lunes, 9 de diciembre de 2024

La fiebre por los Centros de Datos

Varios gigantes tecnológicos (Google, Amazon, Meta, Microsoft) y Fondos de inversión han anunciado fuertes inversiones para construir o ampliar sus Centros de Datos en España. Y otros inversores (eléctricas, constructoras, telecos) quieren sumarse a esta “fiebre” por crear infraestructuras para albergar los datos de “la nube” y la Inteligencia Artificial. España aspira a convertirse en líder futuro de los grandes Centros de Datos, aprovechando su posición geográfica, los cables submarinos que nos llegan, una fibra óptica muy extendida y, sobre todo, tener la electricidad más barata de Europa, por las renovables. Pero ojo, tener tantos “Data Centers” tiene problemas de altos consumos de energía y agua, aumentando emisiones de CO2, por lo que hay paises que están frenándolos. Y crean poco empleo. No podemos perder este tren tecnológico, porque cada vez se necesitarán más Centros de Datos y España puede competir y atraer inversiones. Pero hay que evitar que se cree una “burbuja”, perjudicial para las demás industrias, el recibo de la luz y el medio ambiente.

                                                                                                                          TRENDSINYCOM

Los gigantes de Internet prestan sus servicios informáticos y aplicaciones en “la nube” a través de enormes plataformas, instaladas en Centros de Datos de nueva generación (“Data Centers”, DC), con decenas de MW de potencia. A medida que la demanda de servicios de Internet aumenta y crecen los datos albergados en la nube, se requiere construir Centros de Datos más potentes y acercarlos geográficamente a los usuarios. Con el auge de la Inteligencia Artificial (IA) en los dos últimos años, se necesita Centros con más potencial, los llamados Data Centers de 2ª generación “hiperescalares”, Centros de Datos a gran escala que se especializan en ofrecer cantidades masivas de potencia informática y capacidad de almacenamiento a empresas, instituciones y particulares de todo el mundo.

Ya pasó la época de que las grandes empresas tenían cada una su Centro de Proceso de Datos (CPD): muchas los siguen teniendo, pero cada vez desvían más datos a la nube y a DC de terceros, que les ofrecen una altísima capacidad a cambio de una cuota, sin tener que hacer grandes inversiones en nuevas infraestructuras. Y además, les permite tener “replicados” sus datos con una altísima seguridad y múltiples servicios, no sólo de almacenamiento de datos sino también el hardware y el software de base sobre los que se implantan los nuevos servicios, vinculados a “la nube” (“ICloud”), el 5G, el internet de las cosas (“IoT”) o la Inteligencia Artificial (que ha disparado la necesidad de datos). Sin estos Centros de Datos de 2ª generación no es posible la digitalización avanzada que exige el futuro.

Por todo esto, en los últimos años se ha disparado la inversión en estos grandes Centros de Datos, en EEUU, Asia y Europa, sobre todo en  Alemania, Francia, Irlanda y Paises Bajos. Ya en 2022, la inversión mundial en Centros de Datos superó los 200.000 millones de dólares (183.000 millones de euros), según la consultora KPMG, que estima podría triplicarse en esta década y alcanzar los 600.000 millones de dólares en 2030. Actualmente, existen en el mundo unos 8.000 grandes Centros de Datos, según la organización 7-24 Exchange Internacional, las tres cuartas partes instalados en EEUU (5.500) y el resto repartidos entre Alemania (550), Reino Unido (525), China (470), Canadá (350), Francia (340), Australia (3220), Paises Bajos (310), Rusia (250) y Japón (225). España ocupa el puesto 16º en este ranking, con 113 grandes Centros de Datos, según la patronal Spain Data Center, aunque la plataforma Cloud Scene los aumenta hasta 143 Data Centers.

En Europa, los grandes Centros de Datos se concentran en Londres (ofrece 962 MW, el 34% de la potencia total instalada en el continente), Frankfort (704 MW, el 25%), y Ámsterdam (643 MW, el 23%), seguidas de lejos por París y Dublín. Y a más distancia está la potencia de almacenamiento en Estocolmo, Varsovia, Berlín, Zúrich, Islandia y Madrid (147 MW, el 5% de la potencia europea). La capital española va por delante (con 26 grandes Centros de Datos), seguida de lejos por Barcelona (8), Zaragoza (5), Toledo, Valencia, Alicante, Málaga y Sevilla (con dos grandes Centros cada provincia) y Castellón, Mallorca, las Palmas, Jaén Huelva y Ceuta (con un gran DC cada una), según el mapa de Spain Data Center.

En los próximos años, este mapa de grandes Centros de Datos podría cambiar y España aspira a convertirse en líder europeo de los grandes Centros de Datos para 2030. Los expertos creen que España tiene varias ventajas para conseguirlo. La primera y fundamental, su privilegiada posición geográfica, a caballo entre Europa, África, Oriente Medio y América. Además, en el caso de estos Centros de 2ª generación, la tecnología se alía con la geografía: los nuevos Data Centers ofrecen una “latencia” máxima (lo que tarda en llegar un dato desde el servidor hasta los equipos) de 65 milisegundos, lo que implica que estos “nodos” de datos pueden operar a una distancia media de los usuarios de 5.500 kilómetros. Y si trazamos una circunferencia desde España con ese radio, los Data Centers situados en la Península pueden ofrecer sus servicios a casi toda Europa, una gran parte de América del norte y sur, el norte de África y Oriente Medio…

Una 2ª ventaja, también clave, es que España está muy conectada internacionalmente con varios cables submarinos, por los que entran y salen datos y conexiones digitales. Y a corto plazo, llegarán a la Península Ibérica tres nuevos cables submarinos, tres “autopistas de datos” que aumentarán nuestra conectividad internacional: el cable Medusa (8.700 kilómetros por el Mediterráneo), el Anjana (desde Santander hasta Myrtle Beach, en Carolina del Sur, USA, con 7.121 kilómetros) y Olisipo (110 kilómetros por el mar, entre el norte y sur de Portugal). Con estas nuevas infraestructuras, el 70% de los datos que lleguen a Europa lo harán a través de España.

La 3ª ventaja es que España dispone ya de una red interna de fibra óptica que cubre casi todo el país y es la más amplia de Europa, gracias a las enormes inversiones realizadas durante décadas por Telefónica y otras telecos (a costa de nuestras tarifas y de ayudas públicas). De hecho, España es el tercer país del mundo con más despliegue de fibra óptica, tras Corea del Sur y Japón. Y en Europa, el despliegue de fibra de España supera a la red que tienen Alemania, Francia, Italia y Reino Unido juntos… 

Y hay una 4ª ventaja que para muchos es la decisiva: España tiene la electricidad más barata de Europa y es, junto a Alemania, el país con más peso de las energías renovables (entre enero y octubre, el 57,3% de la electricidad generada fue renovable). España no sólo lleva varios años con la luz más barata de Europa (gracias a las renovables y a la “excepción ibérica), sino que todas las previsiones de precios indican que cada vez tendremos un precio más competitivo. De hecho, los contratos industriales de electricidad a largo plazo (que son los que hacen las empresas de Centros de Datos) son ahora un 40% más baratos en España que en el resto de la UE. Algo que miran mucho los inversores en Data Centers, porque estas instalaciones consumen mucha electricidad. Si en España es más barata y además puede ser el 100% renovable, mejor que mejor para sus cuentas y su “imagen”.

Estas 4 ventajas son claves para los gigantes de Internet, Fondos de inversión y compañías especializadas que están planificando sus Centros de Datos para 2030 y después. Un negocio dominado por los tres grandes de Internet, Amazon (Amazon Web Servicies, AWS, ya supone el 17,3% de la facturación total de Amazon), Microsoft (MSFT Azure) y Google (Google Cloud), pero donde también compiten empresas como Digital Realty, Equinix, Vantage, CyrusOne, OVH e IBM, además de Fondos de inversión como Blackstone o Brookfield y telecos como Deutsche Telecom, Orange, Iliad o Altice. Y más recientemente, también aparecen como socios de Data Centers grandes empresas constructoras y eléctricas.

Estos inversores mundiales en grandes Centros de Datos llevan meses poniendo su interés en España. En febrero de 2024, Microsoft anunció que invertirá 2.100 millones de dólares para ampliar sus 3 Centros de Datos de Madrid (Meco, Algete y San Sebastián de los Reyes) y construirá un Campus de Centros de datos en Aragón. En mayo, Amazon anunció una inversión de 15.700 millones en los próximos 10 años para reforzar los 3 centros de datos que tiene en Aragón (Huesca, Burgo de Ebro y Villanueva de Gállego) y sumar uno nuevo en Zaragoza. Meta (Facebook) recibió en octubre autorización para construir un gran Campus en Talavera (Toledo), una inversión de 750 millones. Google ya inauguró hace 2 años la “región Cloud” de Madrid, una de las 32 que tiene en el mundo. El poderoso Fondo Blackstone anunció en octubre la inversión de 7.500 millones en un Centro de Datos en Calatorao (Zaragoza). Y otro Fondo, el británico ICG, invertirá 300 millones de euros para crear Templus, una plataforma de 10 Centros de Datos regionales en España para finales de 2024.

Tras estos anuncios, hay una gran euforia en el sector de Centros de Datos: la patronal Spain DC cree que España va a triplicar la potencia instalada, de los 200 MW estimados en 2023 a 613 MW en 2026, con una inversión estimada en estos años de 6.000 a 8.000 millones de euros y más de 2.000 empleos nuevos. Incluso hay expertos que creen que el salto para 2030 será mucho mayor, porque sólo Amazon aumentará su potencia de almacenamiento a 500 MW para 2030. Y se espera incluso una inversión directa en Data Centers de 14.400 millones de euros entre 2026 y 2030, más otros 24.000 millones en inversiones indirectas. Y parece posible que a finales de esta década, en 2030, España sea el país líder europeo en Centros de Datos, con Aragón y Madrid capital en cabeza.

La fiebre por instalar Centros de Datos se ha contagiado a los políticos (autonómicos y nacionales), a los Fondos de inversión, eléctricas y constructoras españolas, que quieren conseguir una parte de este “pastel”. De hecho, Red Eléctrica ha detectado un  aumento desmesurado de peticiones de electricidad para futuros Centros de datos, 18 veces más que los proyectos reales, porque está habiendo “especuladores que piden licencias de suministro para revendérselas después a los futuros inversores en Centros (como ya pasó con la burbuja de licencias de instalaciones renovables).

Los más interesados en este nuevo negocio de los DC son las eléctricas (Iberdrola y Endesa) , porque ven en la proliferación de grandes Centros de Datos 2 negocios. Uno, venderles parte de la electricidad que producen, dado que ha caído la demanda y tienen un exceso de  potencia instalada(el triple). El otro, el negocio que tienen por transportar y distribuir esa electricidad con sus empresas filiales ( que controlan el 80% de la distribución). Y aquí, las eléctricas han hecho “lobby” para presionar al Gobierno y conseguir que invierta más en redes, asegurando que si no lo hace, en el futuro habrá “cuellos de botella” y problemas de suministro al aumentar la demanda (por los Centros de Datos y la Industria que pase del carbón, fuel o gas a la electricidad).

De momento, el Gobierno no les ha hecho caso al planificar las redes eléctricas para 2021-26, porque creen que no habrá ningún problema de suministro con las redes actuales. Y temen que si hubieran aceptado nuevas inversiones, podría incurrirse en una “sobreinversión” que pagaríamos los consumidores. Hay que saber que las inversiones en redes eléctricas que piden las eléctricas y las empresas de Datos se pagarían con nuestro recibo de la luz, con los peajes que pagamos cada mes por el coste del transporte y la distribución. Eso sí, el Gobierno estudia incluir una mejora de redes, para atender a nuevas demandas industriales, en la planificación que ultima para 2026-30. De hecho, el Plan de Energía y Clima estima que los Centros de Datos consumirán el 6,4% de la demanda energética española en 2030.

Precisamente, esta es la mayor preocupación que conlleva la fiebre por los grandes Centros de Datos y que España pueda ser una potencia europea: que consumen mucha energía, en torno al 3% del total en Europa hoy. Estamos hablando de que estos Data Centers son instalaciones gigantescas (en EEUU hay uno que ocupa como 42 campos de fútbol), que consumen mucha electricidad para funcionar y mucha agua para refrigerarse. Un macrocentro de datos puede llegar a consumir 200 TWh al año, la electricidad que consumen 160.000 hogares (una ciudad como Murcia o Palma). Y unos 645 millones de litros de agua anuales, lo que consumen 14.000 personas…

Así que estamos hablando de una industria, un negocio, que genera muchas emisiones de CO2 y es poco sostenible medioambientalmente, lo que ha llevado a varios paises que eran punteros, como Irlanda, Paises Bajos o Singapur, a aprobar moratorias para frenar nuevas instalaciones. Sin embargo, las empresas del sector defienden que son sostenibles, porque la mitad de la energía que utilizan es renovable y los futuros proyectos utilizarán energías verdes al 100%. Y porque las últimas tecnologías permiten construir instalaciones más eficientes, con menos consumo de energía y agua para funcionar y refrigerarse.

Al final, parece claro que España debe aprovechar sus ventajas comparativas para atraer inversiones en grandes Centros de Datos, aunque creen poco empleo directo (hay mucha gestión y empleo a distancia). No podemos perder este tren, porque está ligado a la revolución digital y aportará crecimiento y riqueza. Pero el riesgo medioambiental es elevado, por lo que el Gobierno debe evitar una “burbuja” de Data Centers, que podrían consumir una parte creciente de la electricidad que consumimos y subir en exceso nuestro recibo eléctrico. Así que debe analizarse bien la demanda futura de infraestructuras de datos y acondicionar la oferta a ello, para no crear “una burbuja” que sea costosa para el medio ambiente. España no puede ser “el paraíso” de los Data Centers porque los demás paises ricos ya no los quieren, por no ser “sostenibles”. Tecnología sí, pero no infraestructuras de apoyo a cualquier precio.

jueves, 5 de diciembre de 2024

La inversión no tira (en España y en la UE)

España creció mucho en el tercer trimestre, pero cayó 1 de los 4 motores del crecimiento, la inversión. Pero no “pincha” solo en España: en Europa, la inversión caerá el -1,6% este año, más en Alemania y Francia. Un dato que preocupa mucho, porque impide a Europa competir en el mundo y crecer. En España llueve sobre mojado: la inversión crece menos que la economía los últimos 15 años y sigue por debajo de 2008, porque las empresas han aprovechado sus beneficios para quitarse deuda y aumentar su capital, no para invertir. Y la inversión pública, aunque se ha recuperado, sigue por debajo de 2008, por los pasados recortes. Ahora, los expertos piden que Europa y España reanimen su inversión (privada y pública), porque es la base del crecimiento y el empleo futuros. El Plan Draghi propone invertir 800.000 millones anuales en Europa, en tecnología, digitalización y energías verdes, para poder competir con EEUU y China. Sin inversión no hay futuro.

                             Enrique Ortega

La inversión, uno de los 4 motores del crecimiento (junto al consumo público, el consumo privado y las exportaciones), marca mínimos de una década en Europa. En 2024, la Comisión Europea espera que la inversión caiga un -1,6% en la UE-27 (y un -1,9%, en la zona euro), por la fuerte caída esperada en Alemania (-3%) y Francia (-1,9%), aunque crecerá algo en Italia y España (+2%). Mientras, se espera que la inversión crezca un +4% en EEUU. Es el primer año en que la inversión cae en Europa desde la crisis financiera de 2008-2010 y uno de los factores que explican por qué la economía europea está estancada, con un mínimo crecimiento en la UE-27 (+0,9%), una recesión en Alemania (-0,1% caerá su PIB) y un bajo  crecimiento en Francia (+1,1%) e Italia (+0,7%), del que se distancia España (creceremos +3%, según Bruselas, por el consumo público y privado más las exportaciones y el turismo).

La causa de este desplome de la inversión en Europa es múltiple. Por un lado, la caída de la inversión privada por la pandemia y la lenta recuperación en 2021 y 2022 por los cuellos de botella en el comercio mundial y las cadenas internacionales de suministro. Por otro, las 10 subidas de los tipos de interés del BCE (en sólo 14 meses, entre julio de 2022 y septiembre de 2023), que han dificultado los proyectos de inversión en el continente. Y más ahora, con la crisis política en Alemania y Francia, los paises claves. Y como cuestión de fondo, la pérdida de competitividad de Europa en el mundo, que provoca una “huida” del ahorro y la inversión hacia EEUU y Asia. Un dato esclarecedor: en el primer semestre de 2024, salieron de Europa hacia otros continentes 167.000 millones de euros, mientras llegaron 10 veces menos capitales, 17.000 millones de euros.

España “mantiene el tipo” este año, con un crecimiento estimado de la inversión del +2% en 2024. Pero lleva 3 años creciendo menos de lo esperado y ha caído incluso en el tercer trimestre, un -0,9%, según el INE. Con ello, la inversión en España cerrará este año casi igual que antes de la pandemia (+0,6% sobre 2019), en linea con la mínima subida de la inversión en Europa (+0,7%) y muy lejos del fuerte aumento de la inversión en EEUU (+14,9% sobre 2019), según Eurostat. Pero lo peor es que esta atonía de la inversión en España viene de lejos: la inversión española lleva creciendo menos que la economía y menos que en Europa desde hace 15 años, desde la crisis de 2008.

Hay varias causas que lo explican. Una es que las empresas españolas salieron de la crisis financiera muy endeudadas y han aprovechado estos años para devolver y reducir deuda, más incluso que las demás empresas europeas. Y ahora, cuando llevan 3 años con un gran aumento de ventas, márgenes y beneficios, no se lanzan a invertir, sino que aprovechan estos excedentes para recapitalizarse y ahorrar. Además, muchos sectores (como el automóvil) están muy abiertos a la competencia exterior y las inversiones se resienten de los aumentos de costes, problemas en las cadenas de suministros, proteccionismo comercial e incertidumbres geopolíticas. Y hay también una cierta incertidumbre sobre la regulación política y fiscal del Gobierno, que desalienta proyectos de inversión en algunos sectores.

Pero hay otra razón de fondo: la “burbuja” del ladrillo de principios de siglo sigue pasando factura y ahora es un lastre para la inversión empresarial en España. El peso de esta inversión inmobiliaria se ha reducido drásticamente (del 41% de la inversión total en 2007 al 29% en 2021-23, según un estudio de la Fundación BBVA e Ivie), pero ahora hay que atender el stock de capital acumulado (4,2 billones de euros), para cubrir su depreciación. Y los activos inmobiliarios suponen un 88% de este stock. Eso significa que un 75% de la inversión anual se hace para “mantener” ese stock de capital, donde “pesa demasiado el ladrillo” (naves, locales, terrenos e inmuebles), más que en el resto de Europa (en Alemania, los activos inmobiliarios suponen el 82% del stock de capital y en Reino Unido el 80%).

Este “lastre” del pasado supone que España tiene que destinar un 75% de la inversión privada de cada año a cubrir la depreciación de capital (básicamente activos inmobiliarios heredados de la burbuja) y que el capital neto sólo aumenta un 25% de lo que se invierte cada año, la parte que podemos dedicar a “modernizar la economía”, según el estudio. Y con ello, esta inversión neta es casi la tercera parte de antes de la crisis financiera: 51.760 millones en 2023, frente a los 146.498 millones en 2007). Lo importante es que esta inversión empresarial actual es más sana, porque ha perdido peso la inversión inmobiliaria y se invierte más en maquinaria, equipos de transporte, tecnologías de la información y servicios públicos y privados. Ahora se invierte poco todavía, pero más en tecnología y menos en ladrillo.

En paralelo, la inversión pública también sigue por debajo de los niveles de 2008, aunque se ha recuperado con fuerza en los últimos tres años, con el empuje de los Fondos Europeos. Así, en términos reales (descontando la inflación), la inversión pública ha crecido un +28,2 % entre 2019 y 2023, sobre todo en educación, sanidad e infraestructuras, aunque todavía esté un 40% por debajo de la inversión pública en España en 2007, según un estudio de la Fundación BBVA e Ivie, donde refleja los recortes entre 2007 y 2014 y el tirón entre 2019 y 2023.

Con todo, ni la inversión pública ni la privada crecen ahora lo que deberían, dado la mejoría de los balances en las empresas privadas y el aluvión de Fondos llegados de Europa: 47.943 millones de euros en subvenciones (a fondo perdido) y 83.140 millones en créditos a bajo interés. Y aunque estos Fondos se han ido adjudicando con lentitud al principio, ya están disponibles más de la mitad de las subvenciones y créditos, lo que debería traducirse en un mayor crecimiento de la inversión (no en el +2% previsto en 2024). Por eso, muchos expertos creen que existe una falta de confianza empresarial, afectada por su incertidumbre ante los cambios fiscales y normativos. Y también ante la coyuntura política, dominada por el enfrentamiento y la polarización, en España y en Europa.

Relanzar la inversión, para reanimar el crecimiento y el empleo, es uno de los grandes objetivos de Europa en esta nueva Legislatura. No se trata sólo de invertir más y reducir la brecha con EEUU y China, sino de invertir mejor, con más eficacia y competitividad. Porque los datos revelan que por cada euro público invertido en Europa en I+D+i, las empresas privadas europeas invierten otro euro, mientras en EEUU invierten 2 euros por cada euro público. Y en China y Corea, se multiplica por más de 3, según un estudio de la OCDE. Así que la clave no es sólo invertir más, sino invertir mejor, lo que exige un mejor funcionamiento institucional y más conexión entre inversión pública y privada.

En España, este doble reto es aún más importante, porque nuestra productividad no es sólo inferior a la de USA y China, sino a la de la mayoría de Europa. Y esa menor productividad tiene que ver no solo con nuestro modelo económico (más servicios y menos industrias), nuestra menor tecnología, el mayor peso de las pymes respecto a las grandes empresas, la menor formación de los empleados o el escaso peso de la exportación y la tecnología, sino también con la baja inversión (privada y pública) entre 2008 y 2023. Esta menor productividad de España se traduce en un menor crecimiento del PIB por habitante: creció un +4% entre 2008 y 2023, frente al +14% en la UE-27 y el +22% en EEUU. Por eso, los salarios han crecido también menos y nos hemos "empobrecido" en estos 15 años.

Existe una correlación clara entre lo que invierte un país y lo que crece, sobre todo por habitante (España ha crecido mucho, pero también su población). En España, la inversión por habitante cayó de 8.500 dólares en 2008 a 7.000 en 2023, mientras en Europa subía de 8.000 a 8.500 dólares y en EEUU aumentaba de 10.000 a 14.000 dólares por persona estos 15 años. Unos datos sobre la evolución de la inversión  que explican mucho que la producción por habitante se haya estancado y España tenga un PIB por persona (30.970 euros en 2023) que es el 88% de la media europea. Y  que 15 paises europeos nos superen en PIB por habitante (2023): Luxemburgo, Irlanda, Dinamarca, Paises Bajos, Austria, Bélgica, Alemania, Suecia, Finlandia, Malta, Francia, Italia, Chipre, Chequia y Eslovenia.

En definitiva, si España quiere mejorar su productividad y su nivel de vida, tendrá que aumentar la inversión, además de modernizar su economía y afrontar los retos tecnológicos, digitales y medioambientales. Y también Europa, cuya productividad (41.610 euros por habitante en la zona euro en 2023) es muy inferior a la de EEUU (76.476 euros por habitante). Los expertos creen que la inversión no tira en Europa (España incluida) por varias razones: falta de financiación, falta de rentabilidad de los nuevos proyectos, falta de empresarios innovadores, falta de “know-how” (saber hacer), personal técnico y mano de obra especializada, falta de infraestructuras innovadoras e investigadores y falta de un entorno institucional adecuado (legislación, fiscalidad, marco laboral…).

La presidenta de la Comisión Europea encargó al expresidente del BCE, Mario Draghi, un informe para mejorar la productividad y la competitividad de Europa, que presentó el 9 de septiembre. Draghi parte de señalar el grave problema que tiene Europa: el retraso económico respecto a EEUU, aunque socialmente sea un continente más avanzado. La cifra es impactante: la UE produjo (PIB) por valor de 46.587,9 millones de dólares en 2023 (descontada la inflación), un 30% menos de la producción de EEUU (66.762 millones de dólares). Pero lo más grave es que esta brecha entre lo que produce Europa y EEUU se ha agravado en las dos últimas décadas, porque en 2002 el “gap” era sólo del 17%. Y eso se traduce en un menor nivel de vida en Europa que en EEUU, ahora y desde hace décadas: el ingreso real disponible de los hogares europeos ha crecido el doble en USA que en la UE.

Para Draghi, este preocupante panorama plantea a la Unión Europea un triple reto: acelerar la innovación y encontrar nuevos motores de crecimiento, reducir los precios de la energía (sin dejar de “descarbonizar”) y aprender a reaccionar en un mundo geopolíticamente inestable.  Para responder a estos retos, propone avanzar en varios frentes: una nueva estrategia industrial (basada en la innovación, la tecnología y la digitalización), conseguir un verdadero mercado único europeo (“más Europa), alinear las políticas industriales, comerciales y de competencia de los 27, aumentar la inversión europea y reformar la gobernanza de la UE, con más coordinación y menos burocracia. Y en paralelo, propone tomar medidas en 10 sectores relevantes: energía, materiales críticos, digitalización y tecnologías avanzadas, industrias consumidoras de energía, tecnologías verdes, automóvil, industria de Defensa y espacial, farmacéuticas y transporte.

Pero estas propuestas y medidas tienen un coste: Europa necesita invertir 800.000 millones de euros al año, lo que supone cuadruplicar el Plan Marshall (de la postguerra europea) y superar con creces el Plan de Recuperación aprobado tras la pandemia (contemplaba invertir 750.000 millones de euros entre 2021 y 2026, unos 125.000 millones al año). Draghi señala 3  vías para conseguir estos ingentes recursos: la financiación privada, de las Bolsas (creando un único mercado de capitales), la banca (avanzando en la unión bancaria y las fusiones transfronterizas) y los ahorradores (Europa ahorra mucho más que EEUU, pero 300.000 millones de ahorro europeo se desvían a financiar a EEUU), los préstamos del BEI (Banco Europeo de Inversiones) y la financiación pública (el Presupuesto UE es ridículo comparado con EEUU: un 1% del PIB de los 27) y la emisión de deuda europea, bonos que emitirían conjuntamente los 27 (como con el Plan de Recuperación), para financiar proyectos industriales, tecnológicos y medioambientales.

Con estos 800.000 millones anuales y las necesarias reformas, Europa podría relanzar su inversión (pública y privada) y tratar de competir con EEUU y China en las próximas décadas. Pero la nueva Comisión Europea es más conservadora y está más dividida, con lo que no será fácil conseguir que ponga en marcha el Plan Draghi y aprueben un mayor Presupuesto europeo y emitan “bonos” europeos (que no quieren los paises ricos del centro y norte) para atraer el ahorro mundial a los futuros proyectos europeos. Pero no queda más remedio si Europa no quiere ser un continente sin peso y con peor nivel de vida en unas décadas. España debe apuntarse a este “tren inversor”, aprovechando al máximo los Fondos europeos y relanzando la inversión interna, pública y privada, con incentivos, fiscalidad y normativa a favor de los proyectos innovadores y competitivos.

Hay que mimar” la inversión, canalizar el ahorro, los beneficios empresariales y los impuestos a proyectos que modernicen la economía y nos hagan un país más competitivo, con más innovación, tecnología, digitalización y descarbonización. Urge relanzar la inversiónpara asegurar el crecimiento y el empleo futuros.  

lunes, 2 de diciembre de 2024

Mayores 55 años: más activos pero relegados

Las plantillas de las empresas españolas han envejecido y ahora 1 de cada 5 trabajadores tienen más de 55 años, 2 millones más que hace 10 años. Y este verano se ha superado el récord de mayores “activos”, que trabajan o buscan trabajo (5,1 millones). Muchas son mujeres que buscan recuperar el trabajo perdido y sumar ingresos en casa, aunque las mujeres mayores de 55 años están tan discriminadas o más que las jóvenes: tienen menos trabajo y peores empleos, ganan menos, tienen más paro y cobran menos y reciben menos pensiones que los trabajadores mayores. Pero todos, mujeres y hombres mayores, tienen el mismo problema: las empresas no los quieren, tratan de que se vayan o se jubilen y no los contratan si están parados. Aumenta el “edadismo” en la economía, que relega a muchos mayores a seguir parados hasta la jubilación. Urge un Plan para promover el reciclaje y la contratación de estos millones de personas "mayores", para aprovechar su talento y su experiencia.

                       Protesta trabajadores mayores 55 años                            Información Alicante

España tiene una población cada vez más envejecida, como toda Europa, por el aumento de la esperanza de vida y el menor número de nacimientos. El 1 de octubre residían en España 48.946.035 habitantes, según el INE, de los que más de un tercio (el 34,91%) tienen más de 55 años: 17.087.070. Son 3,3 millones de mayores más que hace 10 años, cuando en España vivían 46.507.760 personas, de las que 13.813.959 tenían más de 55 años. De este tercio largo de personas mayores, un 44% son personas en edad laboral, que tienen entre 55 y 64 años: 7.579.865 personas, 1,6 millones más que en  2014. De hecho, dos tercios del aumento de población total que ha tenido España en la última década se ha dado entre las personas que tienen de 55 a 65 años. Y una buena parte de este aumento se debe a los inmigrantes mayores (55 a 65 años), que son ahora 910.860 personas (1 de cada 8 mayores).

De estos 7,5 millones de personas que tienen entre 55 y 65 años, cada vez hay más “activos”, personas que buscan trabajo o trabajan, debido a que muchos “mayores” se han lanzado al mercado laboral tras las dos crisis (financiera y pandemia), sobre todo mujeres. De hecho, este verano se batió el récord histórico de “mayores activos”, superándose los 5 millones de personas con más de 55 años que trabajan o buscan trabajo : en septiembre eran ya 5.092.600 “mayores activos” (un 20,72% del total de activos), según la EPA, lo que supone un tremendo salto en su actividad, dado que hace 10 años (2014), sólo eran “activos” (trabajaban o buscaban trabajo) 3,1 millones de mayores (el 13,5% de todos los activos) y hace 20 años (en 2004), sólo eran activos 2 millones (el 10,2% del total).

Así que los trabajadores “mayores” (más de 55 años) están más activos que nunca en España y también trabajan más que nunca. En septiembre de 2024, tenían un trabajo 4.576.700 ocupados mayores de 55 años (4,21 millones entre 55 y 64 años, 304.700 con 65 a 69 años y 53.100 con más de 70 años), una cifra que supera en algo más de 2 millones a los “mayores” que trabajaban hace 10 años, en septiembre de 2014 (2.557.500). Eso supone que 1 de cada 5 trabajadores (20,97%)  tienen hoy más de 55 años, cuando hace 10 años, el empleo de los “mayores” suponía no llegaba a 1 de cada 7 trabajadores (14,6%). De estos 2 millones de mayores más que trabajan hoy, 1 millón más son hombres y otro millón mujeres. Y el 11% de los “mayores” con trabajo son extranjeros (500.000, la mayoría mujeres).

Una parte de estos “mayores activos”, esos 5 millones con más de 55 años, no han conseguido trabajar y están en paro. En septiembre de 2024, se consideraban “parados” (EPA) un total de  515.900 mayores de 55 años (la mayoría, 494.400 con una edad entre 55 y 64 años, 19.500 parados con 65 a 69 años y 2.000 parados con más de 70 años, que “siguen buscando empleo”). Son menos parados “mayores” que hace 10 años (593.100 en septiembre de 2014), pero la caída es pequeña frente a la del paro total (reducido a la mitad, de 5,42 millones a 2,75 millones), según el INE. Y además, el peso de los parados “mayores” en el total es hoy mayor: son el 18,73% de todos los parados, cuando en 2014 eran el 10,92%.

Hasta aquí, el panorama de la actividad, el empleo y el paro de los mayores de 55 años, un colectivo que ha dado un gran salto en el mercado  laboral, aunque las empresas “renieguen” de ellos en muchos casos y busquen sustituirlos por jóvenes (más “baratos”). Pero el dinamismo laboral de este colectivo de “mayores” esconde una “brecha interna”, una discriminación generalizada por la que las mujeres “mayores” salen perdiendo, según revela un reciente estudio de la Fundación Mapfre: son menos “activas”, tienen menos empleos, más precarios  y puestos menos importantes y peor pagados, más paro y menos subsidio y cobran menos pensiones que los hombres “mayores”.

Empezando por la actividad, de las 4,7 millones de mayores activos entre 55 y 64 años, menos de la mitad son mujeres (2,19 millones) y hay más hombres (2,52 millones), a pesar de que hay más mujeres que hombres en la población total y en esa franja de edad. Y en España, son “activas” sólo el 61,1% de las mujeres “mayores”, frente al 73,5% los hombres. Eso se debe a que muchas mujeres dejan de trabajar al ser madres o para cuidar a sus padres, lo que reduce su porcentaje de “actividad” (buscar trabajo o trabajar). 

En cuanto al empleo, la 2ª discriminación es que las mujeres “mayores” trabajan menos que los hombres “mayores”. En septiembre de 2023, de los 4.576.700 mayores de 55 años que trabajaban, más de la mitad eran hombres (2.489.900 ocupados, el 54,4%) y menos mujeres (2.086.800 ocupadas, el 45,6% del total). Es lo mismo que pasaba 10 años antes: 1.459.200 ocupados hombres y 1.098.400 mujeres. Comparados con Europa, las mujeres “mayores” tienen una tasa de empleo menor: 53% de las mujeres con esa edad trabajan en España, frente al 58% en la UE-27, el 71% en Alemania, el 57,2% en Francia y el 47,2% en Italia.

Además, las mujeres "mayores" sufren otras discriminaciones: tienen más contratos a tiempo parcial (unas, para atender a hijos y mayores y otras, porque no encuentran otro empleo), más contratos temporales y trabajan en sectores “feminizados” (educación, sanidad, comercio y hostelería), que suelen tener sueldos más bajos. Y aunque tienen más formación que los trabajadores hombres mayores (el 40% son universitarias, según la Fundación Mapfre), tienen peores puestos que los hombres (hay 2,5 veces más hombres “senior” que mujeres en puestos directivos)  y peores sueldos. La “brecha” salarial por género es mayor entre los trabajadores mayores de 55 años, según la Fundación Mapfre: un 14,4% menos que los hombres cobran las mujeres que tienen entre 55 y 64 años, una “brecha” mayor que entre 45 y 54 años (cobran 12,1% menos), entre 35 y 44 años (6,9%) o entre 25 y 34 años(1,3%).

Otra importante discriminación se da en el paro, por partida doble. Por un lado, las mujeres “mayores” sufren más paro: en septiembre de 2024, había 282.200 mujeres con más de 55 años en paro (el 54,7% del total), frente a 233.700 parados “mayores”.  Y lo más llamativo: la tasa de paro de las mujeres “mayores” en España, el 12,9% de la población activa (2023), no sólo supera a la de los hombres (9,5%) , sino que triplica al paro de las mujeres mayores en la UE-27 (4,5%) y Francia (55) y multiplica por 6 el paro de las alemanas (2%), según Eurostat.  Y por otro lado, las mujeres cobran menos desempleo, tanto porque cotizan por sueldos más bajos como porque han cotizado menos tiempo y a veces no tienen derecho al subsidio contributivo (988 euros mensuales), sólo al asistencial (480 euros). Los datos del SEPE de octubre revelan que 376.912 mujeres mayores de 55 años cobran un subsidio contributivo (y 311.017 parados “mayores”), 872 euros al mes ellas, frente a 1.100 ellos. Eso sí, los parados “mayores” que cobran el desempleo asistencial, a partir de los 52 años y hasta la jubilación, cobran lo mismo sean hombres o mujeres: 480 euros al mes.

Al final de la vida, las mujeres cobran menos pensión que los hombres, porque han cotizado por sueldos más bajos y durante menos años, porque han tenido “años en blanco”, que no han trabajado ni cotizado, por la maternidad o por el cuidado de mayores y dependientes. De ahí que la pensión media de los hombres, en octubre de 2024, sea de 1.514,18 euros, frente a 1.031,07 euros la de las mujeres. Y la pensión de jubilación, 1.659,19 euros de media los hombres frente a 1.145,46 las mujeres. Pero en el caso de jubilarse anticipadamente, también hay discriminación en el cobro: 1.732 euros las mujeres frente a 2.090 los hombres, para jubilaciones entre los 60 y 64 años, y 1,411 euros las mujeres frente a 1.725 euros los hombres en jubilaciones entre los 65 y 69 años, según la Seguridad Social.

Las mujeres “mayores” están discriminadas respecto a los hombres, en actividad, empleo, paro, ingresos, subsidios y pensiones. Pero todos los “mayores”, ellos y ellas, sufren cada día la presión de muchas empresas, que intentan “que se vayan” o se jubilen anticipadamente, o que no están dispuestas a contratar a mayores en paro. Un contrasentido:  que un colectivo muy dinámico y formado, los mayores de 55 años, sufra prejuicios y estereotipos en el mercado laboral, que en muchos casos los lleva a la inactividad, al desempleo de larga duración y a las jubilaciones anticipadas (perdiendo pensión), como señala este informe de Adecco.

Hay sectores enteros, como la banca, las telecomunicaciones o la energía, que han sufrido procesos de “rejuvenecimiento de las plantillas”, a cambio de un alto coste para las empresas y para la Seguridad Social. Y la presión sigue hoy en muchas empresas y sectores, con el objetivo de “renovar” plantillas y ahorrarse costes, al sustituir un empleado con antigüedad y sueldos medios por jóvenes mileuristas y contratos precarios. Es una visión “cortoplacista”, que puede suponer “ahorros” a corto plazo pero donde las empresas pierden lo más valioso: el capital humano. Parece claro que hay que dejar sitio a las nuevas generaciones, pero debería buscarse una “cohabitación” entre trabajadores mayores y jóvenes, promoviendo contratos de relevo, donde el empleado mayor trabaje menos horas y forme a los nuevos, sin perder mucho sueldo y bonificando la contratación de esos jóvenes.

Lo que parece claro es que asistimos a un problema de “edadismo” en el mercado laboral: las empresas apenas contratan a mayores de 45 años y es muy raro que contraten a mayores de 55 años. Los datos son muy evidentes: en octubre de 2024, de los 12.935.916 contratos hechos en España (se hacen muchos al año para un puesto), sólo el 8,92% se hicieron a parados mayores de 55 años, según el SEPE, cuyos datos revelan que los contratos se concentran en los 25-29 años (14,8% del total) y los 30-34 años (12,10%).

 Así que los 515.900 parados con más de 55 años tienen muy difícil encontrar un trabajo. Ellos lo saben: 7 de cada 10 parados mayores de 55 años “creen que no volverán a trabajar nunca”, según una Encuesta de la Fundación Adecco. Solo les queda malvivir con 480 euros de paro hasta que puedan jubilarse (63,65 o 67 años, según lo cotizado y lo que quieran perder si anticipan la retirada). Y eso si cumplen los requisitos para cobrar el paro de mayores de 52 años, que incluyen carecer de otros ingresos y haber cotizado 6 años. En cualquier caso, no sólo buscan trabajo: también recuperar la autoestima, porque se ven sin salida después de sus estudios y muchos años de trabajo.

La Fundación Mapfre propone que el Gobierno y las empresas promuevan trabajos parciales (“mini Jobs”) para recuperar a los parados “mayores”, incentivar que muchos se hagan autónomos (hay 1 millón de mayores de 55 años autónomos, 350.000 mujeres), junto a programas de reciclaje y formación (sobre todo en herramientas digitales), además de  bonificaciones fiscales y de cotizaciones a las empresas que contraten a mayores. Y que se publique e incentive el porcentaje de mayores que tienen las empresas. Otro elemento clave es la reforma y modernización de las oficinas de empleo (SEPE), para que ayuden a recolocarse a los parados y en especial e los mayores que llevan más tiempo sin trabajar.

En resumen, que tenemos un ejército de “mayores” que tienen ganas de trabajar y una formación y experiencia muy valiosas, que las empresas no deberían relegar, porque mejora su eficacia y productividad. No podemos despreciar el talento.