En junio cierra
la fábrica de tabaco de Logroño, la última que produce cigarrillos
(Fortuna y Ducados) en la Península. Con ella, son 12 las fábricas de tabaco cerradas en España desde 1999, con 6.000 empleos perdidos. Es la consecuencia
de un desplome del consumo (se
venden la mitad de cajetillas que en 2008) y de un aumento del contrabando, que supone ya 1 de cada 10
cajetillas vendidas. La industria del
tabaco está en crisis en EEUU y Europa y sólo aumentan las ventas en Asia, por lo que las multinacionales trasladan allí sus fábricas. Pero el tabaco causa todavía demasiadas muertes
en el mundo, una cada 6 segundos. Y España es el
9º país con más fumadores de Europa y donde los jóvenes empiezan antes. Por eso, los médicos piden que suban los precios del tabaco (aquí es más barato)
y que las cajetillas denuncien más claramente
que mata. Entre el empleo y la salud, la
opción está clara.
enrique ortega |
El tabaco fue
una de las grandes industrias de España en el siglo XIX, aportando hasta un 16% de la riqueza del país. Pero hoy sólo
supone el 1% del PIB y las ventas se han desplomado al nivel de
consumo que había en 1965: en 2015 se
vendieron en España 2.325 millones de cajetillas, casi la
mitad que en 2008 (4.514 millones). La facturación
cayó mucho menos, sólo un -11,8% (de 12.365 millones vendidos en 2008 a 11.904
millones en 2015), porque el precio del tabaco se ha disparado en
estos años, sobre todo por la subida de
impuestos: la cajetilla ha subido un
77% desde 2008 y un paquete de Marlboro (la marca más
vendida) ha pasado de costar 3 euros (2008) a valer ahora 4,85
euros.
El desplome en la venta de cigarrillos
se debe a varias causas. Empezó con la prohibición de la publicidad del tabaco, desde enero de 2006, y se agravó con la crisis, que hizo que mucha gente fumara
menos (se ha pasado de 20 a 14 cigarrillos al día de media) y marcas más baratas. Pero el gran
cambio se dio el 1 de enero de 2011, cuando entró
en vigor la Ley que prohíbe fumar en bares, restaurantes, oficinas y edificios.
Posteriormente, en 2011, 2012 y 2013 subieron los impuestos al tabaco, que suponen
un 80% del precio final de los cigarrillos. Y eso hizo subir la venta de tabaco de contrabando, que no paga impuestos. La puntilla ha sido la crisis de Oriente Medio, que ha recortado las exportaciones de tabaco “español” a Siria e Irak,
antes importantes compradores.
Con la crisis y la prohibición de fumar en locales, las tabaqueras hicieron frente a la caída de ventas lanzando una “guerra de precios”, con objeto de promocionar
marcas más baratas que siguieran captando clientes y ganaran cuota de mercado. Surgió así el tabaco “low cost”, por debajo de 4 euros la cajetilla, que deja menos margen pero mantiene fumadores
(Altadis disparó las ventas de West
Brooklyn, fabricado en Logroño). Y empezó la moda de fumar tabaco de liar, más barato, aunque su venta se retrajo al subirle los
impuestos en 2013 (ahora han subido las ventas
de tabaco de pipa, para liar, que paga menos impuestos). En 2015, el mercado español de cigarrillos se lo repartieron las multinacionales Philip
Morris (USA), con Marlboro (15%
cuota) y Chesterfield (8,8%), Japan
Tobacco (JTI), con Winston (12,5% de cuota) y Camel (7%), y la británica Imperial
Tobacco (dueña de Altadis, fruto de
la fusión de Tabacalera y la francesa Seita), con la marca Fortuna (7,4% de cuota).
El lobby (grupo de presión) de las tabaqueras (multinacionales) lleva
años quejándose, en Bruselas y en España, de que el desplome de su negocio se debe a la fuerte subida de impuestos al tabaco, que
ha disparado el contrabando. Y dan un dato: si en 2010, el tabaco de
contrabando suponía el 3,9% de las ventas, en 2014 llegó al 12,5%. Eso obligó a muchos países
europeos a tomar medidas contra el contrabando, porque mermaba sus ingresos fiscales. Y así,
en 2015 el contrabando ya ha bajado al
10,6% en España, según Altadis, aunque hay dos zonas donde
supone un tercio de las ventas: Andalucía
(el 34% del tabaco que se consume es
de contrabando) y Extremadura (31%).
En Europa, el contrabando de tabaco surgió hace una década,
pero en España se ha recrudecido a partir de 2013, por el
surgimiento de fábricas de tabaco clandestinas, creadas en polígonos industriales por mafias europeas (lituanas, polacas,
bielorrusas o griegas), que importan maquinaria (como si fuera agrícola),
tabaco a granel y tecnología, fabricando millones de cajetillas (hasta 3
millones a la semana) de tabaco ilegal (“pata
negra” o “polvorón” ) que luego son distribuidos por pueblos y ciudades por
mafias españolas. En los dos últimos años, las fuerzas de seguridad han desmantelado 8 de estas fábricas de tabaco ilegal por toda España. Además, hay
multinacionales tabaqueras europeas (la griega Karelia o la luxemburguesa H. Van
Landewyck) que fabrican "marcas blancas" de tabaco que acaban en el mercado ilegal español (y europeo).
La tercera vía del contrabando es Gibraltar:
miles de cajetillas que pasan cada día a España por carretera o en lanchas, con la connivencia del gobierno gibraltareño, según ha denunciado
España y las tabaqueras.
El éxito del tabaco
de contrabando es su precio, la mitad que el tabaco legal, lo que permite a
un fumador habitual ahorrarse una media de 100 euros al mes. El problema
lo tienen no sólo las tabaqueras,
que pierden un 10% de sus ventas, sino el
Estado, que también recauda menos: en 2015, Hacienda ingresó 9.137 millones de euros por
impuestos del tabaco (impuesto especial más IVA) y se estima que dejó de ingresar otros 1.000 millones por el contrabando. Una actividad ilegal poco castigada,
ya que los responsables detenidos suelen acabar con penas de hasta 2 años
de prisión. Y el tránsito por Gibraltar no baja.
La caída de ventas,
por el menor consumo, el auge del contrabando y la caída de exportaciones, ha
provocado que la multinacional británica Imperial Tobacco decida cerrar a finales de junio la fábrica de Altadis
en Logroño, fundada en 1890 y en la que trabajan 471 personas, fabricando
Fortuna, Ducados o West Brooklyn .
Con ella, son ya 12 las fábricas de tabaco cerradas en España en los últimos diecisiete
años, en Madrid (1999), La Coruña, Gijón, San Sebastián, Valencia, Alicante
y Málaga (2002), Tarragona y Sevilla (2007), Cáceres (2012) y Cádiz (2014). Y ya no quedará ninguna fábrica de cigarrillos en la Península (sólo una
fábrica de puros y puritos en Santander), manteniéndose sólo una factoría de
Japan Tobacco (JTI) en Canarias. Adiós al
tabaco “español”.
La industria del
tabaco tiene problemas en todos los países y más tras haber sido 2015 el primer año en que cayeron las ventas de tabaco a nivel mundial. En EEUU, las ventas han caída a la tercera
parte desde 1982 y en Europa casi a
la mitad, pero crecen en Asia (por China
y la India), en África y Latinoamérica. Eso provoca que las multinacionales cierren plantas en EEUU
y Europa (el año pasado, Imperial Tobacco cerró sus plantas de Nantes, en Francia, y Nottingham, en Reino
Unido) y que ahora se cierre la planta de
Logroño, a pesar de la oferta de ayudas del Gobierno Rajoy y de ser la
tercera fábrica más eficiente entre las 40 plantas de Imperial Tobacco en el
mundo. Se trata de poner las fábricas donde está ahora el consumo, en los países
emergentes.
A pesar de la caída de ventas, el tabaco es un gran problema sanitario en todo el mundo: en EEUU, causa la muerte de 500.000 norteamericanos cada año (con un
coste de 300.000 dólares anuales). En Europa,
según la Comisión Europea, el tabaco mata al año a 700.000 personas, con un coste
sanitario de 25.000 millones de euros. Y en España, el tabaco sigue siendo la primera causa de enfermedad y muerte,
según los médicos: provoca 55.000
fallecimientos al año, con unos elevados costes sanitarios (8.000 millones al año) y a las empresas (8.780 millones por pérdida de productividad, absentismo y gastos
limpieza).
Y a pesar de la caída del consumo, España sigue fumando mucho:
fuman diariamente un 23% de los españoles adultos y un 2,3%
más de forma ocasional, según la última Encuesta de Salud del INE (2014).
Y la tasa de fumadores sólo
ha bajado un 2% tras estos 5 años de prohibir fumar en lugares
públicos. Además, España es el 9º país
de Europa con más fumadores, según el Eurobarómetro de 2014: nos daba un 29% de
fumadores, frente al 26% de media de
toda Europa (y el 17% en USA), sólo por detrás de Grecia, Bulgaria, Croacia,
Francia, Chipre, Eslovenia, Hungría y Letonia. Y lo peor: España es el país europeo donde los jóvenes empiezan antes a fumar:
a los 16,7 años de media, casi un año
antes que en el conjunto de Europa (17,6 años), según el Eurobarómetro de 2014.
Y mucho tiene que ver el precio: en España, el tabaco es más barato que en la mayoría de Europa, con un precio medio de la cajetilla de 4,30 euros (2014), que está muy alejado de los 10,78 euros por cajetilla de Noruega,
los 9,45 de Reino Unido o los 9,30
de Irlanda, y por debajo de los 6,83 euros de Suiza, 6,60 euros de Francia,
los 6,32 de Holanda, los 5,64 de Dinamarca, los 5,26 de Alemania o
incluso los 5 euros por cajetilla de Italia, según datos del Comité nacional para la Prevención del Tabaquismo (CNPT).
En mayo de 2016
entrará en vigor la nueva Directiva Europea contra el tabaco, aprobada en 2014 tras muchas presiones del “lobby” tabaquero, que obliga a
vender unas nuevas cajetillas, con más espacio para fotos y advertencias de
que el tabaco mata (ver aquí nuevos diseños). Pero los médicos
y el Comité nacional para la Prevención del Tabaquismo (CNPT) piden
que el futuro Gobierno español que vaya más allá y obligue a las
tabaqueras a implantar el “empaquetado genérico”, una nueva cajetilla
neutra, con el mismo color, tamaño y forma, sin logotipos y con más espacio
para advertir que el tabaco mata. Lo implantó Australia en 2012, lo ha aprobado
Irlanda y Reino Unido y está pendiente
en Francia, Finlandia y Hungría, mientras el Gobierno Rajoy lo descartó.
Además, los médicos
y la Comisión Europea advierten contra el cigarrillo
electrónico, que consideran ineficaz, no inocuo (el vapor contiene
sustancias tóxicas) y un elemento que “normaliza”
el fumar.
Pero la Organización Mundial de la Salud (OMS) cree que hay que “ir más allá” en la guerra
contra el tabaco, porque provoca la muerte de una persona cada 6
segundos, 6 millones de personas al año, que, al ritmo actual, serán 10 millones de muertes en 2030. Y la OMS
cree que lo único de verdad efectivo contra el tabaco es subir
el precio, por lo que pide a todos los países que suban los impuestos al tabaco. Según cálculos
del CNPT, subir un 5% la cajetilla en
España evitaría 3.000 muertes en
los próximos 20 años.
Al final, el dilema que se plantea es optar
entre mantener el empleo en la industria
del tabaco o arremeter contra ella con
todos los medios, aunque se cierren fábricas, porque está demostrado que
causa muchas muertes y enormes costes sanitarios. La elección parece clara: la salud antes que nada. No pueden chantajearnos con el paro. Cierren y váyanse. Pero no nos vendan
tabaco hecho en Asia, sin crear trabajo aquí. Hay que acabar de una vez con un
consumo y una industria que mata. Es otro
gran reto del mundo para el siglo XXI.
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