El Congreso ha aprobado esta mañana la reforma de la Ley de Propiedad Intelectual, un
intento de afrontar dos graves problemas que
tiene la cultura: la piratería y
el reparto de los derechos de autor.
Pero esta llamada Ley Lasalle (apoyada sólo el PP) no contenta a casi nadie y se
aprueba sólo para un año: después, el Gobierno (¿seguirá?) dice que hará otra
Ley. Entre tanto, el mundo de la cultura ha lanzado un SOS, tras cinco años de dura crisis: han perdido un tercio de sus ingresos y espectadores (y algunos,
más). La culpa está en la caída de ingresos familiares, el recorte de ayudas públicas, la subida
del IVA cultural y la piratería,
que se come cinco veces el negocio legal. Pero también hay otra causa: el cambio de hábitos de los españoles,
sobre todo los jóvenes, enganchados a Internet, las redes sociales, los
videojuegos, la música y el cine pirateados. Hay que replantearse la cultura en la
Red.
enrique ortega |
El mundo de la
cultura acaba de lanzar
un preocupante SOS: han perdido un
tercio de sus ingresos y espectadores (y algunos, más) en los últimos cinco
años, según el Anuario
de la SGAE 2014. El ranking de la crisis cultural lo
encabeza el vídeo (-69,2% de
recaudación), seguido de la danza
(-50% ingresos y -42,4% espectadores), la música
grabada (-56,2% de ventas), los videojuegos
(-46,8% de facturación), la ópera
(-45% ingresos y -41,8% espectadores), el
cine (-20% recaudación y -28,9% espectadores,
que son la mitad que en 2001), la música en directo (-19,2% ingresos y
-33,2% espectadores), la música clásica
(-18% ingresos y -17,2% espectadores) y el
teatro (-15,8% recaudación y -33% espectadores). Unos datos demoledores
para la industria cultural, que mueve 35.000 millones al año en España, con 100.000 empresas y 450.000 empleos.
La primera causa
de esta crisis cultural es la caída
del gasto de las familias: desde 2008, el gasto de los españoles en cultura y espectáculos ha caído un 29,5%, según el INE, el tercer mayor recorte en el gasto familiar
tras la ropa (-30,6%) y mobiliario/gastos de vivienda (-30,2%). Pero como la cultura es una industria muy
subvencionada, ha tenido mayor impacto negativo el recorte de las ayudas privadas y
públicas (Estado, autonomías y Ayuntamientos). Sólo el Estado ha reducido
su Presupuesto
en Cultura a casi la mitad: de 1.198 millones (2010) a 716,40 (2014).
Por poner un ejemplo ilustrativo, las subvenciones
al cine han caído a casi un tercio: de 89,3 millones (2010) a 33,7
(2014). Y encima no las pagan a tiempo: Wert
debe todavía 42 millones de subvenciones a películas estrenadas desde
2011.
La puntilla a estos
recortes fue la subida
del IVA a la cultura, del 8 al
21%, en septiembre de 2012, encareciendo de golpe las entradas (48,2
millones sólo en 2013) y retrayendo
más a los espectadores. Con ello, España
tiene el IVA cultural más
alto de la zona euro, muy por encima de Alemania (7%), Francia e Italia
(10%). El ministro Montoro medio prometió que iba a bajarlo con
la mini-reforma fiscal, pero no lo ha hecho. Sólo tuvo “un detalle” con los
marchantes y galeristas, al rebajar
el IVA del arte del 21 al 10% en enero. Y tampoco han aprobado la ley
de Mecenazgo, prometida por el propio Rajoy
en 2010: se han limitado a ampliar
algo las desgravaciones a las
donaciones culturales, tanto a particulares (del 25 al 30%) como a empresas
(del 35 al 40%). Muy lejos de las desgravaciones
a la cultura en Francia (66% particulares y 60% empresas), Italia (100%
empresas), Reino Unido (70%) o USA (100%).
Con todo, el problema
más grave que tiene la cultura en España es la
piratería: un 51% de los
internautas (son 25 millones) reconoce que piratea películas
(43%), música (28%), libros (15%) o videojuegos (10%), según la última encuesta
del Observatorio
de la Piratería. Y el valor de toda esta cultura pirateada ascendió a 16.136 millones de euros en 2013, más de cinco veces el negocio de la
industria cultural legal (3.096 millones). Y han
hecho un cálculo: si no hubiera piratería y estos internautas
compraran sólo una parte (el 8%) de lo
que descargan ilegalmente, la industria cultural podría vender un 43% más (otros 1.326 millones), crear 26.652 nuevos empleos (1 por cada
2 que hay) y recaudarse 526,2 millones
extras, entre IVA (la mitad), IRPF y cotizaciones a la Seguridad Social. Impresionante.
En definitiva, la
piratería se
come la mitad del negocio cultural, amenazando con colocar a España en las listas negras de la piratería mundial (Lista
301). Para evitarlo, el Gobierno Rajoy ha aprobado hoy en el Congreso (sólo con los votos del PP) la reforma
de la Ley de Propiedad Intelectual (LPI), que permite actuar con más dureza contra webs con
contenidos protegidos y también contra
Webs de enlaces, amenazándoles con aplicarles el nuevo Código Penal (hasta 6 años de cárcel)
y multas de 150.000 a 600.000 euros. Y sólo en
última instancia se puede solicitar
el bloqueo del servicio a los proveedores de Internet, aunque la mayoría de
servidores están fuera de España.
La Ley no
afecta a los internautas de a pie (los que bajan contenidos piratas) sino que va contra “los traficantes” de material protegido con derechos de
autor, que hacen negocio con la piratería. Pero no
convence a la industria cultural, porque creen que “se queda corta”, por falta de medios e independencia (depende de
Cultura) de la Comisión contra la piratería. Además, denuncian que no se incluya en la Ley a los motores de
búsqueda (los internautas
dicen que acceden a la mitad de lo que piratean a
través de Google) ni contemple el bloqueo inmediato de
webs con contenidos piratas, sólo como
último recurso.
El otro gran tema
de la Ley Lasalle es la compensación
por los derechos de autor. La Ley confirma
la supresión del canon
digital (cantidad que se pagaba por la compra de DVds, CDs,
memorias, discos duros, móviles y fotocopiadoras, hasta que la suprimió Rajoy
en diciembre 2011) y mantiene el sistema
de compensación
por copia privada, una cantidad que se paga a los creadores como
derecho de autor y que sale de los
Presupuestos: 5 millones de euros
para 2015 (frente a 115 millones que ingresaron los creadores con el canon
digital en 2011), una cifra que ha disparado las protestas del mundo cultural.
Además, la Ley establece una ventanilla
única para el cobro de derechos de autor y da 6 meses para aprobar el método
de fijar las tarifas,
que ahora dictan unilateralmente las
sociedades de autores y derechos audiovisuales, denunciadas
a la CNMC, por abuso. Así, la Ley Lasalle no resuelve el problema clave: la pelea
entre los autores y los usuarios de contenidos culturales (radios, TV,
webs, empresas comunicación, bares, peluquerías, comercios, plataformas de
contenidos…) por ver cuánto pagan y quién y cómo fija las tarifas. Una pelea pendiente
para el próximo Gobierno.
Al final, la Ley
Lasalle se considera “un
parche” que no resuelve la grave crisis del mundo de la cultura, que se
queja del mal trato del Gobierno Rajoy,
por “venganza política”. Y piden una apuesta
decidida por la cultura, como en Francia, con más ayudas públicas y privadas (favoreciendo el mecenazgo), la rebaja del IVA cultural, una lucha
decidida contra la piratería y una mayor compensación a los creadores por
su trabajo (mientras el PSOE
defiende volver al canon digital).
El Gobierno Rajoy se ha comprometido a preparar otra Ley nueva dentro
de un año, para recoger lo que establezca la futura Directiva
cultural europea, que se espera para 2015.
Al margen de estos problemas, hay una cuestión de fondo que tiene mucho que ver con la crisis de la cultura:
nuestro
ocio ha cambiado y no sólo por la crisis sino sobre todo por
Internet. Vivimos enganchados
a la Red, sobre todo los jóvenes, y eso reduce
los espectadores al cine, al teatro, a los conciertos, a los museos y a las
bibliotecas. Y cuando no estamos navegando, estamos enganchados a la televisión:
son ya 263
minutos al día en 2014, lo que supone 62 días, más de 2 meses al año. Y los adictos a Internet
si ven una película, oyen música o leen un libro, la mayoría no
consumen cultura de pago, se apuntan a contenidos piratas, al gratis total. Y así, oscurecen
el futuro de nuestros creadores.(ver anuncio "Nada es gratis")
Hay un hecho evidente: la
cultura pasa por Internet y esto obliga a un cambio radical en el negocio
cultural, fomentando plataformas
de contenidos legales a precios accesibles. Urge hacer una profunda reconversión en la industria cultural, reduciendo costes desorbitados en el marketing y la distribución y aumentando los ingresos de los autores.
Y hay que buscar un
gran pacto entre creadores, distribuidores y usuarios para
conseguir cultura a precios asequibles
que garanticen la supervivencia de los creadores. Si no, con el gratis
total y los grandes negocios de márgenes millonarios, cada vez
habrá menos cultura de verdad. Y perderemos todos.
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