En diciembre pasado, 195
países se comprometieron en París a reducir
sus emisiones de gases de efecto
invernadero, para frenar el Cambio Climático. Pero España ha empezado con mal pie: en 2015 aumentó un 4,5% sus emisiones de
CO2, que también subieron en 2014,
mientras bajaban en casi toda Europa. La culpa es de que consumimos más carbón, gas y petróleo que nunca, ahora que son más
baratos. Y se han reducido las energías
renovables, por los recortes de Rajoy y la falta de lluvia y viento. Pero no es algo coyuntural: España es el país europeo donde más han aumentado las emisiones de
CO2 en los últimos 25 años. Somos el país más “sucio” de Europa y eso
obliga a una profunda reconversión de nuestra economía y de nuestras vidas,
para gastar menos energía y más limpia. No sólo tenemos que crecer más: tenemos
que crecer
más limpiamente. Urge una Ley
contra el Cambio Climático y ayudar a salvar el Planeta. Y más España, porque estamos peor.
enrique ortega |
España va en dirección contraria a la mayoría de
Europa: mientras casi todos los países están reduciendo sus emisiones de gases
de efecto invernadero (sobre todo CO2), España
contamina más. En 2015, las emisiones aumentaron entre un 4 y un 5%, según un
reciente informe
del Observatorio de la Sostenibilidad
de España. Ya en 2014, las emisiones
habían subido otro 1,1%, según la Agencia Europea de Medio Ambiente, rompiendo así una racha de bajada de emisiones, entre 2008 y 2013, por la crisis y el
crecimiento negativo.
Tanto en 2015 como en 2014, las emisiones de gases de efecto
invernadero subieron en España porque aumentamos mucho el consumo de combustibles fósiles, los más
contaminantes: carbón, petróleo y gas.
El principal culpable del aumento de emisiones es el
carbón,
cuyo consumo creció un 23,4% en 2015, empujado por unos bajos precios
internacionales que hicieron que las eléctricas lo utilizaran para producir más
luz (22,7% de la electricidad en 2015, por delante de la electricidad procedente con
la energía eólica y nuclear). También creció el consumo de gas natural para las
centrales eléctricas (+18,8%en 2015), una energía que contamina menos que el carbón pero que también
emite CO2. Y se disparó el consumo de carburantes
y petróleo, con un récord histórico
en la importación de crudo (64,6 millones de Tm), favorecido por el desplome de los precios internacionales.
Mientras, el recorte de ayudas públicas y el mal tiempo (falta de lluvia y
viento) provocaron que las energías
renovables (eólica y solar) perdieran peso en el mix energético.
La subida de
emisiones en 2014 y 2015 rompe con la reducción
de emisiones que se produjo en España entre 2008 y 2013, no por políticas del Gobierno sino por la crisis: la
economía no creció (cayó) y tanto empresas como particulares consumieron menos
energía y emitieron menos CO2, un -5,88%
en esos 6 años. En realidad, las industrias emitieron lo mismo y las refinerías
más, pero el balance se salvó porque las eléctricas emitieron menos CO2. En realidad, emitieron más, pero
pudieron compensarlo comprando “derechos de C02”, una especie de impuesto que pagaron por contaminar y que “les quitaba” las emisiones. Sólo en
2008 pagaron 800 millones de euros. ¿Saben
quién lo pagó? Nosotros, los consumidores, como recargo en el recibo de la luz. Así que
“trampa legal” y no recorte real de emisiones.
Lo verdaderamente preocupante es que, si tomamos los últimos 25 años, España es el país de Europa donde más
han aumentado las emisiones, en toneladas de CO2, según los datos de la Agencia Europea del Medio Ambiente (AEMA). Sólo entre 1990 y 2013, casi 32 millones
de Tm de CO2 equivalente. Y si tomamos el aumento de emisiones en porcentaje, España es el cuarto país europeo que más ha aumentado sus emisiones de gases de
efecto invernadero entre 1990 y 2015: un +16,5%, sólo por detrás de Chipre
(+59%), Malta (37%) y Suecia (+25%). Y es
uno de los 6 únicos países europeos que ha aumentado sus emisiones de CO2 en
los últimos 25 años (junto a los
tres anteriores, Portugal e Irlanda): 22
de los 28 países UE han reducido sus emisiones de CO2 desde 1990, un -25%
de media. Vamos en dirección contraria.
España ocupa el
lugar 41 entre los 58 países del
mundo que más luchan contra el Cambio Climático, según el ranking del Climate Change Performance Index. Y el puesto 26 entre los 28 países UE, sólo mejor
que Estonia y Austria. Ello se debe
a un exceso de consumo de combustibles
fósiles (petróleo, carbón y gas) y a un
menor peso de las energías renovables (15,8
% de la energía total en 2014, según la Comisión Europea, aún lejos del 20% que tiene Europa como objetivo para
las renovables en 2020).
¿Quién es culpable de las emisiones en España? Casi la mitad de los gases de efecto invernadero, el 44%, los emiten las eléctricas (21%) y las industrias (23%), en especial las cementeras (9%), las
refinerías (5%), la siderurgia (4%) y resto de industrias (5%). En total, la mayoría
de emisiones las producen 1.049 instalaciones, pero hay 10 empresas que son culpables del 65% de las emisiones energéticas e
industriales (28,6% de las emisiones totales) : Endesa (31 millones Tm emitidas 2014), Repsol (más Petronor, 16,4
millones TM), Gas natural (10,3), Hidrocantábrico (8,3), Arcelor Mittal (5,5),
Cepsa (4,8). Eón (3,8), Iberdrola (2,8), Cemex (2,7) y Cementos Portland (2,2).
En definitiva, el meollo de las emisiones
está en 5 eléctricas, 1 acería, 2 petroleras
y 2 cementeras. En el caso de las eléctricas,
los bajos precios del carbón y el gas en los mercados internacionales provocan
que produzcan electricidad con más emisiones, mientras el Gobierno Rajoy ha
dado un tajo a las renovables (-2.500 millones, un recorte del 25% de las ayudas entre
2012 y 2014). Y en las industrias, les compensa comprar derechos de CO2,
pagar por contaminar, antes que invertir en las instalaciones para producir más limpio.
La otra gran fuente de emisiones en España es el transporte, responsable del 25% de
las emisiones de CO2. Y está aumentando porque hay más vehículos (se
vendieron más de 1 millón de coches en 2015) y se
mueven más, con un aumento del
consumo de carburantes (+3,7% en 2015). Pero el problema de fondo
es que en España la mayoría de las mercancías
se transportan por carretera (el 85%, frente al
45% en Europa), que junto a los automóviles privados y los autobuses
suponen dos tercios de las emisiones
totales de CO2 y las que más están creciendo (más que las de la industria).
El resto de emisiones proceden de la vivienda
y los servicios (14% CO2 emitido), la ganadería
y la agricultura (12%) y el tratamiento de los residuos urbanos (5% emisiones restantes).
Ya sabemos quien contamina y emite más CO2 en España. Ahora
falta tomarse en serio el recorte drástico de estas emisiones, porque
están creciendo y vamos a contracorriente de Europa y en
contra del acuerdo firmado en la Cumbre del Clima de París,
en diciembre pasado. Allí, 195 países se
comprometieron a recortar las emisiones, a partir de 2020, aunque sin
compromisos obligatorios y con objetivos insuficientes: si cada
país recorta lo prometido en París, al mundo le sobrarán todavía 15 millones de toneladas de C02 en 2030 para cumplir
con el objetivo de que la temperatura suba menos de 2 grados a finales de
siglo, según los informes de la ONU. Eso significa que el mundo tendrá que hacer recortes extras a partir de 2020.
Pero es un punto de partida para
luchar contra el Cambio Climático, una guerra donde Europa está a la vanguardia:
pretende recortar un 40% las emisiones para 2030 (sobre 1.990) y ya lleva un 25% de recorte.
De momento, ese objetivo
UE de recorte de emisiones no se ha
repartido entre los países europeos, lo que se hará este año. Pero a España podría tocarle un recorte del 25 al 30% de las emisiones para 2030 (sobre las
de 1.990), un objetivo doblemente difícil porque nosotros no hemos recortado
nada sino que hemos aumentado las emisiones un 16,5%. Así que el esfuerzo tendrá que ser mucho mayor
al del resto de Europa: un recorte del 31% al 46% en los próximos quince años. Un reto que obliga a una auténtica “revolución energética” en España.
Por un lado, habrá que esforzarse en ahorrar energía,
en consumir menos y de forma más eficiente, porque la mejor manera de emitir menos CO2 es gastar menos energía, desde
las empresas a los particulares y el transporte. Y por otro y fundamental,
habrá que “huir” del petróleo, el carbón y el gas y promover las
energías renovables.
El Observatorio de la Sostenibilidad aporta una serie de recetas para que España emita menos gases de efecto invernadero. La
primera, reducir y suprimir las subvenciones
a las energías sucias: acabar con las ayudas al carbón nacional (que el Gobierno Rajoy negocia con Bruselas hasta 2018), al gas natural (por
mantener centrales de gas que sobran) y al petróleo, subiendo impuestos a los carburantes (menores que en Europa). Y en paralelo, apoyar con ayudas, precios e impuestos a las
energías renovables, sobre todo para producir electricidad. Otra medida pasa porque las empresas que contaminen paguen más (los derechos de CO2 se pagan a 7 dólares/Tm emitida, cuando debían estar a 20 dólares),
exigiéndoles inversiones para reducir emisiones o el cierre (se podrían cerrar todas las centrales de carbón sin que faltara electricidad,
porque hay un excedente de centrales equivalente a las térmicas).
También hay que potenciar el transporte alternativo a los camiones, por tren y barco, encareciendo los carburantes y los impuestos a los vehículos más contaminantes. Además, hay que fomentar el ahorro energético y un consumo menos contaminante en las viviendas, construyéndolas también de otra manera. La Administración pública (Estado, autonomías, Ayuntamientos) debería dar ejemplo, con bajas emisiones en sus edificios y vehículos, promoviendo contratos con “empresas limpias”. Y los ciudadanos tenemos que emitir menos CO2, con el coche, la calefacción, el uso de la electricidad, las compras o la comida (consumir mucha carne aumenta las emisiones).
También hay que potenciar el transporte alternativo a los camiones, por tren y barco, encareciendo los carburantes y los impuestos a los vehículos más contaminantes. Además, hay que fomentar el ahorro energético y un consumo menos contaminante en las viviendas, construyéndolas también de otra manera. La Administración pública (Estado, autonomías, Ayuntamientos) debería dar ejemplo, con bajas emisiones en sus edificios y vehículos, promoviendo contratos con “empresas limpias”. Y los ciudadanos tenemos que emitir menos CO2, con el coche, la calefacción, el uso de la electricidad, las compras o la comida (consumir mucha carne aumenta las emisiones).
No es un reto fácil
y España tiene que recortar más
emisiones que el resto de Europa. Pero hay
que empezar cuando antes. Porque el Cambio Climático avanza imparable,
especialmente en la zona mediterránea y en España, como demuestra el Observatorio de Sostenibilidad: 2015 ha sido el año con la temperatura media más alta de la historia,
llueve menos, sube el nivel del mar, hay cambios en las especies y la climatología
(sequías, incendios, inundaciones) crea serios
problemas en todo el mundo, con daños
económicos, personales y a las cosechas, aumentando el hambre y los precios de los alimentos.
Urge que el próximo Gobierno apruebe una Ley contra el cambio Climático, que han prometido desde Rajoy
al acuerdo PSOE-Ciudadanos o Podemos.
Y todos los partidos, salvo el PP y
UPN, han firmado un acuerdo para aprobar
lo antes posible en el Congreso un Decreto que fomente el autoconsumo eléctrico,
para que los ciudadanos puedan instalar paneles solares o molinos eólicos sin
tener que pagar un impuesto, como aprobó en 2015 el Gobierno Rajoy (el llamado “impuesto al sol”). Es un primer paso
para configurar “un pacto político contra el CO2”, algo que debería unir a
todos. Porque hay que salir de la crisis
sin hundir más el medio ambiente, sin destrozar más el clima. Con una economía más limpia. Nos jugamos el
futuro y la subsistencia del Planeta. Es algo muy serio. Y más para
España, porque estamos peor.
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