lunes, 18 de julio de 2022

Inflación: culpables, beneficiados y paganos

Los precios siguen disparados, desde EEUU a Europa, dañando las cuentas de las familias y recortando el crecimiento. La inflación en España supera el 10%, aunque el petróleo y la luz se moderan, porque suben carburantes, alimentos y casi todo. Y seguirá alta en julio y agosto, por el turismo y la mayor demanda. La culpa no es sólo de Putin y la guerra: los hoteles suben un +45% anual, por ejemplo. Las empresas aprovechan para subir márgenes tras la pandemia y son culpables del 83% de la inflación. Eso ha disparado los beneficios de eléctricas, petroleras, gasistas, intermediarios y supermercados, no del campo. Mientras, todos somos un 10,2% más pobres, en especial las familias con menos ingresos, donde pesa más el gasto de alimentos, luz, energía y vivienda. El Gobierno ha tomado nuevas medidas para compensar a los más perjudicados y subir impuestos a los más beneficiados. Pero queda vigilar la formación de precios, evitar subidas injustificadas a costa de nuestro bolsillo. No todo debe subir.

Enrique Ortega

Hoy se cumplen 140 días de la guerra en Ucrania (estancada) y el mundo se encuentra en medio de otra crisis, sobre todo Europa, provocada por una inflación imparable, con subidas de precios del +9,1% en EEUU (la más alta desde 1981) y el +8,6% en la zona euro, la más alta en décadas. El petróleo ha amainado sus subidas (cuesta ahora sólo un 3,3% más que antes de la invasión), pero los carburantes siguen disparados, porque faltan productos refinados y ha subido la demanda. Lo peor está en el gas, que casi ha duplicado su precio en el último mes y medio, por el temor a que Putin corte el suministro a Europa. Y eso tira al alza del precio de la luz en todos los paises, que ven subir también los alimentos y todos los productos de forma imparable.

Todo apunta a que julio y agosto seguiremos con una alta inflación, derivada del mayor consumo de energía (subirán más los vuelos y carburantes), luz (por las olas de calor) y alimentos, así como hoteles, ocio y servicios. Y no ayuda la caída del euro, que cotiza a la par que el dólar (1x1: en 2008 nos daban 1,5 dólares por euro) que se ha convertido en “moneda refugio”, apoyada por tipos de interés más altos (1,5-1,75% frente al 0% en Europa): todos los artículos de importación, desde el petróleo y el gas a los coches o medicamentos, son  ahora más caros, habrá que pagar más euros por ellos (el euro se ha depreciado -11,3% desde la invasión de Ucrania). Y esto es más preocupante para España, que importa más (342.787 millones) de lo que exporta (316.609 millones).

En medio de esta tormenta de inflación mundial, en España suben algo más los precios que en el resto de Europa: +10,2% de inflación anual en junio, por encima del +8,6% estimado para la zona euro, el +8,5 % de Italia, +8,2% de Alemania y el +6,5%% de Francia, un fenómeno que es habitual (solemos tener más inflación), debido a la menor competencia, la estructura económica (más peso de los servicios) y a los mayores márgenes empresariales en España. Con todo, los “culpables” de la inflación son casi los mismos: los carburantes (el gasóleo ha subido un +42,7% anual y la gasolina un +34,4%), la electricidad (+33,4% anual), los vuelos internacionales (+16% anual) y los alimentos (+12,9%), en especial aceites (+37%), pastas (+28,8%), huevos (+23,9%), frutas frescas (+19,3%), cereales (+18,4%), pollo (+14,1%), legumbres y hortaliza (+14%), pan (+13,9%), vacuno (+13,1%) y patatas (+10,8%), según el INE. Pero ojo: lo que más sube en España el último año son los hoteles: +45%, un alza que poco tiene que ver con la guerra y mucho con recuperarse de la pandemia.

La mayor subida, los carburantes, ha ido a peor en el último mes y medio, aunque llevemos dos semanas con ligeras bajadas. Pero seguimos pagando más por la gasolina y el gasóleo que en el resto de Europa: 2,072 euros litro la gasolina (1,960 euros de media en la UE-27) y 2,022 euros litro el gasóleo (1,952 en la UE-27) y no es por los impuestos (sin impuestos, pagamos 68 céntimos más cara la gasolina y 59 euros más caro el gasóleo).  Con estos precios, recogidos por el Boletín Petrolero europeo, la gasolina está ya 48 céntimos más cara (+30,3%) que antes de la invasión de Ucrania y el gasóleo 54 céntimos más (+36,7%). Y eso, a pesar de que el petróleo está ahora casi en los precios de antes de la guerra (97,89 dólares), aunque suben los productos refinados y el margen bruto de las petroleras.

La otra gran subida, la de la luz, sigue ahí, pero se ha “atemperado” tras la entrada en vigor del tope al gas por la “excepción ibérica”. En España, la luz tuvo un precio medio en el mercado mayorista de 197,2 euros MWh del 1 al 14 de junio y del 15 de junio (cuando entró en vigor el tope al gas) al 30, ha costado 145,5 euros de media. Pero como los consumidores tenemos que pagar ahora una compensación por el tope, el precio final de la 2ª quincena será de 236,8 euros MWh… más caro que antes. Pero ojo, si España no hubiera conseguido esta excepción ibérica, este precio habría sido de 275,9 euros MWh. Así que los consumidores, aunque pagamos más que en mayo, nos hemos ahorrado en junio un -16,7% sobre lo que habríamos pagado sin tener el tope al gas, según el Gobierno. De hecho, el precio mayorista de la luz medio de junio en España (236,8 euros, con compensación) es mucho menor al que han tenido Alemania (262,45), Francia (303,56) e Italia (320,80 euros MWh).

En definitiva, que hemos pagado más cara la luz en junio (subió el recibo un 9,1%, según el INE) pero hubiera subido mucho más si Europa no nos hubiera autorizado el tope al gas, lo que permite a España y Portugal tener ahora la luz más barata del continente (aunque sea carísima). Y lo más importante es que a medida que ruede el tope al gas, se notará más. Así, en las cotizaciones para el 4º trimestre de 2022 (los "futuros"), el precio mayorista de la luz en España (sin compensación) se mantendrá en los 147 euros KWh, frente a los 362 euros que se anticipan para Alemania y los 787 euros para Francia… Eso sí, si Putin corta el suministro, habrá que pagar más de compensación por el tope al gas, pero seguiremos con precios más bajos que el resto de Europa. Por eso Italia y Francia piden extender “la excepción ibérica”.

El tercer gran bloque de subidas, los alimentos, ha ido a peor, con una subida adicional en junio del +1,8%, sobre todo por las frutas (+11%), mientras siguen disparados los precios de aceites, pastas y cereales, huevos y carnes. Pero no es porque agricultores y ganaderos suban precios, aunque les hayan subido los carburantes, la luz, los piensos y fertilizantes. Ellos se quejan de que las subidas que pagamos en el supermercado no les llega a ellos, sino que se quedan por el camino: intermediarios, industrias agroalimentarias, hipermercados y súper. Y cada mes aportan una estadística para demostrarlo, el IPOD, que publica COAG, sobre la diferencia entre los precios en origen y destino de los alimentos.

Según el IPOD de junio, los consumidores pagamos por los productos agrícolas 4,6 veces lo que reciben los agricultores y 2,79 veces más de lo que reciben los ganaderos. Veamos algunos ejemplos: naranjas (de 0,15 euros kilo al agricultor a 1,48 euros de venta: +887%), ajos (de 0,70 a 5,94: +749%), lechuga (de 0,18 a 1,10 euros: +511%), patata (de 0,20 a 1,35: +575%), ciruela (de 0,66 a 4,37: +562%), sandía (de 0,36 a 2,17: +503%), tomates (de 0,66 a 2,46: +273%), aceite de oliva (de 3,38 a 5,11: +51%) ternera (de 4,98 euros a 17,22: +246%), cerdo (de 1,64 a 6,18%: +277%) o leche (de 0,40 a 0,80: +100%)…

¿Por qué suben tanto los precios? Las subidas de la energía, alimentos y materias primas, ya desde agosto pasado y aceleradas por la guerra de Ucrania,  explican parte de la inflación, pero no toda, como se ve claro en la subida de los hoteles, restaurantes y bares (¡disparados¡). Un reciente informe de CCOO, hecho a partir de los datos del INE, revela que el 83,4% del aumento de los precios se debe a la subida de los márgenes empresariales, mientras que los salarios (suben un 2,42% en los convenios firmados en 2022) sólo son culpables del 13,7% de las subidas (y los impuestos del 2,9% restante). Y lo más importante: esto ya pasaba antes de la guerra de Ucrania: en el 4º trimestre de 2021, los márgenes empresariales eran responsables del 106,3% de las subidas de precios.

A lo claro: las empresas han aprovechado el repunte de consumo de 2021, tras las escasas ventas de la pandemia, para recomponer sus márgenes y subir precios, les suban los costes o no (poco en el caso de hoteles y muchos servicios), “aprovechando” la guerra y el aluvión de subidas. El informe revela que los márgenes empresariales han subido más en España que en Europa, sobre todo en las empresas energéticas (han subido márgenes un +60,4% en España frente al +46,5% en la eurozona), los bancos y financieras (han subido sus márgenes un +25,7% en el último año en España, frente a una caída del -0,6% en la eurozona) y el sector manufacturero (+7,4% subida márgenes en España frente al +1,3% en la eurozona). Y también han subido márgenes el comercio, los transportes y la hostelería.

Así podemos perfilar  una lista de “culpables” de la inflación, además de Putin y la guerra. Y esto se traduce en otra lista similar de “beneficiados” por la inflación, empresas y sectores que ahora ganan más, como reflejan sus cuentas públicas. En cabeza, las empresas energéticas: las 6 grandes energéticas del IBEX (Iberdrola, Naturgy, Endesa, Repsol, Cepsa y Enagás) ganaron 10.097 millones de euros en 2021, cuatro veces los beneficios de 2020 y 2019. Y en el primer trimestre de 2022, Repsol ha duplicado sus beneficios (1.392 millones) y Cepsa los ha triplicado (265), mientras Iberdrola los aumentó un 3% y Naturgy, Endesa y Enagás los reducían por temas regulatorios o por no tener extraordinarios (Endesa espera ganar 1.800 euros este año, un 25,4% más que en 2021). Faltaría añadir los beneficios de algunas industrias agroalimentarias, híper y supermercados.

Tampoco podemos olvidarnos de la banca, aunque algunos digan que no se benefician de la alta inflación. Pero sí de la subida de tipos, que ha aumentado el Euribor desde finales de 2021, encareciendo créditos e hipotecas. Por eso, este primer trimestre de 2022, los 5 grandes bancos (CaixaBank, Santander, BBVA, Sabadell y Bankinter) han ganado 5.262 millones de euros, un +56,04% más que al inicio de 2021 (su mejor año desde 2007, con 19.866 millones de beneficios, tras perder -5.500 millones en 2020). Y ahora, con la subida de tipos que va a aprobar el BCE el 21 de julio, aún ganarán más. Sobre todo porque durante la pandemia se han financiado en el BCE al -0,1% (para asegurar que prestaran) y ahora, al subir los tipos, van a cobrar más por estos depósitos en el BCE y por los créditos. De hecho, algunos expertos les auguran un beneficio extra por este dinero barato de 24.000 millones de euros, con lo que el propio BCE está pensando en ponerles alguna penalización (o impuesto).

Ya sabemos algo más de los culpables y beneficiados por la inflación. Más sencillo es saber quiénes somos “los paganos” de las subidas de precios: los consumidores, ahora un 10,2% más pobres. Si en 2021, el gasto medio de cada familia fue de 29.244 euros (INE), eso significa que la inflación se ha comido ya casi 3.000 euros por hogar. Pero ojo, la subida de precios no es igual para todos: afecta más a las familias más vulnerables, que son las que gastan más (porcentualmente) en lo que más está subiendo. Así, el 20% de las familias con menos ingresos gastan el 64,3% de su presupuesto en vivienda, energía y alimentos, mientras que el 20% más rico sólo gasta en estos bienes y servicios básicos el 41,7% de su presupuesto, según el INE. Así que la inflación va por barrios,  afecta desigualmente a los españoles.

Por eso, las medidas de los Gobiernos para paliar la inflación no deberían ser generalizadas sino selectivas, dirigidas a las familias más vulnerables, como defienden desde hace meses el FMI, la OCDE y la Comisión Europea. El Gobierno Sánchez se ha apuntado a esta tesis, aunque sin olvidar a la clase media, a la mayoría de los votantes, la razón por la que bajó los impuestos a la luz y subvencionó los carburantes (una medida “popular” pero que beneficia más a los que más tienen). Y ahora, al aprobar un 2º paquete de medidas, ha optado por dos que ayudan más a los más perjudicados: abono gratis de cercanías y media distancia de Renfe entre septiembre y diciembre y 100 euros adicionales de beca (de septiembre a diciembre) al millón de jóvenes con beca estatal (de familias con menos ingresos).

Y además, el Gobierno ha apostado por otra medida clave: aprobar (antes de fin de año) un impuesto especial a los sectores y empresas que se benefician de la inflación (eléctricas, petroleras, gasistas) y a la banca, para recaudar 7.000 millones de euros en dos años (2022 y 2023) con los que pagar parte de las medidas contra la inflación (costarán más de 20.000 millones de euros al Estado).Una medida que parece “justa”, aunque el PP critica que es fruto de “la podemización del Gobierno”. Lo que no dicen es que este impuesto a los beneficios extraordinarios de algunos sectores (no “caídos del cielo”, sino de “nuestros bolsillos”) lo propuso la Comisión Europea hace meses y lo aplican ya varios Gobiernos europeos conservadores: Reino Unido, Italia, Grecia y Rumanía (a las empresas energéticas), junto a Hungría (a la banca, telecos y aerolíneas), mientras lo estudia también  Bélgica.

Las nuevas medidas, más la bajada de impuestos, los 20 céntimos al carburante y el tope al gas, junto a los futuros ingresos extras, ayudarán pero son insuficientes. Porque los culpables de la inflación (la guerra, la imparable subida de la energía y los márgenes disparados) siguen ahí, minando nuestros bolsillos. Habría que tomar nuevas medidas a nivel internacional (G-7 y G-20), como un gran acuerdo para aumentar la oferta de crudo y gas no ruso en los mercados, para frenar los precios (la visita de Biden a Arabia Saudí va en esta línea). Y a nivel europeo, aprobar planes de ahorro energético y diversificación del suministro para este invierno, más drásticos de los inicialmente previstos. Y en España, el Gobierno debe vigilar a fondo la formación de precios, en la energía, los alimentos y los principales componentes del IPC, para que no haya empresas que quieran mejorar sus márgenes y beneficios a costa de nuestros bolsillos.

La verdad es que las grandes empresas españolas no han dado muestras de ser muy “patriotas”, de pensar en los consumidores. Basten tres ejemplos deplorables. Uno, la multa de 203 millones impuesta por la Comisión de la Competencia (CNMC) a las 6 grandes constructoras (ACS, Dragados, FCC, Ferrovial, Obrascón Huarte y Sacyr) por acordar precios… ¡durante 25 años (desde 1992): ¡ se han  reunido semanalmente para acordar el reparto de concursos públicos de carreteras, puertos, aeropuertos, hospitales y otras infraestructuras, encareciendo el coste de estas obras públicas (a los contribuyentes). Otro, las multas impuestas por la CNMC a Repsol y Cepsa por pactar precios, la última (de 2015) anulada la semana pasada por el Supremo por haber excedido el plazo al presentar el expediente (no porque no fuera verdad). Y el tercero, la reciente apertura de juicio oral en la Audiencia Nacional contra 4 directivos de Iberdrola por un presunto delito contra el mercado y los consumidores por encarecer artificialmente el precio de la luz en 2013…

Igual son casos aislados, pero parece evidente que hay muchas empresas y sectores que están subiendo injustificadamente márgenes y precios. Una operativa que sólo se puede frenar de dos maneras: con la zanahoria de un “pacto de rentas” (patronal y sindicatos se comprometen a no subir márgenes y salarios para contener precios), que no ha salido cuando lo ha propuesto el Gobierno, o con el palo de una vigilancia generalizada de los precios, para descubrir fraudes como los ya detectados antes en eléctricas, petroleras y constructoras, así como subidas injustificables, lo que exige dotar de más medios a la CNMC. Y otra medida eficaz sería fijar precios máximos (temporales) en algunos bienes y servicios básicos, como ya se hizo con las mascarillas y geles, los test de antígenos, la bombona de butano, el gas o la revisión de alquileres. Cuando el sacrosanto “mercado” abusa, más control.

En resumen, tenemos precios altos para rato y conviene saber por qué suben, quien se beneficia y qué podría hacerse para atajar las causas de fondo, porque no vale con poner parches bien intencionados. Al final, se trata de repartir mejor los costes de la inflación. Que no ganen unos pocos a costa de la mayoría.

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