El año 2016 no ha entrado con buen pie: caídas de
las Bolsas, desplome del petróleo, temor a China, fuga y depreciación de divisas,
recesión en Rusia y Latinoamérica…
Vuelve la inquietud a la economía mundial
y los temores a una nueva crisis. Pero no se habla del problema de fondo: el exceso de deuda, de países y empresas, alimentada por un océano de dinero barato
que ha “dopado” la economía desde 2008. Y ahora, cuando muchos países no
crecen y las empresas venden poco, los inversores temen que no puedan devolver
esta deuda, la mayoría en China y
países emergentes: el que no crece
no paga. La solución exige reanimar la economía mundial, para
que países y empresas puedan crecer y pagar su angustiosa deuda. España, el 5º país UE con más deuda, es muy vulnerable a la inestabilidad mundial: dependemos mucho de que los mercados nos financien. Y más si seguimos sin Gobierno.
enrique ortega |
Un fantasma recorre el
mundo: el temor a una nueva crisis. O mejor,
que no acabemos de salir de la larga crisis iniciada en 2008. Los síntomas
son preocupantes: China crece menos,
Rusia, Latinoamérica y muchos países
emergentes están en recesión, el precio del petróleo y las materias primas se desploma, el dinero huye de los países en
desarrollo y sus monedas se deprecian, Japón
está en recesión, Europa apenas
crece y el comercio y la economía
mundial se estancan, con poco crédito,
inversión y empleo (a pesar de que hay 200 millones de parados en el mundo, 27 millones más que en 2007, según el último informe de la OIT).
El primer detonante
de esta nueva crisis es China,
que ha sido el motor de la economía mundial durante la recesión, aportando la
mitad del crecimiento mundial. Ahora confirma que su economía ha “pinchado” y
que en 2015 creció “sólo” el 6,9% en 2015, el más bajo de los últimos 25 años, alejado de
los crecimientos superiores al 10% en las décadas pasadas. Ahora se plantea cambiar el modelo de crecimiento (que tire el consumo de los chinos en vez
de las exportaciones), pero el mundo teme que estallen alguna de las tres “burbujas” que ha creado la economía china: la burbuja del crédito (gobiernos locales y empresas
estatales tienen una deuda de 28 billones de dólares, el 280% del PIB), la burbuja
inmobiliaria y la burbuja de la Bolsa (subió un 150% en el último año).
Y si eso pasa, contagiaría al mundo.
El segundo gran síntoma de esta crisis es el desplome del precio del petróleo: ha llegado a caer este año por debajo de los 30 dólares barril (hoy ronda los 35 dólares) cuando en
enero de 2015 valía casi 60 dólares y en 2014 costaba cuatro veces más (120 dólares por barril). La caída del petróleo
es buena para los consumidores y las economías (España se ahorrará unos 15.000 millones de euros en la factura energética
de 2016), pero tiene también un efecto
negativo, ya que deteriora los ingresos de muchos países emergentes y
empresas energéticas, cuyas cuentas se hunden. Y además, el desplome del precio
del crudo es un claro síntoma de que la economía mundial está anémica: sobra petróleo porque hay
poca demanda, porque la economía mundial está estancada y bombea “poca sangre” (petróleo).
Igual que el petróleo, están
cayendo en picado los precios de las materias primas (el
nivel más bajo en 16 años), desde el carbón,
el gas o los minerales a los alimentos, también por una menor demanda
mundial. Y eso hunde más a las economías de los países emergentes, muchas de las cuales viven de vender petróleo
y materias primas. Además, los inversores
están “huyendo” de estos países, hacia EEUU y Europa (se “fugaron” 500.000 millones de dólares de los países emergentes sólo en
2015), lo que ha depreciado sus monedas.
Y como muchos están muy endeudados en dólares, y el dólar sube, van a tener que
pagar más intereses ahora que encima
ingresan menos. Por todo ello, Rusia
y Latinoamérica
están en recesión, lo mismo que Sudáfrica
y muchos países de Asia, Oriente Medio y África.
La situación de China,
los emergentes y el petróleo contagia también a los países ricos y
a sus empresas, sobre todo a las energéticas, muchas ya en apuros (petroleras y de materias primas). Como están cayendo las compras
y el comercio mundial, Europa no acaba de crecer (+1,5%) y preocupa la crisis bancaria en Italia, país con 200.000 millones en créditos dudosos), Japón está en
recesión (la 5ª en 7 años), Canadá, Australia y Noruega
en puertas y sólo EEUU crece bastante (+2,4%) y crea empleo, con la
incertidumbre electoral de noviembre. Y en este contexto, el FMI augura un bajo crecimiento mundial en 2016 (+3,4%) y habla de “prolongado
estancamiento”, al que su directora general, Christine Lagarde, califica
de “la nueva mediocridad”.
Con todo, no se habla
apenas del problema más preocupante
de la economía mundial y el que provoca
la inestabilidad en las Bolsas: el exceso de deuda en el mundo. Los países y las empresas ya estaban muy endeudados en 2008, cuando estalló la
recesión, pero ahora lo están mucho más, porque una de las medidas contra la
crisis fue inundar el mundo de dinero barato, a interés casi cero, desde
EEUU a China o Brasil pasando por Europa o Japón. Las ocho grandes economías del
mundo han aumentado un 73,75% su deuda pública, pasando de 20,5 billones de dólares en 2008 a 35,6 billones en 2015, sobre
todo China (+227%), Reino Unido (+179%) y España (+141%). Y lo mismo o más han
hecho las empresas privadas, sobre
todo las de los países en desarrollo: los bancos internacionales han prestado 3,6
billones de dólares a empresas de países emergentes y los inversores extranjeros tienen una cuarta parte de sus ahorros
metidos en deuda de países emergentes. De
ahí sus nervios estas semanas.
Los países y
las empresas tienen un “empacho” de deuda y los bancos e inversores temen que no puedan pagarles, sobre todo si entran en recesión porque a los países (Venezuela, Ecuador, Brasil, Rusia, China, México, Sudáfrica, Nigeria, Ghana...) y a las
empresas se les hunden los precios del petróleo y las materias primas. Máxime
si China representa más de la mitad de la deuda
de los países emergentes. De hecho, la siderúrgica estatal Sinosteel Corporation amplió
en diciembre (por tercera vez) el plazo para pagar su deuda. Y no sólo
preocupan las empresas de países emergentes: un tercio de los bonos de alto riesgo emitidos en EEUU están ligados a empresas energéticas occidentales,
ahora en apuros para pagar estos bonos (su deuda) . Así, la caída del petróleo podría "llevarse por delante" a 400 empresas energéticas, según el presidente de BlackRock, la mayor gestora de inversiones del mundo. De momento, Repsol ha reconocido unas pérdidas de 1.200 millones en 2015 por la caída del petróleo.
El que no crece no paga. Ese
es el miedo de la banca y los inversores mundiales,
que temen ahora posibles impagos de
países y empresas que crecen y venden menos, lo que podría hacer estallar una nueva crisis financiera, que llevaría al mundo a otra
recesión. Ya en diciembre, tres Fondos de inversión de alto riesgo de
EEUU suspendieron los reembolsos a sus inversores. Y si persiste el desplome de
los precios del petróleo y las materias primas, podría explotar la “nueva burbuja” de bonos de alto riesgo (el
mundo no aprende de 2008: la codicia es eterna), alimentados por el dinero
barato y concentrados en un 80% en EEUU. Y ello contagiaría a la economía real, otra vez desde EEUU al resto
del mundo.
Por todo ello, los
inversores, los bancos y las Bolsas están inquietos: si el
mundo no crece, ellos no cobran. Y menos si suben los tipos de interés en 2016, como se espera después que EEUU iniciara en diciembre de 2015 el encarecimiento del dinero. Así que la mejor receta contra la actual inestabilidad mundial es reanimar las economías, poner en marcha
planes de inversión pública y privada, como han planteado sin éxito el FMI y el
G-20 (cumbre Turquía noviembre). Y en paralelo, poner
orden en el mercado del petróleo (hay rumores de que Rusia y parte de la OPEP podrían recortar la producción, pero están muy divididos) y renegociar
la deuda de los países emergentes y sus empresas (mejor eso que no cobrar). Pero la clave está en que tomen medidas los países que pueden y tiren
del crecimiento mundial, en especial USA (va a suavizar la subida de tipos),
Japón (ha aprobado tipos negativos: cobrarán por el dinero quieto en los bancos) , China (han presentado
otro plan de reactivación) y Europa,
un continente estancado y con mucho paro (9,5%, el doble que USA). Draghi,
el presidente del BCE, preocupado por la situación, ha prometido hacer otra vez de “bombero”
en marzo, comprando más deuda e inyectando más liquidez. Pero sobra dinero barato. Lo que falta es que
los países europeos que pueden (Alemania) gasten e inviertan más, para “tirar” de la
Europa del sur y ayudar así a reanimar la economía mundial.
Y mientras, en España,
el ministro de Economía sigue presumiendo, como si no pasara nada por el
mundo: “España dejará definitivamente la
crisis a finales de 2016”. Y repiten sin parar que vamos a crecer este año (+2,7%)
el doble que la zona euro (+1,7%).
Claro, pero eso es porque también hemos caído más durante la crisis: la economía española cayó un 9%
entre 2008 y 2013, el doble que la UE (-4,4%). Y ahora toca el
efecto rebote, como al tirar una pelota: cuanto con más fuerza cae, con más fuerza rebota. Y tanto el
ministro de Guindos como Rajoy se olvidan de tres datos muy preocupantes. Uno, que España sigue con más del doble de paro (20,9%) que Europa (9,5%). Dos, que somos el país de la UE con más déficit público (3,6% en 2016), a pesar de los dolorosos ajustes. Y tres, que
somos el quinto país europeo con más deuda pública: un 100,8% del PIB (más de 1 billón de euros), sólo por detrás
de Grecia (199,7%), Italia (132,2%), Portugal (124,7%) y Bélgica (107,1%). Y nuestras empresas deben otros 1,1 billones de
euros (106% del PIB), una deuda que les asfixia (crisis Abengoa).
Y ahora, con la
inestabilidad en los mercados y en la economía internacional, este grave
problema de la deuda española (pública y privada) vuelve a primer plano. Y
se traduce en que España es más vulnerable que la mayoría de países y tiene “un
alto riesgo”, como acaba de alertar la Comisión Europea. Porque dependemos mucho
de los inversores, de los mercados, para seguir adelante. Y si vuelven las “movidas”, nos costará más
financiarnos.
Por eso, la
inestabilidad de los mercados internacionales, por China, la crisis de los
emergentes y el petróleo, pone más presión sobre España, amenazada
ya por los nuevos recortes que exige Bruselas (13.000 millones). Y más si no tenemos Gobierno. Urge
buscar uno estable y sobre todo poner en
marcha una política que reactive el crecimiento, junto al resto de Europa. Porque lo que más “calma a los mercados” es ver que sus deudores crecen, que recaudan
más y sus empresas venden y ganan más. Y
lo que más les preocupa es el estancamiento, que los deudores no “tiren” y
acaben no pagando.
Hay que empezar por forzar un acuerdo europeo para reanimar la economía del continente, con un ambicioso plan
de inversiones públicas europeas (el Plan Juncker no despega y se ha
quedado corto), asentado sobre el gasto en infraestructuras, tecnología,
educación y medio ambiente, con
mayores ingresos fiscales. Y ya en
España, pactar para los próximos años un
programa económico con dos patas: ingresar
más (se pueden recaudar 30.000 millones más en la lucha contra el fraude fiscal y haciendo pagar
más impuestos a multinacionales, grandes empresas y los más ricos) y gastar más, en inversiones necesarias
(infraestructuras, reindustrialización, tecnología, educación, digitalización y medio ambiente) y en
programas de formación y empleo,
para reducir la tasa de paro a niveles europeos (9,5%).
Sólo así se puede crecer más, recaudar más (bajaría el déficit) y asegurar el pago y el recorte de la deuda. Seguir como ahora, el “esperar y ver” de
Rajoy y Bruselas, nos mantendría en la mediocridad y la inestabilidad. Los mercados piden medidas y más crecimiento. Y los españoles también.
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