El mundo está “enganchado” a la droga de comprar ropa cada vez más, sobre todo en los países ricos. Y así, la producción de ropa se duplicó entre el año 2000 y 2015 y hoy ya, cada ciudadano del Planeta consume un 60% más de prendas de ropa que hace 15 años, según la ONU. Los datos de la Agencia Europea de Medio Ambiente son llamativos: la producción textil mundial ha pasado de 58 millones de toneladas en el año 2.000 a 109 millones en 2020. Y se prevé que alcance los 145 millones de toneladas en 2030. Lo más grave, añaden, es que el 87% de esta ropa se desecha luego y acaba en vertederos o se quema.
jueves, 19 de diciembre de 2024
El despilfarro de la ropa: usar (poco) y tirar
En Navidades se dispara el gasto en ropa.
Pero compramos todo el año, siguiendo una “moda rápida”, alentada
por los bajos precios: comprar, usar poco, desechar y volver a comprar. Un “circulo vicioso” que obliga a
fabricar cada año 150.000 millones de prendas en el mundo, que en un 87%
terminan en vertederos o se queman. Un despilfarro y un atentado
medioambiental, porque fabricar ropa consume petróleo (69% son fibras
sintéticas), agua, productos químicos (contaminantes) y muchos transportes, lo
que genera el 10% de los gases de efecto invernadero (más que la
aviación). España desecha casi 1 millón Tm. de ropa al año y sólo
recicla el 12%, acabando el resto en basureros o en África, Asia y Latinoamérica.
Europa obliga, en 2025, que las empresas textiles gestionen sus
residuos y que todos los Ayuntamientos instalen contenedores para
recoger ropa. Pero la solución no es reciclar, sino consumir menos
ropa, usarla más tiempo y comprar ropa usada. Comprar por
comprar mata el Planeta. Los contenedores de recogida de ropa, obligatorios en toda España desde el 1 de enero
El mundo está “enganchado” a la droga de comprar ropa cada vez más, sobre todo en los países ricos. Y así, la producción de ropa se duplicó entre el año 2000 y 2015 y hoy ya, cada ciudadano del Planeta consume un 60% más de prendas de ropa que hace 15 años, según la ONU. Los datos de la Agencia Europea de Medio Ambiente son llamativos: la producción textil mundial ha pasado de 58 millones de toneladas en el año 2.000 a 109 millones en 2020. Y se prevé que alcance los 145 millones de toneladas en 2030. Lo más grave, añaden, es que el 87% de esta ropa se desecha luego y acaba en vertederos o se quema.
En los últimos años, el consumo de ropa se ha disparado en
Occidente, por el auge de la llamada moda rápida (“fast fashion”),
alimentada por precios cada vez más bajos (“low cost”) y diseños
que se renuevan diariamente en función de los cambios en los gustos de los
consumidores. Una moda que
fomenta la tendencia a “comprar, usar, desechar y volver a comprar”
, incentivando a los consumidores (sobre todo jóvenes) a multiplicar sus
comprar de ropa y renovar constantemente su vestuario. De hecho, en
España, operadores como Primark, Lefties o Shein han ganado un 21% de
clientes desde antes de la pandemia. Y su cuota de mercado ha crecido un +16%
sólo en 2023. Según
datos de Kantar WorldPanel, los distintos operadores que venden ropa “low
cost” (Primark, Lefties, Kiabi, Shein, Zeeman o Pepco) han ganado 3
millones de compradores desde la pandemia y ya tienen una cuota de
mercado superior al 20% (20,4%, frente al 12,9% en 2019).
En Europa, capa persona consume unos 26 kilos de
ropa al año, según
datos de la Comisión Europea. Un consumo en ascenso, como en todo el mundo
occidental, que supone dos graves problemas: causa un enorme daño
medioambiental al fabricarse, exportarse y venderse la ropa, y causa
otro daño posterior al dejar de usarse, porque apenas se recicla y acaba
en vertederos, quemándose o exportándose a los países pobres.
Veamos primero el daño medioambiental del negocio de
la moda, que genera un 10% de las emisiones mundiales de gases de
efecto invernadero, causantes del Cambio Climático, más que el
transporte aéreo y marítimo juntos, según
Greenpeace. Otros expertos, el
Informe Global Fashion Agency, resumen así los daños medioambientales
de la industria de la moda, que irán a más: emisiones de CO2 (1.715
millones de Tm en 2015 y 2.791 millones para 2030), consumo de agua (79
millones de metros cúbicos en 2015 y 118 en 2030), uso de productos químicos
(en el 37% del proceso) y, sobre todo, una tremenda generación de residuos,
de ropa que se tira (92 millones de Tm hoy y 148 millones en 2030).
La propia Comisión Europea hizo un cálculo, en 2022, del
impacto
ambiental del consumo de ropa de los europeos: consumió 400
metros cuadrados de suelo por persona al año, 9 metros cúbicos de agua,
391 kilos de materias primas y generó 270kg de CO2 por persona,
lo que supone unos 121 millones de Tm de CO2 generadas por las compras de ropa
de los europeos, entre el 4 y el 10% de las emisiones totales, según criterios.
La fabricación y distribución mundial de ropa generan
un daño ambiental por distintas vías. En unos casos, restando tierras
a otros cultivos para la producción de algodón y fibras vegetales. Pero en
las últimas décadas se ha generalizado la fabricación
de tejidos con fibras sintéticas (representan ya el 69% de
los materiales utilizados y alcanzarán el 75% en 2030, el 85% de ellos
poliéster), que se fabrican a partir del petróleo, lo que genera una parte de
las emisiones. Otras provienen del transporte, desde los países de
origen de gran parte de la ropa (China, Bangladesh, Vietnam, India, Camboya…)
hasta las estanterías de las tiendas occidentales. Y están aumentando las emisiones
derivadas del impulso de las ventas por Internet: no sólo el reparto al
comprador, sino los viajes posteriores por las devoluciones: el
auge de las “devoluciones gratuitas” aumentan los viajes de ida y
vuelta de las prendas.
Luego está el tremendo consumo
de agua para fabricar la ropa que compramos. Fabricar una simple camiseta
se lleva entre 2.700 y 3.000 litros de agua, lo que bebe una persona en dos años y
medio. Y hay prendas como los vaqueros que llegan a consumir 11.500
litros de agua:10.000 litros para producir el tejido (8.000 litros) y
fabricarlos (2.000 litros) y 1.500 litros más en los lavados que se harán.
Además, la industria textil utiliza numerosos productos
químicos, que acaban contaminando ríos y aguas residuales: causa el 20% de la contaminación mundial de estas aguas. Un ejemplo
son otra vez los
vaqueros (ojo: se fabrican 1.000 millones al año): para fabricarlos
con índigo sintético se utilizan productos químicos agresivos para fijar el
tinte, además de cloro para darles el efecto desgaste.
Otro problema de la ropa para los ecosistemas es que en los
primeros lavado de los tejidos sintéticos, muchas prendas liberan “micro
plásticos” , que acaban en los mares y océanos, porque su
pequeño tamaño impide que queden atrapados en los filtros de las depuradoras: cada
año se vierten al mar más de 500.000 toneladas, según
Greenpeace. Además, la fabricación de ropa también produce daños
a la salud humana, porque se utilizan compuestos químicos como el
formaldehído (para evitar arrugas), el antimonio, nanopartículas de
plata (para neutralizar olores), plastificantes y retardantes de llama.
Y no podemos olvidar la
explotación laboral
que va ligada a la industria mundial de la moda “low cost”, que da trabajo a
más de 300 millones de personas, sobre todo en países pobres de Asia, con
larguísimas jornadas de trabajo (16 horas), salarios de miseria y muchos niños
y menores trabajando en condiciones infrahumanas (se han multiplicado los
incendios y muertes). Todo para que podamos comprar una camiseta barata…
Después de este enorme coste ambiental y humano
para fabricar tantos millones de prendas, la mayoría de los consumidores
occidentales nos las ponemos unas semanas o unos meses y al cabo
del tiempo las tiramos: el 87% de las prendas que se fabrican al año en
el mundo. En Europa, se generan unos 16 kilos de residuos textiles
por habitante, lo que supone que se generan 6,95 millones de Tm al año
de residuos textiles, según
un informe de la Agencia Europea de Medio Ambiente (con datos de
2020). Datos más recientes hablan de que
se desechan en Europa 5,2 millones de toneladas al año, una
media de 12 kilos al año. De ellos, un 22% se recicla y el 78%
restante acaba en basureros (un 80% se exporta y termina en basureros
de África, Asia y Latinoamérica).
En España, la última cifra señala que se desechan
unas 900.000 Tm de ropa al año, lo que supone unos 19 kilos al año por español,
más que en Europa. Y reciclamos mucho menos, el 12,2%, mientras casi el
88 % de la ropa acaba en vertederos, según
los datos de Moda-re, una empresa de Cáritas que se
hace cargo con sus contenedores del 40% de la recogida de ropa en España
(otro 16% lo recoge la ONG Humana y el resto, empresas privadas). El reciclaje de
ropa en España varía
mucho por regiones. Hay autonomías con más reciclaje textil, como País
Vasco (24%), Navarra (16,5%), Comunidad Valenciana (16%) o Cataluña (13,9%),
mientras el reciclaje es muy bajo en Extremadura (2,8%), Castilla la Mancha y
Madrid (9,1%).
La estimación
de los expertos en reciclaje es que un 10% de la ropa desechada en España
se quema, otro 70% se exporta (a Asia, África y Oriente Medio), otro 10%
se separa para generar hilaturas recicladas y sólo un 10% de la ropa en
buen estado que no se usa acaba en tiendas de segunda mano. En
España hay sólo unas 300
tiendas donde se vende ropa usada, frente a los miles que existen sólo en
Londres o Berlín. Moda-re, la cooperativa de Cáritas tiene 170 tiendas y
Humana, la ONG de origen danés tiene otras 50 tiendas.
Recientemente, las grandes cadenas de ropa tratan
de “mejorar su imagen” instalando puntos de reciclaje en sus
tiendas. Pero Greenpeace
ha denunciado que estas prendas no se reciclan de verdad y
que acaban en vertederos de Ghana, Pakistán o Chile. Durante más de un
año, en 2023, hicieron un seguimiento, poniendo dispositivos en prendas dejadas para reciclar en tiendas
de 11 ciudades españolas y comprobaron que estas prendas viajaron después
miles de kilómetros, a 4 continentes y 11 países (Emiratos, Pakistán,
Marruecos, Egipto, Camerún, India, Togo, Ghana, Costa de Marfil, Rumanía y
Chile). Por eso pide a los consumidores que “no caigan en la trampa del
reciclaje de moda”, que provoca
inmensos “vertederos” en países pobres.
Ante este desolador panorama, el Parlamento Europeo ya
aprobó en 2018 una Directiva de residuos.
Y en marzo de 2022, la Comisión Europea aprobó
una nueva Estrategia europea para conseguir que los textiles
sean "más duraderos, reutilizables y reciclables", para hacer frente a la fiebre
de la “fast fashion”. Pero no se avanzó y en junio de 2023, los eurodiputados
propusieron endurecer las medidas, para frenar la
producción y el consumo de ropa e impulsar su reciclaje y reutilización. A partir de ahí, en marzo
de 2024, el
Parlamento europeo modificó la normativa de residuos con 2
medidas claves, que los países han de cumplir en 2025: introducir sistemas
de responsabilidad ampliada del fabricante (las empresas tendrán
que cubrir los costes de recogida selectiva, clasificación y reciclaje) y la
obligación de que todos los
países de la UE recojan los residuos textiles por separado.
La primera medida que nos afecta en España es la recogida
obligatoria de los residuos textiles en contenedores propios, desde el 1
de enero de 2025. Ya
hay 21.000 instalados, pero sólo en grandes y medianas ciudades: ahora
los tendrán que instalar todos los municipios y habrá muchos más,
facilitando que al menos la mitad los gestionen ONGs (como Cáritas o Humana),
una norma que ahora muchos Ayuntamientos incumplen. La segunda medida, más
importante, es que las empresas de moda tendrán que gestionar (a su cargo)
la ropa que no vendan o recojan, creando entidades de recogida y
reciclaje, como existen para los plásticos (Ecoembes) y el vidrio (Ecovídrio).
Tendrán meses para hacerlo, después de que el Gobierno apruebe antes
del verano un Decreto que lo regule.
Mientras, 10 grandes firmas de moda pondrán en marcha (en abril de 2025) un
proyecto piloto (“Re-Viste”), en 6 municipios de distinto tamaño, para comprobar la
eficacia de distintos métodos (contenedores en calle, puntos limpios en
tiendas, recogida en parroquias y Centros Comerciales).
El reciclaje de ropa es importante, pero hay que avanzar
más en reducir el consumo y la producción de ropa, haciendo
el proceso más sostenible para el medio ambiente y para sus trabajadores.
Los expertos de la Fundación Ellen MacArthur, que trabajan para la promoción de
“la economía circular” en el textil proponen
4 medidas: aumentar la durabilidad de la ropa, usar los recursos de
forma más eficiente, eliminar uso tejidos con sustancias tóxicas o micro
plásticos y mejorar el reciclaje textil, para lo que proponen avanzar en
tejidos confeccionados con un único material, para que sea más fácil
reciclarlos.
Al final, la clave está en nosotros, los
consumidores: tenemos que “cambiar de hábitos”, no podemos
estrenar una camiseta, un pantalón o unas zapatillas cada mes, para
arrinconarlas en el armario o tirarlas después. Tenemos que aplicar
“las 4 reglas”: comprar menos (no comprar por impulsos o
rebajas), comprar mejor (ropa más sostenible y en tiendas de 2ª mano), utilizar
más la ropa (alargar su vida) y depositarla en los contenedores
señalados. Hay que acabar con este “despilfarro” de consumo de ropa, que
destruye el Planeta. Toma nota: cada kilo de ropa que no compramos ni
tiramos ahorra 25 kg de CO2. Piénsalo.
El mundo está “enganchado” a la droga de comprar ropa cada vez más, sobre todo en los países ricos. Y así, la producción de ropa se duplicó entre el año 2000 y 2015 y hoy ya, cada ciudadano del Planeta consume un 60% más de prendas de ropa que hace 15 años, según la ONU. Los datos de la Agencia Europea de Medio Ambiente son llamativos: la producción textil mundial ha pasado de 58 millones de toneladas en el año 2.000 a 109 millones en 2020. Y se prevé que alcance los 145 millones de toneladas en 2030. Lo más grave, añaden, es que el 87% de esta ropa se desecha luego y acaba en vertederos o se quema.
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