La Cumbre del euro de este jueves ha sido más efectiva de lo esperado. Europa ha visto las orejas al lobo y los pasajeros de primera clase (Francia y Alemania) han visto tan cerca el hundimiento del euro (el Titanic) que han aceptado medidas que llevaban año y medio rechazando, la última vez en la Cumbre de junio. De entrada, se le da un respiro a Grecia (también a Portugal e Irlanda) para que paguen su deuda, con algún coste para los bancos. Y se utiliza al Fondo de rescate como fuerza de choque para defender a la Europa del sur de la especulación de los mercados, que de momento han plegado velas. Pero los líderes europeos se han quedado a medio camino y no han avanzado en crear la deuda y el Tesoro europeos. Y no reaniman la economía de la UE, que apenas crece. Y así no se sale de la crisis.
Europa sólo parece reaccionar cuando se encuentra el borde del precipicio. Y las últimas dos semanas, el euro ha estado al borde de la ruptura. A las tensiones sobre la deuda de Grecia, Portugal e Irlanda, habituales en el último año, se sumó un grave encarecimiento de la deuda española y algo inédito: los ataques a Italia, uno de los cinco fundadores de Europa. Y para colmo, los seguros de la deuda francesa llegaron a duplicar a los de la deuda alemana. Era la luz roja definitiva. Merkel y Sarkozy, acompañados del presidente del BCE, estuvieron hasta la madrugada para acordar las medidas de urgencia que llevaban año y medio sin aceptar. Y el jueves, a los demás sólo les quedó hacer el paripé y firmar.
La primera decisión ha sido dar un respiro a Grecia, para evitar que suspenda pagos. Para ello, la UE y el FMI le van a prestar otros 109.000 millones de euros, a devolver en más plazo (un mínimo 15 años y hasta 30, frente a los 7,5 años del Plan de ayudas 2010) y con menos interés (3,5% en vez del 5). Además, Merkel salva la cara ante sus contribuyentes y logra que Francia y el BCE acepten que la banca privada acreedora de Grecia también ayude, aportando otros 50.000 millones, de una de estas tres formas: canje de la deuda actual por otra con otras condiciones (menos tipo), ampliación del plazo de devolución de la deuda actual y recompra por Grecia de la deuda que tienen las entidades. Al final, les supondrá una pérdida media (quita) del 21%, pero los principales bancos europeos (BBVA entre ellos) ya lo han aceptado. Mejor eso, dar un respiro a Grecia, a que suspenda pagos y no cobrar.
Bruselas acuerda también bajar los tipos y ampliar los plazos para que Irlanda y Portugal devuelvan mejor los créditos de la UE y del FMI. Pero Sarkozy dice que implicar a la banca privada ha sido una excepción sólo para Grecia, aunque Merkel no ha sido tan radical. La realidad es que si ambos países siguen estancados, sin crecer, no podrán pagar y habrá que repetir el esquema griego: más facilidades de la banca privada si quieren cobrar.
Otra decisión importante ha sido dotar a Europa de armas para defender la deuda de los países atacados por los mercados. Para ello, se permite que el Fondo europeo de rescate (dotado con 440.000 millones de euros) pueda hacer tres cosas básicas: comprar deuda en el mercado secundario (para que no caiga), dar créditos a los países atacados para defenderse (sin tener que pasar por la humillación de pedir un rescate) y dar ayudas para recapitalizar los bancos con problemas por tener deuda de países atacados (caso de los bancos griegos si las agencias bajan el rating de Grecia por este acuerdo). Tres medidas que son una respuesta eficaz al pulso a los mercados, ahora más calmados.
En resumen, se trata de dar oxígeno a Grecia, Irlanda y Portugal (con algún coste para la banca, que les prestó sin tino) y defender la deuda de los países atacados por los mercados, lo que beneficiará a España. Si estas dos decisiones se hubieran tomado en mayo de 2010, Europa se hubiera ahorrado muchos disgustos y los ciudadanos de Grecia, Irlanda, Portugal y España no habrían sufrido en sus carnes ajustes tan duros. Además, no habríamos estado año y medio pagando un coste extra por la deuda, más de 15.000 millones, que se han llevado los especuladores. Y los bancos y las empresas no tendrían tantos problemas para financiarse, invertir y crear empleo. Es el coste de año y medio de parches, nacionalismos egoístas e indecisiones de los dirigentes europeos, con Merkel y Sarkozy a la cabeza.
Ahora, han avanzado, pero se quedan a medio camino. No han decidido la creación de una Agencia europea de rating, que se enfrente al chantaje de las tres hermanas (Mody´s, Standard &Poors y Finch). No han hablado de emitir deuda europea, la solución definitiva para evitar las tensiones (como en EEUU, con estados, como California, en quiebra), algo que no quiere Alemania, porque pagaría más con la deuda común. Y no quieren ni hablar de un Tesoro único europeo, el único instrumento de intervención rápida que tienen 15 países para defenderse juntos sin toda la burocracia y lentitud actual.
Y sobre todo, los dirigentes europeos (casi todos conservadores) no han hablado de reanimar la economía europea, de un Plan Marshall no para Grecia, sino para Europa. De acabar con la política de recortes y reactivar selectivamente la economía (lean este artículo del Nobel Krugman). Media Europa, sobre todo la del sur (incluso Francia), está estancada. Y en lugar de reanimar la actividad, como ha hecho EEUU, promoviendo la inversión y el empleo, se deja que el BCE suba los tipos (y lo volverá a hacer). Habría que lanzar un mensaje no sólo a los mercados, sino a los ciudadanos: vamos a tomar medidas para salir de la crisis, para crear empleo. Pero no. Esperarán otro año más, a que la Europa del sur no vea una salida, a que los ciudadanos se indignen más, a que los mercados vuelvan a la carga. Y quizás entonces hagan algo. Otra vez tarde.
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