La Comisión Europea acaba de examinar a España y sus notas
no son buenas: la productividad es “demasiado
pobre” y una causa básica es que tenemos poca innovación: nos colocan
como el
país nº 17 en tecnología en la UE-28, más lejos de la media europea que en 2008. Y lo achacan a los recortes en Ciencia, 21.728 millones
desde 2009, a que España gasta la mitad
en tecnología que la media europea y además gasta mal, con mucha
burocracia y demasiados créditos que no se gastan: España sólo gastó el 30% del
Presupuesto para Ciencia de 2017. Ahora,
para 2018, el Gobierno presume de que va a gastar 531 millones más, pero la mayoría son créditos que tampoco se
gastarán. Urge un Pacto por la
Ciencia, para que la recuperación llegue a la tecnología y sentemos las
bases de una economía más competitiva y que cree empleo más estable. Apostar de verdad por la Ciencia, con
dinero, medios e investigadores, como pasaporte
para el futuro. Menos cemento y más conocimiento.
enrique ortega |
España produjo en 2017 por valor de 1.163.652 millones de euros, la mitad que Francia (2.287.603 millones) y la tercera parte que Alemania (3.263.350 millones de euros de PIB). Teniendo en cuenta la diferente población (46,56 millones en España frente a 65,20 en Francia y 81,36 millones en Alemania), podemos homogeneizar los datos con la producción por habitante en 2017: 24.993 euros per cápita en España, 35.086 euros en Francia y 40.110 euros por habitante en Alemania. A lo claro: los españoles somos un 29,8% menos productivos que los franceses y un 37,7% menos productivos que los alemanes. Y no sólo que ellos. Aunque España es la 5ª economía más grande de Europa, ocupamos el puesto 14º en el ranking de productividad europeo: producen más que nosotros, por habitante, Luxemburgo, Irlanda, Holanda, Austria, Dinamarca, Alemania, Suecia, Bélgica, Finlandia, Reino Unido, Francia, Italia y hasta Malta, según Eurostat.
La Comisión Europea, en su último informe
sobre España 2018 (7 marzo) señalaba “los tres culpables” de
que España tenga menos productividad que la mitad de Europa: la
baja formación de los adultos españoles, la elevada precariedad laboral
y la baja innovación tecnológica. Y aquí, las autoridades europeas
colocan a España en el pelotón de países con innovación “moderada”, a la
cola de la tecnología en Europa, sólo por delante de dos farolillos rojos (Bulgaria
y Rumanía). Con ello, la Comisión Europea sitúa a España en el puesto 17 del ranking de innovación de la UE-28, encabezado por 6 países líderes en innovación, los más productivos y los más ricos
(Suecia, Dinamarca, Finlandia, Holanda, Reino Unido y Dinamarca). Luego les
siguen otros 6 países con fuerte
innovación (Austria, Luxemburgo, Bélgica, Irlanda, Francia y Eslovenia) y
llega el tercer grupo, de “innovación moderada”,
donde España tiene por delante a República Checa, Portugal, Estonia y Lituania.
No es sólo que España (el país del “milagro económico” del
que presume Rajoy), esté en el puesto 17 en el ranking europeo de innovación y
tecnología. Es que además, es uno de los pocos que está peor hoy que antes de la crisis, según el índice de innovación de la UE: si en 2008 teníamos el 80,1% de la
innovación media europea (UE-28), en 2016 teníamos el 78,3%. A peor. Y eso, básicamente, porque en estos años, España ha recortado su gasto en tecnología (un
-9,1% entre 2009 y 2016) mientras Europa lo aumentaba un +27,4%, Reino Unido un +39,3%, Alemania
un +37,9%, Francia un +13,6% e Italia un +12,5%, según Eurostat. Así, no debería extrañarnos
luego que seamos menos productivos que ellos, más pobres y que tengamos el
doble o el triple de paro.
El informe de la Comisión Europea resalta que España
gasta en Ciencia (I+D+i) casi la
mitad que Europa: un 1,19% del PIB en 2016, frente al 2,03% la UE-28, con lo que el esfuerzo
tecnológico de España, que llegó a un máximo en 2009 (1,39% del PIB, más cerca
del 1,93% de la UE entonces) se ha perdido y estamos en los niveles de
inversión en Ciencia de 2007. Diez años perdidos. Y esa caída nos ha retrasado aún más de los países punteros en tecnología: Suecia (gasta
el 3,30% del PIB), Finlandia (3,17%), Dinamarca (3,05%), Austria (3,09%) o
Alemania (2,94%). De hecho, 20 de los 28
países UE gastan más en tecnología que España. Y sólo hay 7 países europeos
que gasten porcentualmente menos en Ciencia que España (Rumanía, Letonia, Bulgaria, Grecia,
Eslovaquia, Polonia y Lituania). Así nos va.
La caída drástica del
gasto en Ciencia desde 2009 se
debe sobre todo a los recortes en los fondos públicos para
investigación (I+D+i), que suponen el 45% del gasto total: se ha pasado de
9.673 millones de gasto en 2009 a 6.513 millones
en el Presupuesto 2017. Un recorte del 32,66
%, de un tercio del gasto. El sector estima que en estos 8 años de ajuste, la Ciencia ha dejado
de recibir 21.728 millones de euros,
según la COSCE, más de dos años íntegros de Presupuesto de la Ciencia. De
ellos, -1.509 millones se deben a la “tijera” de Zapatero (recortes de 2010 y 2011) y -20.219 millones a la “tijera”
de Rajoy, entre 2012 y 2014, ya
que en los tres últimos años ha subido algo el Presupuesto para Ciencia (367 millones).
Pero este es el recorte “visible”, porque hay
además otro recorte “invisible”, derivado
de un hecho preocupante: los
Presupuestos de Ciencia que se aprueban no se gastan. Esto ya pasaba antes (en 2008 no se gastó el 19,7% del
Presupuesto y en 2011, el 42,4%), pero se ha agravado con el Gobierno Rajoy:
en 2015 no se gastó el 48,10% del Presupuesto, en 2016 el 61,8% y en 2017… el 70,3% de lo presupuestado, según acaba de denunciar la COSCE con datos de Hacienda. O sea que además de destinarse poco dinero a Ciencia, 7 de cada 10 euros no se gastan. Y eso porque el Gobierno Rajoy ha
utilizado “un truco contable” para “hacer que gasta” en Ciencia: más de la
mitad del Presupuesto (el 59,45% en 2017) lo destina a créditos, que luego no se acaban pidiendo y no se gastan. Parece
que “hay dinero para la Ciencia”, pero no es verdad, porque los organismos
investigadores y las Universidades no piden esos créditos, porque no pueden
endeudarse (no tienen recursos para devolverlos y además Hacienda no les deja
aumentar su deuda). Resultado: entre 2009 y 2017 no se han gastado 20.950 millones en Ciencia que estaban presupuestados.
En total, entre
el recorte real y el "invisible" (lo
presupuestado y no gastado), la Ciencia
ha perdido 42.678 millones entre 2009 y 2016, el gasto de 5 años. Y eso es sólo el dinero público,
porque la Ciencia ha sufrido también los recortes
de las empresas privadas, que suponen casi la mitad de la inversión total en tecnología: si en 2008 las empresas
gastaban en tecnología 8.073 millones, en 2016 gastaron 7.125 millones, un 11,7% menos, según el INE. Lo más
preocupante no es que las empresas
españolas inviertan menos sino que cargan
con una parte pequeña de la inversión total en tecnología: gastan el
0,64% del PIB, la mitad que las empresas europeas (que invierten en Ciencia el
1,32% del PIB), según alerta la Comisión Europea. Y además, esa inversión tecnológica se concentra en España en las pymes
(48%) y no en las grandes empresas,
que son las que más deberían investigar:
en España concentran sólo el 52% del gasto tecnológico empresarial, frente al
80% en Francia, Italia o Reino Unido y el 90% de la inversión empresarial en
Alemania, según un informe de la Fundación COTEC. Y otro problema
muy preocupante: un tercio de las
empresas españolas que invertían en I+D+i en 2008 han dejado de hacerlo
(5.000 de las 15.000 empresas que invertían).
Con este panorama, parece difícil que España cumpla el objetivo europeo de gastar en
Ciencia el 2% del PIB en 2020
(gastamos el 1,19% en 2016): el informe 2018 de la Comisión Europea dice textualmente que es “poco probable”. El Gobierno Rajoy dice que sí, pero en las previsiones enviadas a Bruselas vuelve a hacer “trampa”: apenas sube el
porcentaje de gasto de la Administración pública (del 0,22% del PIB en 2016 al
0,25% en 2020), pide un mayor esfuerzo a las Universidades (del 0,33 al 0,46) y
le deja la mayor parte de la responsabilidad de cumplir con Bruselas a las empresas (que deben pasar de invertir en Ciencia el 0,64% del PIB en
2016 al 1,30% que les “adjudican” en 2020). Que
cumplan otros.
Y en su parte, el
dinero público para Ciencia,
vuelven a presumir de que en el
recién presentado Presupuesto 2018 hay 531 millones más para Ciencia (una “miseria” tras los 21.728
millones recortados antes). Pero otra vez hay “trampas”. El 58,7% del
Presupuesto para Ciencia en 2018 (7.044 entre investigación civil y militar) son otra vez créditos y la Fundación
COTEC ya ha anticipado que puede que este año se gaste aún menos del 30% del
Presupuesto gastado en 2017, por problemas de gestión y burocracia. Así que hay
más dinero para la Ciencia pero no se gastará, otro año más.
La Comisión Europea,
en su informe sobre España 2018, critica estos recortes y el sistema de créditos, planteando
que deberían reducirse y aumentar las subvenciones. Pero además, las
autoridades comunitarias resaltan en ese informe otras debilidades de la Ciencia en España, además de la falta de recursos: baja digitalización de las pymes,
carencia de capacidades digitales de muchos trabajadores españoles, falta de
capital riesgo para la investigación, poca eficacia de los incentivos fiscales
a la investigación, falta de evaluación sistemática del gasto en Ciencia
(auditorías), pocos investigadores y con carreras precarias, escasa presencia
de doctorandos extranjeros y una deficiente coordinación en las políticas de
investigación entre el Estado central, las autonomías, las Universidades y los
centros privados.
Los investigadores
españoles destacan dos bloques de
problemas, además de la falta de
recursos: las plantillas y la burocracia.
En el tema del personal, no sólo
preocupa la pérdida de investigadores en estos años de recortes (12.216 perdidos entre 2010 y 2015), sino también que las plantillas son muy precarias (con un tercio
de temporales) y están envejecidas,
mientras no se cubren apenas
jubilaciones ni vuelven los investigadores emigrados (se estima que hay
entre 15.000 y 20.000 fuera de España). Pero lo que más preocupa últimamente es
la enorme burocracia, que complica mucho
el trabajo de los investigadores, sobre todo desde que en 2014, Hacienda metió
a un inspector para fiscalizar las cuentas en cada Centro (“La
Ciencia está intervenida de facto por Hacienda”, se quejan). El resultado es que ahora, contratar a un científico puede tardar
un año o más y comprar material de 3 a 6 meses. Y todo son pegas y retrasos, máxime
cuando llevamos dos años con Presupuestos prorrogados (se limita el gasto al 50% hasta que el
Presupuesto se apruebe finalmente).
Los investigadores se quejan y se manifiestan cada día y dicen que la situación de la Ciencia es insostenible,
asfixiada
por la falta de recursos y el exceso de burocracia. Ayer 11 de abril, presentaron en el Congreso un escrito apoyado por 275.000 firmas, y urgen que se aplique el Pacto por la Ciencia, firmado en diciembre de 2013 por todos los grupos
políticos salvo el PP. Hay que ponerlo en marcha en dos frentes: conseguir
más recursos para la Ciencia y reformas para gastarlos mejor, en línea con lo
que plantea Bruselas.
El primer objetivo
debería ser volver al nivel de gasto en Ciencia de 2009, gastar un 2% del PIB para 2020, lo que supondría gastar 1.000
millones de euros más en cada uno de estos tres próximos Presupuestos (no 531
millones). Pero gastarlos de verdad, cambiando créditos que no se piden por
subvenciones, como ya propuso la OCDE en marzo de 2017. Y además, reformar el sistema de ayudas e incentivos fiscales a las empresas,
para que gasten de verdad en tecnología, sobre todo las grandes empresas que
llevan tres años con una mejora importante de beneficios. Tienen que entender
que han de competir desarrollando
productos con calidad e innovación, no pagando los salarios más bajos de Europa.
Y el otro frente de actuación debería ser hacer reformas de fondo para gastar mejor,
con más eficiencia. La Comisión Europea y la OCDE dan la razón a los investigadores españoles, que se quejan de que el Gobierno Rajoy, para recortar el déficit,
ha sumido a la Ciencia en una compleja
burocracia, dejando una mínima flexibilidad para contratar personal,
invertir y desarrollar proyectos, sumiendo en la precariedad a los
investigadores. Y mientras se acrecienta el “control de legalidad”, se avanza
poco en evaluaciones sistemáticas y
falta coordinación entre el Estado
central y las autonomías (hay enormes diferencias de gasto en Ciencia, desde el 1,89%
del PIB en el País Vasco al 0,33% en Baleares) y entre los centros públicos y privados,
con escasa investigación en las empresas, preocupadas por otras cosas.
Todo el mundo habla y presume de recuperación, pero no llega a la
Ciencia, a pesar de que la escasa innovación y tecnología es uno de los
culpables de que España sea menos productiva, más pobre y tenga menos gente
trabajando. No valen “parches” como el
del Presupuesto 2018. Hay que volcarse a tope con la Ciencia, con recursos, medios, personal y flexibilidad, para que mejore
la eficacia de la economía y seamos más competitivos. La Ciencia debe ser nuestro
pasaporte al futuro, a una vida mejor. Hay que recuperar una década perdida, invertir más y
esforzarse todos, sin banderas políticas, en ser un país más tecnológico. Harán falta una o dos décadas para
conseguirlo. Pero debe ser una de
nuestras prioridades ya. Menos cemento y más conocimiento.
Menos mangancia y más ciencia. Menos vagancia y más constancia. Menos ladrones y más inversiones. Menos precariedad y más solidaridad. Más riqueza y menos pobreza.
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