El Gobierno acaba de decidir otro rescate público de empresas privadas en quiebra:
nueve
autopistas de peaje, promovidas por el Gobierno Aznar entre 1999 y
2003. Y lo ha hecho a escondidas, el viernes 17, presentando una propuesta al juez que lleva dos concursos
de acreedores. El Gobierno Rajoy ha pactado con los bancos españoles acreedores
de estas 9 autopistas hacerse cargo de
la mitad de su deuda (es de 4.500 millones) y pagarles a 30 años, con los ingresos
que obtenga la empresa pública (ENA) que crea nacionalizando estas
autopistas quebradas. Y repiten que este
rescate no nos va a costar un euro, pero no es cierto: habrá que pagar deuda e intereses y sacar a flote una empresa
inviable. Además, estas autopistas ya
nos han costado 5.200 millones en ayudas aprobadas por Zapatero y Rajoy,
más subidas extras de peajes. Y otro recordatorio:
en 1984, Felipe González ya nacionalizó seis autopistas en apuros y
cuando ganaron dinero, en 2003, Aznar
las privatizó. Siempre nos toca pagar
los platos rotos.
Enrique Ortega
Enrique Ortega
Empecemos situando la historia. En España hay 38 autopistas de peaje, pero sólo se nacionalizan 9 de las 10 autopistas de segunda generación promovidas en los años del boom económico (1.999-2003), por Aznar, Álvarez Cascos (Fomento) y Esperanza Aguirre (PP de Madrid), que buscaba “tener autopistas como los catalanes”. Por eso, la mayoría de las 10 autopistas con problemas (en concurso de acreedores) son las radiales madrileñas (R-2, R3, R-4 y R-5), la M-12 a Barajas y la Madrid-Toledo, junto a Ocaña-La Roda, Cartagena-Vera, la circunvalación de Alicante y Alicante-Cartagena (que queda fuera del plan de rescate). El problema es que se diseñaron pensando en un tráfico irreal que además se ha desplomado con la crisis, máxime cuando hay autovías libres en paralelo. Y además se multiplicó por siete el coste de las expropiaciones, con la “ayuda” de la Ley del Suelo de 1998 (Aznar).
Pero el negocio de las autopistas estaba
en construirlas (sus dueños son las
grandes constructoras) y en financiarlas
(bancos pueden cobrar 10-20 millones año en intereses), sin poner apenas
capital. Un ejemplo: en la R-2
(Madrid-Guadalajara), inaugurada con toda pompa por Aznar en 2003, los socios
sólo pusieron el 12% de inversión y el 88% eran créditos (424,5 millones). Si luego no pasaban coches y no salían las
cuentas, el problema era del Estado. Sí, porque Aznar pactó con las concesionarias incluir en los contratos la cláusula
de Responsabilidad Patrimonial de la Administración (RPA): si las
autopistas no pagaban la deuda, debía hacerlo el Estado. Negocio redondo.
El problema ha sido que con la crisis, los tráficos se
desplomaron y estas autopistas amenazaban
quiebra. Para evitarlo, el Gobierno Zapatero salió en su ayuda (con apoyo del PP) en los Presupuestos de 2010 y 2011, con 800 millones de créditos blandos a
devolver al final de la concesión (65 años), más un adelanto de dinero para cubrir la caída de tráfico (80 millones
anuales). Posteriormente, Rajoy mantiene
las ayudas, ampliándolas hasta 2021 (antes
eran hasta 2018). Y para 2013, duplica incluso el adelanto (de 80
a 150 millones). En conjunto, estas autopistas tienen garantizados 5.200 millones en ayudas públicas hasta 2.021, que se
suman a otros 1.098 millones recibidos por las autopistas (todas) entre 1.999 y 2011, en
compensación por haber subido menos las tarifas para que España entrara en el
euro (Real
Decreto 6/1999). Y además, tanto Zapatero
como Rajoy se comprometieron a subirles los peajes más que el IPC, tanto en 2011 (+3,43%) como en 2012
(+13,5%) y 2013 (+5%), para “ayudarles” a mejorar sus cuentas (tras una subida de peajes del 30% en diez años).
Pero ni con esas. Las cuentas de estas autopistas no salían
y tuvieron que renegociar con los bancos
acreedores para refinanciar su deuda. Y en 2013, suspendieron
pagos, una tras otra. Los bancos le recordaron al Gobierno que si
había problemas se tendrían que hacer cargo de la deuda, además de la mala imagen de España si no cumplía.
Pero pagar la deuda (asciende a 4.541 millones, 4.000 de ellos la deuda bancaria, 473,2 la deuda a constructoras y 67,7 de deuda a accionistas) suponía aumentar el déficit público y la deuda. Fomento ya dijo en marzo de 2012 que estaba
pensando nacionalizar estas autopistas,
pero el problema era cómo afrontar
la deuda.
Al final, ha forzado a la banca deudora a una quita (perdón) del 50% de la deuda, a cambio de cobrar seguro el resto (2.000 millones), en 30 años, con un interés cercano al 4%, del que un 1,8% se asegura con los ingresos por peajes. La banca acreedora española (Santander, BBVA, CaixaBank, Popular, Sabadell y Bankia), que tiene el 60% de la deuda, ha aceptado finalmente, tras asegurarles el BCE que los bonos en que transforme esta deuda serán líquidos (los podrá descontar Draghi). Pero la banca extranjera, con el 40% de deuda restante (Royal Bank, ING, Commerbank, Lloyds y HSBC) no está de acuerdo con la quita y podrían reclamar a Bruselas. Pero como el Gobierno ha cambiado recientemente la Ley Concursal, basta con un 50% de acreedores para cerrar el acuerdo presentado al juez del concurso de la R-3 y la R-5, con la intención de extenderlo luego al resto de las autopistas en concurso.
Al final, ha forzado a la banca deudora a una quita (perdón) del 50% de la deuda, a cambio de cobrar seguro el resto (2.000 millones), en 30 años, con un interés cercano al 4%, del que un 1,8% se asegura con los ingresos por peajes. La banca acreedora española (Santander, BBVA, CaixaBank, Popular, Sabadell y Bankia), que tiene el 60% de la deuda, ha aceptado finalmente, tras asegurarles el BCE que los bonos en que transforme esta deuda serán líquidos (los podrá descontar Draghi). Pero la banca extranjera, con el 40% de deuda restante (Royal Bank, ING, Commerbank, Lloyds y HSBC) no está de acuerdo con la quita y podrían reclamar a Bruselas. Pero como el Gobierno ha cambiado recientemente la Ley Concursal, basta con un 50% de acreedores para cerrar el acuerdo presentado al juez del concurso de la R-3 y la R-5, con la intención de extenderlo luego al resto de las autopistas en concurso.
Tras firmar la tregua con los bancos españoles,
el Gobierno aprobará la creación de la
Entidad Nacional de Autopistas (ENA), 100% pública, donde integrará a las 9 autopistas rescatadas
(la autopista Alicante-Cartagena queda fuera tras haber
alcanzado un acuerdo de refinanciación aparte). La ministra de Fomento ha reiterado que este rescate “no va a costar un euro a los españoles”,
pero no es verdad. Primero, porque hay que devolver la deuda y los intereses
y no parece fácil que se pueda hacer con los ingresos
de estas autopistas sin tráfico. Segundo, porque estas autopistas tienen
pendiente de pago más de 1.200 millones de euros en expropiaciones Y tercero, porque cargamos con una empresa pública inviable que hay que mantener (con 748
kilómetros de autopistas, un 22% de la red). Y recordemos además que recibirá de aquí hasta 2021 otros 2.000 millones de euros de ayudas acordadas ya entre
2010 y 2013.
Lo más sangrante
es que muchas de estas autopistas
pertenecen a concesionarias y constructoras con elevados beneficios, como Abertis, Acciona, ACS, Ferrovial, FCC, OHL y
Sacyr, Azvi, Isolux o Comsa. Y que varias de ellas explotan autopistas muy rentables (como saben catalanes y
levantinos), en especial Abertis con Acesa, Aumar e
Iberpistas. Lo lógico hubiera sido forzarles
a “cargar con el error” de estas inversiones, o bien liquidando estas
empresas o fusionándolas con otras autopistas rentables. Pero no, nos
han cargado sus pérdidas a todos, al Estado, gracias a la cláusula de responsabilidad que les regaló Aznar.
Y lo peor es que la
historia se repite. En marzo de 1984,
el Gobierno de Felipe González creó la empresa
pública ENA para nacionalizar seis autopistas en apuros (de Audasa,
Audenasa y Aucalsa). Y en mayo de 2003, cuando ya ganaban dinero, el Gobierno Aznar las privatizó: las compró Sacyr, por
1.586 millones, menos de lo que aportó el Estado a ENA (1.700
millones). Y antes, las autopistas, habían gozado de importantes privilegios desde el franquismo: la
Ley de autopistas de peaje de 1972
les permitía endeudarse en divisas con
aval del Estado y seguro de cambio, un privilegio que duró hasta 1988 y que
nos costó a los españoles unos 8.000 millones de euros. Ahora, de
momento, nos costarán otros 6.300
millones más acordados por Aznar, Zapatero
y Rajoy, más lo que nos cueste la
nueva ENA.
Ayudas públicas con dinero
de todos para resolver los problemas creados por decisiones políticas erróneas
y compromisos polémicos con empresas poderosas. Es una historia que se repite una y otra vez: déficit
eléctrico (Aznar), moratoria
nuclear (Felipe González), rescate
bancario (Rajoy), el reciente rescate del almacén
de gas Castor (Zapatero-Rajoy) y ahora las autopistas. Dinero y más dinero público para ayudar a grandes
empresas privadas (¡Viva la economía de
mercado…¡), mientras 185.000
empresas españolas han tenido que cerrar con la crisis sin que nadie les haya ayudado. Y mientras los españoles hemos
sufrido los recortes de unos 30.000 millones de gasto público en educación, sanidad,
desempleo, dependencia, ayudas sociales
I+D+i, cultura, Cooperación… Doble rasero. Es un escándalo.
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