enrique ortega |
Más demanda, menos oferta y un gasóleo que hay que importar en buena medida (Europa en un 10% y España un 38%), porque las refinerías no se han adaptado al cambio en la demanda (en España han invertido 6.000 millones para reajustarse). Y eso supone pagarlo en dólares con un euro depreciado (-10% en 2011), lo que aumenta la factura. Al final, el problema es mayor para España, no sólo porque importamos más sino también porque consumimos más: el 80% del consumo de carburantes es gasóleo (en Europa es el 55%), debido a que tenemos más peso del transporte de mercancías por camión (83% en España y 45% en la UE-27) y un mayor parque de vehículos diesel: el 52% frente al 37% en la UE.
La fiebre del diesel en España es relativamente reciente. En 1990, sólo iban con diesel el 10% de los vehículos, básicamente camiones y taxis. En el 2000 se pasó al 29% y ahora es el 52 %, el parque con más diesel de toda Europa, salvo Francia y Bélgica. Y, lo más llamativo: son diesel el 71 % de los vehículos vendidos en 2010. La mayoría ha optado por el diesel porque gasta menos (entre un 10 y un 40%), es un motor más duradero (hasta 400.000 km, aunque ahora, los de gasolina con inyección electrónica llegan a 300.000 km) y era un carburante más barato, lo que compensaba el mayor coste del vehículo (entre 2.000 y 5.000 €) y un seguro y mantenimiento más costosos, siempre que se recorrieran más de 25.000 km al año.
Ahora, esos argumentos pueden cambiar en contra del diesel si, como parece, el gasóleo sigue encareciéndose y vuelve a costar más que la gasolina. Primero, porque la demanda va a seguir alta, al menos hasta primavera, lo que seguirá tirando al alza de los precios internacionales (y más con un petróleo al alza, por la tensión en Irán e Irak). Segundo, porque importar gasóleo nos costará más euros, al debilitarse la moneda europea en 2012 (hasta 1,20 € por dólar). Y sobre todo, porque van a subir los impuestos del gasóleo.
De hecho, a los 200.000 transportistas profesionales (camiones, autobuses y taxis) les cuesta más caro el gasóleo desde el 1 de enero, al obligar Bruselas a España a no devolverles los 2,9 céntimos por litro que percibían de bonificación. Además, la Comisión Europea va a imponer una armonización fiscal que, en el caso de España, supondrá subir el gasóleo 8 céntimos por litro (ahora pagamos 13 céntimos menos de impuestos que la media UE). A medio plazo, Bruselas quiere que el gasóleo y la gasolina paguen los mismos impuestos. Además, proponen combatir con más impuestos a los carburantes más contaminantes y el gasóleo se lleva la palma: emite menos CO2 (aumenta efecto invernadero, pero no es tóxico) que la gasolina pero seis veces más partículas PM 2,5 y más óxido de nitrógeno (NO2), ambos muy nocivos para la salud. Y en 2015 entra en vigor una Directiva que limita las emisiones de NO2 de los diesel.
En definitiva, los precios, los impuestos y la contaminación se conjuran contra los vehículos diesel en los próximos años, lo que va a obligar a una difícil reconversión del sector del transporte (más ferrocarril, más barcos y menos camiones) y a un cambio de mentalidad de los conductores privados, con una posible vuelta a la gasolina, mientras ganan peso (despacio) los híbridos y el coche eléctrico, sobre todo para las ciudades, que van a vetar cada vez más al coche de gasoil. Eso seguro.
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