Una de las pocas cosas que han pactado el Gobierno y el PSOE ha sido el bono social eléctrico:
rebajar la factura de la luz y no cortársela por impago a los más pobres,
medidas que entrarán en vigor este otoño. Queda “muy social”, pero está lleno de “trucos”. Primero, quién paga: según el Gobierno, el bono
social lo pagarán las eléctricas, pero ellas dicen que lo repercutirán y nos lo
cargarán en la factura de la luz, después de haberlo ganado en los Tribunales.
Y cuando una familia no pague los
recibos, se obligará a los servicios
sociales a pagar la mitad: si no, las
eléctricas pueden cortarles la luz. Un “chantaje”
a Ayuntamientos y autonomías, colapsados y sin Presupuesto. O sea, los políticos se hacen la foto y los demás
pagamos. Todo por no ir al fondo del problema: tenemos la luz más cara de Europa, porque
pagamos costes de más. Y hay demasiadas
familias pobres, que no necesitan “caridad” sino más trabajo y más
ingresos. Sean serios y no hagan
demagogia.
Pagar
el recibo de la luz está siendo un problema desde que se inició
la crisis, porque han bajado drásticamente los ingresos de las familias (menos trabajo y unos
salarios que se han reducido del 5 al 15%) y mientras ha subido mucho el precio de la luz, un 52% desde 2008 a 2014, casi
el doble que en Europa (+34%), según Eurostat. Con ello, un 8% de los hogares españoles (4.200.000 personas)
tiene problemas para pagar el recibo de la luz, según el último estudio de la Asociación de Ciencias Ambientales (ACA). Y 625.000 hogares sufrieron el corte de luz por impago de recibos en
2015, según los datos publicados por la Comisión de la Competencia (CNMC). Todo ello porque el
recibo de la luz supone más del 10% de
los gastos totales para 1 de cada 6 familias, muchas de las cuales han
tenido que reducir su consumo de electricidad para vivir y calentarse. De
hecho, en España hay más de 5 millones
de personas en situación de “pobreza energética”, según los estudios de ACA. Y este problema provoca hasta 7.100 muertes al año
en España, según la OMS, el doble que el tráfico.
La pobreza energética se ceba en cuatro
autonomías pobres (Andalucía,
Extremadura Castilla la Mancha y Murcia), en familias con bajos ingresos
por paro o empleo precario, con bajo
nivel educativo y especialmente madres solteras o separadas con hijos,
inmigrantes no europeos y personas mayores, especialmente jubilados con
pensiones mínimas. El 14 de noviembre pasado, una de estas jubiladas, Rosa, de 81años, murió asfixiada en su casa de Reus, a consecuencia de un
incendio provocado por una vela con la que se alumbraba tras haberle cortado la luz Gas Natural por impago de los recibos.
La muerte de Rosa
y la ola de frío de este invierno llevaron
al Gobierno y a los políticos a actuar, a tomar medidas tras varios años
impasibles ante la pobreza energética. En diciembre de 2016, el Gobierno Rajoy y el PSOE pactaron un acuerdo sobre el bono social eléctrico, apoyado después por Ciudadanos, que fue convalidado en enero de 2017 en el Congreso y que ahora está pendiente de la aprobación de Bruselas, con lo que se espera que entre en vigor este otoño. El acuerdo
contempla dos medidas. Por un lado, se mantiene y reforma el bono social eléctrico,
que supone una rebaja de la factura de la
luz del 25 al 40% para las familias con menos ingresos. Por otro, se
crea un nuevo mecanismo para evitar
los cortes de la luz a las familias más pobres que no paguen los recibos.
El bono social
eléctrico va dirigido sólo a una serie de colectivos “vulnerables” que podrán
disfrutar de la rebaja del 25% del recibo de la luz: familias con bajos
ingresos (de 9.681 euros anuales sin hijos y hasta 16.135 euros con 2 hijos menores),
familias con todos sus miembros en paro,
pensionistas con pensiones mínimas y todas las familias numerosas (ganen lo
que ganen, una injusticia), además de víctimas
del terrorismo y de la violencia de género más familias con discapacitados.
Y en el caso de que estas familias ganen
menos de la mitad de esos topes (de 4.840 a 8.067 euros anuales), se les
considera “vulnerables severos” y el
bono social les permite rebajarse hasta
un 40% del recibo de la luz. Eso sí, con dos condiciones
más: no pueden consumir la luz que quieran (tienen unos topes de consumo) y
tienen que tener una tarifa regulada (PVPC), no pueden tener un contrato libre
de los que ofrecen las eléctricas (y que son ya el 58% de todos los contratos
de la luz). Además, tienen que solicitar a las eléctricas el bono social y
renovar cada año la solicitud.
En total, se estima que 2,5 millones de españoles tienen derecho al bono social, cuyos descuentos (del 25 al 40%) costarán este año unos 230 millones de
euros. ¿Quién lo paga? Según el Gobierno Rajoy, las eléctricas y las comercializadoras de electricidad. Pero ellas
ya han dicho que “lo repercutirán en el consumidor”. O sea, que lo acabaremos pagando todos en el
recibo. Y si no, irán a los Tribunales y lo ganarán, como ya han hecho.
Veamos la historia. En realidad, el
bono social es una idea del Gobierno Zapatero, que lo introdujo en 2009, tras pactar con las eléctricas que lo pagaban ellas, a cambio de otras ventajas. Pero
Iberdrola recurrió a los Tribunales y el
Supremo obligó al Gobierno, en 2012, a devolverles lo pagado entre 2009 y 2012 (a costa de
nuestro recibo) y a cambiar el sistema de pago. Industria lo cambió a medias, las eléctricas
volvieron a recurrir y el Supremo
falló otra vez a su favor, en octubre de 2016, sentenciando que hay que devolverles lo pagado entre 2012
y octubre de 2016 (503 millones de euros,
pendientes de pagárselos).
Mientras el
Gobierno dice que ahora serán las eléctricas las que paguen el bono social, trata de ganar el pleito legal con las eléctricas, para lo que
presentó, a finales de 2016, un recurso ante el Tribunal Constitucional (aún no admitido hoy) contra la última sentencia que perdió
en octubre . El Gobierno quiere que el
Constitucional presente una cuestión prejudicial ante el Tribunal de Justicia
de la Unión Europea, porque entiende que el Supremo se extralimitó al
interpretar una directiva europea. En definitiva, trata de ganar en los Tribunales europeos lo que ha perdido dos
veces en los Tribunales españoles: que las eléctricas paguen el bono social.
Y mientras, ha aprobado un “truco legal” afrontar el pago de los 503 millones que debe a las eléctricas del
bono social 2012-2016: ha incluido una enmienda en la Ley de Presupuestos 2017 para que ese dinero pueda pagarse con el remanente del sistema
eléctrico (algo prohibido). Una “chapuza legal” para evitar que esos 503
millones los paguemos en el recibo.
Así que está en el aire quien paga el bono
social, algo que se va a dilucidar en los Tribunales
por mucho que el Gobierno diga que lo pagarán las eléctricas. Y queda ver la otra novedad de lo aprobado por el
Gobierno, con apoyo del PSOE y Ciudadanos: la nueva normativa para impedir los cortes de luz a las familias que no paguen
los recibos. Una medida que sólo beneficiará a los “vulnerables severos”, las familias que tienen menos ingresos (entre
4.840 a 8.067 euros anuales). Son unas 900.000 personas en toda España.
Ahora se establece un protocolo por el que se amplía de 2 a 4 meses el plazo para
pagar los recibos pendientes y si no se hace, las eléctricas deben informar a
estos clientes de que vayan a los servicios sociales y se registren como
“vulnerables severos”, tras haberles informado cuatro veces de que les pueden
cortar la luz. Y aquí viene “el truco”: si los servicios sociales no pagan el 50% de los recibos pendientes, la
eléctrica puede cortarles la luz. Legalmente.
Así que Gobierno, PSOE y Ciudadanos han pactado un
sistema pero los que tienen que pagarlo
son autonomías y Ayuntamientos, que financian los servicios sociales. “Ellos se hacen la foto y otros pagan”,
dicen gráficamente los Directores y Gerentes de Servicios Sociales, que han denunciado el sistema. Y se quejan de que se ejerce una tremenda
presión sobre unos servicios sociales ya colapsados, que atienen a más de 8 millones de
españoles y que apenas tienen recursos (3.500 millones anuales, de los que sólo
100 aporta la Administración central). Así que para evitar el corte de la luz a los más pobres, los servicios
sociales tendrán que dejar de prestar otras ayudas (comida, pago alquileres, ropa,
formación…).
El
coste de impedir estos cortes de luz se estima en 300 millones de euros anuales, según
los cálculos de los Directores y Gerentes de Servicios Sociales, casi el 10% del
presupuesto global de los servicios sociales municipales. Además, de un
recargo de trabajo, porque serán los servicios sociales los que deberán
gestionar todo el papeleo y renovarlo cada año. Un extra muy costoso, sobre todo para las cuatro autonomías que más sufren los cortes por impago: Andalucía (249.722 clientes vulnerables, con un coste extra de 80
millones), Comunidad Valenciana
(129.567 clientes vulnerables y 44 millones de gasto extra), Madrid (112.526 y 165 millones) y Cataluña (95.549 clientes vulnerables y
32 millones de coste extra).
Pero no es sólo
el “chantaje” y el coste extra que se
carga a los servicios sociales municipales. Es que la propuesta aprobada es un mal sistema, según los Directores y Gerentes de Servicios Sociales, por varias razones. La primera, porque es una norma “paternalista”: deja en manos de los servicios
sociales el pago del recibo (que deberían pagar las familias con ayudas
públicas o el Presupuesto). La segunda, porque se fomenta el fraude: si
una familia “vulnerable severa” sabe que si no paga la luz (con descuento del 40%) se la pagarán los servicios sociales, dejará de pagar
(aunque pueda). Y además, deja en manos de las eléctricas todos los datos “sociales” de sus clientes.
Como se ve, ambas
medidas, la rebaja en el recibo de la luz y el sistema para impedir el
corte por impago, tienen “truco”: quien lo
paga. Una cuestión que en Europa se resuelve de distintas maneras:
hay paises como Alemania, Reino Unido o Grecia, donde las ayudas al pago de la
luz las paga el Estado; y otros donde las pagan consumidores, eléctricas y
Gobierno, como Francia, Italia o Portugal. Pero además, hay muchas peticiones
para mejorarlo. Por un lado, el bono social sólo afecta a la factura de la luz,
no a la del gas y el butano, como
piden la OCU, autonomías,
Ayuntamientos
y muchos expertos. Por otro, no se incluye específicamente a los que viven solos, un colectivo muy
vulnerable. Y la Defensora del Pueblo pide que no se limiten las ayudas a los que tienen una
tarifa regulada sino a todos los que lo necesiten, sin limitar en exceso su
consumo (abusos no, claro) y que se tomen medidas para evitar el colapso actual de los servicios sociales, que explican casos como el de Rosa.
Pero hay una
cuestión de fondo: el bono social eléctrico es un “parche” que trata de
paliar dos problemas estructurales: el alto coste de la luz y el alto nivel de pobreza en España.
Mientras no se afronten estos dos problemas, habrá pobreza energética y cortes
de luz.
El primer problema, los
altos costes de la luz en España, es patente: pagamos 0,176 euros por kilowatio (media 2016), un 34,3% más cara que la media
europea (0,131 euros/kW) y la luz
más cara de Europa, por encima de Reino Unido (0,153 €/kW), Alemania (0,139
€/kW), Portugal (0,123 €/kW) y Francia (0,111 €/kW), según Eurostat. Y lo mismo las empresas: pagan 0,084 €/kW, un 18,3% que la media
europea (0,071 €/kW industrial). Este mayor precio de la luz en España no es
casualidad: se debe a que pagamos costes de más con el recibo, tanto en
la producción de electricidad (se paga un exceso sobre lo que realmente
cuesta producir el kilowatio hidráulico y nuclear) como en el transporte y
distribución y en el rosario de costes que nos cargan al recibo y que debería
pagarse vía Presupuestos (ayudas producción islas, a las renovables, al parón
nuclear y la deuda eléctrica) o no pagarse. Urge hacer una auditoría de costes y pagar la luz por lo que
realmente cuesta.
El otro problema es la
creciente pobreza, por el paro, la precariedad laboral y los bajos
salarios, que provocan que haya 10 millones de adultos vulnerables, 1 de cada 4
españoles, según el reciente informe de los Directores y gerentes de Servicios Sociales. Un problemón que exige mejorar la ayuda a los parados, reducir la precariedad laboral, subir
salarios y aplicar una agresiva política de empleo, además de crear una renta básica para las familias más
desfavorecidas, al menos las 629.700
familias sin ningún ingreso, según la EPA.
En definitiva, que el bono social eléctrico está muy bien, aunque sea una chapuza
cómo se financia y falte mucho por mejorar. Pero no deja de ser “caridad”, un “parche” para evitar dramas y muertes,
con el que hay que seguir pero buscando
en paralelo resolver los dos graves
problemas que hay detrás: unos precios de la luz desorbitados y
demasiada pobreza. Mientras no se aborden de verdad estos 2 problemas de fondo,
todo lo demás serán “parches”. Aunque
los partidos queden muy bien “vendiéndolos" como medidas sociales muy progresistas por la televisión. Sean serios y no hagan demagogia.
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