jueves, 4 de diciembre de 2025

Los "boomers" no somos unos privilegiados

Se ha puesto de moda entre la derecha, expertos neoliberales y sus medios afines defender que los “boomers(mayores 61 años) son unos “privilegiados, porque tienen vivienda, patrimonio y “buenas pensiones”, en perjuicio de sus nietos (“Generación X”: 20-24 años) y sus hijos (“Millenials”: 25-44 años), que viven peor que ellos. Plantean un “conflicto generacional y proponen recortar el gasto en pensiones para ayudar a los jóvenes. Es un falso debate. Primero, porque los mayores no somos unos “privilegiados”: muchos están en paro, sin encontrar empleo a partir de los 50 y sin poder jubilarse, con la mitad de las pensiones por debajo del salario mínimo y con una larga vejez donde faltan ayudas a la Dependencia. Pero sobre todo, porque los mayores han cotizado y ahorrado durante décadas para tener casa y pensión. Y la grave situación de los jóvenes no se arregla recortando pensiones, sino volcándose en su educación y formación, en políticas activas de empleo y en promover viviendas. La “guerra generacional” entre jóvenes y mayores es una falsa solución.

        Mayores 60 años: EREs, paro larga duración, pensiones bajas y pocas ayudas dependencia

Empecemos por saber cuántos “mayores” (no hay por qué usar el anglicismo “boomers”) hay en España. En el último Censo (1 octubre 2025) se contabilizan 13.380.282 habitantes con 60 y más años, el 27.06% de la población total (49.442.844). De ellos, 3.382.103 tienen entre 60 y 64 años, 2.915.361 con 65 a 69 años y los 7.082.818 habitantes restantes tienen entre 70 y más años (19.491 personas con 100 años o más), según el INE. Esta cifra de “mayores” supone un fuerte aumento desde principios de siglo, por el progresivo envejecimiento de la población en España: en el año 2.000 había 8.766.511 mayores (60 años y más), el 21,64% de la población, pasando a 11.079.928 mayores en 2015 (el 23,76%) y los 13.380.282 de ahora, 4,6 millones más de mayores que al inicio del siglo.

De estos 13,38 millones de mayores (60 y más), la mayoría están hoy “inactivos” (ni trabajan ni buscan trabajo): son 11.074.000 mayores inactivos, según la EPA, básicamente personas mayores de 65 años (los inactivos de 60 a 64 años son sólo 1,26 millones). Pero hay 2,5 millones de mayores que trabajan o están en paro, sobre todo entre 60 y 70 años (con más de 70 años hay casi 70.000 mayores “ocupados”, según la EPA).

En total, hay 2.208.900 mayores (60 y más) trabajando, algo menos del 10% (9,86%) del total de ocupados en España: 1,780.600 trabajan con 60 a 64 años, 358.900 con 65 a 69 años y 69.400 trabajan con 70 años y más. Con todo, su tasa de empleo (ocupados/activos) es baja: trabajan el 26,8% de los activos, la mitad que en el conjunto del país (66,82% de tasa de empleo). Sin embargo, el empleo de los mayores ha aumentado más tras la pandemia  (+1.201.900 empleos creados desde 2019 entre mayores de 55 años) que entre los menores de 30 años (+701.800 empleos para jóvenes de 16 a 29 años), según la EPA, debido a que los mayores se han lanzado más a buscar trabajo estos años, sobre todo las mujeres.

Estos trabajadores “mayores” tienen salarios más altos, salvo los que han encontrado trabajo en los últimos años (peor pagados), porque cobran más de antigüedad y pluses varios que los jóvenes. Trabajan sobre todo en los servicios (3.716.500 mayores de 55 años) y la industria (576.100), menos en la construcción (335.530) y la agricultura (198.400). Y son mayoritariamente asalariados (72,7% de los trabajadores con 60 años y más), aunque hay bastantes autónomos (24%).Su salario medio mensual era de 2.680 euros brutos en 2024, un 12,36% más que la media (2.385,6 euros) y un 25% más que el sueldo medio de los jóvenes de 25 a 34 años (2.131 euros), según el Decil de salarios de la EPA (INE).

Un problema de tener salarios más altos es que los trabajadores mayores suelen ser los primeros que pierden su empleo cuando la empresa ajusta plantillas. Así, en las dos últimas décadas, más de 1 millón de trabajadores mayores (+55 años) han sido “prejubilados” en múltiples EREs. En el último, de Telefónica, se plantea “prejubilar” a 5.040 trabajadores mayores de 55 años (de los 6.088 despidos que contempla el ERE). La estrategia de las empresas estos años ha sido clara: despedir a los trabajadores mayores y sustituirlos por jóvenes que cobran mucho menos. Eso hace que los trabajadores mayores (esos 2,2 millones que trabajan con más de 60 años) se sientan “muy vulnerables, tras décadas de trabajo, aunque sus sueldos sean más altos que los de los jóvenes.

Y por eso, muchos mayores están en paro, concretamente 232.700 parados con 60 años o más (209.600 entre 60 y 64 años y 23.100 entre 65 y 69 años), según la EPA del tercer trimestre, aunque en realidad son 510.000 los parados con más de 55 años, una edad a la que ya resulta muy difícil encontrar trabajo. El problema de los parados mayores es que muchos tienen poca formación (el 53,8% de los parados mayores de 55 años no tienen acabada la ESO) y dificultades para adaptarse a las nuevas tecnologías. Pero además, las empresas sufren un alto nivel de “edadismo”, de rechazo a contratar mayores de 55 años (y con más de 60 es “imposible”), con lo que 7 de cada 10 parados mayores de 55 años piensan que "ya no volverán nunca a trabajar”, según una Encuesta de Adecco.

Esto se traduce en que los parados mayores llevan años en el paro, según la EPA: el 61% de los parados de 60 a 64 años llevan más de un año en paro (son 127.700 parados) y lo mismo el 55% de los parados de 65 a 69 años (son 12.700). Y eso supone que a la mayoría se les ha acabado el paro “contributivo (el que les corresponde por lo que han cotizado) y tienen que malvivir con el paro “asistencial para mayores de 52 años (480 euros al mes) hasta que se jubilen (si cumplen las condiciones para cobrarlo). La consecuencia es que más de un tercio de los parados que cobran subsidio asistencial (480 euros) son mayores de 60 años: 265.514 parados en octubre, el 34,5% del total. Estos mayores parados son el grupo más numeroso que cobra este paro asistencial y se han duplicado desde 2013 (entonces cobraban este subsidio la mitad de mayores en paro, 125.647).

Así que los mayores que están en paro cobran esos 480 euros hasta que pueden jubilarse. Y eso se les ha puesto más difícil en los últimos años, porque los distintos Gobiernos han penalizado la jubilación anticipada (hasta un 21% menos de pensión si se adelanta dos años: ver cuadro) . En consecuencia, estos mayores parados han de esperar hasta los 65 años para jubilarse o hasta los 66 años y 8 meses (si han cotizado menos de 38 años y 3 meses).

Y cuando los mayores se jubilan, su pensión tampoco es tan elevada, a pesar de que los defensores del “conflicto generacional” hacen demagogia con que las nuevas pensiones de jubilación son ya de 1.626 euros (media noviembre 2025), casi tanto como el salario mediano (2.001,4 euros en 2024,según el INE) y más que el salario medio bruto de los jóvenes menores de 24 años (1.372,8 euros brutos). Pero utilizar sólo este dato es hacer demagogia, porque la mayoría de las pensiones son mucho más bajas. Veámoslo.

A 1 de noviembre, la Seguridad Social pagó 10.420.231 pensiones y la pensión media fue de 1.316,69 euros mensuales. Pero casi la mitad de todas las pensiones (el 48,77%) fueron menores de 1.000 euros y el 58,52% fueron menores al salario mínimo (SMI: 1.184 euros en 2025). En cuanto a las pensiones de jubilación, el 38,83% fueron inferiores a los 1.000 euros y casi la mitad (49,22%) fueron menores que el SMI. Y las pensiones de viudedad son mucho más bajas: un 66,5% de las que se pagan son menores de 1.000 euros y las tres cuartas partes (74,3%) están por debajo del SMI. Así que “pensiones de lujo” nada…

Si hablamos de pensionistas en vez de pensiones, hay 9.425.383 mayores que las cobran hoy (1 millón más que hace 10 años), una media de 1.455,67 euros por pensionista (1.633,04 euros los hombres y 1.275,05 las mujeres), según la Seguridad Social. Y de nuevo, los datos son explícitos: la mitad de los pensionistas (el 50,51%) cobran menos del SMI (menos de 1.184 euros/mes) y otro 47,31% cobran entre el SMI y la pensión máxima (3.267,60 euros/mes), que sólo cobran hoy 207.045 pensionistas. Además, este porcentaje de bajas pensiones aumenta entre las mujeres (el 60,45% de las pensionistas cobran menos del SMI) y en algunas regiones: Andalucía (61% pensionistas cobran menos del SMI), Canarias (60,7%), Castilla la Mancha (60,6%) y Galicia (60,5%).

Con estas pensiones tan bajas (ojo: 1 millón de pensionistas cobran menos de 500 euros), no es extraño que muchos mayores malvivan, sobre todo porque gastan porcentualmente más en alimentación, sanidad y vivienda que la mayoría. De hecho, los hogares unipersonales de mayores (la mayoría, viudas que viven solas) tienen una de las tasas de pobreza más elevadas, el 25,8% (frente al 19,7% de tasa media de pobreza en España y el 16,9% entre los mayores de 60 años). Y aunque la mayoría de mayores tienen la vivienda en propiedad (el 88,6%, frente al 30% los jóvenes de 18 a 34 años), fruto de haberla comprado hace décadas con mejores precios y condiciones que ahora, hay un 7,5% de mayores que viven de alquiler y muchos de ellos se ven forzados al desahucio por las tremendas subidas que algunos propietarios y Fondos quieren aplicarles a sus antiguos alquileres. Así que no todos los mayores tienen patrimonio, ahorros e inversiones, que por otro lado son fruto de una vida de trabajo y de unas condiciones laborales mejores que las actuales. Además, muchos mayores utilizan sus ingresos y ahorros para ayudar a sus hijos a llegar a fin de mes: lo hacen el 37% de los mayores en España y más de la mitad en Madrid.

Pero los problemas de los mayores no terminan con su jubilación, mayoritariamente escasa. A partir de los 70 años, empeora su salud y eso aumenta sus gastos sanitarios, tanto en seguros médicos privados como en medicinas que no cubre el sistema (la “pobreza farmacéutica” afecta ya a 1.200.000 españoles que han tenido que dejar de tomar algún medicamento, porque no pueden pagarlo, muchos de ellos mayores). Y estos problemas de salud se agravan a partir de los 85 años, edad con la que la mitad de los mayores tiene enfermedades crónicas (según un informe de FEDEA) o no pueden valerse por sí mismos, son dependientes, lo que implica un gasto adicional para ellos y sus familias.

Precisamente, la dependencia de muchos mayores (el 10,9% presentan limitaciones graves para realizar sus actividades cotidianas) choca con la falta de recursos de la atención a la dependencia en España, que cumple 19 años en enero de 2026, tras atender a unos 4 millones de dependientes. Actualmente hay 1.750.070 españoles en situación de dependencia reconocida (la gran mayoría mayores), aunque sólo 1.595.451 reciben alguna prestación: la mayoría una ayuda económica mínima (de 171 a 385 euros/mes), bastantes teleasistencia y ayuda a domicilio (ojo: 38 horas al mes) y pocas para residencias (560 euros mes, un tercio de lo que cuestan). Y lo peor: hay 284.020 dependientes en lista de espera (para ser valorados o recibir ayudas) y como muchos dependientes tienen más de 80 años, bastantes mueren antes de recibir la ayuda: 25.060 han muerto así este año.

Tras este panorama, desde los mayores que trabajan o están en paro a los que cobran una pensión o son dependientes, no creo que pueda decirse que los mayores estén en una situación “privilegiada”. Y menos que hay que recortarles pensiones o ayudas, como defienden “expertos” neoliberales o la propia OCDE. España va a ser cada vez un país más envejecido y en 2050, un 30% de la población tendrá más de 65 años, lo que aumentará el gasto en sanidad, pensiones y dependencia, hoy escasas de medios y recursos.

Mientras, también es evidente es que los jóvenes españoles pasan por una mala situación (ver Blog lunes), tras sufrir tres crisis económicas consecutivas (la financiera de 2008-2010, la pandemia y la hiperinflación de 2022-23 por la guerra de Ucrania). Y a pesar de su mayor formación, tardan en trabajar y encuentran empleos que son demasiado precarios y mal pagados, lo que dificulta su emancipación y formar una familia, fomentando su desinterés por la política y el debate social, lo que los lleva a posiciones antisistema y a apoyar políticas de ultraderecha. Pero este triste panorama no se resuelve con recortes a sus padres y abuelos, sino con políticas que pongan a los jóvenes en  su centro.

Y eso pasa primero por cambios en la educación, para que se reduzca el abandono escolar y mejore la educación, orientando los estudios hacia formaciones donde haya empleo, ahora y en el futuro. Y hace falta un Pacto social para que las empresas no abusen de los jóvenes y los integren en sus políticas laborales y de promoción, con contratos y salarios dignos. Y hace falta avanzar en la conciliación laboral y en políticas de ayuda a las familias con hijos, las que hoy sufren más para llegar a fin de mes. Pero sobre todo, urge una política de vivienda que facilite alquileres asequibles a los jóvenes, sobre todo en las grandes ciudades, algo que sólo puede asegurarse con una promoción urgente de viviendas públicas. Y hace falta poner a los jóvenes entre los objetivos prioritarios de todas las políticas públicas, integrándolos más en la sociedad.

Los problemas que tenemos no se resuelven con una “guerra entre generaciones”, con medidas “fáciles” que busquen “desvestir a un santo para vestir a otro”. Hay que repartir mejor el crecimiento y la mayor riqueza que tenemos. Y para eso es clave recaudar más (que paguen más las multinacionales, empresas, bancos y los ricos, que hoy pagan poco o evaden) y destinar esos mayores recursos a los que más lo necesiten (jóvenes y mayores), para afianzar unos servicios públicos deficitarios que no ayudan suficiente a los más vulnerables. Crecer y repartir mejor la riqueza, no enfrentar a jóvenes y mayores.

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