El coronavirus no solo nos enferma y mata sino que nos obliga a un largo confinamiento que está deteriorando nuestra salud mental, provocando ansiedad, angustia, irritabilidad, insomnio y miedo al futuro, más entre los que han perdido su trabajo o negocio. Por eso, la ONU propone incluir la salud mental en la estrategia contra el coronavirus, atendiendo especialmente a ancianos, niños y personas con problemas mentales previos. Aunque se haga, esta pandemia va a empeorar nuestra salud mental, bastante deteriorada antes del coronavirus: 1 de cada 10 adultos (4,5 millones de españoles) tenía problemas de salud mental (sobre todo depresión) y más de 2 millones consumían ansiolíticos habitualmente. Y había 10 suicidios diarios. Una deficiente salud mental que se agravó con la crisis de 2008, sobre todo entre los parados. Y faltan psicólogos, psiquiatras, unidades especializadas y medios en atención primaria, según alertó en enero el Defensor del Pueblo. Urge un Plan de choque contra los daños mentales del coronavirus. Hay que salir vivos y "cuerdos".
enrique ortega |
Antes del coronavirus, la mala salud mental ya era una de las “pandemias ocultas” del mundo, según los datos de la OMS: 500 millones de personas sufren trastornos mentales, sobre todo depresión (300 millones), trastornos bipolares (60 millones), esquizofrenia y otras psicosis (21 millones), demencia (47,5 millones) y trastornos en el desarrollo (incluido el autismo). Y lo más preocupante es que esta pandemia “mental” apenas se trata: sólo se atienden del 35 al 50% de los casos en los paises ricos y menos del 24% en los paises pobres, con cuidados poco especializados. Y esta grave desatención mental tiene un alto coste, en vidas humanas (800.000 suicidios al año en el mundo) y en costes sanitarios y económicos (bajas laborales y pérdidas de productividad), más de 1 billón de dólares al año.
La OMS advertía, a finales de 2019, que el problema de la salud mental en el mundo va a peor y que en 2030, “la salud mental será la primera causa de discapacidad en el mundo”. Y “el principal reto sanitario de Europa”. Ya hoy, la salud mental es el gran problema sanitario de Europa, según el informe “Health at a Glance Europe 2018”, elaborado por la OCDE, que cifra en 84 millones los europeos que tienen algún problema de salud mental (el 17,67% de la población). España figura en este informe como el 7º país europeo con peor salud mental (18,32% de la población con problemas), por encima de la media UE-28 (17,67%), Alemania (17,95%), Reino Unido (17,70%) e Italia (16,86%), aunque mejor que Finlandia (18,77% población con problemas de salud mental), Holanda, Francia (18,49%), Irlanda, Portugal (18,34%) y Estonia. España tiene un nivel medio de ansiedad (nos superan los paises más ricos del norte) y un nivel bajo de depresión, alcohol y drogas. En conjunto, Europa tiene un alto coste por su mala salud mental: 84.000 suicidios anuales (230 diarios) y 600.000 millones de euros en costes sanitarios y laborales.
En España, como en la mayoría de Europa, la salud mental era un problema preocupante (aunque socialmente “oculto”) antes del coronavirus. Los datos oficiales, de la Encuesta ENSE 2017, la última publicada por Sanidad, son impactantes: más de 1 de cada 10 españoles adultos (15 y más años), el 10,8%, dijo haber sido diagnosticado de algún problema de salud mental (son 4,55 millones de personas, casi el doble de mujeres que hombres), sobre todo ansiedad y depresión Y 1 de cada 100 niños (0 a 14 años) han sufrido trastornos de conducta (1,8%), trastornos mentales (0,6%), autismo o similar (0,6%), unos 50.000 menores (más niños que niñas). Y en el caso de los mayores de 65 años, 3 de cada 10 señalaron algún grado de deterioro cognitivo y casi un tercio tenían dificultad cognitiva (34,5% de las mujeres y el 27,2% de los hombres). En todos los casos, tienen más problemas mentales los españoles de clases bajas (13,5%) que los de clases altas (5,9%) y también más deterioro cognitivo y más discapacidad mental, que afecta al 3,8% de la población (1,78 millones de españoles, más en mujeres que en hombres).
El deterioro en la salud mental provoca que hayan aumentado las visitas al psicólogo o al psiquiatra: iban el 3,5% de los españoles en 2011 y fueron el 5,4% en 2017 (el 6,1% de las mujeres y 4,6% de los hombres). Y, sobre todo, ha disparado el consumo de ansiolíticos: hay más de 2 millones de españoles que los consumen habitualmente, aumentando cada año los jóvenes que consumen ansiolíticos o antidepresivos (el 12,4% los ha consumido alguna vez, son 241.000 jóvenes), que además empiezan antes. Y un dato revelador: sólo el 19% de los ansiolíticos los prescriben los psiquiatras, según estos profesionales, mientras el 81% los prescriben los médicos de familia, que se los facilitan a los pacientes ante la dificultad para que encuentren una cita de un especialista, saturados con listas de espera. Y este abuso de los ansiolíticos preocupa también porque se ha comprobado que está muy vinculado con el aumento del deterioro cognitivo e incluso con el Alzheimer.
Si este es el panorama “oficial” de la salud mental en España, la crisis de 2008 y sus secuelas (paro, recortes, empleo precario, desigualdad) la empeoraron aún más, según un estudio encargado por Sanidad a 6 expertos universitarios y publicado en 2018. Ahí se ve que la salud mental ha empeorado sobre todo en dos grupos: los parados y los que tienen un empleo precario. Su riesgo de padecer una enfermedad mental era del 29,2%, frente al 14,9% que tenían el resto de ocupados. Además, el estudio revela que la salud mental se ha deteriorado más entre los españoles sin estudios y las familias de los parados y trabajadores precarios, sobre todo entre sus esposas (malos tratos y angustia por las dificultades del hogar) y sus hijos (trastornos de conducta, adicciones y fracaso escolar). Otro estudio, publicado en 2019 por la Obra Social de la Caixa, revela que el mayor daño en la salud mental se ha dado entre los parados de larga duración (más de 1 año): comprobaron que un aumento del 10% en el paro en la construcción (subió del 6 al 24% con la crisis) supuso un aumento del 3% en las enfermedades mentales de estos parados. Y eso, porque el desempleo provoca, en muchos casos, aislamiento, depresión y trastornos mentales.
Todos estos problemas de salud mental tienen un alto coste para España. Primero, en vidas: en 2018 hubo 3.539 suicidios, según el INE, casi 10 muertos diarios (el doble que por accidentes de tráfico: 1.846 muertes). Y otras 200 personas intentan suicidarse cada día sin conseguirlo, según Salud Mental España. Los datos revelan que hay un suicidio cada 2,5 horas, que 3 de cada 4 son hombres (aunque las mujeres lo intentan el triple que los hombres) y que el 40% son de personas entre 40 y 59 años, aunque están aumentando los suicidios entre los jóvenes (es la 2ª causa de muerte entre los 15 y 29 años). El segundo gran coste de la mala salud mental es el coste económico: ronda en España los 80.000 millones de euros anuales, la mitad son costes sanitarios y la otra mitad bajas y menos productividad.
La salud mental sedeterioró con la crisis pero no ha mejorado con la recuperación. Es más, la previsión es que siga empeorando: el 15% de los adultos (hoy son el 10,8%) tendrán algún problema de salud mental a lo largo de su vida, según prevé Salud Mental España. Serán pues 5,8 millones de españoles que necesitarán atención mental, y eso sin contar los efectos del coronavirus. El problema es que faltan medios y personal para atenderlos, como alerta también Salud Mental España: hay pocos psicólogos y psiquiatras, las consultas de especialistas están colapsadas en la sanidad pública (los que pueden, se buscan un psicólogo o psiquiatra privado) y faltan unidades especializadas en los hospitales, mientras no hay formación adecuada ni atención en los centros de salud. Y además, Salud Mental España se queja de que no se incluya la salud mental en los programas de salud y denuncian que hay “un estigma social” sobre las enfermedades mentales y el suicidio. Que los Gobiernos y la sociedad “miran hacia otro lado”.
En enero de este año, en vísperas del coronavirus, el Defensor del Pueblo lanzó una alerta a la sociedad y al Ministerio de Sanidad sobre el deterioro de la atención a la salud mental en España. El informe revela que España tiene una media de 6 psicólogos clínicos por 100.000 habitantes, la tercera parte que Europa (18 de media). Y que el número se ha duplicado (aunque es bajo) en Madrid, Canarias, Navarra y Cantabria, pero que apenas ha mejorado desde 2009 en las demás autonomías. Y en psiquiatras clínicos, España tiene 10,5 por 100.000 habitantes, frente a 17,40 en Italia, 22,8 en Francia o 27,3 en Alemania, según Eurostat (datos 2017). El informe alerta de la falta de especialistas (que provocan listas de espera de 3 meses y más), falta de unidades especializadas en los hospitales y ausencia de atención mental especializada en los centros de salud. Por todo ello, llamaba a Sanidad y a las autonomías a “reforzar la atención mental de forma urgente”.
Estas carencias en la salud mental vamos a sufrirlas ahora más con el coronavirus. Primero, por el impacto negativo de la cuarentena, cuyos efectos ya se han visto en anteriores pandemias con un menor confinamiento: aumento de la angustia, ansiedad, miedo, ira, nerviosismo, soledad, irritabilidad, insomnio y bajos estados de ánimo que pueden provocar depresión. Y que agravarán la situación de los que ya tenían antes problemas mentales, a los que habrá que sumar los afectados por muertes y contagios, los ancianos y niños. Y también los afectados por la emergencia económica, los que hayan perdido su empleo o su negocio. Por todo ello, los psiquiatras y los psicólogos han elaborado unas Guías que están disponibles en Internet para ayudar a sobrellevar esta pandemia. Y el Comité permanente de la ONU ha propuesto reforzar la salud mental de los afectados por coronavirus, integrando la atención mental en la atención a contagiados y familias, desarrollando atención psicológica al personal sanitario que lucha contra la pandemia y creando atención telefónica o video llamadas para mayores aislados, niños, discapacitados y enfermos mentales anteriores. Lo urgente es incluir la atención mental en la emergencia sanitaria contra el coronavirus, reforzando los centros donde están aislados (y solos, sin visitas) los enfermos mentales.
Pero no basta con esta atención de urgencia. Hay que preparar ya el futuro, la salida del confinamiento, cuando millones de españoles salgan de sus casas, muchos con un trauma encima que hay que evitar que les enferme. Urge preparar y tener listo un Plan de choque de atención mental, reforzando la atención especializada en los Centros de Salud, con la contratación de psicólogos y psiquiatras y con formación específica a los médicos de familia. Y reforzar con contrataciones la atención especializada y las unidades psiquiátricas de los hospitales, así como los centros especializados donde los enfermos mentales han sufrido con dureza esta cuarentena. O se hace, o se multiplicarán las depresiones y trastornos mentales, aumentando también los suicidios. Y a medio plazo, en cuanto se pueda, Sanidad tiene que aprobar la Estrategia Nacional de Salud Mental (incluyendo un Plan de prevención del suicidio), que estaba ultimando con expertos cuando llegó el coronavirus.
Los recortes en la sanidad española de la última década nos han pillado más indefensos frente al coronavirus. Y las carencias en la atención mental, denunciadas por los profesionales y el defensor del Pueblo, nos pillan también indefensos para afrontar sus secuelas psicológicas. Por eso, hay que reforzar la sanidad y la atención mental, con dinero y personal, para vencer al coronavirus y sus daños en la salud física y mental de los españoles. Tenemos que salir vivos y "cuerdos" de esta terrible pandemia.
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