En los últimos 6 años, la recuperaciónha creado 3
millones de empleos. Pero dos
tercios han sido sólo para 10
provincias (Madrid, Sevilla, islas y litoral mediterráneo), mientras que en 30 provincias (del norte e interior)
apenas se ha creado empleo. Y sólo 3
autonomías (Madrid, Baleares y Canarias) tienen hoy más empleo que antes de la
crisis. Este reparto tan desigual del
empleo ha sido el factor decisivo
para que la brecha entre la España
rica y la pobre se mantenga. Y la diferencia entre la región más rica (Madrid)
y la más pobre (Extremadura) sólo se ha reducido a la mitad desde 1955,
según un reciente estudio, que alerta de que, a este ritmo, se tardarán 80 años para reducir
esa brecha a la mitad. Algo habrá que hacer para corregir mejor la tremenda desigualdad entre regiones: además
de actuar sobre la financiación autonómica, los impuestos y las inversiones y
ayudas públicas, habrá que repartir mejor el empleo. No puede haber 3 clases de españoles según donde vivan.
Todo el mundo sabe que hay 2 Españas, una rica y otra pobre, aunque quizás sería más preciso incluir una 3ª, la España intermedia. La
clasificación se hace con la riqueza que genera cada región por habitante (PIB por habitante) y el último dato del INE, de
2018, refleja claramente esas 3 Españas. Una, la España rica, integrada por 7
autonomías: Madrid (35.041
euros/habitante), País Vasco (33.323
euros), Navarra (31.389), las tres
con más riqueza que la media europea (30.960 euros/habitante), Cataluña (30.426), Aragón (28.151), Baleares (27.682)
y la Rioja (27.225), las 7 regiones
con más riqueza que la media de España
(25.727 euros/habitante). La segunda,
la
España pobre, compuesta por 6
autonomías: Melilla (18.533
euros/habitante, que le ha quitado el último puesto a Extremadura (18.769 euros, casi la mitad que Madrid), Andalucía (19.107), Ceuta (20.120), Castilla la Mancha (20.363) y Canarias
(20.892 euros/habitante). Y queda una
tercera España, la intermedia,
integrada por otras 7 autonomías, la
mitad cerca de las pobres y la otra mitad acercándose a las ricas: Murcia (21.269 euros por habitante), Comunidad Valenciana (22.426), Galicia (23.183), Cantabria (23.757) y Castilla
y León (24.031 euros por habitante).
Lo que quizás mucha
gente no sepa es que este retrato de
las 3 Españas es muy similar al de
hace 60 años e incluso, similar al
de hace siglos. De hecho, esta
brecha entre regiones más o menos productivas se arrastra desde hace siglo y medio, al menos, según el
libro “La desigualdad regional en España 1860-2015”, escrito por tres catedráticos universitarios
(Díez-Minguela, Martínez-Galarraga y Tirado). La desigualdad regional aumentó entre 1860 y 1910, se redujo después entre 1910 y 1950,
volvió a bajar entre 1960 y 1985 y aumentó
desde 1986, a raíz de la entrada de
España en Europa, debido a que una economía más abierta agravó las
diferencias regionales, al competir mejor unas autonomías que otras.
Al final, un reciente estudio de FEDEA revela que la brecha entre
regiones ricas y pobres se redujo sólo a la mitad entre 1.955 y 2018. Y que
los ricos y pobres son casi los mismos. En 1.955, las cuatro regiones más ricas eran el País Vasco, Madrid,
Cataluña y Navarra, las mismas que en 2018, aunque Madrid ha subido al nº1 y
Cataluña baja al 4º. Y las cuatro regiones más
pobres en 1.955, Extremadura, Galicia, Castilla la Mancha y Canarias (de
peor a mejor), son también hoy pobres, salvo que sale Galicia y entran Andalucía,
Ceuta y Melilla. Y la brecha entre el nivel de la región más rica y más pobre ha
bajado de 124 puntos en 1995 (País
Vasco tenía el 182% de la renta media y Extremadura el 58%) a 64,17 puntos (Madrid tiene el 136,20%
de la renta media y Melilla el 72,03%). O sea que tras 64 años de crecimiento y
políticas públicas, la desigualdad regional se ha reducido a la mitad.
Eso es la comparación entre los extremos. Pero el estudio de FEDEA nos indica que en estos últimos 63 años, el
crecimiento en España ha sido muy desigual por regiones. Así, ha habido 7 autonomías que han perdido renta relativa, que producen en 2018 un porcentaje
menor sobre la renta media española del que producían en 1955: Asturias,
Comunidad Valenciana, Baleares, Cantabria, Cataluña, Madrid y País Vasco. Han perdido “peso económico sobre el que
tenían hace 63 años, lo que es “bueno” para corregir desigualdades en el
caso de las regiones ricas (y malo para Asturias, Cantabria y Comunidad
Valenciana). Y otras dos regiones se mantienen igual: la Rioja (rica) y
Andalucía (pobre). Y son las 9
autonomías restantes (casi todas
pobres, salvo Aragón, Galicia, Castilla y León y Murcia) las que han ganado peso económico,
aunque no sea suficiente para recortar toda la brecha con los ricos, sólo la
mitad de esa distancia.
¿Qué hace que unas
regiones sean más ricas que otras? Básicamente,
su estructura productiva y la mayor
o menor creación de empleo, el peso de la industria (más productiva y
resistente a las crisis), el mayor o menor peso de la construcción y los servicios (empleo con menos valor y más vulnerable), el peso de las exportaciones, la población
(las regiones que más han crecido, como Madrid o País Vasco, han ganado
población, española e inmigrante),
el nivel educativo y la formación de los adultos, la inversión pública y las ayudas de las distintas administraciones, los impuestos, la financiación autonómica, el
reparto de los fondos europeos y, en
la última década, las pensiones, que han supuesto ingresos extras en las regiones más
envejecidas. Además, hay un caso especial que es Madrid, la región española más
productiva entre 2010 y 2018 y la que más crece (en 2018 ya superó a Cataluña), sobre todo por “el factor capitalidad”:
ser capital de un país aporta un crecimiento extra (atracción de empresas, inversiones y población) en toda
Europa, donde las regiones que tienen dentro la capital son las más ricas en 25
de los 28 paises UE.
El estudio de FEDEA analiza los tres factores que
son claves en la riqueza o producción de las distintas regiones: la productividad y precios, el empleo y la
población. Y destaca que el primero, la
productividad, ha ayudado a reducir la brecha entre la España rica y la pobre
(en este indicador, ha pasado de 97 a 30 desde 1955 a 2018), gracias a que las
regiones industriales han perdido productividad relativa, mientras la ganaba el
sur y noroeste y se estancaba en la zona del Ebro y en la Comunidad Valenciana.
El tercero, la población, también ha
ayudado a las regiones más pobres, sobre todo durante la crisis,
especialmente a Canarias y Andalucía, que se han beneficiado de tener
población más joven, mientras el envejecimiento ha perjudicado sobre todo a
Asturias, Aragón y Cataluña. Pero el
factor decisivo que ha impedido reducir más la brecha regional
ha sido el empleo, la ocupación.
El estudio de FEDEA concluye
que la desigualdad en el empleo creado ha
sido el factor clave que explica la brecha de renta entre regiones, sobre todo
desde 2004 y más a partir de la crisis de 2008. Y en 2018, el reparto desigual de la ocupación explica
ya dos tercios de la desigualdad de renta entre autonomías. Y eso
porque las regiones más ricas han captado más empleo y la ocupación se ha deteriorado (entre
2007 y 2019) en las regiones pobres (-9%
en Extremadura, -6,6% en Castilla la Mancha, -3,42% en Andalucía) y sobre todo en las regiones intermedias (-12% en Asturias, -9,8% en Galicia, -8,6% en
Castilla y León, -7,5% en Cantabria, -6,07% en la Comunidad Valenciana). En
definitiva que, según el estudio de Funcas, la desigualdad territorial es ahora un
problema de empleo más que de productividad.
Si buceamos en la EPA del INE con lo que ha pasado con el empleo entre 2007 y
2019, se confirma este comportamiento desigual, por
autonomías y provincias. Así, de los
3.016.300 empleos creados (un +17,8%) entre marzo de 2014 y diciembre de
2019, casi dos tercios (1.922.500 empleos)se los han llevado 10 provincias: Madrid
(+538.400 empleos, un +20,42% de aumento), Barcelona
(+367.000, un+16,66%), Valencia
(+161.700, un +17,68%), Alicante (+154.100,
un +24,36%), Baleares (+151.600, un +36,22%, el mayor crecimiento de empleo),
Málaga (+151.200, un +30,44%), Sevilla (+134.400, un +21,86%), Murcia (+89.000 empleos, un +17%), Las Palmas (+88.500, un +22,5%) y Cádiz
(+86.600, un +17%), según la EPA (INE). Básicamente, es la España del litoral mediterráneo más Madrid y Sevilla. Y
mientras, la España del interior y el
norte, un total de 30 provincias (todas
las de Castilla y León, Ciudad Real, Cuenca y Albacete, Lugo y Orense, todo el
Cantábrico salvo Vizcaya, Navarra, La Rioja, Teruel, Huesca, Cáceres, Córdoba,
Huelva y Jaén), han creado sólo 440.000 empleos
en la recuperación. O sea, poco empleo
para la España vaciada y pobre.
Y al final, sólo en 3
autonomías trabaja hoy más gente que antes de la crisis (2007). Son Madrid (+22.700 ocupados) y Baleares
(+28.800 ocupados), dos regiones ricas, junto a Canarias (+54.200 ocupados), una región pobre, a las que había que
sumar a Ceuta (+3.700 ocupados que
en 2007) y Melilla (+2.200), las
tres muy probablemente por su peculiar situación geográfica (inmigración) y
fiscal. Y en paralelo, las 14 regiones restantesno han recuperado aún el empleo que tenían en 2007, en especial la Comunidad Valenciana (-136.200 empleos, un -6,07% de pérdida neta
de empleo), Galicia (-119.400
empleos, un -9,8%), Cataluña
(-118.700 empleos, un -3,27%), Andalucía
(-111.300 empleos, un -3,42%), Castilla
y León (-94.400 empleos, un -8,6%), Castilla
la Mancha (-58.300 empleos, un -6,6%) y Asturias (-53.700 empleos, un -12%, la autonomía que tiene un mayor porcentaje de empleo que recuperar).
Como se ve, el balance final del empleo
es peor para la España intermedia que para la España pobre, lo que ha
llevado a “aproximarlas” desde 2007.
Ahora, la perspectiva
es que, al ritmo que vamos, la brecha
entre las regiones ricas y las pobres no se reducirá a la mitad hasta el año
2.100, según el estudio de FEDEA. O sea, que si han hecho falta los últimos 63 años para
reducir a la mitad la brecha entre
las dos Españas que había en 1955, para volver a reducirla sólo a la mitad (no
suprimirla) habrá que esperar
aún más, 80 años. Algo social y políticamente impresentable.
Por eso, este estudio de FEDEA
debería forzar un granPacto político y social por acabar con las
3 Españas en unas décadas, en paralelo con todas las políticas
prometidas para acabar con la España vaciada (que es la España pobre e intermedia). Y eso
empieza por reforzar el papel reequilibrador del Estado, desde el BOE y los
Presupuestos, de tal manera que todas las políticas públicas tuvieran como
uno de sus objetivos (la igualdad de la mujer debe ser otro) el reequilibrio territorial, reducir a medio plazo las diferencias de renta entre las regiones.
Eso obliga a reequilibrar las inversiones
públicas, las infraestructuras y servicios públicos, la educación, la tecnología
y la digitalización, la reindustrialización y los incentivos regionales europeos.
Y, sobre todo, fijar este reequilibrio regional en el futuro sistema de financiación autonómica, con un potente Fondo de
compensación interterritorial pagado por las regiones más ricas. Y a
nivel fiscal, incentivos a las inversiones y personas que se dirijan a
las regiones más desfavorecidas de España.
Además, a la vista del balance del empleo y de su tremendo
peso en la desigualdad regional, según ha alertado FEDEA,
urgeaprobar un Plan de empleo regionalizado, centrado en esas 30 provincias que apenas han notado la recuperación y
que son el centro de la España vaciada y más o menos pobre. Un Plan con recursos e incentivos para
la formación y empleabilidad de
jóvenes, mujeres y mayores de 55 años, el epicentro de la España pobre. Y con acuerdos explícitos con las empresas de esas regiones y con sus Gobiernos autonómicos, porque reducir la brecha entre las 2 ó 3 Españas debe ser una prioridad de todos, al
margen de las ideologías. No se trata de cuestionar
las autonomías o dar marcha atrás en las competencias (como defiende la
extrema derecha) sino de reconocer que
tenemos un problema grave (tenemos más o menos renta según donde
vivamos) y que necesitamosresolverlo antes de que pase otro siglo.
Con medidas eficaces y sin politiqueos.
Europa “racanea”
con sus Presupuestos para 2021-2027. Ahora que Reino Unido no contribuye,
los paises ricos del norte no
quieren pagar más y aprovechan para recortar los Presupuestos UE, sobre todo
las ayudas al campo (-14%) y a las regiones pobres (-12%), que no les afectan. Para
el sur y Este de Europa es un drama,
por su menor renta y la penosa situación de agricultores y ganaderos. Y España pasará de
recibir a pagar a Europa más de
lo que recibe. La reciente Cumbre
europea no logró pactar un acuerdo sobre quien paga y quien recibe, pero harán
un “apaño” que perjudicará a la Europa pobre. Y eluden la cuestión de fondo:
el Presupuesto europeo es ridículo, un 1% del PIB, frente al 22% del Presupuesto federal USA. Sólo
156.000 millones de gasto anual, la tercera parte del Presupuesto español.
Si queremos una verdadera Unión europea, hay que gastar
más entre todos y menos cada país. Hacen lo contrario: serán los Presupuestos UE más austeros desde 1988.
Lo que se debate ahora son las cuentas de la Unión Europea para los próximos siete años (2021-2027). Hasta 1988, la Comunidad
Europea discutía y aprobaba su Presupuesto cada
año, como hacen los países, pero era una fuente de conflictos y no había
forma de planificar políticas a medio plazo. Ese año 1988, el presidente de la Comisión Europea, Jacques Delors, logró
aprobar el primer Presupuesto plurianual 1988-92. Y a partir de ahí, se han aprobado cuatro Presupuestos más, todos por 7 años, el último el Presupuesto 2014-2020, ahora vigente, con un gasto de 1.082.000 millones de euros (algo más
de un
billón), lo que supone el 1,16% de la renta europea (RNB). Ahora, se
trata de aprobar el 6º Presupuesto plurianual de la Unión Europea, para 2021-2027.
Y sobre este Presupuesto
2021-2027ha habido 3 borradores.El primero, la propuesta aprobada en mayo de 2018 por la anterior Comisión Europea: 1.134.000 millones de gasto, 52.000 millones más de gasto (ojo: en
7 años) que el anterior, aunque como la UE es más rica, supone gastar
porcentualmente algo menos que en 2014-2020, el 1,11% de la renta. El segundo, la propuesta aprobada en
noviembre de 2019 por la presidencia finlandesa y que es la que el presidente del Consejo Europeo llevó a la Cumbre de la semana pasada: 1.094.000 millones, un 1,074% de la riqueza, lo que suponía un recorte de 40.000 millones
sobre lo propuesto por la Comisión Europea. Y tres meses después, el 12
de febrero, el Parlamento Europeo rechazó este segundo “tijeretazo” y anunció que no
apoyaría ningún Presupuesto europeo que no gastara 1.324.000 millones, el 1,30%
de la renta europea, 230.000 millones más de gasto que lo que ha propuesto la
presidencia del Consejo Europeo.
Así las cosas, la Cumbre europea acabó sin acuerdo porque los paises ricos del norte de Europano aceptan siquiera la propuesta más austera, el gasto del
1,074% (1,094 billones en 7 años). Su posición es que, como ahora ya no contamos con un contribuyente importante,
el Reino Unido (aportó 75.000
millones en 2014-2020), ellos no están
dispuestos a pagar más para cubrir la aportación británica y los nuevos gastos.
La “bandera” de Holanda, Austria, Suecia
y Dinamarca, los llamados paises “frugales”, apoyados en la sombra por Alemania, es que Europa no debe gastar más del 1%
de su renta, así que todavía quieren otros 73.000 millones de
recortes sobre el Presupuesto que se presentó en la Cumbre europea. Y además,
quieren que se les mantenga (a los 5 paises) el “cheque”, el descuento en su aportación que, como los británicos, disfrutan desde hace
décadas y por el que se han ahorrado (los 4 “frugales” y
Alemania) 40.000 millones de
aportación entre 2014 y 2020.
Si el Presupuesto se recorta aún más, sobre el de 2014-2020,
habrá que repartir menos fondos entre más necesidades, ya que en los
próximos 7 años se necesitan destinar muchos
recursos a la lucha contra el Cambio Climático, la revolución digital y le
Defensa y Seguridad, sobre todo. Por eso, la propuesta de la Comisión y del Consejo trataba de repartir los menores recursos, en perjuicio de los dos principales
bloques de gasto de la UE desde siempre: los
gastos agrícolas y los fondos para la cohesión, para reducir las
desigualdades entre las regiones europeas, dos partidas que apenas reciben los
paises ricos del Norte y que por eso apoyan recortarlas. La propuesta del Consejo (ver cuadros) es
destinar 335.703 millones de euros
en los próximos 7 años a los fondos agrícolas y pesqueros (FEOGA, FEADER y FEMP), un14% menos que en 2014-2020 (390.155 millones). Y con ello, el campo europeo se llevaría el 30,68% del
Presupuesto UE, frente a 37,8% que se llevaba en 2014-2020, el 42,3% en
2007-2013 y el 66% que se llevaba en los años 80. El otro “tijeretazo” se lo
llevan los fondos de cohesión, los fondos regionales (FEDER, Fondo Social
europeo y Fondo Cohesión), a los que se quieren destinar 237.752 millones en los próximos 7 años, un 12,8% menos que en 2014-2020 (272.647 millones).
A cambio de estos recortes, argumentan la Comisión y el
Consejo, Europa aumentará el gasto en necesidades “de futuro”,
como la lucha contra el Cambio Climático
(12.568 millones, 3,6 veces lo gastado en el Presupuesto actual), investigación, innovación y economía
digital (87.369 millones, 1,6 veces lo actual), migración y gestión de fronteras (21.890 millones, el doble que
ahora), acción exterior (101.905
millones, un 5,8% más) y Seguridad y
Defensa (14.290 millones, 7,2 veces más que en el Presupuesto actual).
Frente a los 4 paises
“frugales” (Holanda, Austria,
Suecia y Dinamarca) más Alemania y la Comisión, defensores de los recortes al
campo y a las regiones pobres, hay un
frente de 16 paises, “los amigos de la cohesión”, capitaneados por España, Portugal, Polonia y Hungría, a los que siguen Grecia, Rumanía, Bulgaria, República Checa, Eslovaquia, Croacia, Eslovenia,Estonia, Letonia, Lituania, Chipre y Malta. Y a los que apoyan, en la distancia, Francia e Italia, paises ricos pero que
son perceptores de ayudas agrícolas y regionales. Este bloque de la Europa del Sur y Este advierte
que el
campo es clave para Europa y que no se pueden recortar unas ayudas que
suponen la cuarta parte de la renta de agricultores y ganaderos. Y que hay una
tremenda desigualdad entre regiones
europeas que combatir. Así que defienden no recortar el Presupuesto y
mantener o incluso aumentar estas ayudas.
Al final, la cuestión de fondo es quien paga y quien recibe. Y aquí, la postura de los 5 paises ricos del norte de Europa es doblemente
injusta. Primero, porque se quejan de que pagan más por habitante al
Presupuesto UE (es verdad, porque sobre todo Holanda, Austria, Dinamarca y
Suecia tienen poca población y mucha riqueza), pero no dicen que en base a su
riqueza (no a su población) aportan
menos que los paises europeos pobres: un 0,70% de su renta (RNB)
en 2014-2020 frente al 0,85% de su
renta que aportaron los paises más pobres, según datos de la Comisión Europea. Y eso porque los 5 paises (4 frugales más
Alemania) consiguieron, con Reino Unido, que les devuelvan un cheque con parte de su
aportación (40.000 millones en estos últimos 7 años), un privilegio que ahora se resisten a perder.
Pero, en segundo lugar, tampoco
hablan de dos hechos. Uno, que estos
5 paises están entre los 8 más ricos de Europa, con un PIB por habitante que supera en un 25% la media UE (Austria tiene un 127% de la
renta media UE, frente al 91% España, el 71% Polonia, el 68% Grecia o el 50%
Bulgaria). Y es lógico (o debería serlo) que si son más ricos aporten más.
Además, el otro hecho que esconden es que ellos, la Europa rica del norte, son
los que más se benefician del mercado único europeo, inundando de
productos a los paises del Sur y Este de Europa: pagan más sí (y ni eso, en porcentaje), pero se benefician más.La propia Comisión Europea aporta este gráfico para señalar qué paises se han beneficiado más del mercado
único europeo: Alemania (118.000 millones), Francia (62.000), Reino
Unido (55.000), Holanda (52.000), Italia (40.000),
Bélgica (35.000), España (28.000 millones), Polonia (25.000), Austria (20.500), Suecia (19.000) y
Dinamarca (16.000 millones)…
Mientras los paises ricos
de Europa justifican (con medias
verdades) su “racanería”, la
Europa del Sur y Este trata de pelear por sus ayudas, aunque sabe que se va a
dejar muchas en el camino. Los que
tienen más que perder son los paises “receptores netos”, que
reciben del Presupuesto UE más de lo que aportan. En el periodo 2014-2020 han sido Polonia
(+10.650 millones netos de media anual), Hungría (+4.640 millones anuales), Rumanía (4.640 millones),
Grecia (+4.490 millones), Chequia (+3.500 millones), Portugal (+3.000
millones), España (+2.050 millones de media anual), Bulgaria y Eslovenía (+2.000 millones cada uno). Y han sido “paganos netos”, pagaron más
que recibieron, Alemania (-13.500
millones anuales), Francia (-6.870 millones), Italia (-3.970 millones), Holanda (-2.500 millones), Suecia (-1.470 millones), Bélgica
(-1.150 millones), Austria (-1.120
millones) y Dinamarca (-750
millones), según las balanzas publicadas en noviembre por la Comisión Europea.
España se juega mucho
con los próximos Presupuestos UE, ya que recibimos un 19% de las ayudas
agrícolas y el campo español podría perder 925
millones anuales (-6.475 millones en 7 años), según los cálculos de la COAG. Y también Fondos estructurales, dado que España ya
está fuera de las ayudas del Fondo de cohesión
(las perdió en 2014, al superar el 90% de la renta UE) y ahora perderá Fondos
regionales y del Fondo social europeo, donde recibe un 9% del Presupuesto
europeo total, con lo que podría perder
otros 400 millones anuales. Lo que parece evidente es que España será ya “contribuyente neta”(pagará
más de lo que recibe) en el periodo
2021-2027, por primera vez desde que
ingresamos en Europa en 1986. Eso según las cuentas de Bruselas, porque
según lo contablemente recibido (puede haber pagos pendientes), España ya ha salido financieramente
perdiendo en la balanza con la UE en 2014-2020: aportó 71.875 millones y
recibió 68.338 millones. Saldo neto: -3.537 millones, según
publica el libro amarillo de los Presupuestos del Estado 2019.
Tras el fracaso de la Cumbre Europeadel 20 y 21 de febrero, después de 30 horas de negociaciones, los 27
tratarán de alcanzar algún acuerdo sobre el Presupuesto 2021-2027
antes del verano, porque urge tenerlo aprobado con tiempo para que eche a
andar el 1 de enero. Como en otras ocasiones, habrá otras Cumbres y de
madrugada se llegará a algún “acuerdo creativo” que intente “salvar la cara” a todos al volver a
sus paises. Pero está claro que los paises del Sur y del Este saldrán
perdiendo, recibirán porcentualmente menos, porque ya se sabe que “el
que paga manda”. Será “otro parche”, como casi todo en la construcción de Europa. Porque el tema de fondo, del que casi nadie habla, es que Europa tiene un Presupuesto ridículoy
así no hay forma de construir una Europa más unida y más fuerte.
Basten dos datos sencillos para valorar lo
ínfimo del Presupuesto europeo. El primero, que supone gastar el 1% del PIB europeo, cuando el Presupuesto federal USA supone el 22% del PIB norteamericano, o sea
que es una herramienta de política económica mucho más potente. Y los propios paises europeos gastan de media,
en sus Presupuestos anuales, un 45,6% de su PIB (media UE 2018),
variando entre el 44% de Alemania, el 56% de Francia y el 41,3% de España. El
segundo dato, es aún más impactante: la UE está “racaneando” por gastar 156.285 millones cada año durante los
próximos 7 años, la tercera parte del gasto del Presupuesto español (472.660
millones en 2019). Y cada europeo ha aportado 240 euros al año (en
2014-2020) para sostener la Unión Europea, 20
euros al mes. Así va Europa…
El debate está centrado en lo inmediato, como siempre, en si gastar 12.000 millones
más (Consejo) o 185.000 millones más (anterior Comisión) en los próximos 7 años,
que es una “miseria”: como mucho 26.428 millones más cada año, a repartir entre
27: 1.000
millones más por país al año). Una
minucia. La cuestión de fondo que debería centrar el debate es que Europa
debía contar a medio plazo con un mayor
Presupuesto, del 10 al 20% de su PIB
(1,5 billones anuales), para afrontar sus retos de futuro y consolidarse como
una Europa federal. Eso podría hacerse implantando una reforma fiscal europea, que asegurara más ingresos europeos (hoy son tres: un porcentaje sobre el IVA de cada país, sobre su renta y sobre
los impuestos en aduanas a las importaciones), con impuestos verdes, sobre
tecnológicas y operativa financiera. Y en paralelo, recaudando y gastando más Europa (para dedicarlo a un seguro de
paro europeo, por ejemplo) y menos los
paises.
Ya sé que suena
utópico, pero habría que decir a los que “se les llena la boca con más Europa”, que los espacios políticos y
sociales comunes se construyen con espacios
económicos y presupuestarios comunes,
no con gastos testimoniales e insuficientes. Hay que ingresar más y aportar más desde
los paises para gastar más desde Europa (a cambio de gastar menos los paises, claro). Es lo que hace EEUU y lo que deberíamos hacer si queremos
construir los Estados unidos de Europa. Pero no parece que los múltiples
“nacionalismos” europeos lo quieran. Así nos va.
En los últimos diez
años, hemos pasado de comprar en los
mercados y tiendas tradicionales a comprar en el súper de las grandes cadenas, casi dos tercios del total. Ahora
gastamos menos en alimentación y
compramos menos cantidad, porque los precios han subido más que el IPC. Y 1 de cada 4 euros lo gastamos en Mercadona. Además, compramos cada vez más productos envasados (más “marcas
blancas”), menos frescos y más
comida preparada. Cara al futuro, seguirán
las “guerras de precios” en los súper, a costa de pagar poco a los
agricultores y ganaderos españoles y de inundarnos
decomida importada: el 80% de
las frutas y hortalizas españolas se exportan, las mejores, porque fuera las
pagan más. Es hora de exigir a la Administración que vigile los precios del súper y asegure mayor transparencia sobre lo que
comemos, con etiquetas del origen,
fomentando los productos locales, sanos y de calidad, aunque nos cuesten algo
más. No ahorremos con la comida.
En 2019, los
españoles volvimos a gastar
más en lacesta de la compra, por 5º año consecutivo: gastamos 89.060 millones de euros, un 2,4% más, en
alimentación, bebidas, droguería y limpieza, perfumería e higiene y comida para
mascotas, según el último Informe Nielsen. Eso supone una media de 4.800 euros de gasto por hogar al año. La mayor parte de este gasto familiar, unos 4.234 euros anuales se va en alimentación, que supone el tercer mayor gasto de los españoles
(un 14,1%
del presupuestototal), tras la vivienda (24,8%) y
los transportes (14,7%), según la última Encuesta de Presupuestos Familiares del INE (2018). Un gasto en alimentación que ha bajado tras la crisis, ya que era de
4.543 euros por hogar en 2007, un 14,20% del
presupuesto familiar. Básicamente, ahora gastamos
menos en productos frescos y más en envasados y compramos menos cantidad, aunque gastemos casi igual porque los precios han subido mucho: un +15% los alimentosfrente al +13,9%
que subió el IPC general entre 2010
y 2019, según el INE.
Volviendo a la cesta
de la compra 2019, el gasto en alimentación se repartió entre los productos envasados (68% de las
compras), los únicos que aumentaron ventas (+0,8%) y los productos frescos (que suponen el 32% de nuestra compra), cuyas ventas cayeron un 2,6%, porque estamos
cambiando los hábitos de comida (más envasado y menos frescos) y, sobre todo,
porque los frescos son los alimentos más caros y que más subieron de precio: +12,7%las verduras, +3,6% las frutas,
+3,3% los pescados y mariscos, +2,2% el pan y +1,5% los huevos, según el informe 2019 de Nielsen. Mientras, los alimentos envasados
subieron sólo un +1,8%, encareciéndose más las bebidas (+2,4%) y los envasados
perecederos (+2,1%). Al margen de la comida, subieron un +2,3% los artículos de
droguería y limpieza y un +1,3% los
productos de higiene y perfumería.
En conjunto, la cesta de la compra subió
un +2,7%, más del doble que la subida anual del IPC (+1,1%).
Al margen de lo sucedido en 2019, hay que resaltar los grandes cambios en la cesta de la compra
de los españoles en la última década, señalados por Kantar Worldpanel. El primero,
ya apuntado, que gastamos algo menos en alimentación, básicamente porque compramos menos cantidad (sobre todo productos
frescos) aunque a precios más caros.
Y también influye que la población crece
poco, que somos sólo 600.000 habitantes más que en 2010. Además, ahora vamos
menos a comprar que antes: hacemos 246
visitas anuales a la tienda, 35 visitas menos que en 2010, según el informe de Kantar Worldpanel 2019. Y eso porque antes íbamos a varias
tiendas para comprar y ahora concentramos las compras en el súper.
Precisamente, el
segundo gran cambio es el auge del
súper de las grandes cadenas, que han desplazado
a los mercados y las tiendas tradicionales. Si en2001, los súper vendían el46,3% de los productos perecederos y la tienda tradicional vendía el 43,5%, en 2019 el súper tiene ya el 61% de cuota y la tienda tradicional
sólo el 30,7%, según el último informe de Kantar Worldpanel. Y si analizamos el mercado de productos envasados, los súper ganan con
mayor distancia: copan el 74,7% de
las ventas, seguidos del 13,3% los híper, un 5,9% las perfumerías, sólo un 4,7%
las tiendas tradicionales y un 1,3% que venden las gasolineras, según el último Informe 2019 de Nielsen.
No sólo compramos más en los súper sino que las grandes cadenasganan cuota de mercado año tras año, según Kantar Worldpanel, afianzándose el liderazgo de Mercadona: volvió a crecer en 2019 (+0,6%) y ya acapara el 25,5% de las ventas de gran consumo,
1 de cada 4 euros que los españoles nos
gastamos en la cesta de la compra. Y un
91,7% de los españoles han visitado sus tiendas en el último año. Crece en
todo, pero sobre todo en los frescos y comida preparada, en el País Vasco
(donde menos tiempo lleva) y en Portugal (donde entró en 2019). Le siguen, muy lejos, Carrefour
(8,7% de cuota y un 62% de visitas de compradores), que está apostando por abrir
tiendas de proximidad y la venta online, el Grupo DIA (6,4% de cuota y un 62 % de hogares
visitándoles), cuyo mayor parque de tiendas sufre una dura crisis de gestión
financiera, el grupo alemán Lidl (5,6% de
cuota), el súper que más crece y la segunda cadena más visitada (69% hogares), Eroski (4,9% de cuota y cayendo) y Auchan/Alcampo (3,5% de cuota), que
apuesta también por pequeñas tiendas de cercanía. Y luego están los supermercados regionales (12% de
cuota), que visitan el 72,4% de familias y que tienen mucho éxito (Consum,
Ahorramás, Gadisa, Condis, Covirán, Bonpreu), por proximidad, precios y su oferta de frescos.
El tercer gran cambio
en nuestra cesta de la compra es que compramos menos productos frescos y más envasados y comida cocinada. Y que cargamos más
en el carro con otros productos,
desde artículos de higiene, limpieza o cosméticos a comida para mascotas, que
antes apenas de compraban en los súper. Las prisas y los precios altos han
llevado a los españoles a comprar menos
frutas y verduras, menos carnes y pescados, y más productos envasados y comida
semipreparada o precocinada, en
perjuicio de la salud y a favor del sobrepeso y la obesidad, origen de múltiples enfermedades.
Este auge de la comida envasada nos lleva al cuarto gran cambio en nuestros hábitos
de consumo: el auge de las “marcas
blancas”, las que ofrecen los súper, generalmente más baratas que las
marcas de los fabricantes. España es el país de Europa con más peso de las
marcas blancas en volumen, con un 51% de cuota de mercado, tras el 49% en
Suiza, el 47% en Reino Unido, el 45% en Alemania, el 31% en Francia o el 20% en
Italia, según el Anuario 2019 de la PLMA. Y en
precio, acaparan el 37,7%% de las
ventas de gran consumo, según EAE Business School, con un 40% en alimentación, un 16% en bebidas, un 33%
en droguería, un 14% en cosmética y un 23% en alimentos para mascotas. Las
marcas blancas son el gran motor del crecimiento de Mercadona, Día y Lidl,
aunque han frenado algo su auge, gracias a la bajada de precios, la innovación
y la publicidad de las marcas de fabricantes.
Un quinto cambio,
aún en ciernes, es el inicio de las
ventas por Internet en gran consumo, desde leche y productos envasados a
droguería y productos para mascotas. Las ventas online son todavía “testimoniales”, pero ha mejorado en 2019 (del
0,3 al 1,9% de las ventas) y ya han
ganado a 4 millones de compradores online desde 2010. Es la
gran “asignatura pendiente” de los súper, sobre todo de Mercadona, que
ya ha iniciado la venta online en Valencia y se prepara para dar el salto este
año en Madrid y Barcelona.
Vistos los cambios en la última década, los expertos auguran
que el gasto en la cesta de la compra
volverá a crecer en 2020, aunque menos (sobre un +1,5%), mientras se consolidan otros
cambios en nuestras compras, según Kantar Worldpanel. El primero, que Mercadona y los demás están empeñados en
crecer gracias a vender más alimentos
frescos, insistiendo en la “moda” de productos “ecológicos” y “bio” (más
caros). También aumentarán la oferta de comida
para llevar, que ya supone el 3% de las ventas (una media de 6 comidas preparadas al mes), junto al
resto de productos “limpios” (ensaladas, verduras) y pre-cocinados. Y por
supuesto, seguirán en la batalla de las “marcas blancas”, aunque combinada
con la oferta de productos “más sofisticados” (cervezas artesanas, panes
diferentes, salsas…).
Y además, se trata de vender
en el súper muchas más cosas que comida, profundizando en los artículos de limpieza, higiene y cosmética (con
cremas millonarias en ventas, algunas de dudosa eficacia). Y en la comida para mascotas, un “filón”,
dado que el 42% de los hogares tienen un perro o un gato y su comida mueve un mercado de 1.218 millones de euros al
año, similar a la venta de cervezas. Y dos
tercios de esta comida para mascotas se venden ya en los súper, incluso a
través de marcas blancas. Otro nicho para ampliar las ventas es la ropa (Lidl ya vende textiles) y el
crear una zona de “bazar” (cocina, bricolaje, decoración, jardín),
donde se pueda comprar desde un robot de cocina a un set de herramientas o una
planta. Es una de las razones del crecimiento de Lidl, que aprovecha su
presencia en 30 paises para hacer ofertas de 30/40 nuevos artículos por semana.
La idea es que vayas al súper para comprar comida y acabes comprando de todo.
Los súper se están enfrentando a cambios en los hábitos del consumidor y va a haber muchos más. El último informe Nielsen adelanta3 grandes
cambios en el consumo futuro. Uno, que seremos cada vez “más caseros” (me gusta más que el anglicismo de “cocooning”), lo que implica que
comeremos y beberemos más en casa y menos fuera, con lo que los súper tenderán
a ofrecernos más “caprichos”, desde la ginebra sofisticada al pan artesano o el
queso o vino premiados, intentarán que hagamos una “compra emocional” (y
que así gastemos más). El segundo cambio,
por la falta de tiempo y la reducción del tamaño de las familias, llevará a que acumulemos menos compra, que
compremos más veces y menos cantidad, evitando el coche y buscando la proximidad. Eso ya ha provocado que grandes
hipermercados, como Carrefour a Alcampo abran pequeñas tiendas de barrio con lo más imprescindible. Y el auge de las
ventas en gasolineras (han crecido
un 8%), que han convertido a Repsol en el primer vendedor de pan en España…
El tercer cambio en nuestros hábitos de consumo futuros, según Nielsen, será la deslealtad del
consumidor español, mucho más abierto
que el europeo a probar nuevas marcas
(el 49% frente al 40% en la UE) y a
probar cosas nuevas (el 36% frente a 33% en Europa). Así que somos un
consumidor poco fiel a las marcas
(sólo el 8%, frente al 12% en la UE), lo que convierte el negocio de los súper en una “guerra abierta por el
cliente”. Y aunque decimos en las encuestas que nos preocupa la calidad, la
mayoría compran por el precio.
Así que en 2020 seguirá la “guerra de precios” y ofertas en la alimentación y la cesta de la
compra. Y los consumidores tenemos las de
perder. Porque si no aceptamos que nos ofrezcan alimentos y productos más
caros, los súper tratarán de contener precios a costa de la calidad, de
pagar poco a los agricultores y ganaderos y
de importar alimentos más baratos. Es lo que ya pasa hoy. En frutas
y verduras, por ejemplo,el 80% de la cosecha española se exporta.
Así que las mejores naranjas y los mejores tomates españoles se venden en
Hamburgo o el Londres (mucho más caros), no en Madrid. Y los súper dicen que sólo venden
un 7% de frutas y verduras españolas. ¿De dónde sacan el resto? Pues la
mayoría de importación, desde naranjas sudafricanas a tomates marroquíes, más
baratos pero de peor calidad. De hecho, en
2019 (enero-noviembre), España
importó alimentos por valor de 29.485 millones de euros (6.482 millones de
pescado, 5.258 millones de frutas y hortalizas, 2723 de azúcar, café y cacao,
2.228 de aceites, 2.045 millones de carnes, 1.892 millones de lácteos y 8.850
millones de otros alimentos), según los datos de Comercio.
Al final, los súper
pelean con los agricultores y
ganaderos, con los distribuidores y
mercas y con la industria alimentaria
para que les bajen precios y poder así mantener sus precios sin deteriorar
sus márgenes. Y eso incluye promociones y ventas a pérdidas de
“productos escaparate” (leche, aceite, pollo), para captar clientes. Ellos
dicen que su rentabilidad en la cadena es sólo del 2 o 3%, pero el hecho es que los consumidores pagamos por la comida mucho más de lo que reciben los
agricultores (4,43 veces) y ganaderos (3,10 veces), según el índice IPod de enero 2020 que publica mensualmente COAG. Significa que
pagamos 7,35 veces más que cobra el agricultor por la patata, 6,32 veces por la
naranja, 4,25 veces por el tomate,
3,62 veces por el tomate, 4 veces por la
ternera, 3,85 veces por el cerdo,
3 veces por el pollo y 2,52 veces por
la leche.
El beneficio se queda por el camino. Un ejemplo, con la patata, que pasa de 0,17
céntimos en el campo a 1,25 euros en el súper. El agricultor se lleva el 28%
del precio final, el comercializador en origen el 7%, el envasador el 39%, el
comercializador de destino el 9% y la tienda o súper que la vende el 17%
restante. Así que un 72% del precio de la patata se ha quedado por el camino
entre el campo y nosotros. En el conjunto de frutas y hortalizas, los datos de Agricultura indican que los agricultores se llevan del 16 al 25% del precio final, los mayoristas en origen del 20 al 49%, los comercializadores en destino del 4 al 25% y los supermercados, del 26 al 51% del precio final (ver aquí los datos del margen que se lleva cada uno en las principales frutas y verduras).
Es urgente que la Administración ponga orden en los precios,
sobre todo de los alimentos, vigilando que la cadena de intermediarios se
reduzca y los márgenes sean razonables. Y prohibir prácticas fraudulentas,
como las ventas a pérdidas, publicando
las multas por malas prácticas al
consumo (algo que ahora no hacen las autonomías). También es clave que agricultores y ganaderos unan esfuerzos,
para comercializar sus productos más directamente
(cooperativas más fuertes) y con menos intermediarios. Y que los alimentos
tengan un mejor etiquetado, informando claramente de su origen, para que sepamos si los tomates son marroquíes
o los ajos y la miel chinos. Y también su composición, con códigos de
colores que nos informen con claridad de los alimentos altos en grasas,
azúcares y sal, para que sepamos lo que
atenta contra nuestra salud. Y controlar mejor las etiquetas de alimentos
ecológicos y bio, muchas de ellas hoy “dudosas”. En definitiva, que podamos
hacer una compra más informada y transparente, aunque acabe siendo más cara, porque la calidad y el producto autóctono hay que pagarlo. No ahorremos
con la comida.
El alquiler de
vivienda no tiene enmienda: tras cuatro
años subiendo un 37% al menos,
en 2019 han subido otro +5,1%. Y alquilar una casa (10,18
euros por m2) supera ya el récord
histórico de 2007. Los expertos creen que seguirán subiendo en 2020,
entre un 4 y un 10%. Todo ello agobia a millones de familias,
porque pagar el alquiler se lleva un tercio de sus ingresos y más. Urge tomar medidas
efectivas, porque la vivienda y el empleo precario son hoy las principales vías a la pobreza. Pero no
atajos populistas, como el control de alquileres que propone
Podemos: sólo conseguiría que menos
propietarios alquilen. Y el problema de fondo es que faltan pisos en alquiler. Hay que acordar un Plan para conseguir
1 millón de alquileres en 5 años, incentivando
el alquiler de los pisos vacíos y en manos de bancos, además de promover viviendas públicas para alquiler
desde Ayuntamientos, autonomías y el Estado. Consigamos más pisos en alquiler y
así bajarán seguro.
El alto coste del
alquiler es una de las mayores
preocupaciones de muchos españoles, sobre todo de las familias con menos
recursos y los jóvenes. Los alquileres
cayeron cada año entre 2008 (-7%) y 2014 (-1,9%), con la crisis, pero llevan subiendo desde 2015, una media del +50% (entre 2014 y mayo de 2019), según el portal Fotocasa (que analiza los anuncios que ponen los propietarios que
alquilan), y la mitad, un +24,6%
(entre 2014 y 2018), según los últimos datos del Ministerio de Fomento, que utiliza las estadísticas de las fianzas.
A falta de una estadística oficial,
que Fomento se ha comprometido a elaborar, podemos hacer una media y estimar
que los alquileres subieron el menos un
+37% entre 2015 y 2018. Y en 2019,
han vuelto a subir, otro +5,1%,
según el estudio hecho por Fotocasa entre sus ofertas de alquileres.
La subida de los alquileres en 2019 es desigual, como también pasó en los años anteriores, aunque se dio
en todas las autonomías, salvo en Baleares (los alquileres bajaron un -0,3%).
De hecho, los alquileres subieron en
2019 en 43 provincias y en 81 municipios
(delos 85 analizados por Fotocasa). Por ciudades,
destacan las subidas de Elche (+24%),
Murcia (+20,4%), Bilbao (+17,8%) y Badalona (+17,1%), mientras los alquileres subían en Madrid capital un 2% y en Barcelona capital un 2,7%, bajando en
Cáceres (-1,8%), Burgos (-1,5%), Sitges (-0,3%) y Palencia (-0,2%). Al final,
el precio
medio del alquiler se situó en 2019 en 10,18 euros/m2, un récord
histórico que supera el precio de mayo de 2007 (10,12 euros/m2.). Las ciudades más caras para alquilar son Ibiza (18,05 euros/m2), Barcelona capital (17,67 euros), San Sebastián (16,74 euros), Madrid capital (16,41 euros),
Hospitalet de Llobregat (15,61 euros), Sant Cugat del Vallés (15,49 euros),
Sitges (14,85 euros), Bilbao (14,70 euros), Calviá (14,32 euros) y Alcobendas
(13,94 euros). Y los alquileres más bajos están en Elda (3,91 euros/m2),
Puertollano (4,54 euros), Ferrol (4,74 euros), Sueca (4,96 euros) y Ponferrada
(5,13 euros/m2), según el estudio de Fotocasa.
Hasta aquí la subida
de alquileres en los últimos 5 años, casi
un 50% o más. Y lo peor es que van a seguir subiendo, según creen todos
los expertos, aunque quizás algo menos en las ciudades más caras y en los
extrarradios. El fondo estadounidense Blackstone, el mayor “casero” privado de España
(gestiona 20.000 alquileres), “avisa” que, en 2020, los alquileres van a subir un +10%en Madrid capital (y más, entre el 14% y 16% en la periferia) y
un +7% en Barcelonacapital (y hasta un +12% en las
ciudades de su periferia). Otros expertos auguran también subidas para 2020, aunque menores: entre un +4 y un +6% el portal
pisos.com y Locare y un +2,5% de
media Fotocasa.
El problema de los alquileres es que se ha disparado la demanda (muchas familias y jóvenes, con la
crisis y sus empleos precarios no se atreven ni pueden ahora comprar piso) y ha crecido mucho menos la oferta, a pesar de la alta rentabilidad del
alquiler para los propietarios y la fuerte llegada de inversores extranjeros. De hecho,
en 2019, un 14% de los particulares
adultos han intentado alquilar o han
alquilado (muchos más que el 9% de 2018), mientras sólo un 5% de los particulares adultos han intentando alquilar o han alquilado su vivienda (menos del 6%
que eran en 2018), según Fotocasa. Los que más buscan son los jóvenes (un 30% entre 25 y 30
años), sobre todo en Andalucía y el País Vasco (el 17% de particulares buscan o
alquilan), Madrid (15%) y Cataluña (13%).
El perfil del
inquilino (que ha alquilado o intentando alquilar en 2019) es
mayoritariamente mujer (el 75%), joven (la edad media son 36 años), de clase
social media (40%) y media alta (25%) más que media baja (20%), la mayoría con
ingresos por debajo de 2.000 euros mensuales (el 33%), que ya viven con su
pareja (28%) o con sus padres (24%) y la mayoría alquilan en Andalucía (21%),
Cataluña (16%), Madrid (15%) y la Comunidad Valenciana, según un estudio hecho por Fotocasa en 2018 y 2019. Enfrente, los arrendadores tienen un perfil muy
diferente: hombres (58%), maduros (50 años de edad media, aunque están
aumentando los propietarios que alquilan con 55-75 años), de clase media (41%)
y media alta (25%).
Los inquilinos
valoran sobre todo el precio del
alquiler, por delante de la localización (aunque la mayoría busca en su mismo
barrio), no tener que hacer reformas y el tamaño. Los
arrendadores, sobre todo, el tener un ingreso extra. Y lo que más miran es la
capacidad de pago de su inquilino. Al final, alquilar no es tan fácil,
si tenemos en cuenta que un 42% de los
intentos de alquiler son fallidos,según el sondeo de Fotocasa. Y en la mayoría de los casos, el alquiler se hace rápido
(en horas), porque hay muchos inquilinos buscando, lo que hace también que un
59% de los precios que se piden no se negocien. Y que los inquilinos
lo paguen, aunque 7 de cada 10 creen que “el
precio es muy caro”.
Realmente, los
alquileres son muy caros y resultan una
pesada losa para la mayoría de los que viven de alquiler (el 17,5% de los hogares en 2018, según el INE). En 2019, el pago del alquiler se llevaba el 37,31% de los ingresos de las
familias, según un estudio hecho por la web alquiler seguro. Y eso es la media, porque hay 4
autonomías donde el alquiler se lleva el 40% o más: Baleares (45% de los
ingresos), Madrid (42%), Cataluña y Canarias (40%). Y otras 4 más donde se
lleva más del 30% de la renta: Comunidad Valenciana (32,85%), Andalucía
(32,66%), País Vasco (33,09%) y Ceuta). Sólo en La Rioja, Aragón, Asturias y
Castilla y León, pagar el alquiler ronda
el 22/23% de los ingresos.
El alquiler es un problema para la mayoría pero sobre todo paralas familias más pobres y los
jóvenes, a quienes el pago del alquiler conduce directamente a la
pobreza. Lo revela un reciente informe de la OCDE: España es el
tercer país europeo (tras Reino
Unido y Finlandia) donde hay más
familias pobresque destinan más del
40% de sus ingresos a pagar un alquiler, frente al 33% en la OCDE y el 17,2% en Francia. Son el 46%, casi la mitad de las familias que están en el 20% más bajo de
ingresos del país y que viven de alquiler (unas
300.000 familias). Las que están en un 20% superior de ingresos pagan de
alquiler el 15,8% de sus ingresos y en el 20% siguiente el 7%, mientras apenas
pagan alquiler el 40% de españoles con más ingresos (compran casa).
Para la mayoría de los jóvenes,
muchos con trabajos precarios y sueldos que ni llegan a ser mileuristas, el pago del alquiler es una losa mayor. En junio de 2019, el
pago de un alquiler medio se llevaba el 94,4% de los ingresos de un joven, cuando en 2008
suponía sólo el 55,7%, según el Consejo de la Juventud. Y si los jóvenes pretenden compartir un piso de alquiler (lo que hacen el 84% de los que se
emancipan), les toca pagar el 30,8%
de sus ingresos, una media que sube al 30/40% en 21 capitales y a más del 40% de los ingresos medios de
un joven si quiere compartir alquiler en Madrid o Barcelona. El resultado de
este alto coste del alquiler es que el 81,4% de los jóvenes
menores de 30 años siguen viviendo con sus padres, no pueden emanciparse (son
el 70% en Europa).
El problema del
alto precio de los alquileres es muy
serio y urgen soluciones. Hace casi un año, en marzo de 2019, el Gobierno Sánchez aprobó un decreto que
ampliaba el plazo de los alquileres (de 3 a 5 años), limitaba la subida anual
al IPC, fijaba un límite de 3 meses a las fianzas, limitaba los desahucios y se
comprometía a crear un índice estatal de alquileres en 8 meses (incumplido)
para que los Ayuntamientos puedan tomar medidas para frenar las subidas. En
este blog califiqué el decreto como “un parche” y por desgracia acerté, ya que no ha servido para frenar la subida de los
alquileres. Ahora, el Gobierno
de coalición estudia nuevas medidas pactadas sobre los alquileres, desde más recursos, promover la
rehabilitación, reforma alquileres turísticos, actuar sobre las viviendas
vacías y el parque de los bancos o promover más viviendas protegidas. Y sobre
todo, la “medida estrella”: permitir a los Ayuntamientos que establezcan controles
y topes a los alquileres en las zonas más caras.
Esta medida, empujada
por Podemos, si finalmente se aprueba (hay ministros del PSOE en
contra), sería“un atajo populista” contraproducente:
reduciría la oferta de alquileres y subiría los precios, lo contrario de lo que
se busca. No hay que ser economista
para entender que si a un propietario (o a una inmobiliaria) se le pone un tope
a lo que puede cobrar de alquiler, retirará el piso del mercado y tratará de
venderlo o lo tendrá cerrado. Es lo que ha pasado en muchas zonas de París o
Berlín en que se ha intentado. Otra cosa es incentivar
a los propietarios a que pongan alquileres “razonables”, a cambio de
bajarles el IBI o de reducirles el pago del IRPF o de Sociedades (inmobiliarias).
La solución al alquiler pasa por aumentar la oferta, no controlar los alquileres. Y
eso puede hacerse por dos vías. Una, sacando
más viviendas privadas en alquiler, lo que requiere actuar en varios frentes. Por un lado, animando a los propietarios de las 3,44 millones de viviendas vacías(según el último Censo del INE, de 2011) a que las alquilen, con rebajas
fiscales e incentivos municipales (rebaja del IBI), pero sobre todo con una
mayor seguridad jurídica y práctica (una
Agencia pública que asegure cobros). Por otro, mejorando las ayudas a la rehabilitación privada de
viviendas, para ampliar el parque de pisos que se pueden alquilar. Y en tercer
lugar, comprando viviendas de
particulares, del parque de impagados de los bancos, para crear un gran parque
público de viviendas para alquilar, junto a las 40.000 viviendas de la SAREB (el
“banco malo”) y las 15.000 VPO que hay vacías.
La otra vía de actuación debe ser promover viviendas nuevas (públicas y privadas) para alquiler. El parque público de viviendas sociales (VPO) para alquiler representa en España el 4%de la oferta, frente al 37,7% que supone el parque público en Holanda, el 21,2% en Dinamarca, el
20% en Austria, el 16,5% en Reino Unido y el 14% en Francia, países donde el
parque público de alquiler ayuda a que haya una oferta de alquileres sociales y
contrapesa a la baja los alquileres privados. El drama en España es que, con el
“boom inmobiliario”, se desplomó la
promoción de viviendas públicas (VPO): de 85.028 VPO en 1997 se pasó a 68.587 en 2008, 58.308 en 2011, 15.046
en 2014 y … 5.191 VPO en 2018, según las Estadísticas de Fomento. De ellas, se promovieron 11 VPO en Galicia, 30
en Murcia, 35 en Asturias, 55 en Aragón, 86 en Andalucía, 110 en Valencia ,171
en Extremadura, 198 en Castilla la Mancha, 588 en Navarra, 633 en Cataluña, 859
en el País Vasco y 2.418 en Madrid. Y
cero (sí, 0 VPO) en Baleares,
Canarias, Cantabria, Ceuta y Melilla.
Tampoco los
promotores privados hacen VPO, porque no se les facilita suelo, se les
ponen demasiadas trabas burocráticas y se les fijan precios de venta ridículos: los módulos de VPO están sólo un
31,2% por debajo de la vivienda libre y en 10 provincias se da el contrasentido
de que la VPO es más cara que la vivienda libre. La clave ahora sería incentivarles,
con suelo gratis y financiación, para que se lanzaran a construir viviendas
para alquilar a precios que se puedan pagar. Los promotores han hecho una oferta impactante al Gobierno:
si les ceden suelo gratis (40% del coste de una promoción), a 70 años, se
comprometen a construir viviendas en Madrid con alquileres por debajo de los
500 euros. Y aseguran que hay muchos fondos dispuestos a invertir en
promociones para alquiler.
Por estas dos vías, sacar más viviendas en alquiler y promover viviendas nuevas para
alquilar, se podría aumentar la oferta de
alquileres en 200.000 al año, un objetivo de 1 millón más de alquileres en 5 años. Eso sífrenaría el alza de los precios, no
poner topes administrativos “populistas” a los alquileres. Y además, resolvería
buena parte de la demanda de vivienda
actual y futura, sobre todo de los jóvenes y las familias con hijos. Hay que volcarse con el problema de
la vivienda, aumentando drásticamente la oferta y ayudando a los inquilinos más pobres, que no
puedan pagar ni siquiera un alquiler de mercado razonable. Y eso exige
más recursos que los ridículos679 millones destinados a la política de vivienda en el Presupuesto 2019.
Habría que multiplicarlo por 10, al menos. Pero exige, como digo casi siempre,
recaudar más. Si no se gasta más, en promover viviendas para alquiler y en
ayudar a los inquilinos, será imposible cumplir la Constitución:
“Todos los españoles tienen derecho a
disfrutar de una vivienda digna y adecuada” (artículo 47). Sean de verdad constitucionalistas.