Mañana es el 1º de
mayo, un gran “puente” antes que una
jornada reivindicativa, a pesar de
que el trabajo es más escaso, precario y
peor pagado que nunca. Y tampoco nos preocupa mucho el trabajo futuro, aunque podría ser
peor: las máquinas inteligentes pueden quitar muchos trabajos que hoy hacen las
personas. España es el 8º país que
más empleos perderá con la Cuarta Revolución Industrial, hasta un 36% de los empleos actuales (casi 7
millones). Y no sólo se perderán empleos, sino que aumentará la precariedad de los menos formados, en beneficio de una
minoría de trabajadores superpreparados, la élite de la digitalización. No vale con lamentarse ante las máquinas
inteligentes, habría que prepararse, como hacen otros países: más formación, cambio
drástico de la enseñanza, regulación de los nuevos empleos y redes y una mayor
redistribución social, para que los que acaben al margen de esta revolución
tecnológica no se queden “tirados”. Pero nuestros dirigentes están a otras
cosas.
enrique ortega |
Estamos en la antesala de “la Cuarta Revolución Industrial”
(ver vídeo). La Primera revolución industrial se
produjo a finales del siglo XVIII, entre
1768 y 1830, con la máquina de vapor y el ferrocarril, provocando el pánico entre los obreros
que temían que los telares les quitaran su trabajo. La Segunda Revolución Industrial se produjo a finales del siglo XIX, a partir de 1881, con la
introducción de la electricidad y el petróleo, seguida del telégrafo, el teléfono y la
producción en cadena (1908). La Tercera
Revolución Industrial se produjo a mediados del siglo XX, a finales de la década de los 50 y en los 60 y 70, con la
llegada de la electrónica, la informática y las telecomunicaciones. Y ahora estamos en los albores de la Cuarta Revolución Industrial, que
madurará a mediados de este siglo XXI,
basada en la combinación de máquinas y procesos digitales
a través del Internet de las cosas.
Es lo que también se llama Industria 4.0 (ver clásico libro de Klaus Schwab). No se trata sólo de incorporar máquinas a los procesos
productivos (los robots llevan ya décadas entre nosotros).Lo novedoso es combinar nuevas herramientas que están
despuntando en los últimos años: procesos digitales, análisis de datos,
sensores, tecnología digital, robots, comunicaciones, nanotecnología, biotecnología,
drones, impresoras 4D, Internet de las cosas, redes y, sobre todo, inteligencia
artificial (que las máquinas puedan “pensar” y comportarse como humanos
y hasta mejor). Todo ello, interrelacionado, podría crear redes inteligentes que
dirigieran los procesos y se controlaran a sí mismas, con mínima participación
humana.
Puede parecer “ciencia ficción”, pero
cada día aparecen avances que muestran que esta Cuarta Revolución industrial avanza muy rápido y es imparable. Y por
eso, ya hay numerosos estudios que
alertan de su negativo efecto sobre el empleo del futuro. En enero de 2016,
el Foro Económico Mundial publicaba
en Davos su estudio “The Future of Jobs”,
donde estimaba que, con la Cuarta Revolución Industrial, se perderían 5
millones de empleos en 15 países industrializados sólo para 2020. Y, lo más
importante: que el 35% de los empleos y las competencias que se exigen iban a “cambiar
de modo significativo” para 2020. Poco después, en junio de 2016, un estudio de la OCDE alertaba de que
Occidente iba a perder “el 9% de sus
empleos con la automatización”, revelando que España iba a ser el tercer país más afectado (11,8% empleos perdidos), tras Alemania y Austria (12%). Y hace
poco, en abril de 2018, la misma OCDE estimaba que “se van a perder el
15% de los empleos actuales en diez años” (el 20% en España) y que un tercio de todos los empleos (el
32%) van a verse sometidos a “cambios considerables”.
Los cambios están ya ahí y se notarán mucho más para 2030, según todos los expertos. En un
par de años, para 2020, la automatización digital se llevará por delante un 3%
de los empleos en España (y entre el 1 y el 4% en el mundo), 570.000 puestos de trabajo, según
un estudio de la consultora PwC “¿Robarán los robots nuestros empleos”?, publicado en febrero de 2018. Para 2025, la pérdida de empleo en España
será del 21% (4 millones de empleos).
Y para 2030, cuando la Cuarta Revolución
Industrial esté más avanzada, se habrían perdido
ya el 34% de los empleos (6,5
millones). El estudio, realizado en 27 países industrializados (incluidos
Rusia y Singapur), señala que España será el 8º país más afectado por la automatización digital, por detrás
de Eslovaquia (44% empleos en riesgo), Eslovenia y Lituania (42%), República
Checa (40%), Italia (39%), EEUU (38%) y Alemania (37%). Y los que menos, los países
del norte de Europa (22% Finlandia, 25% Suecia y Noruega, 30% Dinamarca), Rusia
(25%), Singapur (26%), Japón (24%) y Corea del Sur (22% empleo en riesgo).
Los sectores que
perderán más empleo, según este estudio de PwC, serán el transporte, la logística y la industria
(entre el 42 y el 52%) y los que menos la educación (85), con la alimentación y
la distribución en medio (-34% empleo). Y la pérdida de empleo con la
automatización será mayor entre los
hombres (39%) que entre las mujeres (28%), porque trabajan más en la
educación, la sanidad y los servicios. Y perderán más el empleo los
trabajadores poco formados (44%
empleos en riesgo), menos los medio formados (-39% y poco los trabajadores con
alta formación (-14%).
En marzo de 2018 se ha publicado el estudio más detallado
sobre los efectos de la automatización en
España, elaborado por BBVA Research y la Universidad de Valencia (Ivie), a
partir de los datos de la EPA. Y la conclusión coincide con el informe de PwC: en
España están en riesgo por la Cuarta
Revolución Industrial el 36% de los
empleos, casi 7 millones. El
estudio señala los sectores más
vulnerables a la sustitución de trabajadores
por procesos digitales mecanizados: trabajos administrativos, ventas y
servicios, transportes, agricultura, industria, comercio, hostelería, finanzas
e inmobiliarias. Y los que menos empleo van a perder son la educación, la
sanidad, los servicios sociales, la energía, las TIC y actividades
científico-técnicas, además de la Administración pública. En cuanto a los trabajadores más vulnerables, este estudio señala los asalariados sin responsabilidad y con tareas rutinarias,
los menos formados y los que peor dominan el teletrabajo y las nuevas
tecnologías, salvándose mejor los más
formados y los que tienen puestos de trabajo de responsabilidad. Todo esto
será más importante que el sexo, la edad o el tipo de contrato, que también contarán:
las mujeres saldrán mejor paradas, los jóvenes peor (hasta los 27 años) y también
los mayores de 55 años, los que tienen contratos precarios y los inmigrantes,
más los que trabajan en pymes.
Los distintos estudios son unánimes: la Cuarta Revolución Industrial provocará la pérdida de empleo, desde
ya y más en 2030 y después. Pero también creará nuevos empleos, muchos
todavía hoy inexistentes. El problema es que resulta difícil estimar cuántos
nuevos empleos se van a crear con la economía 4.0 y qué empleos serán. El
principal temor es que esta Cuarta Revolución Industrial va a un ritmo frenético y
se pueden perder empleos con tal velocidad que no dé tiempo a reciclar a los
trabajadores para que consigan otros. Dos
ejemplos. Hace unas décadas se decía que las máquinas no iban a ser capaces
de competir con los humanos. Pero en mayo de 1997, un ordenador, el Deep Blue de IBM, derrotó al campeón mundial
de ajedrez Kasparov. Otro caso. En el año 2000, un estudio de la Universidad de Harvard citaba el automóvil como uno de los sectores
que tardarían más en ser dirigidos por máquinas. Y sin embargo, el coche
autónomo ya es casi una realidad.
Así que puede parecer que hay trabajos que “nunca” van a
poder hacer las máquinas y luego resulte posible en muy poco tiempo. Y sobre
todo, el ritmo de las investigaciones hace que
sea difícil programar los trabajos del futuro en las Universidades de hoy,
lo que hace muy vulnerables a los trabajadores actuales (que no saben cómo
formarse), sobre todo a los jóvenes que van a trabajar en 2030. Eso sí, está
claro que esta Cuarta Revolución Industrial va a exigir formarse en las carreras llamadas STEM (siglas de
Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas, en inglés) más biotecnología,
análisis de datos, programación y digitalización. Y que los trabajos del futuro
requerirán una “formación permanente”.
La Cuarta Revolución
Industrial no sólo va a provocar una pérdida de empleos actuales y la creación de otros nuevos, sino que va a aumentar las desigualdades
entre los trabajadores, según los expertos. Porque habrá una mayoría de
trabajadores poco formados, que harán trabajos poco especializados y en riesgo
(mal pagados), y una minoría de trabajadores “superespecializados”, los que
alimentarán a las máquinas y programarán los procesos digitales, que
disfrutarán de los mejores empleos y salarios. Eso provocará además importantes
“migraciones laborales” hacia las regiones y ciudades que sean líderes de la
Economía 4.0. Y podrían estar en una parte de EEUU y Asia, sobre todo en China:
actualmente ya, 9 de las 15 ciudades económicamente más importantes del mundo están
en China (en Europa, sólo Londres figura en este ranking).
Hay otro tema de fondo
que provocará la Cuarta Revolución Industrial, el “darwinismo tecnológico”: quien
no se adapte a las nuevas tecnologías, a los nuevos procesos, y quede fuera de
las grandes redes que controlarán el mundo, quedará al margen laboral y
socialmente. Si los humanos, durante
miles de años, han sido necesarios para la economía y para la guerra, ahora,
con las máquinas haciendo muchos de sus trabajos, “perderán valor”. Esa
amplia masa de trabajadores que no se adapten será “la clase inútil”, como les
llama Yavul Noah Harari, el autor del extraordinario libro “Sapiens”, en su segundo
libro sobre el futuro, “Homo Deus” (muy recomendable),
donde plantea el problema de una futura sociedad donde unas élites humanas (incluso mejoradas
genéticamente y con aditamentos digitales incorporados) podrían dominar sobre la gran masa de la población y las instituciones
económicas y políticas. La cuestión que plantea es clave: qué ocurrirá con los humanos
cuando manden los algoritmos y las grandes redes inteligentes (uno o varios Googles superpoderosos") controlen la
economía, el mundo y nuestras vidas.
Mientras esto llega o no (la mayoría no lo veremos), resulta más
importante afrontar lo más inmediato, esa pérdida de un tercio del empleo en
sólo 12 años. Hay países que llevan ya varios años preparándose, sobre todo Alemania,
que trabaja en la Industria 4.0 desde 2011, con la colaboración del Gobierno y
sus multinacionales. Y lo mismo Estados
Unidos, Japón, Reino Unido, los países nórdicos, Corea del Sur, Singapur y
China, que puso en marcha un plan para digitalizar sus industrias básicas
ya en 2008. De hecho, los expertos de Google han advertido que China superará a EEUU en inteligencia artificial para 2025.
Entre tanto, España sigue con su retraso digital y sin invertir en Ciencia, a pesar de las
advertencias internacionales. Un informe de la Comisión Europea sitúa a España en el pelotón de cola de la Industria 4.0,
entre los países que llama “titubeantes”, junto a Italia, Portugal, Polonia,
Estonia, Croacia y Bulgaria. Y la OCDE critica que falten iniciativas de empresas
punteras en economía digital, en automatización e inteligencia artificial, por
falta de apoyo público y de inversión privada (capital riesgo), como se da en
USA, Asia y parte de Europa. Y además, añade el informe de BBVA Research e Ivie, un
tercio de los jóvenes españoles “no están
preparados para los retos de la
transformación digital”.
España tiene que “ponerse las pilas” y sumarse a los países que
afrontan los retos de la Cuarta
Revolución Industrial”, para que sea una
oportunidad de futuro no sólo un riesgo.
Habría que crear una Comisión oficial, como ha hecho Theresa May en Reino Unido,
para estudiar el futuro del trabajo y las
medidas a tomar. Por un lado, aprobar un
Plan de modernización digital con presupuesto y medios (no la inútil Agenda Digital aprobada en 2013), con participación pública y de las empresas
privadas. Por otro, resulta clave actuar en tres frentes, como propone el informe de BBVA Research e Ivie. Uno, el educativo: reformar a fondo las enseñanzas universitarias, para
enseñar los empleos del futuro, reformando toda la formación de parados y
ocupados, para reciclarlos a fondo. Otro frente es la regulación del mercado laboral, para adaptarlo a un tipo de
trabajo distinto, más flexible pero que debe ser regulado (caso de las
plataformas de servicios hoy), asegurando derechos frente al todo poderoso
mundo digital. Y el tercero, la
protección social y la redistribución: muchos van a quedar por el camino y
eso obliga a ayudarles desde el Estado (renta básica), que debe resolver el problema de recaudar más con menos
empleos. Y eso plantea también un dilema a la supervivencia de las pensiones y el Estado del bienestar en el futuro.
El futuro asusta a
cualquiera, pero más si no se prepara. No podemos ir
contra las máquinas inteligentes, como los obreros no podían ir contra los
telares y las cadenas de montaje. Hay que intentar sacar lo más positivo posible de la
tecnología y que mejore el mundo y nuestras vidas, no lo destruya. Pero
eso exige reciclarse,
adaptarse, como personas y como país. Otros lo están empezando a hacer y España
no. Corremos el riesgo de perder este
tren y quedar en el pelotón de países de segunda fila, que no protagonicen
el futuro. Pero también en esto, nuestros políticos están al
margen. Y los sindicatos y la mayoría de empresas y trabajadores. Urge afrontarlo.
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