Los ganaderos
están en pie de guerra porque se ha desplomado el precio que les pagan
por la leche, incluso por debajo de
20 céntimos litro: menos de lo que vale
un litro de agua. Esto pasa porque sobra
leche en Europa, aquí se consume
poca y desde el 1 de abril ya no hay
“cuotas lácteas”: se ha liberalizado el mercado y las industrias compran la leche que quieren
y pagan menos, presionadas por los grandes
supermercados, que usan la leche súper barata como “producto reclamo”. Aun
así, los consumidores pagamos la
leche el triple de lo que pagan al ganadero y con una calidad cada vez menor,
para sostener la ”guerra de precios”. Y la cuarta parte de los lácteos que
consumimos son franceses. Ahora, con
los precios por los suelos, desaparecerán explotaciones lecheras,
tras haber cerrado ya 4 de cada 5. Menos empleo y leche de peor
calidad. Ojo a comprar leche sólo por
precio. No es agua.
enrique ortega |
La leche en los
supermercados nos ha bajado un 6% en el último año, con un precio medio de 67
céntimos por litro, según Facua. Pero en los últimos meses, el
precio que pagan por esta misma leche a
los ganaderos se ha desplomado, desde los 40
céntimos por litro que les pagaban en 2014 a menos de 20 céntimos que
están pagando ahora a los ganaderos de Galicia y la cornisa cantábrica (se ha
llegado incluso a los 18 céntimos). Los ganaderos
están en pie de guerra, con protestas en media España, porque les pagan la leche al precio del agua cuando producirla les cuesta una media de 35
céntimos por litro. Y aseguran que así tendrán que seguir cerrando granjas
lecheras. De hecho, hoy sólo sobreviven
20.000 explotaciones lecheras
(9.000 en Galicia) de las 100.000 que había hace 20 años.
Los precios de la
leche llevan cayendo desde el verano de 2014, en España y
también en Europa (aunque menos). Los precios bajan, primero, porque sobra leche,
en el mundo y en Europa, aunque no en España (hay que importar el 28% del
consumo). Hay un exceso de leche y
productos lácteos en el mercado internacional, coincidiendo con una bajada del consumo en China y en
Rusia (importa menos por las sanciones europeas). Y estos excedentes están tirando a la
baja de los precios en todos los países. Pero la puntilla ha sido el fin de las “cuotas lácteas” en Europa, desde el 1 de abril de 2015. Hasta ahora, los ganaderos europeos
tenían limitada su producción, porque Bruselas no quería pagar excedentes. Pero
ahora, ya
no hay cuotas y países y ganaderos pueden producir lo que quieran, lo que
ha aumentado aún más los excedentes y
provocado un desplome de precios.
En España, este
desplome de precios es mayor que en el resto de Europa. Así, en junio
de 2015, el precio medio de la leche a los ganaderos europeos ha sido de 30,43 céntimos por litro, mientras en
España era de 29,27 céntimos (en Galicia y el norte, menos), según datos de la Comisión Europea. Y lo más chocante es que el precio que se paga a los ganaderos en España, un país deficitario en leche (se importa
el 28%), sea más bajo que en países
donde hay excedentes de leche, como Francia (31,20 céntimos por litro),
Dinamarca (31,32 céntimos) Holanda (30,50 céntimos) o Alemania (29,83
céntimos). Y eso se explica no sólo por la tendencia a la baja de los precios
internacionales sino por otros factores propios y específicos de España.
Aquí se paga menos
por la leche a los ganaderos porque son
el eslabón más débil de una cadena
donde otros presionan los precios a la baja.
Primero, los grandes distribuidores y
supermercados presionan a las
industrias lácteas para que les ofrezcan leche cada vez más barata, para venderla
como un “producto reclamo” en sus tiendas
(el 60% de la leche que se vende son “marcas blancas”). De hecho, se ofrece leche entera en brik hasta a 0,54 euros
litro. Y para poder ofertar este precio, las
industrias presionan a su vez a los ganaderos, ofreciéndoles cada vez menos
por la leche que recogen. Y ahora, con el fin de las cuotas, con la
liberalización, el mercado se ha convertido en “la ley de la selva”, según denuncia la organización agraria COAG: las industrias recogen menos en unos sitios y
más en otros para presionar a la baja los precios. Y aunque están obligados por
Ley a hacer contratos anuales, están forzando a entregas mensuales, sin garantizar precios a más largo plazo. Y
bajando la calidad de la leche recogida, para abaratar precios.
Además, las
industrias lácteas, dominadas
por las multinacionales francesas (una cuarta parte de la leche y lácteos consumidos en España son franceses), controlan el mercado, imponiendo condiciones a los ganaderos como
un
oligopolio: la Comisión de la Competencia (CNMC) les impuso (marzo
2015) una multa de 88,2 millones de euros a nueve empresas (Danone, Peñasanta,
Lactalis, Nestlé, Puleva, Pascual, Asturiana, CL Galicia y Senoble, la que hace
los yogures a Mercadona,) y dos asociaciones del sector por "pactar precios" entre ellas,
intercambiar información sobre compras y excedentes y “repartirse el mercado”,
evitando comprar a ganaderos que quieren cambiarse de industria para mejorar
condiciones. Ahora, los ganaderos se
quejan, además, de que las industrias están alterando el mapa de producción láctea: están comprando menos leche en Galicia y
cornisa cantábrica y más en el centro de España, Andalucía, Cataluña y Aragón,
porque como ahora el mercado es libre buscan
leche más próxima a los lugares de consumo, a las grandes ciudades. Por eso
cae más el precio en Galicia y el norte y por eso los ganaderos que peor futuro tienen son los de las zonas montañosas, donde pesa más el
coste de la recogida.
En España, el problema de la leche se agrava también porque somos el "vertedero" de la leche y los
lácteos que sobran en Europa, con lo
que las grandes multinacionales europeas
(francesas, holandesas, danesas, irlandesas, alemanas y polacas) nos
inundan de lo que no venden en sus países. El origen de todo está en el
ingreso de España en la Comunidad Europea, en 1986. A cambio de que nos
dejaran entrar, el Gobierno González aceptó que nos aplicaran unos cuotas bajísimas de producción
de leche, que obligaron a cerrar explotaciones y nos dejaron en manos
de las multinacionales europeas. Basta ver las cuotas que repartieron y que han funcionado hasta el 1 de abril: 6,5 millones de Tm para España frente a 30,22 millones de Tm Alemania
(con el doble de población), 26 millones
para Francia (un tercio más de población), 15,7 millones para Reino Unido,
11,9 millones para Polonia y 5,7 millones para Irlanda (con la décima parte de
población que España).
Así que el negocio
europeo fue no dejarnos producir leche apenas
a cambio de vendérnosla ellos, sus
multinacionales: cada año se importan 300.000 Tm de leche fresca (sobre todo
francesa) y 2,3 millones de toneladas de quesos, mantequilla, yogures y
lácteos, productos con más valor añadido. Y mientras, las industrias lácteas españolas, pequeñas porque trabajaban en un mercado con pocas cuotas de producción,
apenas pueden competir y se dedican básicamente a envasar leche, la parte del
negocio con menos margen. Y ahora, con la liberalización del mercado en Europa, las grandes multinacionales
lácteas tienen más leche con la que
fabricar y nos van a inundar más de productos lácteos, con leche comprada sobre
todo a sus ganaderos, a quien pagan más que a los ganaderos españoles.
Así que lo más probable es que la leche o los yogures que
acabamos de comprar en el súper sean de importación y con leche comprada en
otros países, mientras nuestros
ganaderos ven hundirse los precios y nuestras industrias apenas cuentan : la
última española, Puleva, se vendió a la francesa Lactalis, sin que el Gobierno
se haya preocupado de promover una o dos grandes lácteas españolas. Y las que hay tienen poco tamaño y menos
capacidad de competir, dentro y fuera de España: el mercado lácteo es
europeo y mundial.
Muchos consumidores
pueden
pensar que esta guerra de precios de la leche nos beneficia, aunque
perjudique a los ganaderos. Pero no es así. Primero, porque aunque el
precio de la leche en origen se desplome,
a nosotros no nos trasladan toda la rebaja. De hecho, en junio, el precio
medio de la leche en origen fue de 28 céntimos y el precio medio al consumidor
era casi el triple, 0,79 euros por litro, según el Observatorio de precios COAG. Y además, hay una gran variedad de precios al
consumidor, entre 54 céntimo y 1 euro por litro (según un reciente estudio de FACUA), fruto de una muy diferente calidad:
como no hay normas estatales, las industrias tratan de competir a costa de
rebajar la calidad de la leche, modificando
de forma unilateral los parámetros de calidad de la leche que recogen al ganadero (para pagarles
menos). Y el consumidor, con la crisis, no mira mucho la calidad y compra la
leche más barata.
La situación del
sector lácteo es preocupante:
se desploman los precios y nos inundan de
productos europeos, a costa de nuestros ganaderos y de nuestras industrias.
El fin de las cuotas preocupa
a los ganaderos de toda Europa (el Parlamento europeo
acaba de aprobar una resolución
de apoyo al sector), pero más en España, porque somos el eslabón más débil, tras haber
medio desmantelado el sector. Y aún pueden cerrarse muchas más explotaciones,
por lo que las organizaciones agrarias están pidiendo, a Bruselas y al Gobierno Rajoy, que
intervengan. Piden más controles en la recogida de leche,
para que las industrias no abusen y paguen por debajo del coste de producir
leche. Y más vigilancia a los
distribuidores y supermercados, para que no vendan por debajo de
costes. Además, proponen
establecer un parámetro de calidad igual
para toda España y que la Agencia de control alimentario investigue todo el camino de la leche de la vaca al consumidor.
Estaría bien un mayor control y acabar con los abusos. Pero no
basta. Por un lado, hace falta que
los ganaderos se unan, en
cooperativas más grandes y con más poder de negociación. Por otro, hace falta industrias lácteas españolas más grandes, que compiten mejor dentro y fuera con
las poderosas multinacionales europeas. También hay que fomentar el consumo de leche: cada español toma 74
litros al año (80 en 2008) frente a los 90 litros de media europea o los
190 litros por habitante de Irlanda. Y sobre todo, hace falta que los consumidores seamos más conscientes de la
situación, comprendamos que si nos dedicamos a comprar la leche, el queso o los
yogures más baratos, estamos contribuyendo a hundir a nuestros ganaderos y a
nuestra industria, además de perder calidad. No se trata de pagar más para
ayudarles, sino pagar la leche por lo que realmente vale si es buena. No es agua.
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