Tras ocho meses de consultas inútiles, el Gobierno ha enviado al Congreso
la misma reforma educativa que
aprobó en septiembre, la séptima de
la democracia. Entrará en vigor el curso 2014-2015, con la oposición de los demás partidos, varias
autonomías y la mayoría de los profesionales de la enseñanza, desde rectores a
profesores, padres y estudiantes. La Ley
Wert pretende reducir el abandono
escolar haciendo que los peores
alumnos vayan antes a Formación Profesional y los “buenos” sigan Bachillerato y a la Universidad. Y fomentar la competencia: habrá colegios
e Institutos de primera (concertados), que seleccionarán a los mejores alumnos,
y otros de segunda (públicos) con los peores. Una enseñanza dual, con menos asignaturas y menos recursos: tras los 6.700 millones recortados desde 2010,
Rajoy ha prometido a Bruselas (para recortar el déficit) gastar aún menos en educación hasta 2015. Más segregación, más desigualdades y menos recursos, un cocktail suicida.
enrique ortega |
Con la democracia, cada
Gobierno ha llegado con su
reforma educativa bajo el brazo. Primero fue Suarez, con la LOECE (1980), que derogaba la LGE
franquista de 1970. Luego, el primer gobierno de Felipe González aprueba la LODE (1985), que incorpora los
colegios concertados, después la LOGSE (1990), que amplía la
enseñanza obligatoria de los 14 a los 16 años, rematada por la LOPEG
(1995). Aznar aprueba en 2002 la LOCE
(sólo con los votos
del PP y CC), que apenas entra en vigor, porque Zapatero la anula en mayo de 2004 (con un decreto) y aprueba en
2006 la LOE (con los únicos
votos en contra del PP). Ahora, Rajoy
recupera mucho de la reforma frustrada
de Aznar con la Ley Orgánica de Mejora de la Calidad de la Enseñanza (LOMCE), que cuenta con el rechazo de todos los partidos salvo el
PP.
El gran objetivo de la Ley Wert es reducir
el abandono escolar, ahora en
el 24,9%
(el doble que en Europa), y bajarlo al 15% en 2020. Para ello, anticipa una puerta
de salida a los peores alumnos: la Formación
Profesional (FP). Si hoy los
alumnos eligen su futuro (Bachillerato o FP) a los 16 años, ahora la Ley permite que los “malos alumnos”
puedan acceder a los 15 años a una FP básica, de dos años, con lo que
saldrían a los 17 con un pequeño título,
como aprendices, para trabajar (en mini-jobs).
Además, se adelanta a 2º de la ESO las
vías alternativas para dirigir
a FP a los alumnos con dificultades, con itinerarios muy cerrados, que dificultan volver a
Bachiller y optar en el futuro a la Universidad.
Otro cambio clave:
se reducen
las asignaturas, centrando horarios y profesores (recortados) en Lengua, Matemáticas y Ciencias y reduciendo la educación artística y
cultural (asignaturas que “distraen”,
según Wert). Eso sí, cobra más peso la asignatura
de Religión
: contará como las demás (para medias y becas) y se impone como alternativa una asignatura fuerte (Valores culturales y sociales) para disuadir a los que no la quieran elegir. Y se suprime, también
por presión
de la Iglesia, la asignatura
de Educación para la Ciudadanía.
Cambio de programas
y un proceso de evaluación constante:
habrá cuatro
reválidas, dos en primaria (3º y 6º, sin consecuencias académicas), otra
al terminar la ESO (16 años), distinta para
los que quieran hacer Bachillerato y FP, y una cuarta al terminar el Bachillerato (la FP no tiene reválida, otra prueba de cómo se devalúa). Teóricamente,
esta prueba sustituye a la Selectividad,
pero la Ley permite a las Universidades
que hagan pruebas de acceso, que
aún no
se sabe si será general o sólo para las carreras más solicitadas. En
resumen, prueba
tras prueba, que convertirá a los centros en “academias para pasar las evaluaciones”, con una enseñanza dirigida
a superar estas pruebas y no a la formación
integral de los alumnos. Y el riesgo de aumentar el fracaso escolar.
Cuarto cambio clave:
el Ministerio quiere poner a los centros
“a
competir”, con la promesa de dar más recursos a los que mejor resultados tengan. El riesgo es que
haya colegios e Institutos que seleccionen a los alumnos (la nota contará un
20% en el acceso) para Bachillerato y FP, dejando
fuera a los “malos”, que acabarán en
centros públicos, después con menos recursos porque tendrán peores
resultados que los concertados,
los más favorecidos
con esta reforma. De hecho, España es
ya hoy el país occidental con menor peso de
la educación
pública : 67,8% en la ESO
frente al 85,8% en la OCDE (91,1% en Alemania y 78,2% en Francia) o 77,5% en secundaria postobligatoria, frente al 81,2% en la OCDE (92,5% en
Alemania).
Hay más cambios polémicos. Uno, que padres y profesores pierden poder de
decisión en la elección del director
de los centros (del 60% actual al 30% votos) y no decidirán apenas sobre presupuestos, proyectos educativos y proceso
selección de alumnos, dando más poder a los directores para cambiar a los profesores
incluso de centro. Dos, que el Ministerio
fijará los temarios de las asignaturas importantes, dejando a las
autonomías sólo las secundarias (pero controlando también qué avalúan y cómo).
Además, obliga a las autonomías a asegurar la enseñanza
en castellano y a pagar los estudios en un centro privado si no hay uno
público o concertado que lo haga. Y se asegura la subvención pública a los colegios
concertados que separen
a los alumnos por sexo, 70 centros en toda España, la mayoría del Opus
Dei.
El rechazo
a esta Ley Wert ha sido unánime,
desde los sindicatos de la enseñanza, alumnos, asociaciones de padres, rectores
y Universidades,
expertos, autonomías
(Cataluña, País Vasco, Andalucía, Asturias y Canarias) y todos los partidos,
salvo el PP. Incluso el Consejo de
Estado ha pedido cambios
y consensuar la reforma, tras criticar que no incluya una Memoria económica. El
Gobierno dice que costará 408
millones al Estado en tres años y hasta 927 millones a las autonomías, las
encargadas de poner en marcha estos cambios (en el curso 2014-2015) y pagarlos en el futuro. Y creen
que su coste será elevado y no
podrán financiarlo.
Una reforma polémica y sin recursos, cuando el mayor problema de la enseñanza hoy es
la falta de medios tras los recortes: 6.700
millones menos de presupuesto desde 2010 y unos 60.000
profesores menos, a pesar de que hay más alumnos. España dedica menos
gasto público a la educación que el
resto de Europa
(4,7% en 2011 frente al 5,3% en la UE-27), mientras muchos países lo aumentan (Francia
va a contratar a 60.000 nuevos profesores). Y lo peor es que Rajoy, para recortar el déficit, ha prometido a Bruselas seguir
recortando el gasto en educación: del 5,01 % del PIB en 2009 al 3,9% en
2015. Y eso, a pesar de ser el país con el doble
de paro
juvenil (57,22%) que Europa.
La enseñanza en
España se ha deteriorado mucho y es claramente mejorable. El problema
de la reforma educativa de Rajoy-Wert
es su ideología
conservadora: creen que la educación es un bien para los que lo
merecen (excelencia) y no para todos
(equidad), por lo que apuestan por volcarse en ”los que se esfuerzan” y no en
los que “no quieren estudiar” o “no tienen capacidades”. Es una filosofía segregadora,
que no cree en la educación para integrar y formar a todos. Y que apuesta por resultados medibles por evaluaciones más que en una formación integral de los jóvenes para
el futuro. Optan
por EEUU (salvar a los mejores)
frente a Finlandia (recuperar a los
peores). Y por eso, han
pegado un tajo, en 2012 y más en 2013, a las clases de refuerzo, los desdobles y las tutorías, en perjuicio de los
alumnos con problemas.
La educación es demasiado importante para que cada partido
imponga su visión ideológica, en contra de los que saben, profesores y
expertos. Hay que pactar los cambios
y conseguir más
dinero y más profesores, no más recortes. Educar a todos, sin segregar
a los peores alumnos y a los centros públicos, con una enseñanza de calidad accesible para todos. Nos jugamos el futuro de nuestros hijos y la salida de la crisis. Demasiado.
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