La subida disparatada de pisos y alquileres está
siendo la puntilla para los menores de 30 años, que apenas se
benefician de la buena marcha de la economía: sólo un 10% del empleo
creado este año ha ido a menores de 25 años, que tienen más del doble de
paro que el resto y ganan casi la mitad, por tener contratos más
precarios. Eso conduce a que muchos jóvenes no pueden emanciparse y tengan
más pobreza que el conjunto de españoles: 2,5 millones de jóvenes
viven en situación de “exclusión social”, según el informe Foessa
(Cáritas), a pesar de que la mayoría trabajan o estudian. Urge un Plan de
apoyo a los jóvenes, con medidas desde la formación a las políticas de
empleo y vivienda, para evitar que malvivan y sean utilizados por la
ultraderecha. Y no cabe enfrentarlos a los mayores, proponer como
solución recortar las pensiones y el gasto a los jubilados. Porque los “boomers”
no son unos “privilegiados” como argumentan algunos. Sobre eso
escribiré el próximo Blog. Enrique Ortega
Empecemos por ver cuántos jóvenes viven en España.
Son 7.564.300 personas las que tenían entre 16 y 29 años en septiembre,
según
este informe de Trabajo, más hombres (3.902.100) que mujeres (3.662.300). Suponen
ahora el 15,44% de la población total, mucho menos que al principios de
siglo (21,6% de la población), cuando había 8.765.195 jóvenes de entre 16 y 19
años (+ 1,2 millones), por la caída drástica de la natalidad en España.
Y si contabilizamos los jóvenes de 16 a 24 años, son ahora 4.840.000, unos 600.000 jóvenes menos que el año 2.000.
Sin embargo, los jóvenes han aumentado su peso sobre la población
en edad de trabajar, debido al envejecimiento de la población española.
Así, esos 7.564.400 jóvenes de 16 a 29 años suponen ahora el 23,6% de
las personas en edad de trabajar (16-64 años), 1 millón más de los que
había en 2015 (6.583.900, el 21,8%). De este total de jóvenes, el
53% están estudiando, aunque casi la mitad de ellos (el 25,6%) también
trabajan, según Trabajo. Y un 14,7% de los jóvenes (16 a 29 años) ni
estudian ni trabajan (son
“ni-nis”), un porcentaje que ha ido bajando (eran el 20,8% en
2015), aunque es superior al de Europa (11%).
El primer gran problema de los jóvenes españoles es que muchos
tardan en encontrar un trabajo (por su baja formación e
inexperiencia) y tienen por ello una baja
tasa de empleo: trabajan el 45,9% de los jóvenes de 16 a 29 años
(septiembre 2025), más los chicos (48%) que las chicas (43,7%), aún lejos del
68,6% que trabajan en el conjunto de la población (16 a 64 años). Eso se
traduce en que trabajan 3.474.000 jóvenes de 16 a 29 años, el 15,51% de todos
los ocupados en España (22.387.100 en septiembre de 2025). Son 1 millón más
de jóvenes trabajando que hace 10 años (2.463.600 trabajaban en septiembre
2015), pero el conjunto de ocupados ha crecido mucho más (+4,33 millones)
en esta década. Y desde 2019,
tras la pandemia, el empleo de los jóvenes (16 a 29 años) ha crecido
en +701.800, mientras aumentó en +63.900 entre 30 y 49 años y +1,65
millones entre los mayores de 50 años (que se han llevado dos tercios del
empleo creado).
Un problema de muchos jóvenes para encontrar trabajo es su bajo
nivel educativo (lo tienen el 20% de los ocupados), consecuencia en
algunos de que abandonaron sus estudios: el abandono
escolar temprano (no terminar la ESO), ha bajado del 20% de los
jóvenes de 18 a 24 años (2015) al 13% en 2024, aunque es muy superior a la
media UE (9,4%). Y otro millón largo de jóvenes (el 28,7% de los que trabajan)
tienen un nivel educativo medio, mientras sólo la mitad de los jóvenes
ocupados (1.663.200) tienen un alto nivel de estudios.
Cuando los jóvenes de 16 a 29 años trabajan, generalmente lo
hacen en
los servicios (2,79 millones hoy, el 81,3% de los jóvenes ocupados),
seguidos de la industria (409.400 jóvenes), la construcción (183.600,
un 82,7% más que en 2015) y la
agricultura (82.600 jóvenes, un 18,7% menos que hace 10 años). Pero el
trabajo de los jóvenes se concentra en unas pocas ramas de actividad: comercio
y reparación de vehículos (585.700), hostelería (516.000), industria
(375.000), sanidad y servicios sociales (348.500), actividades profesionales
y técnicas (237.800) e información y comunicaciones (192.900
jóvenes).
El gran problema del trabajo de los jóvenes es la
precariedad de sus contratos. Por un lado, siguen teniendo un alto
porcentaje de contratos temporales, aunque su peso se ha reducido
desde 2022 gracias a la reforma laboral: 48,7% entre los jóvenes
de 16 a 24 años y el 35,8% los jóvenes de 16 a 29 años (el doble que en
Europa), frente a sólo el 15,6% de contratos temporales el conjunto de los
trabajadores. Y casi la mitad de estos contratos temporales de los jóvenes
son “involuntarios”: los tienen porque no encuentran un contrato indefinido.
Además, el 24,1% de los jóvenes (16-29 años) tienen contratos
a tiempo parcial (por horas o por días), el doble que el conjunto
de los trabajadores (12,9%). Y de nuevo, casi la mitad de estos jóvenes con
trabajos parciales (el 43,4% en España, frente al 18,1% en Europa) los tienen “de
forma involuntaria”, porque no encontraron un empleo a jornada completa.
Estos tres factores, la baja formación, el sector
donde trabajan y el tipo de contrato explican que los
jóvenes tengan unos bajos salarios, según
este informe de Trabajo: ganan 15.364 euros de media (2023) los ocupados con 20 a 24 años (un 45,3%
menos que el conjunto de trabajadores, con 28.049 euros) y 21.039
euros los jóvenes de 25 a 29 años (el 25% menos que la media, aún menos las
mujeres: -6,9 adicional), según el INE.
Esto los jóvenes que trabajan, porque hay 812.700 jóvenes
en paro, el 10,7% de los jóvenes de 16 a 29 años, según
Trabajo. La tasa de paro (parados sobre activos) es
muy elevada entre los jóvenes de 16 a 24 años, el 25,4% (casi el doble
de la tasa europea, el 14,8% y cuatro veces la alemana, el 6,3%) y baja al 17,1% entre los de 16 a 29
años, aunque es mucho mayor que la tasa de paro del conjunto de españoles (10,6% en septiembre). De nuevo, la tasa de
paro joven depende mucho de la formación: es del 28,9% entre los
jóvenes con baja formación, el 19,2% en niveles medios y sólo del 13,5% entre jóvenes
con alta formación.
Volviendo a los jóvenes que trabajan, esos 3.474.000 ocupados
(el 46% de los jóvenes entre 16 y 29 años), su siguiente problema es que la
precariedad de sus contratos y sus bajos salarios no les permiten en muchos
casos emanciparse y vivir fuera de casa o formar una familia: 7
de cada 10 jóvenes de 16 a 29 años con empleo siguen viviendo con sus padres,
según
el Observatorio de la Juventud. Y esta dependencia se ha agravado en los
últimos años, al dispararse el precio de los alquileres: En octubre, el
alquiler medio en España costaba ya 14,5 euros/m2, según
el portal Idealista, otro máximo
histórico (en 2006 costaba 10,1 euros, en 2011 bajó a 7,8 euros y en
2019 10,4 euros/m2, casi un 40% menos que hoy). Una subida de alquileres del +10,9%
anual, que se
suma al +81% que subieron los alquileres
entre 2014 y 2024. Con ello, un joven, con un sueldo medio bruto de
1.502 euros (INE), no puede pagar un alquiler medio en Madrid (1.700 euros) o
Barcelona (2.000).
Los alquileres disparados han aumentado el
porcentaje de jóvenes con problemas para llegar a fin de mes. De
hecho, ya en
2024, los datos oficiales señalaron que los jóvenes (y los niños) tienen
una tasa de pobreza monetaria mayor que el resto de la sociedad:
1 de cada 5 jóvenes (el 20,7%) de 16 a 29 años es “pobre” (ingresa menos del
60% del ingreso medio del país, menos de 827 euros al mes en 14 pagas (o menos
de 1.737 euros mensuales si es una familia con dos niños). Así que 1,5
millones de jóvenes (16 a 29 años) están en situación de pobreza monetaria.
Pero si se tienen en cuenta más factores, los jóvenes “excluidos” son más:
2,5 millones de jóvenes menores de 30 años están en exclusión social, según
el reciente Informe Foessa (Cáritas) que analiza
37 indicadores de empleo, vivienda, educación, salud, participación e
integración social. Y de ellos 723.190 jóvenes (el 11%) vive en exclusión
social severa, un número que ha aumentado un 83% desde 2007.
Estos 2,5 millones de jóvenes en exclusión social
son, para Cáritas y el informe Foessa, “los
grandes perdedores del actual modelo socioeconómico”. Y rechaza que
se les considere “pasotas” y “al margen de la sociedad”, porque más de un
tercio de estos jóvenes trabaja (aunque eso no les saca de “pobres”) y una
cuarta parte estudia. Y reiteran que las familias de las que
proceden y su código postal están detrás de su precaria situación, porque apenas
funciona “el ascensor social”, siendo clave el nivel educativo de padres e
hijos.
Además, los datos demuestran que las tres últimas crisis
(la financiera de 2008-2010, la pandemia y la hiperinflación tras la guerra de
Ucrania) han dañado especialmente a los jóvenes españoles: hay
una llamativa “desigualdad generacional” según la edad del cabeza
de familia. Así, los hogares encabezados por un menor de 35 años han
bajado su renta mediana de 31.700 euros en 2020 a 29.100 euros en 2022 (-8,2%),
según
el Banco de España. Y los hogares encabezados por personas de 35 a 44
años han visto caer su renta real un -0,9% (de 37.300 a 35.600
euros). Luego, a partir de esta edad, los hogares sí han mejorado su renta
real: los encabezados por personas de 45 a 54 años un +7,3% (de 34.300 a
36.800), los hogares entre 55 y 64 años mejoran un +0,55% (de 35.900 a 36.100
euros), los de 65 a 74 años un +4,46%, de 29.100 a 30.400) y los
hogares encabezados por mayores de 74 años aumentaron sus ingresos un +9,1%
entre 2020 y 2022 (de 19.800 a 21.600 euros).
Pero cada vez que se da el dato mensual del gasto en
pensiones (27.119
millones en noviembre, por la extra de Navidad) o la revalorización
para 2026 (+2,7%
subirán en 2026), muchos expertos y organismos aprovechan para hablar
del “disparatado gasto en pensiones” y lo mal que están los jóvenes.
Incluso la
OCDE ha presentado un informe
donde propone medidas para frenar el gasto futuro en pensiones (ampliar
la edad y el periodo de cotización y recortar las pensiones futuras como hizo
Rajoy) y destinar
una parte del ahorro a vivienda, para ayudar a los jóvenes. Otra
vez un enfrentamiento generacional tan injusto como injustificado. Porque los
problemas de los jóvenes no se solucionan recortando pensiones y dañando a sus
padres y abuelos. Es una demagogia sin fundamento.
Afrontar la preocupante situación de los jóvenes exige de tomar
medidas
en varios frentes para dar una salida a las nuevas generaciones.
Hay que empezar por el principio, por la enseñanza: mejora de la
formación en colegios, institutos y Universidades, para adecuarla a lo que
necesitan las empresas, mejorando la orientación laboral de los jóvenes y su
digitalización. En el mercado laboral, hay que fomentar la
contratación indefinida y avanzar en la formación dual (trabajo y formación) y
en mejorar las prácticas y becas (el
Estatuto del Becario acaba de aprobarse por el Gobierno, tras
anunciarse con los sindicatos hace casi 17 meses). Y hay que mejorar la
conciliación laboral de las familias jóvenes, con más ayudas por hijos.
Pero sobre todo, urge una política de vivienda que facilite el alquiler a
los jóvenes, con ayudas que hoy son escasas e ineficaces.
Pero además, hay que poner a los jóvenes como una de las
prioridades de todas las políticas económicas y sociales, algo que no viene
pasando, quizás porque los
distintos Gobiernos han pensado más en los mayores, que son los que
más cotizan, pagan impuestos y votan. Pero si queremos tener futuro como país,
hay que cambiar las reglas del juego y pensar que son los jóvenes los que
han de protagonizar la modernización de la economía y la mejora del nivel de
vida, la digitalización, la descarbonización y el salto formativo y tecnológico que nos hagan más productivos
y competitivos. Sin abandonar a los mayores, pero reequilibrando el
“contrato generacional” en España. Urge pactar un Plan de medidas
a favor de los jóvenes, a corto y medio plazo, para conseguir que los
jóvenes de dentro de 20 años vivan mejor que los de hoy. Se lo debemos.
Pero todo esto, sin caer en la tentación de una “guerra
entre generaciones”, sin culpar a los mayores (“boomers”)
de la situación de los jóvenes, como parece
estar de moda. Primero, porque “no se viste a un santo desvistiendo a
otro”. Y segundo, porque los mayores en España no
son unos privilegiados, ya que chocan con serios problemas en su
empleo (a partir de una edad, ninguna empresa los contrata), en el paro, en las
condiciones de su jubilación (muchas pensiones por debajo de 1.000 euros), en
su salud y en su ancianidad, sobre todo
si son dependientes (27.217
mayores han muerto este año hasta octubre sin recibir las ayudas a la
Dependencia a las que tenían derecho). En definitiva, que los
“boomers” no somos unos privilegiados y menos a costa de los jóvenes,
de los hijos y nietos. Algo sobre lo que escribiré el próximo Blog.