Este fin de semana, una Cumbre europea ha fijado la postura de los 27 paises UE para negociar con Reino Unido su salida de la Unión Europea. La negociación del Brexit durará casi dos años, hasta marzo de 2019, y España es el país grande que más se juega, según Standard&Poors. Y eso porque los británicos son 1 de cada 5 turistas que nos visitan, es el tercer país donde más invierte España, nuestro cuarto cliente comercial, el origen de un 20% de beneficios de las empresas del IBEX y donde trabajan 300.000 españoles. El Brexit puede recortar un 0,5% nuestro crecimiento (-5.500 millones) y empleo (-90.000) y afectará más al turismo, automoción, industria agroalimentaria, banca y algunas grandes empresas, sobre todo en Madrid, Cataluña, Murcia, Comunidad Valenciana y Canarias. Por todo ello, el Gobierno Rajoy debe estar muy encima de esta negociación y asegurar que no frena nuestra recuperación. Y debe aprobar un Plan de choque para compensar sus costes. Ojo al Brexit.
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enrique ortega |
Ha comenzado la cuenta atrás para que Reino Unido (RU) abandone la Unión Europea (UE), como decidió por un estrecho margen (51,9%) en el referéndum del 26 de junio de 2016. El pistoletazo de salida lo dio la carta enviada por Theresa May a Bruselas, el 29 de marzo de 2017, anunciando que desean abandonar la Unión Europea, donde el Reino Unido lleva desde 1973 (cuando ingresó en la CEE, al tercer intento, tras dos vetos del general de Gaulle). A partir de ahí, el Tratado de Lisboa contempla un plazo de 2 años para materializar esa salida. Y si no se logra un acuerdo para entonces, el 29 de marzo de 2019, el Reino Unido quedaría automáticamente fuera de la UE (salvo que se decidiera por unanimidad seguir negociando). Ahora, los 27 ya han acordado una base común de negociación, que la Comisión Europea debe concretar en un mandato negociador el 22 de mayo, para reunirse después con Londres, a finales de junio, tras las elecciones anticipadas (8 junio) por Theresa May para reforzar su posición negociadora. Y luego, el objetivo es negociar durante año y medio, para tener listo un acuerdo de salida a finales de 2018, porque todavía tendrían que aprobarlo, antes de marzo 2019, los Parlamentos de la UE y Reino Unido.
La negociación
será larga y dura y girará sobre 4 temas claves. El primero y fundamental, qué se va a negociar. La posición de los 27 paises europeos es
clara: ahora sólo hay que negociar la salida del Reino Unido de la UE. Pero el Gobierno británico
quiere negociar a la vez la salida y el futuro acuerdo comercial con la UE,
pensando que así “sacará más” que
dejándolo para 2019. “El Reino Unido
abandona la UE pero no Europa”, insiste Theresa May para apoyar que ambas cuestiones se negocien juntas. Pero
Bruselas es tajante: “Brexit es Brexit”
y no va a aceptar que Reino Unido elija unas cosas de Europa (libertad de comercio
o de capitales) y no otras (libertad de personas, política social y demás reglas comunitarias).
Si se consigue separar ambas cuestiones y dejar la
negociación del futuro acuerdo comercial RU-UE para cuando estén fuera (en
marzo de 2019), como insiste Bruselas, el
segundo escollo será “el pago del divorcio”: Reino Unido tiene que hacer frente a una serie de
costes ya comprometidos (futuro pago de pensiones, inversiones y fondos
comprometidos), una factura estimada por
Bruselas en 60.000 millones de euros y que Londres pretende rebajar a menos de la mitad. Y
el tercer tema clave es qué pasa con
los 3.300.000 ciudadanos comunitarios que viven en Reino Unido
y los 1.200.000 británicos que viven en la UE: que derechos se les garantiza a
partir de marzo de 2019. Bruselas teme
que Londres utilice a los extranjeros UE como “rehenes” de la negociación,
como “escudos humanos” en esta “guerra”.
El cuarto tema clave de la negociación será configurar la transición, en
dos periodos muy diferentes. Uno, de
aquí a la salida del Reino Uhttp://internacional.elpais.com/internacional/2017/04/27/actualidad/1493285631_032397.htmlnido de la UE (marzo 2019). Londres insiste en
pedir facilidades comerciales y financieras para una parte de su industria (automóvil) y sus finanzas (banca y seguros),
mientras Bruselas reitera que “Brexit es Brexit” y que no se puede permitir que una parte de la economía británica
se beneficie del mercado único (“por la puerta de atrás”) mientras otra parte
lo rechaza. Pero si Bruselas rechaza “tratos especiales” para el Reino Unido de aquí a 2019, sí tendrá que negociar una fase de
transición para después, cuando haya
salido de la UE pero aún no se haya firmado ningún futuro acuerdo comercial, del estilo
del que Bruselas tiene con Noruega, Suiza o Canadá, por ejemplo. Negociar este acuerdo comercial llevará
varios años, con lo que habría un largo periodo transitorio, al menos hasta
2022. Y en la negociación de ese acuerdo, Bruselas es tajante: Londres no puede conseguir más ventajas que si estuviera en la
UE (sin cargar con los compromisos de estar). Y durante estos dos
periodos transitorios (hasta salir de la UE y luego hasta firmar un acuerdo
comercial), el Reino Unido tiene que aceptar la autoridad del Tribunal Europeo de Justicia en los posibles litigios,
algo que levanta “ampollas” en el gobierno británico.
Al final, si en diciembre de 2018 hay acuerdo y no ruptura,
lo negociado tendrá que ser ratificado por el Parlamento europeo y británico, sin vetos de ningún país clave.
Y más
difícil todavía será alcanzar el acuerdo comercial futuro, porque las posibles
concesiones a Reino Unido podrían sufrir el veto de algún país o incluso de
alguna región de un país, que argumentarían pérdidas industriales, agrícolas,
financieras y comerciales. De momento, en
la Unión Europea se perfilan tres bandos ante la negociación con Reino
Unido. Uno, el de los partidarios del Brexit
duro, liderados por Merkel y apoyados por Francia: Londres se va y fuera no podrá elegir lo
que le conviene de Europa, no podrá estar
mejor que dentro. España, con Rajoy, lidera la opción del Brexit blando,
apoyada por Italia: aboga una “negociación
amistosa” y conceder estos dos años un trato privilegiado a Londres, para negociar
después un acuerdo comercial preferente. Y en medio están los paises del Este, liderados por Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia,
cuya preocupación es el futuro de sus muchos ciudadanos en Reino Unido, la moneda de cambio para suavizar su
postura frente a Londres.
España está en el bando de los “blandos” en esta
negociación, no por generosidad sino porque tiene mucho que perder y Rajoy piensa que sacará más con un “diálogo amistoso” que con el Brexit duro que
defiende Merkel. De hecho, España es el país europeo de los grandes más
afectado por el Brexit, según un estudio realizado antes del referéndum por la agencia Standard&Poors: somos el 8º país más expuesto al Brexit (1,5
puntos), tras Irlanda (3,5), Malta (2,9), Luxemburgo (2,4), Chipre (2,3), Suiza
(2), Bélgica y Holanda (1,6), mucho más expuesto que Francia (0,8 puntos),
Alemania (0,8) o Italia (0,4 puntos).
Y hay varias razones que lo justifican. Una,
que la primera industria española, el
turismo, depende en gran medida del Reino Unido: en 2016 nos visitaron 17.840.292 británicos, el 23,6% de todos los turistas que
llegaron a España (y se gastaron el 20,9% del total). Y si el Brexit frena el
crecimiento del Reino Unido y debilita su moneda (la libra ya ha perdido más de
un 10%), lo esperable es que se reduzca el turismo británico a España, sobre todo en 2019 y después.
Además, España es el tercer país con más
inversiones en Reino Unido (unos 60.000 millones), sólo por detrás de Francia
(127.000) y Alemania (94.000), inversiones que se verán afectadas por futuros
aranceles y cambios normativos. Y en tercer lugar, Reino Unido es el cuarto
cliente comercial de España, tras Francia, Alemania e Italia: en 2016 les vendimos
productos por 19.153 millones (el 7,5% de nuestras exportaciones). Y es el 5º país al que más compramos:
11.184 millones (4,1% importaciones). Este superávit comercial de España con Reino
Unido podría reducirse cuando se aprueben aranceles y controles, tras salir de
la UE.
Todo ello se traduce en empresas españolas que tendrán más difícil vender en Reino Unido, sobre todo en el
sector del automóvil, alimentación (vino, carnes, frutas y hortalizas), industria
farmacéutica o aeronáutica. Y luego están las más de 300 empresas españolas que operan en Reino Unido y que
consiguen una buena parte de su facturación y beneficios allí: Ferrovial (34%
ventas son en RU), Telefónica (30% facturación), Banco Santander (24% beneficio total procede de RU), Iberdrola (14% de sus ingresos), FCC (10% beneficio),
Inditex (101 tiendas), Banco Sabadell (150% negocio), IAG-Iberia… De hecho, se
estima que un 21% de los beneficios de las grandes empresas del IBEX se generan
en Reino Unido, lo que indica que también está en juego una buena parte de su
empleo aquí. Según un informe de la consultora KPGM, a partir de una encuesta a 3.000 grandes empresas españolas, el
45% de ellas dice tener relación económica o comercial con Reino Unido. Y todas
están ahora pendientes de cómo va a quedar el Brexit y cómo van a poder operar
en el futuro con un país fuera de la UE.
Y aún hay otros
frentes de preocupación. El principal, los 300.000 españoles que viven en Reino Unido, ahora preocupados por qué va a ser de ellos en la negociación del Brexit, si se les
mantendrán sus actuales derechos o los perderán, con riesgo de ser expulsados.
Lo mismo temen el casi millón de británicos que viven en España (300.000 de forma permanente), que además
han sido el motor de las ventas de viviendas en la Costa española, ahora en el
aire. De hecho, las compras de viviendas por británicos sólo aumentaron un 2% en 2016, cuando en los dos años anteriores crecieron un 43%. Eso sí, también hay expertos que creen que España podría conseguir algo positivo con el Brexit: atraer a empresas y entidades que abandonen Londres cuando Reino Unido salgan de la UE. Pero esto es discutible por dos razones: es dudoso que la mayoría de multinacionales dejen la City y las que lo hagan pensarán en irse a Frankfort o a París antes que a Madrid o Barcelona.
El presidente Rajoy,
en su línea, ha pedido “no dramatizar sobre los efectos del Brexit para España”.
Pero su Gobierno ha preparado un informe donde se estima que el Brexit recortará el
crecimiento de España entre un 0,2 y un 0,4% del PIB (hasta -4.440 millones),
lo que se traducirá también en una pérdida de empleo (hasta -90.000). Y hay
otras estimaciones que suben el coste hasta el 0,5% del PIB (Instituto de
Empresa) o el 0,6% (Ceprede). Lo que parece claro es que el Brexit va a afectar negativamente a las
exportaciones, inversiones y ventas españolas en Reino Unido, así como al
turismo. Las estimaciones del BBVA indican que el mayor efecto lo sufrirán Murcia, la Comunidad Valenciana y Canarias (por la caída de exportaciones
y turismo), junto a Madrid y Cataluña
(por bancos y grandes empresas).
Y habrá otras
consecuencias negativas, como que España
tendrá que aportar más al Presupuesto europeo cuando Reino Unido deje de
pagar (10.751 millones de euros netos en 2015): el Gobierno Rajoy estima que tendremos que aportar 888 millones de euros más a Bruselas
en 2019, con lo que seremos un país contribuyente neto cuando ahora salimos
ganando (+825 millones en 2017). Y Murcia y Melilla
podrían perder fondos europeos, con
la reconfiguración de 2019. También pueden perder
fondos europeos los agricultores españoles, porque la política
agraria común (PAC) tendrá entre 1.200 y
3.100 millones menos para repartir (y una parte de este recorte lo sufrirá
España). Otro tema clave será cómo quedan las futuras cuotas de pesca y si los pescadores españoles podrán ir a los caladeros
británicos.
Como se ve, lo que
pase con el Brexit es clave para España y puede
ser un grave obstáculo para la recuperación, el crecimiento y el empleo en
los próximos años. Por eso, Gobierno y oposición deberían centrarse
en esta negociación, pactar unos acuerdos mínimos y estar muy encima de lo que se discuta entre
Bruselas y Londres, porque nos jugamos más que la mayoría.
Hay que dejar claras las líneas rojas de España, que no sólo puede ser Gibraltar, sino el futuro de los españoles en Reino Unido,
el trato a nuestras empresas e inversiones, los futuros acuerdos comerciales y
el papel de España en una Europa a 27. Y en paralelo, aprobar un
Plan de choque para paliar los daños del Brexit, centrado en ayudas a
los sectores y las regiones más afectadas, buscando alternativas de ventas,
inversión y turismo en otros paises. No lo duden: el Brexit debe ser una de las grandes prioridades de España en esta Legislatura.
Nos afecta demasiado como para dejarlo en
manos de Bruselas.
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