Otra clave de este año es la insistencia en la seguridad. El 20 de julio entró en vigor la nueva Directiva europea 2009/48, con objeto de homogeneizar todas las normas de etiquetado y seguridad de los juguetes que se venden con el sello CE (ver vídeo), el más exigente del mundo. Con ello, se crea una red europea de alertas (Rapex) para juguetes inseguros y se establecen unos laboratorios que han de analizar y autorizar los juguetes europeos, entre ellos el español Centro Tecnológico del Juguete. Todo ello, pare evitar la inseguridad actual: sólo en la Comunidad Valenciana se han decomisado esta Navidad cerca de 100.000 juguetes que incumplen la normativa. Y un tercio de los juguetes fabricados en China tienen metales pesados y fallos de seguridad, según un análisis de Greenpeace.
El esfuerzo por la calidad y la seguridad hace que las jugueteras españolas no puedan bajar ya más sus precios, después de la guerra de los últimos años, que, junto a la caída de ventas, ha provocado pérdidas a un 35% de las empresas. El sector juguetero español, el segundo fabricante de Europa (tras Alemania) se ha ido salvando con las exportaciones, un tercio de las ventas, centradas en Europa (80%), sobre todo en Portugal (25,8%), Francia (21%), Italia (10,3%) y Alemania (7,5%). Pero ahora, tienen problemas para seguir creciendo, por tres razones. Una, que les están subiendo los costes: la mayoría fabrica una gran parte de los juguetes en China, con sueldos miserables (menos de 1 euro la hora) pero que crecen un 10% anual, lo mismo que el transporte y las materias primas. La otra, que se enfrentan a unos pocos distribuidores (entre 10 y 15 híper y grandes almacenes), con mucho poder, que les imponen precios y condiciones. Y la tercera, ligada a la anterior, que son un sector muy atomizado: 221 empresas, la mayoría (86%) pequeñas, con menos de 50 trabajadores.
El futuro de la industria española del juguete, concentrada en la Comunidad Valenciana (43% ventas) y Cataluña (31%) pasa por fusiones e inyección de capital, para invertir en innovación (un tercio de los juguetes son nuevos cada año) y redes para vender más fuera, sobre todo en Estados Unidos y Latinoamérica. No es casualidad que la empresa líder del sector, Famosa, fuera vendida en 2010 a la firma de capital riesgo estadounidense Sun Capital, tras dos años de pérdidas y fuerte endeudamiento. Es un sector que exige más tamaño y fuertes inversiones. Y también un cambio en la mentalidad de los compradores españoles, que tenemos que valorar más el juguete seguro y de calidad, más caro.
Un tema de fondo es que los niños son niños cada vez menos tiempo: maduran antes y por eso el juguete tradicional, el de las jugueteras españolas, tiene menos demanda. Los más vendidos son los juguetes infantiles (18,6%), las muñecas (16,4%), los juegos (11.7%), los deportivos (11,5%) y las películas. Pero a partir de los 7/8 años, los niños y niñas ya no piden estos juguetes tradicionales, sino los electrónicos y, sobre todo, los videojuegos, dominados por la industria japonesa y norteamericana. Por eso, la industria española y los educadores se han aliado en defensa del lema “aprender jugando”, para apoyar los juguetes educativos, una batalla perdida sin el apoyo de los padres, que hemos de luchar contra tanta maquinita alienante…
Otra cuestión es que los niños de ahora tienen demasiadosjuguetes y por eso no los valoran como antes: unos 12 de media al año, 8 de ellos en Navidad. Es el fruto de padres, abuelos y tíos lanzados a la compra de “algo” para cada niño, que acaba en una ristra de juguetes low cost. Como en el amigo invisible, hay que optar por menos juguetes, más seguros y de más calidad, más caros. Juguetes de más valor añadido, que se valoren y duren más, que diviertan y eduquen a la vez. Es una asignatura pendiente de padres e hijos. Hay que pedírselo a los Reyes. Y nuestra industria juguetera nos lo agradecerá.
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