La crisis y los recortes han llevado a ocho autonomías, gobernadas
por el PP, a privatizar total o
parcialmente 25 grandes hospitales, argumentando que así recortan costes y
se gestionan mejor. La realidad es que ya
no pueden mantenerles y en vez de reformar la gestión pública para que sean
más eficientes, los traspasan a empresas privadas, que buscan beneficios a costa de recortar servicios y calidad.
La privatización traerá despidos y cierre de servicios, mientras empeora la sanidad pública y se duplican
las listas de espera. Con ello, casi 11 millones de españoles tienen ya un
seguro médico privado y la sanidad
privada ha duplicado su tamaño, alcanzando ya un 30% del pastel sanitario.
O se hace más eficiente la sanidad pública o seguirá ganando terreno la privada, para el que se la pueda pagar.
enrique ortega |
La privatización de hospitales se inició en la Comunidad Valenciana: en 1.999 se entregó a una empresa privada (Ribera Salud, participada por Bancaja y la CAM) la construcción y gestión no médica del hospital de Alzira. Luego, se amplió a la gestión médica y a los centros de salud de la zona (la llave para controlar el gasto en el hospital). Y con ese modelo se han privatizado los hospitales de Torrevieja (2006), Denia (2009), Manises (2010) y Elche (2011): hay un millón de personas (20%) atendidas por la gestión privada, a cambio de cobrar a la Comunidad 639 euros por persona.
En Madrid, Esperanza Aguirre quiso copiar el modelo Alzira, que curiosamente llaman PPP (Partenariado Público- Privado) y puso en manos privadas la construcción y gestión de cuatro hospitales públicos en la periferia: Valdemoro (2007), Torrejón (2011), Móstoles (2012) y Collado-Villalba (en proyecto). Además, dejó en manos privadas la construcción y gestión no médica (limpieza, restauración, material y mantenimiento) de otros 7 hospitales, que inauguró en 2008. Ahora, su sucesor, Ignacio González, va más allá y privatizará también (en 2013) la gestión sanitaria de 6 de estos hospitales: Infanta Leonor (Vallecas), Infanta Sofía (San Sebastián de los Reyes), Infanta Cristina (Parla), Hospital del Henares, del Sureste y del Tajo. A cambio, desmantelará parcialmente dos hospitales públicos con solera, La Princesa (donde ha dado marcha atrás) y Carlos III, cerrando el Instituto de Cardiología. Y privatizará el 10% de los centros de salud de Madrid (unos 27), además de externalizar los servicios no sanitarios (lavandería restauración, mantenimiento) de todos los hospitales (también lo hará en 2013 la Comunidad Valenciana)
En Madrid, Esperanza Aguirre quiso copiar el modelo Alzira, que curiosamente llaman PPP (Partenariado Público- Privado) y puso en manos privadas la construcción y gestión de cuatro hospitales públicos en la periferia: Valdemoro (2007), Torrejón (2011), Móstoles (2012) y Collado-Villalba (en proyecto). Además, dejó en manos privadas la construcción y gestión no médica (limpieza, restauración, material y mantenimiento) de otros 7 hospitales, que inauguró en 2008. Ahora, su sucesor, Ignacio González, va más allá y privatizará también (en 2013) la gestión sanitaria de 6 de estos hospitales: Infanta Leonor (Vallecas), Infanta Sofía (San Sebastián de los Reyes), Infanta Cristina (Parla), Hospital del Henares, del Sureste y del Tajo. A cambio, desmantelará parcialmente dos hospitales públicos con solera, La Princesa (donde ha dado marcha atrás) y Carlos III, cerrando el Instituto de Cardiología. Y privatizará el 10% de los centros de salud de Madrid (unos 27), además de externalizar los servicios no sanitarios (lavandería restauración, mantenimiento) de todos los hospitales (también lo hará en 2013 la Comunidad Valenciana)
El mismo camino
sigue Cospedal en Castilla
la Mancha: antes de fin de año sacará a concurso la construcción y
gestión total de cuatro nuevos hospitales (Almansa, Villarrobledo,
Tomelloso y Manzanares) y sus centros de salud. Y quiere repetirlo en los
futuros hospitales de Toledo y Guadalajara. La Rioja
sacará también a concurso la gestión total del hospital de Calahorra.
Otras cuatro autonomías gobernadas por el PP apuestan por otra variante privatizadora, el modelo
PFI (Iniciativa de Financiación Privada): se deja a empresas privadas
la construcción y gestión no médica
de hospitales. Es el caso de Galicia (hospital de Vigo, en
construcción), Extremadura (futuros hospitales de Cáceres y Don Benito),
Castilla y León (Burgos), Baleares (futuro hospital Son Espasses).
También Canarias privatizará servicios no médicos de sus hospitales. Cataluña
posee históricamente una estructura mixta,
con hospitales públicos gestionados por mutuas, fundaciones, consorcios
y centros de la Iglesia.
La razón real de tanta privatización es
que las autonomías no pueden con el gasto
sanitario (hasta 45% de sus Presupuestos) y menos Madrid, donde Aguirre creó una verdadera burbuja
hospitalaria: 13 nuevos hospitales públicos en 10 años (de 20 a
33). El problema no ha sido tanto construirlos (gracias a pagar un canon a las empresas) sino ahora mantenerlos,
lo que resulta imposible. Luego está el argumento ideológico (“lo público
es peor que lo privado y cuanto menos mejor”), que se disfraza con el
argumento de costes: dicen
(no hay estudios independientes) que una cama privada cuesta 700 euros frente a
1.250 la pública. Pero eso esconde dos
hechos. Uno, que los privados pujan por precios bajos y luego reclaman
más: en 2010, la Comunidad de Madrid subió
2 millones el canon a los 6 hospitales semiprivatizados (además de que una
inspección reveló que tenían menos personal, medios y material del que decían).
Y el otro, que el
servicio no es el mismo ni tampoco la calidad: la atención privada mira
con lupa las pruebas que se encargan, hay más vigilancia (e incentivos) sobre
los médicos y se desvían a la pública los
tratamientos más caros (por ejemplo, trasplantes).
Dicho esto, hay un
hecho claro: la sanidad pública es manifiestamente
mejorable. No se justifica que haya quirófanos
cerrados por las tardes (para no pagar horas), que máquinas costosas sólo se usen unas horas (en la privada hacen TAC
un viernes a las 11 de la noche), que las consultas
especializadas sólo sean de mañana (para que los médicos puedan tener
consulta privada por las tardes), que haya horarios
funcionariales, una política de sueldos y contratación sin incentivos y una gestión política y no médico-económica.
Volviendo a la privatización
de hospitales y servicios (análisis
clínicos y pruebas -60% TAC- ya
se hacen mayoritariamente en centros privados), el resultado a corto plazo va a
ser más despidos (personal interino y contratado) y un deterioro de
la calidad del servicio, primando más los costes sobre los criterios
médicos. Y eso, unido a los recortes (7.267 millones en el tijeretazo de abril), deteriorará aún más nuestra
sanidad. De hecho, las listas de espera se han duplicado,
pasando de 32 a 72 días para una operación. Y se tarda 82 días de media en recibir el diagnóstico de un especialista.
La consecuencia inmediata
es que el que puede, se hace un seguro
médico privado para lo más urgente. Ya hay 10,7 millones de
españoles, que pagaron 6.589 millones en primas en 2011 (50 euros al mes
por asegurado), el doble que hace diez
años. Y la sanidad
privada ya supone un 30% del gasto sanitario, facturando casi 7.000
millones, el doble que en 2002. Al amparo
del deterioro de la sanidad pública ha crecido una potente industria
sanitaria privada, empujada por empresas
extranjeras de capital riesgo: el fondo británico Doughty
Hanson (y la familia Cordón Muro) controlan el Grupo Quirón (líder en
pacientes, con 46 centros en 29 ciudades), la sociedad luxemburguesa CVC (dueña
de la Fórmula
1) gestiona el Grupo
Capio (líder en hospitales, 30, y en conciertos con la sanidad pública),
el fondo Goodgrower (familia
Gallardo, de Almirall) controla Adeslas Hospitales (la 3ª del
ranking), la británica BUPA es dueña de Sanitas
Hospitales (4ª) y Bankia y Sabadell controlan el Grupo
Ribera Salud (Alzira y otros 5 hospitales). Todos esperan ansiosos los nuevos concursos.
Cara al futuro, el gasto
sanitario va a seguir creciendo (tecnologías
más caras y más viejos) y la tentación de privatizar seguirá en alza, al
menos mientras sea negocio (si no, se vuelven a nacionalizar los
hospitales, como se pretende hacer ahora con las autopistas).
Pero, al margen de las protestas
generalizadas, la mejor manera de preservar
la sanidad pública es reformarla
a fondo, no con recortes, sino con cambios
profundos: política de personal,
horarios de médicos, utilización de tecnologías y tratamientos (según la
OMS, un 30% del gasto es ineficiente), potenciar la atención primaria y la prevención,
despolitizar la gestión…
Si la sanidad
pública no se hace más eficiente, se recortará más mientras crece el pastel de
la privada. Y acabaremos con una sanidad
dual: la pública para los pobres
y la privada para el que se la pueda pagar. Hay que atajarlo ya, cuando
todavía tenemos la mejor sanidad de Europa.
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