Enrique Ortega |
Ya son más de 6 meses de guerra en Ucrania y la economía mundial se resiente cada día más, como consecuencia de una inflación desconocida en 40 años, en EEUU (+8,5% anual en julio), en la zona euro (+9,1% en agosto, un récord histórico) y en España (+10,4% en agosto, dos décimas menos que en julio, la mayor inflación desde 1985). Y estos precios disparados, por la subida imparable de la energía (petróleo, carburantes y electricidad), los alimentos y la mayoría de productos (la inflación “de fondo” en España, sin energía ni alimentos, sube ya un +6,4% anual) se come los ingresos de las familias, recortando su consumo y el crecimiento, no sólo en Europa (+0,6% crece la UE-27 este año y +0,65% España) sino en todo el mundo: los 38 paises de la OCDE han crecido un +0.3% en el primer semestre, frente al +5,5% que crecieron en todo 2021.
En agosto, la inflación ha subido en Europa (+0,2%, al 9,1%) pero ha bajado algo en España (-0,4%, hasta el +10,4%), gracias a las ligeras bajadas de los carburantes, que han vuelto a subir en la última semana: 1,794 euros por litro costaba la gasolina y 1,882 euros el gasoil, todavía mucho más que antes de la invasión de Ucrania (+20,3 céntimos/litro la gasolina y +40,3 céntimos el gasoil). Con todo, los carburantes no son los mayores culpables de la alta inflación anual (han subido en el último año un +35% el gasóleo y un +23,9% la gasolina) sino la electricidad, que sube un +49,8% anual (hasta julio, según el INE), seguida de los hoteles (+33,8% de subida anual), el gas natural (+23,8% anual), los vuelos internacionales (+21,6%), los paquetes turísticos internacionales (+20,9%) y nacionales (+13,5%), los alimentos (+13,5% de subida anual) y los restaurantes (+5,7%), según el INE.
La electricidad ha alcanzado en agosto el mayor precio de la historia, con un precio medio en el mercado mayorista de 307 euros/KWh, el triple que un año antes (105,9 euros en agosto 2021) y el precio más elevado de este año, que empezó con 136 euros y alcanzó un récord el 9 de marzo (544,52 euros), tras la invasión de Ucrania, cerrando agosto con un precio de 476,39 euros/MWh. Y estaríamos pagando un 20% más por la luz en origen si España y Portugal no disfrutarán de “la excepción ibérica” del gas: un tope al precio del gas que se utiliza para producir electricidad. De hecho, el precio de la electricidad en origen en España (476,39 euros/MWh el 31 de agosto) es las tres cuartas partes del precio en Francia (651,77 euros/MWh), Italia (612,36 euros) o Alemania (604,49 euros). Y eso a pesar de que los consumidores con tarifa regulada tienen que pagar una fuerte compensación a las eléctricas para resarcirles del tope al gas (el 31 de agosto, de los 476,39 euros del precio mayorista de la luz, 289 euros/MWh son por la compensación).
Como balance, el Gobierno estima que los consumidores nos hemos ahorrado 1.383 millones de euros desde el 15 de junio a finales de agosto por la “excepción ibérica”, que ahora reclaman también Alemania, Italia y muchos paises europeos, mientras la Comisión Europea, que estaba en contra de intervenir en el mercado, va a estudiar ampliar la excepción a toda Europa, a la vista de que los precios futuros de la electricidad se disparan (por encima de los 1.000 euros para el invierno), debido al corte de gas ruso a Europa. Eso sí, a pesar del ahorro de la “excepción ibérica”, los consumidores españoles pagaremos en agosto la mayor factura de la luz de la historia: 158 euros de recibo medio, según Facua, 16 euros más que en julio y un 70% más que hace un año (93,10 euros en agosto 2021).
Junto a la luz y los carburantes, el tercer culpable de la inflación (con el turismo y la hostelería) son los alimentos, que han vuelto a subir en agosto, un +13,5% anual. Y lo preocupante es que suben todos, pero hay 15 alimentos básicos que suben más del 10% anual, en especial algunos aceites (+83,2%), las pastas (+31,6%), la leche (+23,1%), los huevos (+22,5%), el aceite de oliva (+16,9%), el pollo (+16,3%), el yogur (+16,2%), las frutas frescas (+15,1%), la carne de vaca (+14,5%), el pan (+14,7), el queso (+13,1%) o las patatas (+12%), según el INE (IPC julio).
Estas subidas de los alimentos están relacionadas con la subida de la energía, las materias primas (cereales y aceites), fertilizantes y piensos, pero hay un gran salto entre lo que reciben los agricultores y ganaderos por sus productos (que aseguran haber subido poco) y los que pagamos en el supermercado, quejándose el campo de que las subidas se quedan por el camino, entre distribuidores, industrias, mayoristas y tiendas. El hecho es que los productos agrícolas multiplican por 4,29 sus precios del campo al súper y los ganaderos por 2,82, según el último IPOD publicado por COAG. Veamos algunos ejemplos. Un ajo se paga al agricultor a 0,70 euros kilo y lo pagamos a 5,90 euros (+743%), la patata pasa de 0,20 a 1,51 euros (+394%), los tomates de 0,68 a 2,63 euros (+247%), la ciruela de 0,72 a 3,56 euros (+394%),el melón de o,21 a 1,27 euros (+505%), la sandía de 0,33 a 1,21euros (+267%), la ternera de 4,95 a 18,91 euros kilo (+261%), el pollo de 1,39 a 3,25 euros (+134%), el cerdo de 1,71 a 6,22 euros (+264%) y la leche de 0,40 a 0.83 euros litro (+108%).
Esta fuerte subida de márgenes en la alimentación, aprovechando la inflación generalizada, se da también en casi todos los sectores de la economía, como demuestra que la inflación de fondo (sin energía ni alimentos) haya vuelto a subir en agosto, al +6,4% anual. Eso significa que millones de empresas están aprovechando la guerra y la inflación para recomponer márgenes tras la pandemia y subir precios. Y por eso, no puede decirse que la subida de la inflación se deba a los salarios, que sólo han subido un +2,56% hasta finales de julio (y la mayoría de convenios nada, porque están sin negociar). El 83,4% de la subida de precios se debe al aumento de los márgenes empresariales, según un informe de CCOO. Y el propio Banco de España informa que las empresas españolas, a pesar de la inflación, han aumentado sus ventas (+45,3%) y sus beneficios (+62%) en el primer trimestre, aunque les suban muchos costes. Y de hecho las 35 grandes empresas del IBEX 35 han aumentado sus beneficios un +7,4% en el primer semestre de 2022, gracias en parte a subir precios.
Ahora, pasado el verano, se espera que la inflación pueda ceder algo, desde el 10,4% de agosto a una franja entre el 8 y el 9% de media a finales de año. Pero hay muchas incertidumbres en el horizonte, que podrían relanzar la inflación este otoño e invierno. La primera y fundamental, que se siga disparando el precio del gas, si Putin corta totalmente su suministro a Europa. Y más con el frío. El petróleo y los carburantes seguirán caros, por la mayor demanda en invierno y la escasez de refino en Europa. La luz seguirá muy cara, aunque podría mitigar su precio si toda Europa cambia el sistema de precios. Y los alimentos apenas bajarán: aunque habrá menos demanda de turistas, sufriremos los problemas derivados de la enorme sequía y las inclemencias meteorológicas, sobre todo en frutas, verduras, carnes y leche.
Con una alta inflación, las familias sufrirán un fuerte “mordisco” en sus ingresos, que les llevará a recortar su consumo, a gastar menos en lo que queda de año, tras la vorágine del verano. Y la puntilla será la subida de tipos en Europa, la hecha en julio (+0,50%) y la esperada para este jueves (entre +0,50% y +0,75%). La decisión y el anuncio de futuras subidas, para frenar la inflación, ya ha provocado una drástica subida del Euribor, el tipo de interés al que se prestan los bancos europeos entre sí: cerró el año 2021 con un tipo negativo del -0,502% y en agosto alcanzó un tipo medio positivo del +1,224%. Eso se va a traducir en una subida para los 4,1 millones de españoles que están pagando una hipoteca a tipo variable. De momento, con el Euribor en el 1,224%, la próxima revisión de una hipoteca tipo (150.000 euros a 25 años) supondrá pagar 120 euros más al mes de cuota (+1.400 al año). Una fuerte subida, que se une a las de la energía, los alimentos y casi todo, frenando aún más el consumo y las ventas. Y esta subida, un “ricino” de ortodoxia económica poco útil para bajar el gas, la luz o los alimentos, dañará también a las empresas, que verán encarecer sus préstamos. Y al Estado, que pagará 12.000 millones más de intereses por la deuda pública.
Con este complicado panorama, algunos políticos (PP y Vox) se agarran al “catastrofismo”, augurando otra grave crisis como la de 2008 (como “atajo” a la Moncloa). Pero hay que ser objetivo: ningún organismo internacional (ni ningún experto “serio”) cree que España vaya a entrar en una nueva recesión, ni este año ni en 2023. Todos prevén que creceremos, aunque menos que en 2021 (+5,1%): la Comisión Europea apuesta por un +4%, como el FMI, mientras la OCDE habla del +4,1%. Eso si el panorama internacional no se enturbia más y si Alemania, la locomotora europea, no entra en recesión a final de año, por los costes del gas. Y si la subida de tipos, en EEUU, Europa y todo el mundo, no agrava el parón y acaba provocando una recesión (que ya sufre USA, aunque no en su empleo).
Con todo, será un final de año muy difícil, sobre todo para Europa, que tiene que superar un invierno con restricciones de energía en Centroeuropa y menos problemas en España, aunque todos tendremos que ahorrar energía para evitar problemas de suministro. Y habrá que seguir con las ayudas a los carburantes, la luz, los transportes y los bonos al transporte público, medidas a las que se sumará el 1 de octubre la bajada del IVA al gas (del 21 al 5%), para rebajar la factura de las calefacciones (entre 8 y 10 euros al mes). Pero el Estado no es “un pozo sin fondo” y el Gobierno se ha gastado ya 30.000 millones de euros en ayudas públicas para paliar el coste de la guerra de Ucrania. Y harán falta otras nuevas si el conflicto se enquista y Putin utiliza hasta el final la energía como arma de guerra.
Pero la guerra de Ucrania también puede ser una oportunidad para Europa, para acelerar su independencia energética y su lucha contra el Cambio Climático, al igual que la pandemia aceleró la digitalización de hogares y empresas, reforzando la unión de los europeos ante la adversidad. Urge que Europa avance en la reforma del mercado eléctrico, en la aprobación del gasoducto Midcat de España con centro Europa (para enviar ahora gas y luego “hidrógeno verde”) y en acelerar las energías renovables, lo que beneficiará mucho a España, que ha pagado un alto precio por ser “una isla energética”.
A nivel español, la crisis derivada de la guerra de Ucrania debería ser una oportunidad para aglutinar esfuerzos, para intentar un gran acuerdo que redujera y repartiera los costes del conflicto. Por un lado, todavía es hora de que sindicatos y patronal se sienten a negociar un pacto de rentas, para subir algo más los salarios (sin provocar más inflación), imprescindible para que no se desplome el consumo y el crecimiento, y frenar los márgenes empresariales y los beneficios de algunos sectores, a costa del bolsillo de la mayoría. Y por si no se alcanza este acuerdo, el Gobierno debería multiplicar la vigilancia de los precios, con la Comisión de la Competencia (CNMC), para que no haya sectores y empresas que se aprovechen.
Y en paralelo, es urgente acelerar la inversión de los Fondos europeos, para reanimar la economía. Es un empujón clave para evitar otra crisis, máxime cuando ya están en marcha 28.000 proyectos, que darán trabajo a 19.000 empresas y 5.000 Ayuntamientos, un “oxígeno” necesario para compensar los efectos de la guerra. Y en la misma línea, serán claves los Presupuestos 2023, que deben servir para reanimar la economía el año que viene, donde la actividad y el empleo se presentan peor que este año, con una previsión de crecimiento del 1,5% para Europa y el 2,1% para España, según la Comisión Europea. Todo apunta a que 2023 será peor que 2022, si sigue la guerra, y hay que prepararse desde ya.
En resumen, que nos esperan unos meses complicados y con mucha incertidumbre, donde nuestras vidas van a estar pendientes de la guerra de Ucrania, de lo que haga Putin, de las medidas que tome Europa y de lo que hagan el Gobierno y la oposición en España. Pero mientras siga el conflicto, vamos a sufrir sus consecuencias. Es el coste de que Putin no gane su pulso. La respuesta europea exige sacrificios. Lo que debemos exigir es que se aprueban las mayores ayudas “posibles”, para repartir el coste de la crisis y que no salgan perdiendo los de siempre, mientras una minoría multiplica sus beneficios. Es la otra guerra.
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