Las turbulencias en
los mercados no amainan y el mundo teme caer en una nueva crisis, por el
petróleo, China y países emergentes, la deuda y la banca. Europa es la zona más vulnerable: lleva dos años estancada y los mercados están inquietos ante una unión sólo
monetaria, con alto paro, nula inflación y mucha deuda, sin crédito ni
inversión. Hoy, el BCE vuelve a hacer de “bombero”, aprobando nuevas medidas para evitar
una tercera recesión. Pero no
basta con inundar Europa de dinero al 0%. Es hora de tomar otras
medidas, reactivar la economía
europea con inversiones, más gasto,
mayores salarios y un pago en común de la deuda (eurobonos). España, sin Gobierno, es uno de los países más vulnerables si
los mercados se ponen más nerviosos: necesitamos que nos presten otros 400.000 millones este año. Urge un Plan europeo para evitar otra crisis.
Y que España apruebe además medidas
propias, porque seguimos con el doble de paro que Europa. Y no más recortes, como exige Bruselas.
Pasan las semanas y la economía mundial no mejora. Las causas son varias y están relacionadas. Primero fue China, el gigante que tiró de la economía mundial en los años de recesión: su fuerte crecimiento se ha frenado, mientras afronta tres“burbujas” que podrían provocar una catástrofe si estallan (la burbuja de la Bolsa, la burbuja inmobiliaria y la burbuja de su abultada deuda). Luego se desplomó el precio del petróleo, por una caída de la demanda ante el menor crecimiento mundial, pasando de 115 dólares barril en junio 2014 a 65,5 en junio 2015 y unos 40 dólares ahora. Eso supone un desplome de ingresos de los países productores y de las petroleras, muy endeudados todos. Y es la puntilla para unos países emergentes que también sufren el desplome de precios de las materias primas, desde los metales a los alimentos, mientras se les encarece pagar la deuda, por la subida del dólar. Y al final, esta caída de ventas y este menor crecimiento acaba deteriorando las cuentas de los bancos, abriendo nuevos temores de otra crisis financiera.
enrique ortega |
Pasan las semanas y la economía mundial no mejora. Las causas son varias y están relacionadas. Primero fue China, el gigante que tiró de la economía mundial en los años de recesión: su fuerte crecimiento se ha frenado, mientras afronta tres“burbujas” que podrían provocar una catástrofe si estallan (la burbuja de la Bolsa, la burbuja inmobiliaria y la burbuja de su abultada deuda). Luego se desplomó el precio del petróleo, por una caída de la demanda ante el menor crecimiento mundial, pasando de 115 dólares barril en junio 2014 a 65,5 en junio 2015 y unos 40 dólares ahora. Eso supone un desplome de ingresos de los países productores y de las petroleras, muy endeudados todos. Y es la puntilla para unos países emergentes que también sufren el desplome de precios de las materias primas, desde los metales a los alimentos, mientras se les encarece pagar la deuda, por la subida del dólar. Y al final, esta caída de ventas y este menor crecimiento acaba deteriorando las cuentas de los bancos, abriendo nuevos temores de otra crisis financiera.
Con todo, el verdadero problema es que el mundo está creciendo menos. Y eso preocupa especialmente a los inversores,
a los mercados, porque han prestado su dinero por todo el mundo y
ahora temen recuperarlo. Realmente, el
mayor problema mundial es la deuda, de países y empresas, que se ha disparado desde 2008, al
amparo de unos tipos de interés cero y de unos bancos centrales que se han
dedicado a inundar de dinero las
economías para salir de la recesión. El resultado es que el mundo tiene “un empacho de deuda”: ha
pasado de 87 billones de dólares en 2004 a 199
billones en 2014, según el McKinsey
Institute. Las 8 grandes economías
del mundo han aumentado un 73,75% su deuda, pasando de 20,5 billones de dólares en 2008 a 35,6
billones en 2015, sobre todo China
(+227%), Reino Unido (+179%) y España (+141%). Y lo mismo han hecho las empresas privadas, sobre todo las de
los países en desarrollo: los bancos internacionales han prestado 3,6
billones de dólares a empresas de países emergentes y los inversores extranjeros tienen una cuarta parte de sus ahorros en
deuda de países en desarrollo. De ahí sus nervios (Bolsas y bonos) ante la crisis de los emergentes y la caída
del petróleo y las materias primas. Temen no cobrar.
El que no crece tiene
muy difícil pagar sus deudas y esto es lo
que preocupa a los inversores de todo el mundo, a la vista de que la economía mundial está estancada. En 2015, creció el 3%, la menor tasa desde 2009. Y este año
podría crecer aún menos. En enero, el FMI rebajaba sus previsiones de crecimiento mundial al 3,4 %, y en febrero, la OCDE lo volvía a rebajar al 3%, a pesar
de contar con los estímulos de un dinero al 0% de interés y un petróleo a la
tercera parte de su precio. En este panorama
mundial tan gris, lo único que tira es la economía de EEUU, que crecerá un 2,6% este año,
mientras Japón sigue estancado
(+0,8%) y hay recesión en Rusia
(-1%) y Latinoamérica
(-0,3%). Pero tanto el FMI como la OCDE están especialmente preocupadas por el estancamiento de Europa, sobre todo la zona euro, que esperan
crezca sólo un 1,4% este año (OCDE).
Europa ha
atravesado ya dos recesiones en esta crisis (2009
y 2012-2013), pero no acaba de recuperarse y lleva dos años creciendo muy poco (0,3% a finales de 2015). Con ello, la zona euro no ha recuperado aún la
producción (PIB) que tenía antes de 2008, mientras EEUU, con una política
económica más agresiva, recuperó en otoño de 2011 sus niveles pre-crisis y ha
crecido después un 10% adicional sobre la riqueza que tenían en 2008. Además, el crédito y la inversión
no despegan en Europa, por la poca demanda, con lo que apenas se reduce el paro, a uno de los niveles más altos desde la II Guerra Mundial (11%).
Y como síntoma de la debilidad de la economía, los precios están en negativo (-0,2% en febrero). Toda esta atonía
se acaba trasladando a los bancos, que ni prestan ni
ganan con tipos tan bajos, mientras se teme por sus cuentas si las empresas no venden y les cuesta pagar deudas (morosidad). Y por si fuera poco, Europa
no es capaz de resolver la "invasión" de más
de un millón de refugiados
y el futuro se complica ante una posible salida de Gran Bretaña de la UE
en junio (“Brexit”).
Por todo ello, el temor en los mercados es que Europa pueda caer en su tercera recesión
en ocho años. Grecia y Finlandia ya
están en recesión y los tres grandes países
del euro apenas crecen: Alemania un
0,3%, Francia un 0,2% e Italia un 0,1%, a finales de 2015, según Eurostat. Y mientras, Europa
tiene un grave problema de deuda en seis países (Bélgica,
Grecia, Italia, Portugal, España y Chipre deben el 100% o más de su PIB:
tienen más deuda de lo que producen), que provoca turbulencias en los mercados y que podrían crear graves problemas financieros a los
países del sur, como pasó en 2012 y 2013.
España es uno de los
países europeos más vulnerables, advierte la Comisión Europea, aunque Rajoy siga presumiendo de que es uno de
los que más crece (un 0,8% a finales
de 2015). Y somos vulnerables, sobre todo, porque tenemos el mayor déficit público de Europa (4,5% del PIB en 2015), lo que nos ha disparado la deuda pública: 1.069.000 millones de
euros, el 98,8% del PIB, la 6ª mayor
de Europa. Y también tenemos una elevada
deuda privada (empresas y particulares), en torno a 1,6 billones de euros
más. Con ello, España necesita que los
inversores le presten este año unos 400.000 millones de euros, según el ministro Luis de Guindos. Y si
persisten las turbulencias en los mercados o “no les gusta” el próximo
Gobierno que elijamos, podemos tener un grave
problema para financiarlos.
Ante este panorama, el Banco
Central Europeo (BCE) lleva haciendo de “bombero” desde el verano de 2012, tratando de evitar
otra crisis de la deuda y buscando reanimar la economía inundando Europa de dinero barato,
comprando deuda pública. Pero ha servido de poco: Europa apenas crece y la inflación sigue en el 0%.
Hoy
10 de marzo, Mario Draghi
aprueba nuevas medidas para intentar “calmar a los mercados”, pero es más de lo mismo: dar liquidez a la
economía y penalizar a la banca cobrándole por los depósitos que tienen en los
bancos centrales. Algo que se ha revelado poco efectivo, porque como apenas hay
empresas y particulares solventes que pidan crédito, los bancos prefieren pagar por dejar sus depósitos al BCE que arriesgarse a
prestar ese dinero y no cobrarlo. Y así se explica que tengan un exceso de
reservas (dinero inmovilizado) de 441.434 millones de euros y además guarden
otros 209.732 millones en depósitos por los que ahora pagarán el 0,4% de
interés.
Sobra dinero, lo que falta son empresas y particulares
que lo pidan para invertir y consumir. Por eso, el BCE ha agotado sus recetas, ya no puede hacer más por la economía europea.
Hay que tomar otras medidas y las
tienen que tomar los Gobiernos, como
les piden desde hace meses el FMI y la OCDE: tienen que reactivar la economía, con más gasto y más inversión pública, que tiren del
consumo y la inversión privada. Acabar con la austeridad y lanzar un
Plan
de choque que haga crecer la economía europea, sobre todo la del sur.
Europa está estancada
y ponerla en marcha no pasa por
inyectar más dinero barato a los mercados (sobra) sino por reanimar la demanda, las ventas, las
inversiones, utilizando los Presupuestos de la UE y de los países para tirar de la actividad. Y para ello, una premisa
es recaudar más, Bruselas y los países,
luchando mejor contra el fraude fiscal y consiguiendo que paguen más impuestos los que no pagan, sobre todo grandes
empresas, los más ricos y las multinacionales
(evaden
70.000 millones anuales “legalmente”, según la Comisión). Y con más
recursos (también de nuevos impuestos medioambientales y sobre las
transacciones financieras), la Unión Europea podría poner en marcha un ambicioso Plan de inversiones, en infraestructuras,
reindustrialización, tecnologías, digitalización, medio ambiente, educación y
formación, un Plan que arrastraría inversiones privadas que hoy no saben
dónde ir . Hay ya un Plan europeo, aprobado en 2014, el Plan Juncker
(315.000 millones a 3 años), pero apenas se ha puesto en marcha y tiene pocos
recursos públicos (21.000 millones).
En paralelo, los
países europeos deberían relanzar Planes propios de inversión y gasto, sobre todo los que tienen menos
déficit (Alemania tiene un superávit presupuestario de 19.400 millones de euros, el mayor desde la
reunificación de 1990), para “tirar” de la economía europea. Y además, habría
que acabar con la austeridad en la Europa del sur, flexibilizando los objetivos de déficit (el 3% para
2018) para que los Presupuestos
reanimen el gasto y la inversión pública necesarios y eficientes (no
gastar en AVEs), lo que “tiraría” del consumo y la inversión privada. Todo ello podría
hacerse, como en Europa, con mayor
recaudación, no de los que ya pagamos impuestos, sino de los que pagan poco,
como las grandes empresas (pagan el 7,3% de sus beneficios, menos que las pymes), las multinacionales (evaden 8.250 millones cada año en España, según los técnicos de Hacienda) y los más ricos (SICAV). Y además, si “tiran” la economía y las empresas, habría
que subir sueldos y conseguir empleos menos precarios, para hacer crecer el consumo, las ventas y el
empleo. Todo menos hacer más recortes, como exigen los “fundamentalistas” de Bruselas. Sería cortar en seco la débil recuperación actual.
Y Europa no puede
olvidarse de la deuda, de que tiene 28 países cada uno con su deuda y pagando tipos por su cuenta, desde el 0,15% de Alemania (deuda a 10 años) al 10,71% que paga
Grecia el 3,07% de Portugal o el 1,59% de España. Urge crear un Tesoro europeo (como EEUU), que ponga toda la deuda en el mismo saco (eurobonos) y consiga
así que la mayoría de países se financien más barato (alemanes y europeos del
norte pagarían algo más). Eso daría
estabilidad a la deuda, mientras se negocian quitas y nuevos calendarios para los
países más agobiados (Grecia, Portugal, España o Italia), que podrían pagar
menos intereses y dedicar así más dinero a reanimar sus economías. Y lo mismo la deuda privada de empresas y familias: quitas y renegociación para que no sea una losa que impida
invertir y consumir.
No es un “cuento de la lechera”, son recetas realistas que cada vez
defienden más expertos e incluso el FMI, la OCDE o el G-20, aunque más con
palabras que con hechos. Algo hay que
hacer, porque si no se toman medidas
eficaces, otra crisis está al caer. Sobre todo
en Europa. Y España lo tiene más crudo, sea cual sea el Gobierno que venga.
Porque somos un país muy endeudado, que necesita
crecer más que nadie para pagar
intereses y crear mucho más empleo, porque tenemos el doble de paro. Y no podemos hacerlo solos. Necesitamos la ayuda de Europa, no
que nos exijan más recortes. Por eso, España debería hacer un frente común con Francia, Italia,
Portugal y Grecia (ahora gobernados por la socialdemocracia) para defender en Bruselas un cambio de política: acabar de una vez con la austeridad y poner en
marcha un ambicioso Plan
europeo de reactivación y
crecimiento. Eso o llegará la tercera recesión. Europa se la juega. Y España
más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario