Las plantillas de las empresas españolas han
envejecido y ahora 1 de cada 5 trabajadores tienen más de 55 años,
2 millones más que hace 10 años. Y este verano se ha superado el récord
de mayores “activos”, que trabajan o buscan trabajo (5,1 millones). Muchas
son mujeres que buscan recuperar el trabajo perdido y sumar ingresos en
casa, aunque las mujeres mayores de 55 años están tan discriminadas o más
que las jóvenes: tienen menos trabajo y peores empleos, ganan menos,
tienen más paro y cobran menos y reciben menos pensiones que los trabajadores
mayores. Pero todos, mujeres y hombres mayores, tienen el mismo problema: las
empresas no los quieren, tratan de que se vayan o se jubilen y no los
contratan si están parados. Aumenta el “edadismo” en la economía,
que relega a muchos mayores a seguir parados hasta la jubilación. Urge un
Plan para promover el reciclaje y la contratación de estos millones de
personas "mayores", para aprovechar su talento y su experiencia. Protesta trabajadores mayores 55 años Información Alicante
España tiene una población cada vez más envejecida,
como toda Europa, por el aumento de la esperanza de vida y el menor número de
nacimientos. El 1 de octubre residían en España 48.946.035 habitantes,
según el INE, de los que más de un tercio (el 34,91%) tienen más
de 55 años: 17.087.070. Son 3,3 millones de mayores más que hace 10 años,
cuando en España vivían 46.507.760 personas, de las que 13.813.959 tenían más
de 55 años. De este tercio largo de personas mayores, un 44% son personas en
edad laboral, que tienen
entre 55 y 64 años: 7.579.865 personas, 1,6 millones más que
en 2014. De hecho, dos tercios del
aumento de población total que ha tenido España en la última década se ha dado
entre las personas que tienen de 55 a 65 años. Y una buena parte de este aumento
se debe a los
inmigrantes mayores (55 a 65 años), que son ahora 910.860 personas
(1 de cada 8 mayores).
De estos 7,5 millones de personas que tienen entre
55 y 65 años, cada vez hay más “activos”, personas que buscan
trabajo o trabajan, debido a que muchos “mayores” se han lanzado al mercado
laboral tras las dos crisis (financiera y pandemia), sobre todo mujeres. De
hecho, este
verano se batió el récord histórico de “mayores activos”, superándose
los 5 millones de personas con más de 55 años que trabajan o buscan
trabajo : en septiembre eran ya 5.092.600 “mayores activos” (un
20,72% del total de activos), según
la EPA, lo que supone un tremendo salto en su actividad, dado que hace 10
años (2014), sólo eran “activos” (trabajaban o buscaban trabajo) 3,1
millones de mayores (el 13,5% de todos los activos) y hace 20 años (en 2004),
sólo eran activos 2 millones (el 10,2% del total).
Así que los trabajadores “mayores” (más de 55
años) están más activos que nunca en España y también trabajan
más que nunca. En septiembre de 2024, tenían un trabajo 4.576.700
ocupados mayores de 55 años (4,21 millones entre 55 y 64 años, 304.700
con 65 a 69 años y 53.100 con más de 70 años), una cifra que supera en algo más
de 2 millones a los “mayores” que trabajaban hace 10 años, en septiembre de
2014 (2.557.500). Eso supone que 1 de cada 5 trabajadores (20,97%)
tienen hoy más de 55 años, cuando hace
10 años, el empleo de los “mayores” suponía no llegaba a 1 de cada 7
trabajadores (14,6%). De estos 2 millones de mayores más que trabajan hoy,
1 millón más son hombres y otro millón mujeres. Y el 11% de los “mayores” con
trabajo son extranjeros (500.000, la mayoría mujeres).
Una parte de estos “mayores activos”, esos 5 millones
con más de 55 años, no han conseguido trabajar y están en paro.
En septiembre de 2024, se
consideraban “parados” (EPA) un total de 515.900 mayores de 55 años (la mayoría,
494.400 con una edad entre 55 y 64 años, 19.500 parados con 65 a 69 años y
2.000 parados con más de 70 años, que “siguen buscando empleo”). Son menos
parados “mayores” que hace 10 años (593.100 en septiembre de 2014), pero la
caída es pequeña frente a la del paro total (reducido a la
mitad, de 5,42 millones a 2,75 millones), según
el INE. Y además, el peso de los parados “mayores” en el total es hoy
mayor: son el 18,73% de todos los parados, cuando en 2014 eran
el 10,92%.
Hasta aquí, el panorama de la actividad, el empleo y el paro
de los mayores de 55 años, un colectivo que ha dado un gran salto en el
mercado laboral, aunque las
empresas “renieguen” de ellos en muchos casos y busquen sustituirlos
por jóvenes (más “baratos”). Pero el dinamismo laboral de
este colectivo de “mayores” esconde una “brecha interna”, una discriminación
generalizada por la que las mujeres “mayores” salen perdiendo, según
revela un reciente estudio de la Fundación Mapfre: son menos “activas”,
tienen menos empleos, más precarios y
puestos menos importantes y peor pagados, más paro y menos subsidio y cobran
menos pensiones que los hombres “mayores”.
Empezando por la
actividad, de las 4,7 millones de mayores activos entre 55 y 64 años, menos
de la mitad son mujeres (2,19 millones) y hay más hombres (2,52
millones), a pesar de que hay más mujeres que hombres en la población total y
en esa franja de edad. Y en España, son “activas” sólo el 61,1% de las
mujeres “mayores”, frente al 73,5% los hombres. Eso se debe a que muchas
mujeres dejan de trabajar al ser madres o para cuidar a sus padres, lo que
reduce su porcentaje de “actividad” (buscar trabajo o trabajar).
En cuanto al empleo,
la 2ª discriminación es que las
mujeres “mayores” trabajan menos que los hombres “mayores”. En septiembre
de 2023, de los 4.576.700 mayores de 55 años que trabajaban, más de la mitad eran
hombres (2.489.900 ocupados, el 54,4%) y menos mujeres (2.086.800 ocupadas, el
45,6% del total). Es lo mismo que pasaba 10 años antes: 1.459.200
ocupados hombres y 1.098.400 mujeres. Comparados
con Europa, las mujeres “mayores” tienen una tasa de empleo menor:
53% de las mujeres con esa edad trabajan en España, frente al 58%
en la UE-27, el 71% en Alemania, el 57,2% en Francia y el 47,2% en Italia.
Además, las mujeres "mayores" sufren otras
discriminaciones: tienen más contratos a tiempo parcial (unas,
para atender a hijos y mayores y otras, porque no encuentran otro empleo), más
contratos temporales y trabajan en sectores “feminizados”
(educación, sanidad, comercio y hostelería), que suelen tener sueldos más
bajos. Y aunque tienen más formación que los trabajadores
hombres mayores (el 40% son universitarias, según la Fundación Mapfre), tienen peores
puestos que los hombres (hay 2,5 veces más hombres “senior” que mujeres en
puestos directivos) y peores sueldos. La
“brecha” salarial por género es mayor entre los trabajadores mayores
de 55 años, según
la Fundación Mapfre: un 14,4% menos que los hombres cobran las
mujeres que tienen entre 55 y 64 años, una “brecha” mayor que entre 45 y 54
años (cobran 12,1% menos), entre 35 y 44 años (6,9%) o entre 25 y 34
años(1,3%).
Otra importante discriminación se da en
el paro, por partida doble. Por un lado, las mujeres “mayores” sufren
más paro: en septiembre de 2024, había 282.200 mujeres con más de 55
años en paro (el 54,7% del total), frente a 233.700 parados “mayores”. Y lo más llamativo: la tasa de paro de las
mujeres “mayores” en España, el 12,9% de la población activa (2023),
no sólo supera a la de los hombres (9,5%) , sino que triplica
al paro de las mujeres mayores en la UE-27 (4,5%) y Francia (55) y multiplica
por 6 el paro de las alemanas (2%), según
Eurostat. Y por otro lado, las
mujeres cobran menos desempleo, tanto porque cotizan por sueldos más
bajos como porque han cotizado menos tiempo y a veces no tienen derecho al
subsidio contributivo (988 euros mensuales), sólo al asistencial (480 euros). Los
datos del SEPE de octubre revelan que 376.912 mujeres mayores de 55 años
cobran un subsidio contributivo (y 311.017 parados “mayores”), 872 euros
al mes ellas, frente a 1.100 ellos. Eso sí, los parados “mayores”
que cobran el desempleo asistencial, a partir de los 52 años y hasta la
jubilación, cobran lo mismo sean hombres o mujeres: 480 euros al mes.
Al final de la vida, las
mujeres cobran menos pensión que los hombres, porque han cotizado
por sueldos más bajos y durante menos años, porque han tenido “años en blanco”,
que no han trabajado ni cotizado, por la maternidad o por el cuidado de mayores
y dependientes. De ahí que la pensión media de los hombres, en octubre
de 2024, sea de 1.514,18 euros, frente a 1.031,07 euros la de las
mujeres. Y la pensión de jubilación, 1.659,19 euros de media los hombres frente
a 1.145,46 las mujeres. Pero en el caso de jubilarse
anticipadamente, también hay discriminación en el cobro: 1.732
euros las mujeres frente a 2.090 los hombres, para jubilaciones entre los 60 y
64 años, y 1,411 euros las mujeres frente a 1.725 euros los hombres en
jubilaciones entre los 65 y 69 años, según
la Seguridad Social.
Las mujeres “mayores” están discriminadas respecto a los
hombres, en actividad, empleo, paro, ingresos, subsidios y pensiones. Pero todos
los “mayores”, ellos y ellas, sufren cada día la presión de muchas empresas,
que intentan “que se vayan” o se jubilen anticipadamente, o que no están
dispuestas a contratar a mayores en paro. Un
contrasentido: que un colectivo
muy dinámico y formado, los mayores de 55 años, sufra prejuicios y estereotipos
en el mercado laboral, que en muchos casos los lleva a la inactividad, al
desempleo de larga duración y a las jubilaciones anticipadas (perdiendo
pensión), como
señala este informe de Adecco.
Hay sectores enteros, como la banca, las telecomunicaciones
o la energía, que han sufrido procesos de “rejuvenecimiento de las
plantillas”, a cambio de un alto coste para las empresas y para la
Seguridad Social. Y la presión sigue hoy en muchas empresas y sectores, con el
objetivo de “renovar” plantillas y ahorrarse costes, al sustituir
un empleado con antigüedad y sueldos medios por jóvenes mileuristas y contratos
precarios. Es una visión “cortoplacista”, que puede suponer “ahorros” a
corto plazo pero donde las empresas pierden lo más valioso: el capital
humano. Parece claro que hay que dejar sitio a las nuevas generaciones,
pero debería buscarse una “cohabitación” entre trabajadores mayores y
jóvenes, promoviendo contratos
de relevo, donde el empleado mayor trabaje menos horas y forme a
los nuevos, sin perder mucho sueldo y bonificando la contratación de esos
jóvenes.
Lo que parece claro es que asistimos a un
problema de “edadismo” en el mercado laboral: las empresas
apenas contratan a mayores de 45 años y es muy raro que
contraten a mayores de 55 años. Los datos son muy
evidentes: en octubre de 2024, de los 12.935.916 contratos hechos en
España (se hacen muchos al año para un puesto), sólo el 8,92% se hicieron a
parados mayores de 55 años, según
el SEPE, cuyos datos revelan que los contratos se concentran en los 25-29
años (14,8% del total) y los 30-34 años (12,10%).
Así que los
515.900 parados con más de 55 años tienen muy difícil encontrar un trabajo.
Ellos lo saben: 7 de cada 10 parados mayores de 55 años “creen que no
volverán a trabajar nunca”, según
una Encuesta de la Fundación Adecco. Solo les queda malvivir con 480
euros de paro hasta que puedan jubilarse (63,65 o 67 años, según lo
cotizado y lo que quieran perder si anticipan la retirada). Y eso si
cumplen los requisitos para cobrar el paro de mayores de 52 años,
que incluyen carecer de otros ingresos y haber cotizado 6 años. En cualquier
caso, no sólo buscan trabajo: también recuperar
la autoestima, porque se ven sin salida después de sus estudios y
muchos años de trabajo.
La Fundación
Mapfre propone que el Gobierno y las empresas promuevan trabajos
parciales (“mini Jobs”) para recuperar a los parados “mayores”,
incentivar que muchos se hagan autónomos (hay 1 millón de mayores
de 55 años autónomos, 350.000 mujeres), junto a programas de reciclaje y
formación (sobre todo en herramientas digitales), además de bonificaciones fiscales y de cotizaciones
a las empresas que contraten a mayores. Y que se publique e incentive el
porcentaje de mayores que tienen las empresas. Otro elemento clave es la reforma
y modernización de las oficinas de empleo (SEPE), para que ayuden a
recolocarse a los parados y en especial e los mayores que llevan más tiempo sin
trabajar.
En resumen, que tenemos un ejército de “mayores” que
tienen ganas de trabajar y una formación y experiencia muy valiosas, que las
empresas no deberían relegar, porque mejora su eficacia y productividad. No
podemos despreciar el talento.
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