Esta primavera encontraremos guardias privados de seguridad vigilando
calles y centros comerciales, eventos deportivos o culturales, polígonos
industriales y hasta el exterior de las cárceles y centros de inmigrantes. Además,
podrán pedirnos la documentación, cachearnos e incluso detenernos. Y si
hay algún enfrentamiento, disfrutarán de la protección del nuevo
Código Penal, como si fueran servidores públicos. Son los cambios que
introduce la nueva Ley de Seguridad Privada, que se debate ahora en el Senado y
con la que el Gobierno amplía
el negocio de la seguridad privada en España. El objetivo es privatizar
una parte de la seguridad que ahora prestan las fuerzas de seguridad pública, que apenas crecen por los recortes.
Con ello, tendremos una seguridad de peor calidad, con
profesionales peor formados, y más centrada en empresas y particulares que la
puedan pagar. Otro servicio público, como la sanidad, la educación, la
justicia o el agua, que Rajoy privatiza.
enrique ortega |
España es uno de
los países europeos con más
fuerzas de seguridad pública: 259.791
vigilantes públicos, casi como Alemania (260.000, con el doble de
población), entre Guardia Civil (80.300),
Policía Nacional (70.733), policías autonómicas (17.160 Mossos,
8.008 Ertzaintza y 1.090 Policías Forales de Navarra) y policías locales (64.500). Ello da una media de 1
guardia público por 198 habitantes, una proporción mucho mayor que
la de Francia (1/271), Alemania (1/326), Reino Unido (1/382), Suecia
(1/522) o Italia (1/565). Sin embargo, cuenta con menos guardias privados de seguridad: 82.150, casi la mitad que Alemania (170.000) y la cuarta parte que Reino
Unido (365.000). De hecho, España
cuenta con un vigilante privado por cada
525 habitantes, una cifra muy inferior a la media europea (1/369) y a países
como Francia (1/437), Alemania (1/484), Italia (1/260) o Reino Unido
(1/170).
Con ello, España
tiene casi tres guardias públicos por cada vigilante privado (2,65/1), mientras en
otros países hay más equilibrio
(1,61 públicos/1 privado en Francia o 1,48 públicos/1 privado en Alemania) o
incluso gana la seguridad privada (0,44 públicos/ 1 privado en Reino Unido). Y
eso, a pesar de que desde 2010 se han
congelado las plantillas y sólo se reponen
el 10% de las vacantes por jubilación, lo que ha aumentado la presencia
de la vigilancia privada en tareas que antes cubrían exclusivamente las
fuerzas de seguridad públicas: Ministerios
e instituciones públicas (estatales, autonómicas y locales), cuarteles, aeropuertos, trenes, Metro,
hospitales, centros educativos y Universidades, eventos deportivos (en cada
partido del Bernabéu hay más seguridad privada que Policía Nacional), cabalgatas y procesiones, playas,
urbanizaciones…
De hecho, un 24% del
negocio de la seguridad privada en España lo contratan ahora el Estado central, las autonomías y los
Ayuntamientos, con cargo a nuestros impuestos. Pronto, este porcentaje se
disparará, cuando entre en vigor esta primavera la nueva
Ley de Seguridad Privada, que está ahora en el Senado y que el Gobierno
sacó adelante en el Congreso en diciembre, en
Comisión (no
pasó al Pleno, como es habitual), con el único apoyo de CiU y PNV. El objetivo de esta Ley es legalizar
la presencia de la seguridad privada en zonas comerciales (la calle Preciados o Las Ramblas), polígonos industriales, urbanizaciones,
eventos culturales o deportivos, exterior de cárceles y centros de
detención de extranjeros. O sea, en
cualquier lugar. Además, se permite a los vigilantes privados identificar, cachear e incluso detener
en caso de fragante delito. Y estos guardias privados (que ahora podrán ser de países no europeos) tendrán la cobertura
del Código Penal (nuevo artículo 554) en caso de ser atacados (delito de atentado, como si fueran
funcionarios públicos).
Con esta nueva Ley, las
empresas de seguridad privada van a “tener
más negocio”, como ha reconocido el propio ministro del Interior,
quien ha resaltado que España sea uno de
los países con menos
vigilantes privados (200 por 100.000 habitantes, frente a 271 en la
UE). De hecho, el Gobierno Rajoy ya
había privatizado
una buena parte de la seguridad (en mayo pasado privatizó la vigilancia
de los perímetros exteriores de 21 cárceles) y ahora se espera que en unos
meses se multipliquen los concursos para que las empresas de seguridad
entren en las instituciones públicas y suplan
la falta de Policía Nacional y Guardia Civil, cuyas oposiciones se
convocan con cuentagotas, para rebajar el gasto público.
Las empresas de seguridad privada llevan años
presionando para conseguir esta Ley y
compensar la caída de negocio (-20%) por la crisis y el fin de los
atentados de ETA. En España hay 1.490 empresas de seguridad, que facturaron
3.865 millones de euros en 2012, según
DBK. De ellas, sólo 436 empresas se
dedican a vigilancia y protección y facturaron 2.503 millones en 2012, un 64,8%
del negocio de
la seguridad (el 27,6% son sistemas y alarmas y el 7,6% restante,
transporte de fondos). Es un sector muy atomizado, con un 70%
de empresas que tienen menos de 20 personas y donde sólo 5
grandes empresas controlan más de la mitad del mercado, la mayoría en manos extranjeras: Prosegur (23,6% de cuota, fundada en
1976 por el argentino Herberto Gut y ahora presidida por su
viuda) Securitas (13,7% del mercado, filial de la multinacional
sueca Securitas), Securitas Direct
(7%, ahora controlada por dos
fondos de inversión USA), Eulen
Seguridad (6,2%, de David
Álvarez y su díscola familia, los propietarios de Vega Sicilia) y Grupo Segur Ibérica (5% del mercado,
controlada por dos
sociedades extranjeras de capital riesgo).
La privatización de gran parte de la
seguridad que ahora hacen los cuerpos públicos de seguridad va a suponer un
deterioro de la calidad del servicio. Primero, porque los guardias privados están peor
formados: sólo hacen un curso de 180 horas (más 20 horas de reciclaje
anual), mientras un Policía nacional hace un curso de 1 año en la Academia (Ávila)
y otro año de prácticas en una comisaría. Y segundo, porque hay mucha rotación
en este trabajo y están peor pagados: un vigilante privado
sin arma gana 1.086 euros brutos al mes, frente a 1.450 euros un Policía
Nacional recién salido de la Academia. Pero eso no significa que su empresa
facture eso a los organismos públicos, porque hay que sumar su beneficio. A igualdad de servicio y sueldo, lo privado
tiene el sobrecoste del beneficio (como en
la sanidad).
Casi nadie está en contra de que haya más seguridad privada (ver
encuesta). El problema, una
vez más, es que la seguridad privada crezca gracias a los recortes
de la seguridad pública, que en España, tras los cambios de la
transición, se ha ganado el respeto por
su profesionalidad y eficacia. Al final, lo que se hace es desviar
recursos públicos a las empresas privadas, perdiendo el control del nivel del servicio y la calidad (como se
ha demostrado en la privatización
de los hospitales). Y con un
coste que acaba siendo mayor, por el extracoste del beneficio privado. Y
hay otro
problema añadido: al privatizar parte de la seguridad, se facilita que esté
más seguro el que se la pueda pagar, desde un comercio a una
urbanización o un evento deportivo o cultural. Si tienes dinero para pagar guardias privados, vivirás más seguro.
Si no, a ver si la Policía nacional o la
Guardia Civil dan de sí para incluirte en su cobertura. Eso sí, si tienes
una farmacia y contratas una alarma,
cuando suene, quien se presenta es la Policía Nacional aunque la mensualidad se
la pagues a una empresa privada.
Otro paso más del
Gobierno Rajoy para privatizar servicios públicos esenciales, como ha hecho con la sanidad,
la educación
(España es hoy el país occidental con menos
peso de la educación pública), la
justicia,
la Dependencia
o el agua.
Ya sabe, dentro de unos meses, una parte
de su seguridad estará en manos de vigilantes privados, peor preparados,
que pagaremos nosotros con nuestros impuestos, para que un reducido número de empresas
privadas aumenten su negocio. No me da
seguridad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario