Primero privatizaron
las empresas públicas (Aznar) y
ahora Rajoy privatiza la enseñanza, la
sanidad, la justicia y hasta el agua: ya son más de la mitad los Ayuntamientos que han privatizado la gestión del abastecimiento, saneamiento y
depuración del agua a 25 millones de
españoles. Un servicio que se reparten casi en exclusiva dos
empresas (Agbar y FCC-Aqualia), que aspiran a gestionar el 70% del agua.
Para los Ayuntamientos, es una
tentación cobrar en mano un alto
canon por ceder la gestión durante 30 años y dedicar ese dinero a tapar agujeros. Pero para los usuarios, la privatización ha supuesto una
fuerte subida de tarifas, menos
inversiones en infraestructuras y peor calidad del agua (somos el
tercer consumidor europeo de agua
embotellada). El agua no es una mercancía, sino un bien esencial con el que
no se debe hacer negocio. Y menos si tiene que duplicar su precio para equipararlo con Europa.
enrique ortega a partir de un vinilo de chispun |
La privatización
de la gestión del agua, acelerada
desde 2009, supera ya el listón de la
mitad de los Ayuntamientos españoles, tras los últimos
casos en 2012 y 2013: Lugo (85.000
habitantes), Puerto de Santa María
(85.000), Barcelona (adjudicación –paralizada-
a Acciona del servicio en alta de Aigues
del Ter Llobregat, con 4,5 millones de clientes en el área
metropolitana de Barcelona) o Jerez de la
Frontera (206.000 habitantes), junto a miles de pueblos pequeños como Candeleda
(Ávila) o Laguna de Duero
(Valladolid), en medio de una creciente protesta ciudadana. Y en Europa, las protestas contra la privatización del agua en varios paises han llevado un millón de firmas a Bruselas.
Una lista que se suma a las 33
capitales de provincia que ya tienen
privatizada la gestión del agua: Barcelona (desde hace 70
años), Tarragona, Lleida, Girona, Teruel, Valencia, Castellón, Alicante, Murcia,
Huelva, Jaén, Granada, Almería, Guadalajara, Toledo, Ciudad real, Albacete,
Cáceres, Badajoz, Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas, Melilla, Ávila,
Salamanca, Zamora, León, Palencia, Valladolid, Soria, Santander, Oviedo, Orense
y Pontevedra. Y miles de pequeños municipios, sobre todo menores de 50.000
habitantes. En total, tienen privatizada la gestión del agua un
53% de los municipios (38% privada y 15% mixta). Y ya son 25 millones de españoles a los que les
gestiona o envía su recibo del agua una empresa privada.
Para los Ayuntamientos,
privatizar la gestión del agua ha sido “una gran tentación”: una empresa llega
con 80 millones bajo el brazo, a pagar ya, por la concesión del servicio del
agua durante 30 años. Los ediles cogen el dinero y tapan agujeros, gastándolo
en todo menos en el agua. Resuelven por hoy una parte de sus problemas y el que venga detrás que arree (es una
hipoteca por 30 años). La excusa
es que necesitan dinero, pero también
hay un componente ideológico: la mayoría son alcaldes
del PP, que creen que lo privado es mejor que lo público por definición.
Así, la alcaldesa
de Jerez (PP) lo intentó en 2003
y cuando ha vuelto al poder, en 2011, lo anunció a los tres meses de tomar
posesión.
La privatización del
agua ha creado una “burbuja hídrica”, inflada por constructoras que han
cambiado el ladrillo por el agua. Un duopolio
que se reparten Agbar
(45% mercado, 13 millones de clientes) y FCC-Aqualia
(34%, 9 millones de clientes), con Acciona
(2,9 millones abonados). Para ellas, es un doble negocio: construcción de infraestructuras y gestión del agua. Un negocio
redondo: pagan un canon y se aseguran durante 20, 30 y hasta 50 años
unos recibos seguros (el 95% se pagan), a unos precios que se revisan
anualmente. En Jerez,
por ejemplo, FCC-Aqualia paga 80 millones (en un año) por gestionar durante 25
años un servicio de aguas que ganaba 9 millones al año (9x25= 225 millones). Un chollo. Y más si cuenta con la garantía de la Ley de Contratos de las Administraciones Públicas: tiene
que haber un equilibrio económico-financiero y si el contratista pierde dinero,
el Ayuntamiento debe permitirle resarcirse subiendo tarifas.
El problema de la privatización
es doble. Por un lado, se privatiza la gestión de muchas empresas municipales que ganan dinero, sólo para conseguir
liquidez. Por otro, las empresas privadas pagan
el canon con créditos bancarios, con la garantía de las tarifas que van a
cobrar. Así que el usuario paga por tres
conceptos: el coste del agua, el pago de los intereses del crédito
(este es un negocio también para bancos y Cajas) y el beneficio de las empresas (el sector del agua gana unos 1.000
millones). Por ello, las empresas privadas suelen subir
más las tarifas tras la privatización: es lo que ha pasado en Huelva (subida tarifas +40,7% desde
enero 2011), San Fernando (+117%
desde 1.974) o Barcelona (+27%
en 2013).
Pero hay más
pegas. La primera, que las
empresas rebajan sus inversiones en agua, para conseguir beneficios. Y eso repercute
en el servicio (cortes, presión) y en
la calidad del agua. De hecho, se ha
duplicado la venta de agua
embotellada en las dos últimas décadas y España es el tercer
consumidor europeo (136,5 litros per cápita). Y lo peor, no están interesadas
en el ahorro
de agua: cuanto más consumo, más facturación y más beneficios. Además,
en muchos casos, no se controla bien su gestión y le dedican menos recursos de
los que obliga la concesión. Por todo, la
gestión privada del agua es menos
eficiente que la pública, según un
estudio realizado en Andalucía por la Universidad de Granada.
Y más cara. En los últimos años, las
tarifas han subido entre un 24% (Madrid) y un 100%, más en las que tienen la
gestión privatizada. En 2012, el precio
medio estaba en 2,87 euros por m3,
tras subir un 5%, según FACUA, cuyo estudio revela que el precio del agua es tres
veces más caro en unas ciudades
(Murcia, Cádiz o Palma) que en otras (Valladolid). Critican que no haya una
tarifa según el número de miembros de la familia y no se penalicen más los
consumos excesivos. Y que cada Ayuntamiento haga lo que quiera con
el agua. De hecho, muchos expertos piden una Agencia
estatal del Agua, que ponga orden y
transparencia, como existe para la luz y el gas (Comisión de la Energía) o
en la telefonía (CMT). Debería establecer obligaciones
de suministro, fijar estándares de calidad, homogeneizar recibos, vigilar
tarifas y asegurar una gestión transparente y eficaz del agua.
Pero no se va por ahí y la previsión de las propias empresas es que sigan las privatizaciones hasta conseguir
el 70% del mercado en 2014, tras varios concursos sustanciosos que están
esperando: Vitoria, Zaragoza, Burgos,
mancomunidad de Canales
de Taibilla (79 municipios y 3 millones de abonados en Alicante, Murcia
y Albacete) y sobre todo Madrid: en
2012 se
paró la privatización del Canal de Isabel II (6 millones abonados), pero el
presidente Ignacio González está empeñado en hacerlo para 2014.
El problema
del agua no es sólo su gestión,
que ha de ser eficaz. Hacen falta grandes inversiones (16.000 millones),
sobre todo para depuración (Bruselas
nos obliga a construir un millar de pequeñas depuradoras, el 20% que falta) y alcantarillado
(está hecho un desastre y es causa de muchas inundaciones),
así como para modernizar viejos
abastecimientos. Y esto obliga a subir tarifas, que, de media, sólo cubren el 70% de los costes: habría
que duplicar
el precio del agua en unos años, para homogeneizarlo con Europa. Pero
los usuarios no podemos, además, pagar
más para financiar las privatizaciones.
Hay que pagar más por el agua, para asegurar el suministro y
la calidad. Vale. Pero no para pagar el beneficio de las constructoras
privadas. Pagar más con transparencia y
control público de inversiones y tarifas. Con facturas claras como el agua.
No hay comentarios:
Publicar un comentario