Estamos tan obsesionados
por llegar a fin de mes, que no nos
preocupa llegar a fin de siglo, ni a
los ciudadanos ni a sus Gobiernos. Y mientras, seguimos emitiendo gases que calientan la atmósfera y cambian el clima, provocando sequías,
inundaciones y tifones como el de Filipinas.
Los científicos han dado la alarma: el nivel de CO2 es
preocupante y si no hacemos nada, la temperatura
subirá 4,8 grados para 2100, una catástrofe
ecológica y económica que todavía puede evitarse. Pero los países, obsesionados por la crisis, están divididos y no toman medidas efectivas,
como se está viendo en la Cumbre del
Clima de Varsovia. Buscan
ganar tiempo y pactar un acuerdo en
2015 para recortar desde 2020. España
lidera el aumento de CO2 en Europa y el Gobierno
ni ahorra energía ni apoya a las renovables. Salvar el Planeta es evitar una crisis peor que la última recesión.
No pierdan más tiempo.
enrique ortega |
Hay nuevas alertas
sobre el cambio climático, el síntoma
de que el Planeta está enfermo. El 6 de noviembre, un informe
de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) advertía que la concentración de CO2 (el gas que más
contribuye al calentamiento global) en la atmósfera alcanzó un máximo
histórico en 2012, creciendo más que en los diez años anteriores, tras superar
en mayo la barrera de las 400 partes por millón (ppm). Ya en septiembre, un
informe de la ONU (IPCC) desvelaba
que las concentraciones en la atmósfera
de C02, metano y óxido nítrico habían crecido a niveles sin precedentes en
los últimos 800.000 años. Y lo más importante: el responsable es el hombre “al
95% de certeza”, según
los científicos. Porque el CO2 y los gases de efecto invernadero se
emiten al producir electricidad,
consumir carbón y petróleo, con los vehículos y las calefacciones, con la
industria, la agricultura y los servicios.
Lo más preocupante son las
consecuencias de estas emisiones
récord. La primera, la subida
de la temperatura, al retener el
CO2 y otros gases parte del calor que emite la Tierra. Si la era industrial ya ha provocado un aumento de 0,85 grados (entre 1880 y
2012), los informes de la IPCC (ONU) prevén una subida de 1,5 a 4,8 grados
en la temperatura de la atmósfera para 2100. Y ese calentamiento
provocaría, primero, un calentamiento de
los mares (la “despensa” donde se almacena la mayoría del CO2) que, junto al deshielo
polar, haría subir
el nivel del mar de entre 26 y 82
centímetros, agravando los riesgos de tsunamis y tifones como el de
Filipinas (desastres naturales que cuestan 148.000 millones al año, según el Banco Mundial), además de una acidificación
de los océanos que matará muchas especies. Pero además, el calentamiento global actúa sobre el clima, aumentando la frecuencia
de olas de calor, lluvias torrenciales
en el norte y sequías en el sur, con grave impacto sobre las cosechas
y el encarecimiento
de los alimentos.
España es uno
de los países más afectados por el cambio climático, según los
científicos, porque se encuentra en una
zona de transición climática, en medio de dos ejes (Atlántico-Mediterráneo
y África-Europa) lo que provocará que el
Mediterráneo (y sus poblaciones) sea
una de las zonas más afectadas. De hecho,
ya sufrimos más el calentamiento global
(+1,5 grados de media en las últimas tres décadas, frente a +0,5º en Europa y
+0,8º en el mundo). Y tenemos un clima más
seco (las precipitaciones 2000-2010 son las más bajas desde 1950), nieva menos y hay más inundaciones.
El mayor problema del
CO2 y los gases de efecto invernadero es que crecen más cada año y se acumulan durante siglos, con lo
que si no se toman medidas urgentes
pronto llegaremos a un punto de no retorno. Sobre todo si el mundo sale de la crisis y
consume más energía. Por eso urge
tomar medidas, según advierten los científicos a los 190 países
reunidos esta semana en la Cumbre del Clima de Varsovia.
La primera, que los países ratifiquen la segunda
fase del Protocolo de Kioto,
un acuerdo firmado en 1997 para reducir las emisiones un 5,2% entre 2008 y 2012
y que debe continuar entre 2013 y 2020.
El problema es que EEUU no lo firmó,
como tampoco China, India y países
emergentes (los más contaminantes). Y tanto
Japón como Canadá, Rusia o Australia no quieren comprometerse más que a
mínimos recortes, con la excusa de Fukushima o la crisis. Y quedan solos con sus recortes la Unión
Europea, Noruega, Suiza y Croacia, con menos del 15% de las emisiones
totales. Así resulta difícil abordar el segundo
reto: preparar un acuerdo mundial de recorte de emisiones para después de 2020, que debería firmarse
en la Cumbre del Clima prevista en París a finales de 2015.
EEUU abrió en junio una puerta a la esperanza, al prometer
Obama que iba a poner límites de emisiones a las eléctricas y a la
industria, con un tibio compromiso de recortar
un 17% sus emisiones (22% del total mundial) para 2020(sobre 2005). Pero le va a costar cumplirlo, ante la dura oposición
republicana, que recurrirá sus medidas en
los tribunales. Japón
ha dado marcha atrás y ahora sólo va a reducir un 5% sus emisiones hasta
2020, al haber parado sus nucleares por Fukushima y necesitar más petróleo. Australia
y Canadá rebajan también sus promesas
y Rusia no se compromete. Mientras, China, India, junto a Brasil Sudáfrica y países
emergentes (54% de emisiones
totales) insisten en que no van a
poner en peligro su crecimiento recortando emisiones y exigen a cambio ayudas, los 100.000
millones de dólares del Fondo
Verde del Clima prometido en
2011 y que nadie sabe quién va a pagarles ni cuando.
Y han presionado en Varsovia, levantándose de la mesa China y 77 países más, para conseguir con urgencia un Fondo para catástrofes (caso Filipinas), que los países ricos no quieren crear antes de 2015.
Mientras, Europa,
líder mundial en la lucha contra el
cambio climático, está dividida.
Por un lado, acaba
de comprometerse a recortar sus emisiones (11% total mundial) un 17% para 2020 (sobre 1990). Y 13 ministros europeos de Medio Ambiente (entre
ellos el español), han firmado
una carta en la que defienden acelerar la lucha contra el cambio climático, con recortes más
drásticos de emisiones para después de 2020. Pero los ministros
de Industria UE, presionados
por eléctricas
e industrias,
se plantean si la postura “ecologista”
europea no frena el crecimiento y encarece sus productos frente al
resto del mundo. “Llevamos 15 años solos
y si los demás países no se suman a esta batalla, perderemos competencia y
empleo en Europa”, señalan con razón.
España va
retrasada respecto a Europa: llevamos recortando
emisiones de CO2 desde 2007 (-1,9% en 2012), pero se debe más a la crisis que a tomar medidas.
De hecho, España es el tercer
país europeo con más emisiones (tras Grecia e Irlanda) y el país donde más
han crecido las emisiones tras el acuerdo de Kioto: +22,8%
(sobre 2009) entre 2008 y 2012,
mientras la UE-28 los ha reducido -19,1% (Alemania o Gran
Bretaña -25%, Francia -12% e Italia -10,5%). Esto se debe al gran
peso del carbón y del petróleo en nuestro consumo energético, a que nuestras industrias consumen
el triple de energía que las europeas (son menos eficientes), al mayor peso del transporte
por carretera (83% frente al 45% UE) y a las escasas medidas de ahorro, frustradas
con
los recortes de Rajoy. Como España no cumple Kioto, paga comprando
derechos de emisión de CO2: hemos
gastado 800 millones de euros y aún pagaremos 400 millones más hasta 2014.
Así las cosas, todo
apunta a que los países (Europa incluida) buscan
ahora ganar tiempo, salir de la crisis y dejar cualquier acuerdo global
para 2015, con recortes de emisiones que no entrarían en vigor hasta 2020. Otros
7 años perdidos, sin tomar medidas drásticas para reducir
emisiones en la industria,
las eléctricas, los automóviles y camiones, las calefacciones y las viviendas,
sin apoyar decididamente el ahorro de
energía y las renovables. Y por ello, con más emisiones de CO2 y
gases de efecto invernadero, más calentamiento
global y un clima enloquecido, que se
traduce en catástrofes, malas
cosechas y subida de los alimentos.
El calentamiento
global no es una obsesión de
ecologistas, sino el mayor problema
económico del mundo a medio plazo, como insiste el
Nobel Stiglitz. Porque si no hay un crecimiento sostenible, si nos
cargamos el Planeta, esa crisis será
más grave que las últimas recesiones. Se puede y se debe crecer
con equilibrio, no como pirómanos. Así que pensemos un poco todos en llegar a fin de siglo, por las generaciones futuras. Por pura supervivencia.
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