La inversión no tira (en España y en la UE)
España creció mucho en el tercer trimestre, pero cayó
1 de los 4 motores del crecimiento, la inversión. Pero no “pincha” solo
en España: en Europa, la inversión caerá el -1,6% este año, más en
Alemania y Francia. Un dato que preocupa mucho, porque impide a Europa competir
en el mundo y crecer. En España llueve sobre mojado: la inversión
crece menos que la economía los últimos 15 años y sigue por debajo de
2008, porque las empresas han aprovechado sus beneficios para
quitarse deuda y aumentar su capital, no para invertir. Y la inversión
pública, aunque se ha recuperado, sigue por debajo de 2008, por los pasados
recortes. Ahora, los expertos piden que Europa y España reanimen su
inversión (privada y pública), porque es la base del crecimiento y el
empleo futuros. El Plan Draghi propone invertir 800.000 millones
anuales en Europa, en tecnología, digitalización y energías verdes,
para poder competir con EEUU y China. Sin inversión no hay futuro. Enrique Ortega
La inversión, uno de los 4 motores del crecimiento
(junto al consumo público, el consumo privado y las exportaciones),
marca mínimos de una década en Europa. En 2024, la Comisión Europea
espera que la inversión caiga
un -1,6% en la UE-27 (y un -1,9%, en la zona euro), por la fuerte
caída esperada en Alemania (-3%) y Francia (-1,9%), aunque crecerá algo en
Italia y España (+2%). Mientras, se espera que la inversión crezca
un +4% en EEUU. Es el primer año en que la inversión cae en
Europa desde la crisis financiera de 2008-2010 y uno de los factores que
explican por qué la
economía europea está estancada, con un mínimo crecimiento en la UE-27
(+0,9%), una recesión en Alemania (-0,1% caerá su PIB) y un bajo
crecimiento en Francia (+1,1%) e Italia
(+0,7%), del que se distancia España (creceremos +3%, según Bruselas,
por el consumo público y privado más las exportaciones y el turismo).
La causa de este desplome de la inversión en Europa
es múltiple.
Por un lado, la caída de la inversión privada por la pandemia y la lenta
recuperación en 2021 y 2022 por los cuellos de botella en el comercio
mundial y las cadenas internacionales de suministro. Por otro, las 10
subidas de los tipos de interés del BCE (en sólo 14 meses, entre julio de
2022 y septiembre de 2023), que han dificultado los proyectos de inversión en
el continente. Y más ahora, con la crisis política en Alemania y Francia,
los paises claves. Y como cuestión de fondo, la pérdida de competitividad de
Europa en el mundo, que provoca una “huida” del ahorro y la inversión
hacia EEUU y Asia. Un dato esclarecedor:
en el primer semestre de 2024, salieron de Europa hacia otros continentes
167.000 millones de euros, mientras llegaron 10 veces menos capitales, 17.000
millones de euros.
España “mantiene el tipo” este año, con un crecimiento
estimado de la inversión del +2% en 2024. Pero lleva 3 años creciendo
menos de lo esperado y ha caído incluso en el tercer trimestre, un -0,9%,
según
el INE. Con ello, la inversión en España cerrará este año casi
igual que antes de la pandemia (+0,6% sobre 2019), en linea con la
mínima subida de la inversión en Europa (+0,7%) y muy lejos del fuerte
aumento de la inversión en EEUU (+14,9% sobre 2019), según
Eurostat. Pero lo peor es que esta atonía de la inversión en España viene de
lejos:
la inversión española lleva creciendo menos que la economía y menos
que en Europa desde hace 15 años, desde la crisis de 2008.
Hay varias
causas que lo explican. Una es que las empresas españolas salieron
de la crisis financiera muy endeudadas y han aprovechado estos años para
devolver y reducir deuda, más incluso que las demás empresas europeas. Y ahora,
cuando llevan 3 años con un gran aumento de ventas, márgenes y
beneficios, no se lanzan a invertir, sino que aprovechan estos
excedentes para recapitalizarse y ahorrar. Además, muchos sectores (como el
automóvil) están muy abiertos a la competencia exterior y las inversiones se
resienten de los aumentos de costes, problemas en las cadenas de suministros,
proteccionismo comercial e incertidumbres geopolíticas. Y hay también una cierta
incertidumbre sobre la regulación política y fiscal del Gobierno, que
desalienta proyectos de inversión en algunos sectores.
Pero hay otra razón de fondo: la “burbuja” del ladrillo
de principios de siglo sigue pasando factura y ahora es un lastre
para la inversión empresarial en España. El peso de esta inversión
inmobiliaria se ha reducido drásticamente (del 41% de la
inversión total en 2007 al 29% en 2021-23, según
un estudio de la Fundación BBVA e Ivie), pero ahora hay que atender
el stock de capital acumulado (4,2 billones de euros), para cubrir su
depreciación. Y los activos inmobiliarios suponen un 88% de este stock. Eso
significa que un 75% de la inversión anual se hace para “mantener” ese stock
de capital, donde “pesa demasiado el ladrillo” (naves, locales,
terrenos e inmuebles), más que en el resto de Europa (en Alemania, los activos
inmobiliarios suponen el 82% del stock de capital y en Reino Unido el 80%).
Este “lastre” del pasado supone que España
tiene que destinar un 75% de la inversión privada de cada año a cubrir la
depreciación de capital (básicamente activos inmobiliarios heredados de la
burbuja) y que el capital neto sólo aumenta un 25% de lo que se invierte
cada año, la parte que podemos dedicar a “modernizar la economía”, según
el estudio. Y con ello, esta inversión neta es casi la tercera parte
de antes de la crisis financiera: 51.760 millones en 2023, frente a los
146.498 millones en 2007). Lo importante es que esta inversión empresarial
actual es
más sana, porque ha perdido peso la inversión inmobiliaria y se
invierte más en maquinaria, equipos de transporte, tecnologías de la
información y servicios públicos y privados. Ahora se invierte poco
todavía, pero más en tecnología y menos en ladrillo.
En paralelo, la inversión pública también sigue por
debajo de los niveles de 2008, aunque se ha recuperado con fuerza en los
últimos tres años, con el empuje de los Fondos Europeos. Así, en términos
reales (descontando la inflación), la inversión pública ha crecido un +28,2
% entre 2019 y 2023, sobre todo en educación, sanidad e infraestructuras,
aunque todavía esté un 40% por debajo de la inversión pública en España en
2007, según
un estudio de la Fundación BBVA e Ivie, donde refleja los recortes entre
2007 y 2014 y el tirón entre 2019 y 2023.
Con todo, ni la inversión pública ni la privada crecen
ahora lo que deberían, dado la mejoría de los balances en las
empresas privadas y el aluvión de Fondos
llegados de Europa: 47.943 millones de euros en subvenciones (a fondo
perdido) y 83.140 millones en créditos a bajo interés. Y aunque estos Fondos se
han ido adjudicando con lentitud al principio, ya
están disponibles más de la mitad de las subvenciones y créditos, lo que debería
traducirse en un mayor crecimiento de la inversión (no en el +2% previsto
en 2024). Por eso, muchos
expertos creen que existe una falta de confianza empresarial,
afectada por su incertidumbre ante los cambios fiscales y
normativos. Y también ante la coyuntura política, dominada por el
enfrentamiento y la polarización, en España y en Europa.
Relanzar la inversión, para reanimar el
crecimiento y el empleo, es uno
de los grandes objetivos de Europa en esta nueva Legislatura. No se
trata sólo de invertir más y reducir la brecha con EEUU y China, sino de invertir
mejor, con más eficacia y competitividad. Porque los
datos revelan que por cada euro público invertido en Europa en I+D+i,
las empresas privadas europeas invierten otro euro, mientras en EEUU
invierten 2 euros por cada euro público. Y en China y Corea, se multiplica por
más de 3, según
un estudio de la OCDE. Así que la clave no es sólo invertir más, sino
invertir mejor, lo que exige un mejor funcionamiento institucional y más
conexión entre inversión pública y privada.
En España, este doble reto es aún más importante, porque nuestra
productividad no es sólo inferior a la de USA y China, sino a la de la mayoría
de Europa. Y esa menor productividad tiene que ver no solo con nuestro
modelo económico (más servicios y menos industrias), nuestra menor tecnología,
el mayor peso de las pymes respecto a las grandes empresas, la menor formación
de los empleados o el escaso peso de la exportación y la tecnología, sino
también con la baja inversión (privada y pública) entre 2008 y 2023. Esta
menor
productividad de España se traduce en un menor crecimiento del PIB por
habitante: creció un +4% entre 2008 y 2023, frente al +14%
en la UE-27 y el +22% en EEUU. Por eso, los salarios han crecido también
menos y nos hemos "empobrecido" en estos 15 años.
Existe una correlación clara entre lo que invierte un
país y lo que crece, sobre todo por habitante (España ha crecido mucho,
pero también su población). En España, la
inversión por habitante cayó de 8.500 dólares en 2008 a 7.000 en
2023, mientras en Europa subía de 8.000 a 8.500 dólares y en EEUU aumentaba de
10.000 a 14.000 dólares por persona estos 15 años. Unos datos sobre la evolución
de la inversión que explican mucho que la producción por habitante se haya estancado y España tenga un
PIB por persona (30.970
euros en 2023) que es el 88% de la media europea. Y que
15 paises europeos nos superen en PIB por habitante (2023): Luxemburgo,
Irlanda, Dinamarca, Paises Bajos, Austria, Bélgica, Alemania, Suecia,
Finlandia, Malta, Francia, Italia, Chipre, Chequia y Eslovenia.
En definitiva, si España quiere mejorar su productividad
y su nivel de vida, tendrá que aumentar la inversión, además de
modernizar su economía y afrontar los retos tecnológicos, digitales y
medioambientales. Y también Europa, cuya productividad (41.610
euros por habitante en la zona euro en 2023) es muy inferior a la de EEUU
(76.476 euros por habitante). Los expertos creen que la
inversión no tira en Europa
(España incluida) por varias
razones: falta de financiación, falta de rentabilidad de los nuevos
proyectos, falta de empresarios innovadores, falta de “know-how” (saber hacer),
personal técnico y mano de obra especializada, falta de infraestructuras
innovadoras e investigadores y falta de un entorno institucional adecuado
(legislación, fiscalidad, marco laboral…).
La presidenta de la Comisión Europea encargó al expresidente
del BCE, Mario Draghi, un informe para mejorar la productividad y la
competitividad de Europa, que presentó
el 9 de septiembre. Draghi parte de señalar el grave problema que
tiene Europa: el retraso económico respecto a EEUU, aunque
socialmente sea un continente más avanzado. La
cifra es impactante: la UE produjo (PIB) por valor de 46.587,9 millones de
dólares en 2023 (descontada la inflación), un 30% menos de la producción
de EEUU (66.762 millones de dólares). Pero lo más grave es que esta brecha
entre lo que produce Europa y EEUU se ha agravado en las dos últimas décadas,
porque en 2002 el “gap” era sólo del 17%. Y eso se traduce en un
menor nivel de vida en Europa que en EEUU, ahora y desde hace décadas: el
ingreso real disponible de los hogares europeos ha crecido el doble en USA que
en la UE.
Para Draghi, este preocupante panorama plantea a la Unión
Europea un triple reto: acelerar la innovación y encontrar
nuevos motores de crecimiento, reducir los precios de la energía (sin
dejar de “descarbonizar”) y aprender a reaccionar en un mundo
geopolíticamente inestable. Para
responder a estos retos, propone avanzar en varios frentes: una nueva
estrategia industrial (basada en la innovación, la tecnología y la
digitalización), conseguir un verdadero mercado único europeo (“más
Europa), alinear las políticas industriales, comerciales y de
competencia de los 27, aumentar la inversión europea y reformar la
gobernanza de la UE, con más coordinación y menos burocracia. Y en
paralelo, propone tomar medidas en 10 sectores relevantes:
energía, materiales críticos, digitalización y tecnologías avanzadas,
industrias consumidoras de energía, tecnologías verdes, automóvil, industria de
Defensa y espacial, farmacéuticas y transporte.
Pero estas propuestas y medidas tienen un coste: Europa
necesita invertir 800.000 millones de euros al año, lo que supone
cuadruplicar el Plan Marshall (de la postguerra europea) y superar con creces el
Plan de Recuperación aprobado tras la pandemia (contemplaba invertir
750.000 millones de euros entre 2021 y 2026, unos 125.000 millones al año). Draghi
señala 3 vías para conseguir
estos ingentes recursos: la financiación privada, de las Bolsas (creando
un único mercado de capitales), la banca (avanzando en la unión bancaria y las
fusiones transfronterizas) y los ahorradores (Europa ahorra mucho más que EEUU,
pero 300.000
millones de ahorro europeo se desvían a financiar a EEUU), los préstamos
del BEI (Banco Europeo de Inversiones) y la financiación pública
(el Presupuesto UE es ridículo comparado con EEUU: un 1% del PIB de los
27) y la emisión de deuda europea, bonos que emitirían
conjuntamente los 27 (como con el Plan de Recuperación), para financiar
proyectos industriales, tecnológicos y medioambientales.
Con estos 800.000 millones anuales y las necesarias
reformas, Europa podría relanzar su inversión (pública y privada)
y tratar de competir con EEUU y China en las próximas décadas. Pero la
nueva Comisión Europea es más conservadora y
está más dividida, con lo que no será fácil conseguir que ponga
en marcha el Plan Draghi y aprueben un mayor Presupuesto europeo y emitan “bonos”
europeos (que no quieren los paises ricos del centro y norte) para atraer el
ahorro mundial a los futuros proyectos europeos. Pero no queda más remedio
si Europa no quiere ser un continente sin peso y con peor nivel de vida en unas
décadas. España
debe apuntarse a este “tren inversor”, aprovechando al máximo los Fondos
europeos y relanzando la inversión interna, pública y privada, con incentivos, fiscalidad y normativa a favor de
los proyectos innovadores y competitivos.
Hay
que “mimar” la inversión, canalizar el ahorro, los
beneficios empresariales y los impuestos a proyectos que modernicen la economía
y nos hagan un país más competitivo, con más innovación, tecnología,
digitalización y descarbonización. Urge relanzar la inversión, para asegurar el crecimiento y el empleo futuros.
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