jueves, 5 de diciembre de 2024

La inversión no tira (en España y en la UE)

España creció mucho en el tercer trimestre, pero cayó 1 de los 4 motores del crecimiento, la inversión. Pero no “pincha” solo en España: en Europa, la inversión caerá el -1,6% este año, más en Alemania y Francia. Un dato que preocupa mucho, porque impide a Europa competir en el mundo y crecer. En España llueve sobre mojado: la inversión crece menos que la economía los últimos 15 años y sigue por debajo de 2008, porque las empresas han aprovechado sus beneficios para quitarse deuda y aumentar su capital, no para invertir. Y la inversión pública, aunque se ha recuperado, sigue por debajo de 2008, por los pasados recortes. Ahora, los expertos piden que Europa y España reanimen su inversión (privada y pública), porque es la base del crecimiento y el empleo futuros. El Plan Draghi propone invertir 800.000 millones anuales en Europa, en tecnología, digitalización y energías verdes, para poder competir con EEUU y China. Sin inversión no hay futuro.

                             Enrique Ortega

La inversión, uno de los 4 motores del crecimiento (junto al consumo público, el consumo privado y las exportaciones), marca mínimos de una década en Europa. En 2024, la Comisión Europea espera que la inversión caiga un -1,6% en la UE-27 (y un -1,9%, en la zona euro), por la fuerte caída esperada en Alemania (-3%) y Francia (-1,9%), aunque crecerá algo en Italia y España (+2%). Mientras, se espera que la inversión crezca un +4% en EEUU. Es el primer año en que la inversión cae en Europa desde la crisis financiera de 2008-2010 y uno de los factores que explican por qué la economía europea está estancada, con un mínimo crecimiento en la UE-27 (+0,9%), una recesión en Alemania (-0,1% caerá su PIB) y un bajo  crecimiento en Francia (+1,1%) e Italia (+0,7%), del que se distancia España (creceremos +3%, según Bruselas, por el consumo público y privado más las exportaciones y el turismo).

La causa de este desplome de la inversión en Europa es múltiple. Por un lado, la caída de la inversión privada por la pandemia y la lenta recuperación en 2021 y 2022 por los cuellos de botella en el comercio mundial y las cadenas internacionales de suministro. Por otro, las 10 subidas de los tipos de interés del BCE (en sólo 14 meses, entre julio de 2022 y septiembre de 2023), que han dificultado los proyectos de inversión en el continente. Y más ahora, con la crisis política en Alemania y Francia, los paises claves. Y como cuestión de fondo, la pérdida de competitividad de Europa en el mundo, que provoca una “huida” del ahorro y la inversión hacia EEUU y Asia. Un dato esclarecedor: en el primer semestre de 2024, salieron de Europa hacia otros continentes 167.000 millones de euros, mientras llegaron 10 veces menos capitales, 17.000 millones de euros.

España “mantiene el tipo” este año, con un crecimiento estimado de la inversión del +2% en 2024. Pero lleva 3 años creciendo menos de lo esperado y ha caído incluso en el tercer trimestre, un -0,9%, según el INE. Con ello, la inversión en España cerrará este año casi igual que antes de la pandemia (+0,6% sobre 2019), en linea con la mínima subida de la inversión en Europa (+0,7%) y muy lejos del fuerte aumento de la inversión en EEUU (+14,9% sobre 2019), según Eurostat. Pero lo peor es que esta atonía de la inversión en España viene de lejos: la inversión española lleva creciendo menos que la economía y menos que en Europa desde hace 15 años, desde la crisis de 2008.

Hay varias causas que lo explican. Una es que las empresas españolas salieron de la crisis financiera muy endeudadas y han aprovechado estos años para devolver y reducir deuda, más incluso que las demás empresas europeas. Y ahora, cuando llevan 3 años con un gran aumento de ventas, márgenes y beneficios, no se lanzan a invertir, sino que aprovechan estos excedentes para recapitalizarse y ahorrar. Además, muchos sectores (como el automóvil) están muy abiertos a la competencia exterior y las inversiones se resienten de los aumentos de costes, problemas en las cadenas de suministros, proteccionismo comercial e incertidumbres geopolíticas. Y hay también una cierta incertidumbre sobre la regulación política y fiscal del Gobierno, que desalienta proyectos de inversión en algunos sectores.

Pero hay otra razón de fondo: la “burbuja” del ladrillo de principios de siglo sigue pasando factura y ahora es un lastre para la inversión empresarial en España. El peso de esta inversión inmobiliaria se ha reducido drásticamente (del 41% de la inversión total en 2007 al 29% en 2021-23, según un estudio de la Fundación BBVA e Ivie), pero ahora hay que atender el stock de capital acumulado (4,2 billones de euros), para cubrir su depreciación. Y los activos inmobiliarios suponen un 88% de este stock. Eso significa que un 75% de la inversión anual se hace para “mantener” ese stock de capital, donde “pesa demasiado el ladrillo” (naves, locales, terrenos e inmuebles), más que en el resto de Europa (en Alemania, los activos inmobiliarios suponen el 82% del stock de capital y en Reino Unido el 80%).

Este “lastre” del pasado supone que España tiene que destinar un 75% de la inversión privada de cada año a cubrir la depreciación de capital (básicamente activos inmobiliarios heredados de la burbuja) y que el capital neto sólo aumenta un 25% de lo que se invierte cada año, la parte que podemos dedicar a “modernizar la economía”, según el estudio. Y con ello, esta inversión neta es casi la tercera parte de antes de la crisis financiera: 51.760 millones en 2023, frente a los 146.498 millones en 2007). Lo importante es que esta inversión empresarial actual es más sana, porque ha perdido peso la inversión inmobiliaria y se invierte más en maquinaria, equipos de transporte, tecnologías de la información y servicios públicos y privados. Ahora se invierte poco todavía, pero más en tecnología y menos en ladrillo.

En paralelo, la inversión pública también sigue por debajo de los niveles de 2008, aunque se ha recuperado con fuerza en los últimos tres años, con el empuje de los Fondos Europeos. Así, en términos reales (descontando la inflación), la inversión pública ha crecido un +28,2 % entre 2019 y 2023, sobre todo en educación, sanidad e infraestructuras, aunque todavía esté un 40% por debajo de la inversión pública en España en 2007, según un estudio de la Fundación BBVA e Ivie, donde refleja los recortes entre 2007 y 2014 y el tirón entre 2019 y 2023.

Con todo, ni la inversión pública ni la privada crecen ahora lo que deberían, dado la mejoría de los balances en las empresas privadas y el aluvión de Fondos llegados de Europa: 47.943 millones de euros en subvenciones (a fondo perdido) y 83.140 millones en créditos a bajo interés. Y aunque estos Fondos se han ido adjudicando con lentitud al principio, ya están disponibles más de la mitad de las subvenciones y créditos, lo que debería traducirse en un mayor crecimiento de la inversión (no en el +2% previsto en 2024). Por eso, muchos expertos creen que existe una falta de confianza empresarial, afectada por su incertidumbre ante los cambios fiscales y normativos. Y también ante la coyuntura política, dominada por el enfrentamiento y la polarización, en España y en Europa.

Relanzar la inversión, para reanimar el crecimiento y el empleo, es uno de los grandes objetivos de Europa en esta nueva Legislatura. No se trata sólo de invertir más y reducir la brecha con EEUU y China, sino de invertir mejor, con más eficacia y competitividad. Porque los datos revelan que por cada euro público invertido en Europa en I+D+i, las empresas privadas europeas invierten otro euro, mientras en EEUU invierten 2 euros por cada euro público. Y en China y Corea, se multiplica por más de 3, según un estudio de la OCDE. Así que la clave no es sólo invertir más, sino invertir mejor, lo que exige un mejor funcionamiento institucional y más conexión entre inversión pública y privada.

En España, este doble reto es aún más importante, porque nuestra productividad no es sólo inferior a la de USA y China, sino a la de la mayoría de Europa. Y esa menor productividad tiene que ver no solo con nuestro modelo económico (más servicios y menos industrias), nuestra menor tecnología, el mayor peso de las pymes respecto a las grandes empresas, la menor formación de los empleados o el escaso peso de la exportación y la tecnología, sino también con la baja inversión (privada y pública) entre 2008 y 2023. Esta menor productividad de España se traduce en un menor crecimiento del PIB por habitante: creció un +4% entre 2008 y 2023, frente al +14% en la UE-27 y el +22% en EEUU. Por eso, los salarios han crecido también menos y nos hemos "empobrecido" en estos 15 años.

Existe una correlación clara entre lo que invierte un país y lo que crece, sobre todo por habitante (España ha crecido mucho, pero también su población). En España, la inversión por habitante cayó de 8.500 dólares en 2008 a 7.000 en 2023, mientras en Europa subía de 8.000 a 8.500 dólares y en EEUU aumentaba de 10.000 a 14.000 dólares por persona estos 15 años. Unos datos sobre la evolución de la inversión  que explican mucho que la producción por habitante se haya estancado y España tenga un PIB por persona (30.970 euros en 2023) que es el 88% de la media europea. Y  que 15 paises europeos nos superen en PIB por habitante (2023): Luxemburgo, Irlanda, Dinamarca, Paises Bajos, Austria, Bélgica, Alemania, Suecia, Finlandia, Malta, Francia, Italia, Chipre, Chequia y Eslovenia.

En definitiva, si España quiere mejorar su productividad y su nivel de vida, tendrá que aumentar la inversión, además de modernizar su economía y afrontar los retos tecnológicos, digitales y medioambientales. Y también Europa, cuya productividad (41.610 euros por habitante en la zona euro en 2023) es muy inferior a la de EEUU (76.476 euros por habitante). Los expertos creen que la inversión no tira en Europa (España incluida) por varias razones: falta de financiación, falta de rentabilidad de los nuevos proyectos, falta de empresarios innovadores, falta de “know-how” (saber hacer), personal técnico y mano de obra especializada, falta de infraestructuras innovadoras e investigadores y falta de un entorno institucional adecuado (legislación, fiscalidad, marco laboral…).

La presidenta de la Comisión Europea encargó al expresidente del BCE, Mario Draghi, un informe para mejorar la productividad y la competitividad de Europa, que presentó el 9 de septiembre. Draghi parte de señalar el grave problema que tiene Europa: el retraso económico respecto a EEUU, aunque socialmente sea un continente más avanzado. La cifra es impactante: la UE produjo (PIB) por valor de 46.587,9 millones de dólares en 2023 (descontada la inflación), un 30% menos de la producción de EEUU (66.762 millones de dólares). Pero lo más grave es que esta brecha entre lo que produce Europa y EEUU se ha agravado en las dos últimas décadas, porque en 2002 el “gap” era sólo del 17%. Y eso se traduce en un menor nivel de vida en Europa que en EEUU, ahora y desde hace décadas: el ingreso real disponible de los hogares europeos ha crecido el doble en USA que en la UE.

Para Draghi, este preocupante panorama plantea a la Unión Europea un triple reto: acelerar la innovación y encontrar nuevos motores de crecimiento, reducir los precios de la energía (sin dejar de “descarbonizar”) y aprender a reaccionar en un mundo geopolíticamente inestable.  Para responder a estos retos, propone avanzar en varios frentes: una nueva estrategia industrial (basada en la innovación, la tecnología y la digitalización), conseguir un verdadero mercado único europeo (“más Europa), alinear las políticas industriales, comerciales y de competencia de los 27, aumentar la inversión europea y reformar la gobernanza de la UE, con más coordinación y menos burocracia. Y en paralelo, propone tomar medidas en 10 sectores relevantes: energía, materiales críticos, digitalización y tecnologías avanzadas, industrias consumidoras de energía, tecnologías verdes, automóvil, industria de Defensa y espacial, farmacéuticas y transporte.

Pero estas propuestas y medidas tienen un coste: Europa necesita invertir 800.000 millones de euros al año, lo que supone cuadruplicar el Plan Marshall (de la postguerra europea) y superar con creces el Plan de Recuperación aprobado tras la pandemia (contemplaba invertir 750.000 millones de euros entre 2021 y 2026, unos 125.000 millones al año). Draghi señala 3  vías para conseguir estos ingentes recursos: la financiación privada, de las Bolsas (creando un único mercado de capitales), la banca (avanzando en la unión bancaria y las fusiones transfronterizas) y los ahorradores (Europa ahorra mucho más que EEUU, pero 300.000 millones de ahorro europeo se desvían a financiar a EEUU), los préstamos del BEI (Banco Europeo de Inversiones) y la financiación pública (el Presupuesto UE es ridículo comparado con EEUU: un 1% del PIB de los 27) y la emisión de deuda europea, bonos que emitirían conjuntamente los 27 (como con el Plan de Recuperación), para financiar proyectos industriales, tecnológicos y medioambientales.

Con estos 800.000 millones anuales y las necesarias reformas, Europa podría relanzar su inversión (pública y privada) y tratar de competir con EEUU y China en las próximas décadas. Pero la nueva Comisión Europea es más conservadora y está más dividida, con lo que no será fácil conseguir que ponga en marcha el Plan Draghi y aprueben un mayor Presupuesto europeo y emitan “bonos” europeos (que no quieren los paises ricos del centro y norte) para atraer el ahorro mundial a los futuros proyectos europeos. Pero no queda más remedio si Europa no quiere ser un continente sin peso y con peor nivel de vida en unas décadas. España debe apuntarse a este “tren inversor”, aprovechando al máximo los Fondos europeos y relanzando la inversión interna, pública y privada, con incentivos, fiscalidad y normativa a favor de los proyectos innovadores y competitivos.

Hay que mimar” la inversión, canalizar el ahorro, los beneficios empresariales y los impuestos a proyectos que modernicen la economía y nos hagan un país más competitivo, con más innovación, tecnología, digitalización y descarbonización. Urge relanzar la inversiónpara asegurar el crecimiento y el empleo futuros.  

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