La gente está tan harta de esta larga crisis que en cuanto
pueden se toman un respiro y gastan sin mirar. Pero como los sueldos no dan,
muchos vuelven a gastar a crédito, a endeudarse,
para cambiar de coche, escaparse de vacaciones, amueblar la casa o pagar la
boda de la hija. Por eso se han disparado
los créditos al consumo : crecen un 34% este año. También cuenta mucho la nueva actitud de la banca:
como no dan apenas hipotecas ni préstamos a empresas, buscan mantener el
negocio facilitando los préstamos al consumo. Eso sí, al 8,8%, un interés que casi duplica el que pagan en Europa. Y
los menos solventes, acuden a una empresa de créditos rápidos, que les cobra tipos
abusivos: hasta el 4.500% TAE. Hay
una tercera vía para gastar a crédito: las
tarjetas. Ya hay más tarjetas de crédito que en 2008 y muchas cobran más del 20% de interés. Total, que volvemos a endeudarnos y a un
alto precio aunque el dinero esté al 0%. No
aprendemos.
enrique ortega |
Son ya ocho años de una crisis interminable y muchas familias buscan el más mínimo
resquicio para resarcirse, gastando más en cuanto ven una
oportunidad. Sobre todo esos 959.000
españoles que han encontrado un empleo (precario y mal pagado) en 2014 y
2015. Pero como los sueldos no dan, porque son bajos y apenas suben, muchos buscan una
salida para gastar en endeudarse, en
pedir un crédito o pagar con tarjeta.
Piensan que es hora de tomarse un respiro, de cambiar de una vez de coche, escaparse
de vacaciones, renovar un electrodoméstico o los muebles o celebrar por todo lo
alto una comunión o la boda de la hija. Y como la mayoría vive al día, buscan la salida fácil: pedir un crédito al consumo a un banco o a una financiera o gran superficie.
Y ahora, además, lo
consiguen más fácilmente que antes, porque la banca ha cambiado de
actitud y está por la labor de
prestar a las familias pequeños créditos,
de 1.000 a 10.000 euros, a 1, 2, 3, 5 años o más. Y eso porque los bancos han
visto caer en picado su negocio tradicional, las hipotecas y los préstamos a
empresas, y no saben qué hacer con el dinero. Así que llevan un año metidos en
una cierta “guerra del crédito al consumo”, peleando por los clientes particulares y
ofreciéndoles créditos (hasta “pre-concedidos),
ya sea por carta, por mail, por teléfono o incluso en el cajero, animándoles
a que se endeuden para “darse un capricho”. Incluso han llegado a ofrecer
créditos
por debajo de coste, lo que ha provocado denuncias de entidades al Banco de España, que ha querido cortar el problema aumentando en mayo las provisiones, los saneamientos que han de hacer por estos
créditos.
El resultado de esta nueva
actitud de la banca y de los mayores deseos de consumo de las familias, tras
tantos años de crisis, es que se ha disparado el crédito al consumo, ya desde el verano de 2015, aunque
se nota más este año. De hecho, en marzo de 2016 crecieron los saldos vivos de
los préstamos al consumo (+0,37%), por primera vez desde 2009. Y han vuelto a
crecer en mayo (+0,33%), según los datos del Banco de España. Con ello, la banca y las financieras han prestado al consumo
166.890 millones de euros (saldo vivo a mayo 2016), aún lejos de los 228.865 millones que
fue el máximo del crédito al consumo en noviembre de 2008. Y en lo que va de
2016, se han concedido una media de más de 2.000 millones de euros al mes en nuevos créditos al consumo, 9.902 millones de enero a mayo, un 34% más que
en 2015. Y con el verano, los créditos al consumo se habrán disparado también en junio y julio.
Un tercio de los créditos al consumo se piden para comprar un coche, cuyos créditos
aumentan un 26%, ayudados por el Plan PIVE. Los otros dos tercios de los créditos se destinan a la compra de
muebles y electrodomésticos, a viajes y gastos familiares. La mayoría
(86%) son créditos a más de un año, algo que ha cambiado porque en 2008 eran sólo un
tercio: eso indica que somos ahora más
prudentes, nos endeudamos a más
plazo (lo que supone, a cambio, que pagamos más intereses a los bancos). El
importe medio de estos créditos al consumo es de 7.016 euros, según BBVA Research, aunque para la compra de coches, el crédito medio que se pide es
de 13.000 euros.
La banca pone más
fácil dar estos créditos al consumo pero a cambio los cobra bien. El tipo
medio de estas operaciones en España
era del 8,8% en abril, para créditos
a más de 1 año y menos de 5, según datos del Banco Central Europeo (BCE). Mientras, en Europa se está pagando casi la mitad, un 5,2% de media en la zona euro y aún menos en Alemania (5%) y
Francia (4,2%), aunque más en Italia (6,8%) y Portugal (7,9%). Pero lo peor es
que la
brecha de interés con Europa ha
aumentado mientras bajaban los tipos de interés: si en junio de 2010, en
España pagábamos un 1,08% más por un crédito personal que en la zona euro (7,14
frente a 6,06), en junio de 2012 (en vísperas del rescate bancario), la
diferencia era ya de 3,29% (9,56% en España frente a 6,27% en la zona euro). Y
aunque ahora han bajado los tipos, la diferencia con Europa ha aumentado, hasta el 3,59% (8,79% en España frente
a 5,22% en la zona euro). Un tipo muy elevado, ya que el precio oficial del dinero en Europa (BCE) está en el 0,05% y el coste para la banca de
los depósitos y la financiación en los mercados ronda el 0,5%. La diferencia va a mejorar los beneficios de la banca y compensar
lo que dejan de ganar por la caída del negocio de hipotecas y préstamos a empresas.
Las familias y particulares que, por su situación económica,
son rechazados por bancos y financieras, tienen una segunda vía para endeudarse: los créditos rápidos de empresas que se dedican a eso. En España hay más de 1.000 entidades que no son
bancos ni financieras y conceden préstamos rápidos. Salvo algunas importantes,
como Cofidis y Cetelem, la mayoría son pequeñas
entidades, “chiringuitos”, con una
web y poco capital detrás. También suelen prestar menos dinero, entre 200 y
800 euros, a devolver en un plazo muy corto (de 30 días). Y basan su éxito en
no pedir apenas garantías ni papeles, aunque a cambio cobran intereses desorbitados. Según un estudio realizado por Facua en 2015 entre 11 de estas entidades, los intereses que se acaban
pagando oscilan entre el 1.269,7% TAE
(Vivas) y el 4.507% TAE (Préstamo
10), con la excepción de Cetelem (17,75% TAE) y Cofidis (24,5% TAE).
El problema de la mayoría de entidades que ofrecen estos
créditos rápidos es que están poco
controladas, ya que a muchas (las que prestan menos de 200 euros) sólo se
les obliga a estar registrada en el Ministerio de Sanidad y Consumo y no están
supervisadas por el Banco de España, como los bancos y financieras. Y las sanciones dependen de las autonomías,
que apenas las vigilan. Por eso se
producen abusos y presiones sobre los
clientes, con situaciones en la denunciada por El País: un joven que pide
200 euros para pagar una multa de tráfico acaba pagando por este mini crédito
más de 1.000 euros. De hecho, el
Defensor del Pueblo ha iniciado una investigación de oficio sobre estas
empresas de créditos rápidos. Y la organización de consumidores ADICAE ha
promovido un documental sobre las trampas ocultas en el mercado de dinero
rápido: "El descrédito" (ver aquí).
Y queda una tercera
vía para gastar a crédito: las
tarjetas. Existen dos modalidades de pago por lo que se gasta: el pago único (se liquida el gasto
mensual al principio del mes siguiente, sin pagar intereses) y el pago aplazado, por el que se paga
cada mes una cantidad (fija o un porcentaje) sobre lo gastado, pagando
intereses. Cuanto menor sea la cuota mensual de estas tarjetas (llamadas “revolving”), más capital se deja pendiente
y por tanto más intereses se pagan. Actualmente, el interés medio de las tarjetas “revolving” es de un 21,48%TAE, aunque son muchas las que cobran el 25% e incluso el 30%, frente
al 17,6% de media que es el TAE de estas tarjetas en la zona euro. Recordemos
que hay una sentencia del Tribunal Supremo, de 25 de noviembre de 2015, que calificó de “usurarios”
los intereses superiores al 24%, por lo que son “nulos de forma radical,
absoluta y originaria”.
A pesar de estos abultados intereses, que triplican los de un crédito personal (8,8%),
las tarjetas de crédito se utilizan
cada vez más y en el primer trimestre de 2016 han batido todos los récords históricos en España: había 44,88 millones de tarjetas de crédito
(y otras 25,23 de débito), superando ya las 44,82 millones de tarjetas de crédito
de 2008, según datos del Banco de España. Y de ellas, un tercio son tarjetas “revolving”, tarjetas
que conllevan un crédito disponible por el que se pagan abultados intereses cada mes, cuando en 2008, antes de la crisis,
sólo un 12% de todas las tarjetas de crédito eran “revolving”. Eso indica que cada vez usamos más las tarjetas para retrasar pagos, a costa de
elevados intereses, sin olvidar las elevadas comisiones por descubierto (30
euros) o por demora (2% adicional) y el pago anual por la tarjeta.
En definitiva, que los españoles hemos olvidado lo muy endeudados que estábamos cuando estalló la crisis, en 2008, y hemos vuelto a las andadas, a gastar a
crédito, sin pensar en lo mucho que nos va a costar devolverlo. Y eso puede agravar los problemas de la banca,
porque los préstamos personales tienen una alta morosidad
(el 8,4% frente al 4,8% las hipotecas) y si
vienen mal dadas se pueden encontrar con miles de clientes que no pueden
pagar. Pero, sobre todo, es peligroso para el país un endeudamiento masivo para apoyar el consumo, porque es pan para hoy (crecemos más) pero puede ser hambre para mañana, si la
recuperación no se consolida y las deudas agobian a las familias, impidiendo un consumo “normal”. A corto
plazo, este endeudamiento puede parecer muy positivo, porque mantiene las
ventas y el empleo de las empresas, pero si no tiene detrás una recuperación del
ahorro y de la inversión, puede saltar por los aires en cualquier momento.
Por eso, lo mejor es consumir y crecer sin deudas, sobre mejores salarios y mayores ingresos, no de
créditos.
Todavía no hay “burbuja” de crédito, como con las
hipotecas, pero puede haberla si se
facilita que familias y particulares gasten
a golpe de crédito o de tarjeta, para tratar así de mejorar las cuentas de
la banca. Pero es una mala salida y
puede ser peligrosa a medio plazo. Por eso, el Banco de España y el futuro
Gobierno deberían vigilar este creciente endeudamiento, para que crezca de forma
controlada, con garantías y sin el pago de intereses abusivos. Y cada uno, en
su casa, deberíamos vigilar el gasto y no arriesgarnos a consumir a crédito
cuando el futuro es aún muy incierto.
Aprendamos del pasado y no tropecemos dos veces en la misma piedra.
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