Lo llaman “el ascensor social”: que un hijo de padres pobres suba de escalón
social (algo difícil) y que un hijo de
padres con posibles baje de clase (más difícil todavía). La OCDE revela que el
“ascensor social” está averiado en
Occidente y que España tiene
poca movilidad social a corto plazo (la gente no mejora en unos años), algo más de padres a hijos (pero el 28%
de los hijos de familias con bajos ingresos se quedan ahí) y mejora más a largo plazo, aunque hacen falta 4 generaciones para dar “el
salto social”. Las causas de
esta baja movilidad social en España son el
paro y la educación: los jóvenes españoles no están suficientemente
preparados, hay demasiado abandono escolar y demasiado paro juvenil. Por eso,
la OCDE nos “receta” mejorar las ayudas a los parados, gastar más en educación y becas, ayudar a las familias pobres con niños y aprobar impuestos más progresivos. Para que “el ascensor social” funcione.
enrique ortega |
“Nace ya criado el que
de padre rico es engendrado”
Refrán popular
En cualquier caso, una
de las lacras de esta última crisis, con su secuela de paro y precariedad
laboral, es que ya hay muchos hijos que viven peor que sus padres. “El ascensor social en España está parado desde los años 90”, señala Ildefonso Marqués en su libro “La movilidad social en España”. Según sus investigaciones, la
movilidad intergeneracional está “estancada” desde hace 25 años, aunque sí ha mejorado la igualdad de
oportunidades en el acceso a la educación, pero no lo suficiente. Y Requena aporta un dato llamativo: el 63% de los hijos de profesionales y directivos logran
un título universitario frente a sólo un 26% los hijos de los trabajadores. O
sea, que no todos los jóvenes españoles
puedan ser universitarios.
Lo que sí es cierto es que España tiene más universitarios que nunca: un 41,2% de españoles entre 30 y 34 años tienen estudios superiores
(47,5% mujeres y 41,2% hombres), más que la media europea (39,9% de
universitarios), más que Alemania (34%) e Italia (26,9%) y sólo menos que Francia (44,3%) y
Reino Unido (48,3%), según Eurostat. Pero eso tampoco indica que
vayan a encontrar un trabajo acorde a su formación. De hecho, a la hora de
trabajar, pesa mucho el origen social, según el libro de Marqués, porque juegan mucho
los “añadidos” al título universitario (máster, postgrados en el
extranjero, idiomas…) y, sobre todo, las relaciones y “contactos” de la familia
del universitario. Así se explica que los universitarios hijos de directivos y
profesionales tienen 2,8 veces más
probabilidades de llegar a ser directivos o profesionales que los
universitarios hijos de trabajadores, según el catedrático Requena. Y 1,4 veces más que los
universitarios hijos de las clases medias.
España es uno de
los países occidentales con baja
movilidad social a corto plazo,
según el reciente estudio “A Broken Social Elevator? How to Promote Social Mobility”, de la OCDE: el 55% de la población está “atascado” en el mismo escalón
social, sin posibilidad de mejorar en unos años. Y esa escasa movilidad a corto
plazo se agrava en los extremos: el 20% más pobre de la población
española tiene pocas posibilidades (36%)
de mejorar su situación en 4 años, frente al 43% que la mejoran en la OCDE. Y el 20% más rico de españoles permanece
en ese alto nivel en los siguientes 4 años, frente al 68% en la OCDE. Esta
menor movilidad social a corto en España se explica, según la OCDE, por el alto nivel del paro de larga duración (la mitad de todos los parados llevan más de un año
sin trabajar) y por la precariedad laboral, muchos contratos temporales y a tiempo parcial mal
pagados.
España mejora algo en la movilidad a medio plazo, de
padres a hijos, lo mismo que pasa en los países del sur de Europa, según este informe de la OCDE. Así, el porcentaje
de hijos de padres con bajos ingresos que terminan con bajos ingresos es
del 28% en España, menos que en la
OCDE (31%), siendo también más los que acaban ricos (19% frente a 18% en la
OCDE). Y en la franja alta, el porcentaje
de hijos de padres con ingresos altos que acaban también con ingresos altos es el 34%,
inferior a la OCDE (42% hijos de ricos acaban ricos), siendo también más los
hijos de ricos que bajan de escalón (el 20% frente al 18% en la OCDE). Pero
ojo, hay otro dato demoledor: 1 de cada 2 hijos de
gerentes acaban de gerentes mientras sólo consiguen ese puesto 1 de cada 5
hijos de un trabajador manual.
Y lo que no acaba de funcionar es la movilidad educativa, donde España
se sitúa a la cola de la OCDE, junto a Portugal. Y es que más de dos
tercios (69%) de los hijos de padres con alto nivel educativo acaban
en la Universidad en España mientras que sólo lo consiguen menos de la cuarta
parte (el 22%) de los hijos de padres con bajo nivel educativo, según la OCDE.
Y al mismo tiempo, el 56% de los niños de padres con un nivel educativo bajo
también permanecen en bajos niveles educativos en España, frente a sólo el 42%
en la OCDE. O sea, que falla
estrepitosamente el ascensor educativo,
aunque creamos que no. Y esto se debe, sobre todo, a los altísimos niveles de “abandono escolar” en España, que afecta más a las familias con bajos
ingresos: el 18,3% de los jóvenes (18-24 años) no termina la ESO, frente al
10,6% en la UE-28, el 10% en Alemania o Reino Unido y el 8,9% en Francia, según Eurostat.
En el tercer eslabón, la movilidad social a largo plazo, España mejora, gracias a lo avanzado en la transición y antes de la crisis de
2008, con las mejoras en la educación, las becas y las ayudas públicas, junto a
un sistema fiscal más progresivo que el actual. Gracias a todo ello, los niños españoles nacidos en una familia
de bajos ingresos tardarían 4 generaciones (los tataranietos de los niños de hoy) en alcanzar el ingreso medio, algo menos que el promedio que
tardarían en la OCDE (4,5 generaciones). Eso nos sitúa en una
posición
intermedia, según la OCDE:
peor
que los países nórdicos (en Dinamarca tardarán 2 generaciones y en
Noruega, Finlandia y Suecia, 3 generaciones), igual que muchos países occidentales (en Nueva Zelanda, Canadá,
Grecia, Bélgica, Australia, Japón y Holanda harían falta también 4
generaciones) , mejor que otros (en Portugal, Irlanda, Corea, EEUU, Reino
Unido, Italia, Suiza y Austria hay que esperar 5 generaciones) y bastante mejor
que el resto (en Francia y Alemania hay que esperar 6 generaciones y en China o
India, 7).
Sin saber estos datos concretos, la percepción de los
españoles es que “el ascensor social”
no funciona: somos el 2º país occidental que menos confía en “la
meritocracia” y que más importancia da al “origen social”, según la OCDE: el 53% de españoles cree que tener padres con ingresos y mejor educación es “la clave para triunfar
en la vida”, frente al 37% que lo creen en los 35 países de la OCDE. Y
también somos los occidentales más
pesimistas sobre la posibilidad de mejorar
de status: sólo el 25% de los españoles contestaron en la encuesta de la OCDE que iba a mejorar su situación financiera ese año (2015).
En definitiva, que los españoles tenemos interiorizado que la clave para triunfar es la familia donde
se nace, no lo que uno se esfuerza después. Y esto se ha agravado con
la crisis, porque hay muchos jóvenes que piensan que estar formados ya no sirve: ven que tienen una carrera
y hasta un máster y acaban sirviendo en un Burger o de cajera de supermercado.
Pero es una percepción errónea, como
demuestra el estudio del profesor Requena: la educación
es un factor más relevante que el origen social, es el factor clave para el futuro de cualquiera. Y lo demuestra con tres argumentos. Uno, la educación
aumenta las posibilidades de ascender en la escala social y más cuanto más bajo
se está. Dos, reduce las posibilidades de descender: caen más de clase social
los que están menos preparados. Y tres, la educación reduce el riesgo de quedarse en
paro: la tasa de paro de los universitarios españoles en del 9,32%,
frente al 17,22% de paro entre los que tienen bachillerato, el 22,79% de los
que no acabaron la ESO y el 45,89% de paro de los analfabetos, según la EPA de marzo de 2018.
Y aunque no lo parezca, otro
factor clave para la movilidad social es la
salud. Y eso porque la salud
también “se hereda”, depende mucho de la situación social de los
progenitores, según el informe SESPAS 2014, que demuestra, con datos empíricos, que los niños y
niñas de familias con bajos ingresos corren el riesgo de tener peor salud y con
ello un peor nivel educativo, que les mantenga en su misma clase social cuando
lleguen a adultos. En caso de familias pobres con niños, el riesgo de estos niños es que su posible mala salud les haga
bajar en el ascensor social. Incluso se ha detectado que niños de familias desfavorecidas
tienen mayores problemas para el desarrollo cognitivo en sus primeros años,
claves para su formación.
En definitiva, falla el ascensor social, en
Occidente y en España, más tras esta dura crisis,
por sus secuelas de paro, precariedad, pobreza y desigualdad. Pero hay un factor clave, la educación, que es mucho más
preocupante en España, según los datos impactantes de la OCDE (“Panorama de la educación 2017”): un 41,7%
de los españoles adultos (25-64
años) tienen un nivel educativo bajo (sólo con la ESO acabada o ni
siquiera), frente al 20,3% en Europa o el 22,4% en la OCDE, el peor
dato europeo, salvo Portugal (53,1% poco formados), muy lejos del 13,1% de poco formados de Alemania, el 20,2% de Irlanda, el
21,9% de Francia, el 22,9% de Holanda, el 35,7% de Reino Unido o el 39,9% de
Italia. En medio, tenemos menos
adultos con formación media : el 22,5%
de españoles tienen Bachillerato o FP, frente al 46,4% en Europa y
el 44,2% en la OCDE, con lo que somos el 2º país europeo con menos adultos de
formación media, tras Reino Unido (18,4%), muy lejos de Alemania (58,2% adultos
con Bachillerato o FP), Francia (43,5%), Italia (42,4%), Holanda (41,1%),
Irlanda (37%) y hasta Grecia (41,4%) o Portugal (23,1%). Y por arriba, tenemos más universitarios que la mayoría:
un 35,7% de los adultos en España, frente al 33,4% en Europa, el 36,7% en la
OCDE, el 28,3% en Alemania o el 34,6% en Francia.
Y este preocupante panorama educativo se agrava con otros datos, referidos a la calidad de la enseñanza en España. Como los del informe PISA, que
revelan el atraso de los jóvenes españoles (15 años) en habilidades importantes
para trabajar, como habilidades en Ciencia (493 puntos, el puesto 30 en el
ranking mundial), en matemáticas (486 puntos, el puesto 30º), comprensión
lectora (496 puntos, el 25º en el ranking) o conocimientos financieros (469
puntos, el país 10º de los 15 evaluados por la OCDE). Otro problema
preocupante, es el elevado nivel de abandono escolar temprano, clave para frenar la movilidad social: un 18,3 % de
los jóvenes de 18 a 24 años, 3.120.000 jóvenes) que han abandonado la enseñanza obligatoria antes
de terminarla, lo que nos convierte en el 2º país europeo con más abandono
escolar, tras Malta (18,6%), muy por encima de la media europea (10,6%). Y
encima, somos el 7º país europeo con más “ni-nis”,
jóvenes de 18 a 24 años que ni estudian
ni trabajan: son el 17,1% (casi 3 millones de jóvenes), frente al 14,3% en
Europa.
Si el estado de la
educación en España es preocupante, lo es más lo poco que se hace para
mejorarla. Por un lado, se gasta menos en educación: un 4% del
PIB en España, frente al 4,7% en la UE-28 y Reino Unido, el 6,9% en Dinamarca,
el 5,4% en Francia o el 4,2% en Alemania, según Eurostat. Y además, la enseñanza
superior es más cara en España: la Universidad tiene las tasas más altas de
Europa, sólo por detrás de Irlanda, Reino Unido, Holanda e Irlanda, según un estudio de la Conferencia de Rectores (CRUE). De hecho, el coste medio de un grado en España es
de 1.262 euros al año (desde 2.011 euros en Cataluña a 713 en Galicia y 756 en
Andalucía), frente a 184 euros en Francia y ningún coste en Alemania, Austria,
Noruega, Suecia, Finlandia y Dinamarca. Y aún son más caros los másteres: 1.991 euros de media en España frente a 256
euros en Francia y un menor coste en el resto.
Y frente a este mayor coste, España gasta en becas entre la mitad y un tercio que la media de la OCDE. Y
además, el gobierno Rajoy rebajó las
aportaciones a becas (de 943 millones en 2011 a 838 en 2016) y sus importes
medios (de 3.247euros en 2010 a 2.649 euros en 2016). Y también restringió los criterios (económicos y
académicos) para concederlas, con lo que hay
unos 70.000 universitarios
necesitados que se han quedado sin poder solicitar beca, según ha denunciado la Conferencia de Rectores (CRUE).
La OCDE, en su
estudio sobre el ascensor social en Occidente, reitera que la clave
para que haya más movilidad social
es la educación. En el caso de España, la OCDE nos propone 5 medidas: reforzar
el apoyo a los parados (mejorando las oficinas de empleo), mejorar la formación
de los jóvenes (promoviendo la Formación Profesional) y la educación de
adultos, afrontar el abandono escolar temprano, mejorar la calidad de la enseñanza y actuar frente a los altos niveles de pobreza infantil, con ayudas directas a los niños y mejorando los trabajos e
ingresos de los padres. Además, la OCDE y los expertos coinciden en otras medidas básicas para mejorar la movilidad social: más gasto en becas y en educación (sobre todo en
pre-escolar y primaria, los años claves para reducir las diferencias de
origen familiar), universalización y mejora de la sanidad, reducir la evasión fiscal en las herencias y diseñar
sistemas fiscales progresivos, que contribuyan a reducir desigualdades. En
definitiva, que el Gobierno ayude a evitar que los que nacen pobres mueran pobres y también
lo sean sus hijos y nietos. Que el “ascensor social” funcione mejor. Otro gran reto para este siglo.
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