Tras la última ola de calor, las temperaturas serán más altas más altas de lo habitual este verano. Y como ha llovido un 25% menos este año, sufrimos ya la tercera peor sequía de este siglo. Con ella, agricultores y ganaderos tienen pérdidas millonarias y los consumidores sufriremos subidas de precios en muchos alimentos este verano. Y como los pantanos están medio vacíos, habrá zonas turísticas con problemas de agua y la luz será más cara, al haber caído un 41% la producción hidroeléctrica. Y han aumentado los incendios: ya hay más superficie quemada que en todo 2018, con “mega incendios” cada vez más virulentos. Todos estos problemas vienen de lo mismo: del Cambio Climático, que afecta cada vez más a España y que agravará sus consecuencias en los próximos años. Urge aprobar un Plan contra el Cambio Climático, como toda la UE, junto a medidas de choque para limpiar los montes, asegurar más las cosechas y aprovechar mejor el agua. Hay que salvar nuestro entorno.
La última ola de calor, en Europa y más en España, ha sido un serio aviso de la naturaleza sobre los efectos del Cambio Climático. Las temperaturas, entre el 26 y el 30 de junio, han sido las más elevadas en un mes de junio de los últimos 40 años, según la Agencia española de Meteorología (AEMET). Y en 14 capitales españolas se registraron las temperaturas más altas de su historia. Al final, la temperatura media es 1,30 grados más elevada (16,78ºC) que en los años 80 (15,48ºC). Pero no es sólo un problema de España: el pasado mes de junio fue el más cálido registrado en el Planeta y el 2º más cálido en Europa, tras el anterior récord de junio 1999, según el programa Copernicus de la UE.
Y la previsión para este verano, entre julio y
septiembre es que las temperaturas sigan
altas, +0,5ºC por encima de lo habitual en las tres últimas décadas, según la AEMET, que advierte que en el noroeste de España, la temperatura
podría subir +1ºC sobre lo habitual en otros veranos, sin contar con que no
se repita una nueva ola de calor. Porque advierten que estas olas
de calor son ahora 10 veces más frecuentes que en el siglo pasado y lo
serán más en el futuro. Olas de calor que van a ser más frecuentes y cada vez con
temperaturas más altas, según advierte el Informe Word Weather Atribution, que señala que la ola de calor de junio
registró 4ºC más de temperatura que las olas de calor de hace un siglo.
Junto a las mayores temperaturas, el otro
problema es que no llueve. La primavera ha registrado un 15% menos de lluvia de lo habitual y ha sido la 6ª
primavera más seca de este siglo, según la AEMET. Y como el invierno también fue seco, el problema es que en 2019 ha llovido un 25% menos de lo habitual en las tres últimas décadas, con lo
que estamos oficialmente en situación de
sequía, en el 3º año más seco del siglo XXI, tras las anteriores sequías
de 2017 y 2005. Un ejemplo: en Madrid, en mayo, se registraron 0 litros de
precipitaciones por m2, algo que sólo había sucedido una vez antes en la
historia (en 2015). La sequía afecta especialmente
a Coruña, Burgos, Vizcaya, Huesca, sur de
Castilla y León, Madrid, Extremadura, oeste de Castilla la Mancha, tercio
occidental de Andalucía, norte de Tenerife y la Palma, según la AEMET. Y es grave en el extremo
sur de Castilla y León, oeste de la comunidad de Madrid y oeste de la provincia
de Toledo.
La AEMET no se atreve a hacer previsiones de lluvias para este verano, pero teme que la sequía se agrave porque no haya
lluvias que compensen las elevadas temperaturas esperadas. Y eso, cuando los embalses están al 54,83% de capacidad (8 de julio), bastante por debajo del año pasado en
estas fechas (estaban al 69,49% de capacidad). La situación más grave se da en
las cuencas del Segura (embalses el 27,89% de capacidad) y Júcar (al 37,46%),
pero también están muy bajos los embalses de las cuencas del Guadiana (al 46,36%), Guadalquivir (46,10%) y Tajo
(al 47,48%).
Las altas temperaturas y la sequía propician los incendios forestales, que ya han batido
récords
en el primer semestre: hasta el 30 de junio se quemaron 43.929 hectáreas en 6.627 incendios forestales, más superficie quemada que en todo el año
2018 (25.162 hectáreas quemadas en 7.143 fuegos), según datos del Ministerio de Agricultura. Y lo peor es que ahora, los incendios son
más graves y extensos (“mega incendios”), más virulentos y difíciles de atajar y con más daños
humanos y materiales. De hecho, en lo que llevamos de siglo XXI se han
producido ya 457 grandes incendios, de más de 500 hectáreas, algo casi sin
precedentes en el siglo pasado. Y la ONU, a través del panel de expertos para
el Cambio Climático (IPCC) ya ha advertido que el calentamiento global va a aumentar un 38% el riesgo de incendios forestales de aquí a 2040,
aumentando los “mega incendios” o “teraincendios” como los sufridos por
California, Portugal o el norte de España el año pasado.
La AEMET advierte del elevado riesgo de incendios este verano en la mayor parte de la España peninsular,
debido a las altas temperaturas y a la desertificación del territorio, que
afecta ya al 37% de la superficie española. Además, los expertos en incendios advierten que la rapidez en apagar los grandes incendios
sufridos en las últimas semanas en Cataluña, Toledo y Ávila pueden servir de “combustible” para próximos incendios, si
no se aplican con urgencia medidas de limpiezas de los montes. Para la AEMET,
las zonas con mayor riesgo de incendio
este verano son el Pirineo y el
Cantábrico, porque tienen bosques muy viejos que han perdido la humedad
tras varios años de fuerte sequía.
Las altas temperaturas y la sequía han dañado muchas cosechas y provocado
graves pérdidas a agricultores y ganaderos. A principios
de julio, la sequía afectaba ya a 1 millón de hectáreas de cereales (el 16,6% de la superficie cultivada),
donde se perderá el 40% de la cosecha (la 2ª peor del siglo, tras la de 2017),
con pérdidas que rondan los 1.000 millones de euros (la mitad en Castilla y
León y el resto entre Castilla la Mancha, Aragón y Andalucía). Y la sequía
también está perjudicando otros cultivos, como el olivar, el viñedo y el almendro. Y además, la falta de pastos
encarece la alimentación de muchos animales, obligando también a mayores importaciones de cereales
y piensos.
Un problema añadido a la sequía es que la mayoría de agricultores no
tienen aseguradas sus cosechas: en cereales, sólo están aseguradas 2,2
millones de las 6 millones de hectáreas de cereales cultivadas. Eso hace que
las indemnizaciones que va a pagar la
empresa pública Agroseguros, desde el 15 de julio (100 millones de euros, para 980.000 hectáreas), sólo
llegarán a una parte de los agricultores afectados, mientras otros no serán
indemnizados porque no tenían seguro. Y no lo tenían, según los sindicatos agrarios, porque han
subido mucho en los últimos años (entre un 20 y un 80% desde 2015) y son muy caros, a pesar de que las
ayudas públicas subvencionan un 41% del coste. Además, para los que sí aseguran
sus cosechas, si hay un siniestro
(sequía), se reducen las coberturas y suben las primas para la próxima
campaña, lo que retrae a los agricultores a contratarlos.
La sequía y la pérdida de cosechas, desde cereales a aceite,
vino, frutas y hortalizas, se está traduciendo ya en subidas de precios de muchos
alimentos. Y habrá más subidas de los
alimentos este verano, coincidiendo con la mayor demanda del turismo. Hasta
mayo, la sequía ha provocado subidas en el pan (+1,7% anual, frente a +0,8% de
subida global del IPC), carne de cordero (+2,1%), cerdo (+3%), pollo (+1,1%),
lácteos (+1,2%), legumbres y hortalizas frescas (+4,8%) y patatas (+14,5%), según el último IPC de mayo (INE). Y no sólo es que los agricultores y ganaderos suban sus
precios, porque cosechan y producen menos y con más costes, sino que los
distribuidores y grandes supermercados “aprovechan la ocasión” para subir los
alimentos por el camino, del campo a la ciudad: los productos agrícolas
suben 4,88 veces lo que se paga al agricultores y las carnes 3,18 veces lo que
se paga al ganadero, según este listado de precios (IPOD) que publica cada mes la organización agraria
COAG.
Las altas temperaturas y la sequía no sólo provocan muertes,
incendios, pérdidas de cosechas y subidas de los alimentos, sino que también afectan al recibo de la luz, porque la climatología adversa reduce la electricidad de origen eólico (aire) e hidráulico (embalses). De hecho, hasta finales de junio, la
producción de electricidad de origen
hidráulico había caído un -41,7%
y la eólica un -3,8%, según el balance de Red Eléctrica (REE). Eso se traducirá en aumentos de la factura de la luz este
verano. De momento, en julio, el
kilowatio se ha encarecido en el mercado eléctrico: de 48,32 euros/MWh el 1 de
julio a 56,02 euros/MWh el 5 de julio, según la estadística diaria de precios de OMIE.
Y al final, esta sequía récord puede traducirse también en problemas
de suministro de agua en algunas zonas de España, sobre todo en Levante
y Andalucía, donde a la falta de agua en
los embalses se sumará un número récord de turistas españoles y
extranjeros (el Gobierno espera 29,6 millones de turistas extranjeros
entre julio y septiembre, medio millón más que el verano pasado), que dispararán el consumo de un agua escasa.
En resumen, que el Cambio Climático está aquí y se traduce
en altas temperaturas, sequía y altos costes para todos. Y lo más
preocupante es que todos estos problemas que ya sufrimos se agravarán en los próximos años, como ya advirtió la ONU en 2011:
aumentará la temperatura media y habrá olas de calor más frecuentes y más
cálidas, con menos lluvias y más sequía. Y estos problemas serán más graves en el sur de Europa y especialmente en España,
según los expertos. Por su situación geográfica y porque tenemos 2 problemas adicionales: un mayor grado de desertificación que el resto de Europa (7 de las 10 cuencas europeas
con sequía están en España) y un mayor
problema de falta de agua (somos el 3º
país europeo con más “estrés hídrico: consumimos un 34% de los recursos
disponibles, frente al 10% de media en la OCDE)). Eso hace que gran parte de España se vea “muy afectada”
por el Cambio Climático”: 32 millones de españoles según el Gobierno, básicamente
los que viven en el sureste de España, Castilla la Mancha y el valle del Ebro.
¿Qué se puede hacer? A corto plazo, hay que actuar sobre los incendios, el consumo de
agua y la sequía en las cosechas. En el terreno de los incendios, el Gobierno en funciones debería pactar un
Plan de choque para limpiar los montes, con una dotación extra de recursos a Ayuntamientos,
Diputaciones y autonomías, para que pongan en marcha este verano actuaciones
urgentes en las zonas más deterioradas. Y, a medio plazo, hay que aprobar un Plan
de montes para gestionar la política forestal, favorecer el pastoreo y
el aprovechamiento industrial de la madera, gastando en limpieza de los montes y en prevención (ahora sólo se gasta en combatir
los incendios). Y hay que aprovechar
mejor los Fondos europeos (Fondos FEADER), que se pierden porque las autonomías no cofinancian su parte.
En cuanto al agua,
cada vez más escasa, hay que racionalizar su uso, limitando el
agua para el riego agrícola, que consume el 70% del agua dulce disponible,
según Agricultura (y el 82% según Ecologistas en Acción). Habría que reducir las 4 millones de hectáreas
de riego actuales a 3/3,2 millones y mejorar su eficiencia, subiendo las
tarifas de riesgo. Y en paralelo, subir
las tarifas de agua a los consumidores particulares, porque son las 8ª más baratas de Europa y encarecerlas reduciría el consumo, lo mismo que reducir
las fugas y pérdidas (suponen hasta el 19% del consumo). Además, habría que conseguir más agua por tres vías: recuperación de aguas subterráneas (acuíferos),
desaladoras y recuperación de aguas residuales. Además, es hora de retomar las inversiones públicas en
infraestructuras hidráulicas, que han caído un 65% en la última década (de 1.983 millones en 2008 a 703
millones en 2017).
En tercer lugar, hay que ayudar más a los agricultores y ganaderos en su lucha contra la
sequía, con inversiones y ayudas para que consigan explotaciones que consuman menos agua y con seguros agrarios más asequibles, porque la sequía seguirá ahí por
muchos años y no les puede abocar a la quiebra cada mala cosecha. Y el Gobierno
debe vigilar
especialmente los canales de comercialización en épocas de sequía, para
que no haya especuladores que se aprovechen y nos encarezcan de más el carrito
de la compra.
Pero la clave es luchar contra el Cambio Climático,
que es el origen de casi todos los problemas que estamos sufriendo. Ya no hay
dudas: o actuamos con urgencia o luego
será demasiado tarde, como viene avisando la ONU desde hace una década. Y España tiene que hacer más, porque es el 3º país europeo que más ha aumentado sus emisiones de efecto
invernadero entre 1990 y 2017: un +17,9%,
sólo superado por Chipre (+57,8%) y Portugal (+19,5%), mientras el conjunto de
la UE las reducía un -23,5%. Y además, porque si hay un país
que sufre y sufrirá más el Cambio Climático es España, junto a la Europa del
sur.
La Comisión Europea
pidió a los 28 paises UE un Plan eficaz
contra el Cambio Climático, que el Gobierno Sánchez envió a Bruselas a finales de febrero. En esencia, el Plan español, considerado por los expertos como uno de los más ambiciosos, propone suprimir el uso del carbón en 2030,
reducir las nucleares y contar con un 42% de energías renovables para 2030,
además de reducir el uso del diesel y la gasolina en los transportes (plantea suprimir los coches de combustión a partir de 2040). Ahora, la futura Comisión
Europea tendrá que analizar a fondo el programa español y el resto, con la idea
de que se apruebe antes de finales de
2019 en el Parlamento (si es que hay Gobierno y no se repiten las
elecciones). En cualquier caso, es prioritario
aprobar un Plan eficaz, al margen de las peleas políticas, porque hay que reducir ya las emisiones de gases
de efecto invernadero si no queremos más olas de calor, más sequías, más
problemas de cosechas y alimentos, más escasez de agua.
La lucha contra el
Cambio Climático debería ser una de las prioridades de la próxima Legislatura,
junto a las medidas apuntadas contra los incendios, la sequía y la falta
de agua. La naturaleza es un elemento clave de la vida y de la economía y si nos la cargamos, no habrá recuperación
sino una crisis más profunda y letal. Lo sabemos pero no acabamos de tomar
medidas. El Gobierno, las empresas y los consumidores. Es una tarea de todos. Y urgente.
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