Rajoy, en
funciones, sigue presumiendo de que su Gobierno ha creado más empleo que nadie en Europa. Pero no
dice dos cosas. Una, que ahora trabajan 58.800
españoles menos que cuando llegó a Moncloa en 2011. Y otra, que el empleo creado ha sido sobre todo de
autónomos, personas que montaron un negocio para huir del paro,
mientras hay muchos menos asalariados
trabajando. Y este tirón de los autónomos es “pan para hoy y hambre para mañana”, porque
el 61% acaba cerrando antes de 5 años.
Y los que sobreviven, lo hacen en precario, con bajos ingresos, poco
empleo, mínimas cotizaciones y bajas pensiones. Tenemos un problema de fondo: hay demasiados
autónomos y pymes (94,5% de las empresas), responsables del 40% del empleo, mientras en Europa emplean sólo al 29% (y en Alemania al 19%). Eso implica un empleo menos estable y duradero,
menos productividad e innovación, menos crecimiento. Urge que el futuro Gobierno promueva fusiones: más
empresas medianas y grandes y menos autónomos y pymes. Porque el tamaño importa y mucho.
enrique ortega |
Rajoy no deja de “hacer campaña” ni estando en funciones y siempre utiliza el empleo creado como “el gran balance económico” de su Legislatura.
Pero aunque se ha creado empleo neto en 2014 y 2015, en los dos años anteriores se perdió más, con
lo que el balance de ocupados en su
Legislatura es negativo: a finales de 2015, había 58.800 españoles menos con trabajo (18.094.200, según la EPA) que en
diciembre de 2011 (18.153.000). Pero el balance de su Legislatura sería aún peor si no fuera por el fuerte
aumento del número de autónomos, de trabajadores independientes o
empresarios sin asalariados: han aumentado en 141.400 entre 2011 y 2015, según la EPA, mientras
caía mucho más el número de asalariados (-161.700). Y España ha sido el tercer país europeo donde más han crecido los autónomos en estos años,
tras Reino Unido y Francia, el doble que la media europea.
Una gran parte de los nuevos
autónomos son parados (sobre todo menores de
30 años) que han cobrado el paro de una vez y han montado un
pequeño negocio. Otros son “autónomos
temporales”, que se dan de alta para ofrecer un servicio coyuntural a una
empresa (2 de cada 3 empresas subcontratan autónomos, según un estudio de Infojobs
y Tower Lane). Y en muchos casos, se trata de “falsos autónomos”, personal que trabaja casi en exclusiva para una empresa
pero cotizando como autónomos. Se estima que hay unos 250.000 falsos autónomos, sobre todo en
la construcción, el turismo y la hostelería y muchos profesionales.
El Gobierno Rajoy
se lanzó desde 2012 a promover este “boom” de los autónomos
(reales y ficticios) porque así bajaba las cifras de parados y “creaba empleo”. Para ello, además de facilitar el cobro del desempleo de una sola vez, ha utilizado el gancho de la “tarifa plana” de 50 euros en la cotización de los autónomos
a la Seguridad Social, aunque con truco:
es sólo para los primeros 6 meses. Y además de ser una rebaja temporal, esta
tarifa plana ha provocado un agujero de más de 600 millones a las cuentas de la SS, lo que ha agravado su déficit
y obligado a echar mano de la “hucha de las pensiones”.
Con todo, el problema
de fondo es que toda esta política
del Gobierno Rajoy de “promover a los
emprendedores”, de convertir parados en autónomos, además de costosa es poco efectiva. Porque la mayoría de los autónomos, el 61%, “no cuajan”. De hecho, el 27% de los nuevos autónomos sólo
sobrevive un año, el 60% dos años, el 51% tres años, el 45% cuatro años y sólo
el 39% de los autónomos sobreviven a los 5 años, según un informe de la Fundación BBVA e IVIE. O sea, que dos
tercios de los nuevos autónomos creados durante la Legislatura de Rajoy cerrarán su negocio antes del final de la
próxima Legislatura. Un despilfarro de esfuerzos e ilusiones.
Las razones
de tan “alta mortalidad” entre los
nuevos autónomos son varias: muchos negocios se montan con poco dinero (5.000 euros es lo habitual), sin formación (el 43,5% de los autónomos tienen sólo estudios básicos,
frente al 23,8% en la UE) y sin tener un Plan de negocio, en actividades poco innovadoras (tiendas, bares, Webs…) y con poca tecnología (el 90%), que además crean poco empleo (en el 57% de los proyectos sólo está ocupado el
propio autónomo y otro 36% tienen entre 1 y 5 empleados). Basta ver el perfil de los nuevos negocios que se
están creando, según detalla el estudio GEM 2014, para entender por qué la mayoría duran pocos años: prestan
servicios a consumidores locales, la
mitad no emplean a nadie más, 7 de
cada 10 están en el sector servicios,
6 de cada 10 no innovan, 7 de cada 10
no tienen vocación internacional y la
mayoría no aspiran a crecer.
Los autónomos que
sobreviven tampoco lo tienen fácil. Por un lado, pierden más empleo que las
empresas más grandes: de cada 100
autónomos dados de alta en 2007, 37
sobrevivían a los 5 años, pero sólo habían contratado a 26 personas, con lo
que se mantenía el 63% del empleo
inicial, según el estudio de la Fundación BBVA e Ivie. Y han
sufrido más duramente la crisis, por la mayor caída de ventas, la alta
morosidad y la falta de financiación: aún hoy, sólo un tercio de los autónomos piden dinero a los bancos (y se lo dan
al 62%). Y declaran a Hacienda unos ingresos medios de 9.100 euros al año, que aunque en parte camuflen la realidad son
la mitad de lo que declaran los asalariados (18.692 euros anuales). Tal es así
que CCOO calcula que un 35,5% de los autónomos
españoles están en el umbral de la pobreza.
Cobran menos y
también cotizan menos a la Seguridad Social (un 80% en mínimos), con lo que reciben
unas pensiones más bajas: 691,49 euros de jubilación en 2015, casi la mitad que un
pensionista del régimen general (1.171 euros). Ante estas bajas pensiones, han caído los autónomos que se jubilan (sólo
3.063 en 2015) y retrasan su retirada
lo más posible, mientras muchos de los que abandonan tampoco cobran el paro, ya que tienen que haber cotizado al desempleo al menos
un año y cotizar 4 para cobrar un año de paro. Además, las Mutuas (que son las que pagan este paro) rechazan la mayoría de solicitudes.
Como se ve, ser autónomo no es ningún “chollo”, aunque sirva al Gobierno para bajar las
cifras de paro y decir que ha creado mucho empleo. Pero sobre todo, un
exceso de autónomos no nos ayuda a salir de la crisis. Porque uno de los problemas de fondo de España,
ahora y en los años de bonanza, es su estructura empresarial: tenemos un
exceso de autónomos y pymes y eso es negativo para el empleo, la productividad
y el crecimiento, según los expertos. En total, de las 2.779.146 empresas censadas a 1 de enero de 2015, había 1.090.021 empresas con 1 a 9
trabajadores y 1.537.788 autónomos sin asalariados. En total, un 94,5% de microempresas (0-9
trabajadores), cuando en Europa son el
92,5% y en los países más competitivos, muchas menos: un 81,8% de micropymes en Alemania y un 89,4% en Reino Unido, aunque nos
acercamos a Italia (94,4%) y Francia (93,9%), según datos de Eurostat. En empresas pequeñas
(10-49 trabajadores) tenemos menos (5,4% España frente a 6,6% la UE-28, 8,7%
Gran Bretaña y 15,1% Alemania) pero en empresas
medianas (50-249 trabajadores) tenemos muchas menos: 0,7% del total en
España frente al 1,1% UE-28, 2,6% en Alemania,1,5% en Gran Bretaña, 0,8% en
Francia y 0,5% en Italia. Y donde hay una diferencia es en las grandes empresas (+250 trabajadores):
en España son sólo el 0,1% del total (3.918 empresas en 2015), la quinta parte que en Alemania (un 0,5%, unas 9.000
empresas) y menos que Reino Unido (0,4%) y Francia (0,2%), aunque igual que Italia (0,1%).
España es también “diferente” en el tamaño de las empresas,
con un exceso de “microempresas” y
autónomos y pocas medianas y grandes
empresas. Y por eso, hay demasiado empleo que depende de las microempresas: el 40,5% en España, frente al 29,5% en Europa (y sólo el 19,2% en las pymes alemanas y el 17,3% en las británicas). Un empleo muy inestable: todos los estudios revelan que las pymes han perdido
más empleo en la crisis, porque son las menos productivas e innovadoras. De hecho, sólo el 42% de las microempresas
(1-9 trabajadores) sobreviven a los 5 años, mientras lo logran el 54%
de las empresas con más de 10 trabajadores y el 70% de las grandes empresas,
según el estudio de la Fundación BBVA e Ivie. Las empresas
medianas y grandes “viven más” porque son más productivas, porque aprovechan
mejor las “economías de escala” (al producir más, les bajan los costes
medios), emplean a trabajadores más
formados, utilizan más capital,
tienen mejor financiación, están mejor organizadas, innovan más y están más volcadas
a la exportación que las pymes, según un completo estudio de la Caixa.
España es un país
menos competitivo (estamos en puesto 13 del ranking europeo de productividad) por nuestra estructura económica pero
también porque tenemos más autónomos y
micropymes: si nuestras empresas tuvieran un tamaño similar a las alemanas,
nuestra productividad aumentaría un 13%
sólo por eso. Y si nuestras empresas hubieran sido tan grandes como las de
Gran Bretaña, se habrían salvado 500.000
empleos en esta crisis, según cálculos del Círculo de Empresarios. Así que el tamaño sí importa. Y mucho.
Porque otro de los problema de fondo de España es que fabricamos en sectores con baja y mediana tecnología, ocupando el último lugar en el ranking
europeo en sectores de tecnología alta y media-alta. Y precisamente, estos sectores de futuro suelen estar
ligados a grandes empresas, que nosotros apenas tenemos. Y otro factor
clave para crecer,la exportación, también está muy
ligado al tamaño de las empresas: sólo exportan
el 0,9% de las microempresas, frente al 44% de las pequeñas, el 79% de las
medianas y el 88% de las grandes empresas.
Parece claro, con tantos datos abrumadores, que aumentar el tamaño de nuestras empresas es clave para el futuro, que no tiene sentido perseverar sin más en el “culto
a lo pequeño”, hacer “demagogia” con emprendedores y pymes, como ha hecho Rajoy y la mayoría de
los políticos. Es “un
espejismo”. El objetivo debería ser, según el estudio de la Fundación BBVA e Ivie, promover
que autónomos se conviertan en pymes, que pymes creen empresas medianas y que
la fusión de negocios medianos aumente el número de grandes empresas. Ganar tamaño a todos los niveles. Es lo
que pretende la iniciativa Proyecto Cre100do:
ayudar a 100 empresas medianas de distintos sectores económicos a convertirse
en grandes en cinco años.
El próximo Gobierno debería poner en marcha un Plan similar más ambicioso, para que
las empresas españolas ganen tamaño, para
reducir el “raquitismo empresarial”. Porque no podemos competir en un mundo global ni crear empleo suficiente cuando el 97,6% de nuestras empresas facturan
menos de 2 millones de euros anuales y sólo hay 500 empresas que facturan más de 250 millones. Hay que ganar tamaño
a todos los niveles, aumentando el
número de medianas y grandes empresas, para que “tiren” de las pymes, dentro y fuera de España. Para ello, urge
poner en marcha un Plan de ayudas fiscales y financieras que promuevan las fusiones de empresas, sector a sector.
Y revisar la normativa y las ayudas públicas,
porque muchas perjudican a las empresas cuando ganan tamaño, exigiendo más
controles y requisitos que les disuaden de crecer.
Hace falta un gran
acuerdo político y social para conseguir empresas más grandes sin por ello
abandonar a los emprendedores y las pymes. Crear una estructura empresarial más sólida, que compita mejor, innove,
exporte y cree más empleo. Y eso pasa por tener más empresas grandes y
medianas, menos autónomos y pymes. Porque el
tamaño importa y mucho.
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