En 1 de cada 4
hogares españoles vive una persona sola: separados, divorciados, jóvenes y mayores que viven solos, la mitad
“por obligación”. Son 4,6 millones de
personas, 1 de cada 10 españoles,
el
triple de “solitarios” que hace 25 años. Pero España es uno de los
paises donde viven menos personas solas:
el 25,2% de hogares, frente al 31,8% en Europa o el 45% en
Dinamarca. Y eso, porque en España, los
jóvenes no tienen empleo ni ingresos para irse del hogar familiar y muchos mayores viven con sus hijos o en
residencias en vez de solos como en la Europa del norte. Con todo, cada vez hay más españoles que viven solos
y eso está cambiando el consumo, los alquileres, la sanidad y la asistencia social.
El Gobierno debería tomar medidas para
ayudar a los mayores que viven solos, 3 de cada 4 son mujeres con bajas pensiones de viudedad. Porque muchos ancianos están abandonados y la
soledad les causa depresiones y enfermedades. Hay que atenderles mejor.
enrique ortega
Los hogares españoles están hoy mucho más vacíos que hace 25 años. Si en 1991 había una media de 3,2 personas por hogar, en 2001 había bajado a 2,9 y en 2016 son 2,5 personas de media por hogar, según la Encuesta continua de Hogares 2016 del INE. Ello se debe a que las parejas tienen ahora menos hijos (1 y como mucho 2) y a que hay muchas más personas que viven solas: separados, divorciados, jóvenes y mayores. Así, de los 18.406.100 hogares registrados en España, un 25,2% son hogares unipersonales, donde vive una persona sola. En total, son 4.638.300 españoles “solitarios”, según el INE, 1 de cada 10 habitantes. Y su número se ha triplicado en los últimos 25 años, pasando de 1.581.055 personas que vivían solas en 1991 (el 13,3%) a 2.876.572 en 2001 (el 20,27%) y a los 4.638.300 (25,2%) de hoy. Con ello, los hogares unipersonales son hoy los segundos más frecuentes, tras los hogares con dos personas (30,5%) y por encima de los de tres personas (21%).
enrique ortega
Los hogares españoles están hoy mucho más vacíos que hace 25 años. Si en 1991 había una media de 3,2 personas por hogar, en 2001 había bajado a 2,9 y en 2016 son 2,5 personas de media por hogar, según la Encuesta continua de Hogares 2016 del INE. Ello se debe a que las parejas tienen ahora menos hijos (1 y como mucho 2) y a que hay muchas más personas que viven solas: separados, divorciados, jóvenes y mayores. Así, de los 18.406.100 hogares registrados en España, un 25,2% son hogares unipersonales, donde vive una persona sola. En total, son 4.638.300 españoles “solitarios”, según el INE, 1 de cada 10 habitantes. Y su número se ha triplicado en los últimos 25 años, pasando de 1.581.055 personas que vivían solas en 1991 (el 13,3%) a 2.876.572 en 2001 (el 20,27%) y a los 4.638.300 (25,2%) de hoy. Con ello, los hogares unipersonales son hoy los segundos más frecuentes, tras los hogares con dos personas (30,5%) y por encima de los de tres personas (21%).
¿Quién vive solo en España hoy? De los 4.638.300 “solitarios” censados, 4 son mayores de 65 años (1.933.300) y los otros 6 son jóvenes y adultos no jubilados (2.705.100 personas). La mayoría son mujeres (2.476.700) y sólo el 46,6% son hombres (2.161.600). Por estado civil, destacan los “solitarios” solteros (45,8%), seguidos de los separados o divorciados (17%), casados (6%) y viudos (30,2%). Y por autonomías, las que tienen más hogares unipersonales son Cataluña (750.000), Andalucía (736.000), Madrid (655.000) y Comunidad Valenciana (517.000), aunque en porcentaje relativo, hay más hogares con gente sola en Asturias (29,7% de hogares unipersonales), Castilla y León (28,7%), La Rioja (28,5%), País Vasco (27,2%) y Aragón (27,1%), según la Encuesta continua de hogares 2016 del INE.
Aunque los hogares
unipersonales se han triplicado desde 1991, España es todavía uno de los
paises europeos donde hay menos gente que vive sola: hay un 25,2% de hogares unipersonales frente
al 31,8% de estos hogares en Europa (UE-28), con lo que hay 18
paises con más “hogares solitarios” que España, según Eurostat. El ranking lo encabeza la
Europa del norte: Dinamarca (45% de hogares unipersonales), Finlandia
(40,8%), Noruega (40,6%), Alemania (40,5%), Suecia (39,9%) y Holanda (39,6%),
seguidos de Austria (37%), Bélgica (34,3%), Francia (35,8%) o Italia (34,3%). Y
entre los paises con menos “solitarios”, la Europa
del sur y del Este: Chipre (20,8%), Portugal (21,4%), Irlanda (22%),
Rumanía (22,1%), Hungría (22,8%), Malta (23,3%), Bulgaria (24,2%), Polonia
(24,4%), España (24,6%) y Grecia (25,7%).
La causa de que en Europa haya más hogares donde sólo viva una persona es doble. Por un lado, los jóvenes europeos se emancipan antes que los españoles y viven por su cuenta en mayor medida
que aquí. Y por otro, las relaciones
entre padres e hijos son diferentes: en la Europa del sur hay más costumbre
de que los hijos se hagan cargo de los padres y vivan con ellos, mientras en la
Europa del norte hay más “independencia” intergeneracional. Baste un dato: en
España, el 54,3% de los padres mayores de 65 años tienen contacto con los hijos
todos los días, mientras en Europa
sólo tienen este contacto diario el 37,8% de los padres jubilados (y en
Dinamarca el 18,3%), según un estudio de Eurofound 2012.
Veamos con detalle los
dos grupos de españoles que viven solos: los jóvenes y adultos no jubilados
y los mayores de 65 años. Primero, los 2.705.100 “solitarios” menores de 65 años en
2016 (1.228.528 más que en 2001). La mayoría son hombres (1.595.800) y en los últimos
años han crecido los que viven solos porque se han separado o divorciado,
mientras se reducían los jóvenes que
viven solos, por la crisis. De hecho, la edad media de los jóvenes para
independizarse
ha subido en España a 29,4 años,
frente a 26,1 años de media en Europa, los 20,7 años de Suecia , los 23,7 de
Alemania, los 23,8 años de Francia o los 24,9 años de Reino Unido, según datos de Eurostat (2016). Y hay un dato todavía más llamativo: en España, el 80,3% de los jóvenes de 19 a
29 años (5.233.406 jóvenes) sigue
viviendo con sus padres frente al 70% de media en Europa, según el Observatorio del Instituto de la Juventud. Y si tomamos a
jóvenes algo más mayores, entre 22 y 29 años, el 70% de los españoles viven con
su familia, frente al 16% en Francia, un 21% en Alemania o un 30% en reino
Unido, según un informe de la OCDE (2015).
¿Por qué los jóvenes españoles no se lanzan a vivir solos? Por su penosa situación económica. Primero, la tasa de paro juvenil (menores de 25 años) es en
España del 40,5% (la segunda más alta tras el 48% de Grecia), más del doble del
paro juvenil de la UE-28 (17,2%) y la zona euro (19,4%), según Eurostat. Y segundo, los jóvenes con
empleo tienen un trabajo muy precario: el 73% de los jóvenes españoles (menores 25 años) tienen contratos temporales
frente a un 43,8% de media en Europa (UE-28). Con ello, su incertidumbre
laboral es muy alta y su salario muy bajo: un
tercio de los jóvenes españoles de 16 a 29 años (casi 2,5 millones) son oficialmente
“pobres”, ingresan menos del 60% de la media de ingresos española. O sea,
ingresan menos de 8.209 euros netos
anuales, según el INE. Así no hay forma de irse de casa y ponerse a vivir solo o en
compañía y formar un hogar.
Veamos al otro grupo
de los que viven solos, los mayores
de 65 años: forman 4 de cada 10 hogares solitarios, según la Encuesta continua de Hogares 2016.
Son 1.933.300 personas mayores que viven solas, 552.000 más
que en 2001. Y de
ese total de mayores solos, el 70% son
mujeres mayores solas (y cuanto más
mayores, más solas: el 21,4% de
las que tienen entre 65 y 74 años viven solas y el 39,7% de las que tienen más
de 85 años). En España, los mayores
que viven solos suponen el 22,9% de todos los hogares de personas mayores (2016), un porcentaje
que no ha dejado de crecer desde 1991 (hace 25 años, sólo el 16,6% de mayores españoles
vivían solos). Con todo, esta proporción
de “mayores solitarios” es también menor en España que en Europa: 24% en
2015 frente a 32,2% de mayores que
viven solos en Europa, según Eurostat. Donde hay más mayores viviendo solos es en los
países nórdicos y centro Europa: 40% del total en Dinamarca o Finlandia, 39% en
Suecia, 38% en Francia, 34% en Alemania o 32% en Reino Unido. Y donde menos en
la Europa del sur: 31% de mayores en Italia y 24% en Portugal, España o Grecia.
La explicación de que en España tengamos menos mayores
que viven solos que Europa es múltiple. Por un lado, hay razones familiares y educativas: en la Europa del sur funcionan mejor las redes
familiares y las hijas están más acostumbradas a cuidar a los padres en casa.
Por otro lado, en el norte y centro de Europa existen más ayudas sociales para que los ancianos puedan vivir en su hogar,
con asistencia externa. Y como contraposición, las pensiones españolas son muy bajas (el 47% son menores de 650 euros) y no permiten a muchos jubilados vivir solos, con
lo que acaban aportándolas a sus hijos, también como forma de ayuda para salir
adelante todos. Y en el caso de las mujeres, su pensión de viudedad es aún más
exigua y les dificulta vivir solas: la pensión
media de viudedad es de 645 euros al mes
y hay 538.000 viudas (casi 1 de cada 4) que reciben menos de 400 euros de pensión al mes.
Con todo, 1.933.300
mayores de 65 años viviendo solos (el 22,9% de todos los mayores) son muchos mayores solitarios. Y esa
abultada cifra, que crece año tras año, conlleva varias consecuencias económicas.
La primera, cómo estos “mayores
solitarios” consiguen sobrevivir y pagar con su exigua pensión la comida
(17,4% de su gasto frente al 15% en el presupuesto de los menores de 65 años),
los gastos de vivienda (39,9% frente al 31,8% el resto) y la salud (4,7% frente
al 3,5%), ya que en lo demás gastan mucho menos: en ocio (10,2% frente a
15,1%), en vestir (3,8% frente al 5,1%) y en los demás bienes y servicios (24%
frente al 29,5%), según la Encuesta de presupuestos familiares del INE. Con la crisis, muchos mayores
solitarios se han encontrado con que no pueden pagar la luz o la calefacción y están a la cabeza de
la pobreza energética.
Otro elemento clave del aumento de mayores que viven solos es su atención sanitaria y social, para
evitar que su salud se deteriore o se mueran solos, como se informa con demasiada frecuencia. Debería existir un Plan
de choque de la sanidad pública para tener censados a estos mayores que viven solos y asegurarles una asistencia
sanitaria y social frecuente, con la ayuda de la teleasistencia. De hecho, la soledad es un grave problema que
acaba teniendo efecto sobre la salud de los mayores, provocando en un 10%
de los casos depresiones y enfermedades, según los expertos.
El aumento de los
hogares donde vive una sola persona, sea mayor, joven o de mediana edad, está
revolucionando el consumo y lo va a
modificar mucho más, desde la presentación de los alimentos (no es lo mismo
comprar para uno que para cinco) a los servicios (lavadora para uno). Y va a
aumentar la oferta de servicios comunes para personas solas, desde
comedores a lavanderías. Y lo mismo en la vivienda: promotores y constructores tendrán que pensar cada vez más
en pisos-estudio para jóvenes, adultos y mayores que viven solos y a los que no
compensa comprar o alquilar una casa de varias habitaciones.
En paralelo, el Gobierno
debería actuar en dos frentes, a la vista de los datos de españoles que
viven solos. Por un lado, fomentando que los jóvenes puedan emanciparse y vivir solos (o formar familias) como
en Europa. Eso pasa por mejorar la
formación y educación de los jóvenes (somos un país líder en abandono escolar: el 19% de los jóvenes de 18 a 24 años, frente al
10,7% de media en Europa), para que estén mejor preparados para trabajar en lo
que se demanda, ampliando la Formación Profesional, los contratos en práctica y
la contratación estable de jóvenes, menos precarizados y mejor pagados.
Por otro, hay que tratar de apoyar más desde el Estado a los mayores que viven solos. Primero,
reforzando su asistencia social y sanitaria, con un servicio de visitas frecuentes al domicilio
y teleasistencia, que prevengan enfermedades y depresiones. Segundo, fomentando
servicios comunes y desarrollando
proyectos como los pisos tutelados y
viviendas compartidas iniciados en Madrid. Tercero, promoviendo ayudas para el acogimiento familiar de
los mayores y co-financiando cuidadores a domicilio, una fuente de trabajo y
residencia para jóvenes. Y por supuesto, trasvasando
los ancianos más vulnerables de sus viviendas a residencias de mayores, lo que exige aumentar las plazas disponibles y, sobre todo,
redistribuirlas
mejor porque hay regiones
con poquísimas residencias para ancianos (2,22 por 100 habitantes mayores de 65
años en Canarias, 2,91 en Valencia, 2,95 en Andalucía, 3,06 por 100 en Galicia)
y otras mejor dotadas (7,43 plazas por 100 mayores en Castilla y León, 7,09 en Castilla
la Mancha,6,38 en Aragón ó 5,16 por 100
en Navarra).
Al final, de los 4.638.300
españoles que viven solos, algo
más de la mitad (59,4%) lo hacen por voluntad propia, pero casi la mitad (40,6%) se ven obligados a ser “solitarios” , según una
encuesta de la Fundación Once (2015). Y la
mayoría de estos “solitarios obligados” son ancianos
que se han quedado solos, el 70% de ellos mujeres. Aquí es donde deberían
centrarse las ayudas
públicas, para mejorar su vida y sus
últimos años. Si es posible en su casa, mejor, pero reduciendo riesgos y
problemas. Y si no, evitando que malvivan
solos, facilitando su atención familiar o en una residencia. Es lo menos
que merecen.
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