sueldo, que se verán también en el sector público. Y el Gobierno, en el Plan
de Estabilidad enviado a Bruselas apuesta por congelar salarios y más rebajas de los costes salariales hasta
2016: -1,7% (2012), -1,0 (2013 y -0,5%
(2014 y 2015). Eso supondrá una pérdida
de poder adquisitivo de los trabajadores del 5,6% en la legislatura de
Rajoy.
En paralelo, mejorarán
los márgenes empresariales, por menores
costes salariales y una posible rebaja de cotizaciones en 2013. De hecho, las rentas empresariales ya ganan a las
salariales en el reparto
de la renta: suponen ya el 47,6% de la renta frente a 45,4% el de los
trabajadores (que tenían un 53% en los años 80 y el 50,74% en 2009). Y este desigual reparto empeorará en los
próximos años, porque habrá menos
asalariados trabajando (el Gobierno
espera perder 635.000 empleos en 2012 y 66.000 en 2013) y seguirán cayendo los salarios reales, por la crisis y la reforma
laboral.
No es sólo que los asalariados pierdan parte del pastel de
la renta sino que además, crecen
las desigualdades entre la mayoría de los trabajadores y los ejecutivos de
las grandes empresas: 534 directivos
de las 35 empresas del IBEX ganaron en
2011 más de un millón al año, 24,68 veces lo que un empleado de sus empresas (antes de la crisis,
23,53 veces). Y hay una decena de presidentes
y consejeros delegados que ganan más de 3 millones al año, mientras defienden públicamente la moderación
salarial (de otros). El mejor pagado, Pablo Isla, presidente de Inditex ganó
20,3 millones, el sueldo de 1.000 de sus empleados. Y los 12,7 millones de
Alfredo Sáenz (Santander) o los 10,27 millones de Cesar Alierta (Telefónica) equivalen
al sueldo de 250 de sus empleados. Un escandaloso contraste con 8 millones de asalariados (la mitad)
que son
mileuristas.
Y además, la mitad de los ejecutivos de empresas IBEX tienen contratos blindados, con 2 a 5 años de
indemnización (frente a 20 días el resto).
La moderación
salarial es obligada en plena crisis,
para mejorar la competitividad, pero el problema es que no sea excesiva. Porque la
moderación a secas, sin incentivos al trabajador para que produzca mejor, fomenta
la apatía y el absentismo. Además, con
caídas de salarios, las familias no
pueden reducir su endeudamiento (más crisis
financiera) ni consumir, con lo
que caen las ventas, la inversión y el
empleo. Y no salimos de la recesión.
Y encima, los bajos salarios no aseguran vender
más: nuestras exportaciones
han pinchado este año porque 12 países de Europa están en recesión. La
clave no es sólo moderar los salarios en la Europa del sur sino que la Europa
del norte consuma más y tire del resto.
Además, la competitividad
no pasa sólo por tener bajos salarios:
hay que tener productos con calidad,
innovación, diseño y precio (los salarios bajan, pero los precios no tanto), empresas bien organizadas y con
tecnología, un personal formado y
una estructura económica
competitiva, no basada sólo en el turismo
y el ladrillo. De hecho, de las
cuatro autonomías
con costes laborales más altos (País Vasco, Madrid, Cataluña y Navarra),
tres son las que tienen menos paro,
mientras las tres con salarios más bajos (Andalucía, Extremadura y Canarias)
están a la cabeza del desempleo.
En definitiva, moderación salarial sí, pero no salarios a
la China,
porque entonces no se consume ni se vende. Competir
no es sólo tener los sueldos más bajos de Europa sino bajar también otros
costes (energía, cotizaciones) producir mejor, con calidad e innovación.
Y no cargar la competitividad sobre unos salarios mileuristas mientras otros se
hacen millonarios. Otra vez más, el fundamentalismo
nos lleva por el camino equivocado.
Como siempre, un análisis certero y claro. Y, como siempre, fantástica la ilustración de Enrique Ortega. Felicidades a ambos.
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