jueves, 28 de noviembre de 2024

Comprar piso a cualquier precio

El precio de la vivienda se ha puesto por las nubes: más de 200.000 euros un piso de 90 metros y entre 385.000 y 470.000 en Madrid o Barcelona. En el último año, los pisos en venta subieron un +7,8%, acumulando una subida del +50% desde 2014, el doble que la inflación y los sueldos. A pesar de estos precios, las ventas se han disparado, por compras de  inversores, extranjeros y familias que pueden hipotecarse. De hecho, los pisos en venta “vuelan” en días y los compradores “no regatean” e incluso “pujan”, pagando más por la poca oferta disponible. El problema es que faltan pisos, porque ha caído el stock y apenas se construye: 80.000 viviendas en 2023, 7 veces menos que en 2008. Ahora, con los alquileres disparados, habrá más familias (e inversores) que compren piso, con la bajada de tipos. Y la vivienda seguirá subiendo de precio. Urge construir más, para alquiler y compra, porque si no, los precios serán imposibles para la mayoría.

                            Enrique Ortega

Los precios de la vivienda no dejan de subir desde hace una década. En el 2º trimestre de 2024, el precio de compraventa de una vivienda subió en España un +7,8% anual, la mayor subida desde 2022, según el INE. Eso es la subida media, porque la vivienda nueva (de la que menos hay) subió un +11,2% anual, la mayor subida desde los años 2.007 y 2008. Y la vivienda usada, la que más se vende, subió un +7,3%, otro récord. Una subida que cuadriplica la inflación anual (+1,8%) y duplica con creces la subida de sueldos este año (+3,06%). Además, los precios de la vivienda suben más en España que en la mayoría de Europa, según Eurostat: +7,9% en el 2º trimestre, frente al +2,9% en la UE-27, +2,9% en Italia y una caída del -4,6% en Francia o del -2,6% en Alemania (“resaca” tras años de subidas).

El problema es que este aumento de precios de la vivienda “llueve sobre mojado”: la subida acumulada ha sido del +43,8% entre 2014 y 2023, según el INE, superando ya el desplome de precios sufrido tras el estallido de la burbuja inmobiliaria, cuando cayó un -41,9% entre 2008 y 2013. Otra vez, la vivienda nueva ha subido más en la última década, un +58,7% (frente al -30,5% que cayó con la crisis), mientras se ha encarecido menos la vivienda usada, un +41,2· (frente a una mayor caída antes, del -51,3%). Ahora se espera otra subida en esta segunda mitad de 2024, más del 7%, con lo que la vivienda subirá un +50% entre 2014 y 2023.

Con estas subidas, el precio medio de una vivienda en España estaba en septiembre en 1.921 euros/m2, según el Ministerio de la Vivienda, lo que supone 458 euros más (+31,3%) que el precio mínimo de 2014 (1.463 euros) y el precio más alto de la vivienda en España desde hace 15 años (1.958 costaba al principio de 2009). Eso supone que comprar un piso de 90m2 cuesta ahora unos 173.000 euros, 41.000 euros más que hace una década. Pero ese es el precio medio: una vivienda nueva (con menos de 5 años) costaba 2.255 euros/m2 (unos 203.000 euros) y una usada, 1.911 euros (172.000 euros).

Estos precios que publica la Administración son similares a los que publica la Sociedad de Tasación, que cifra en 1.903 euros/m2 el precio medio de la vivienda en septiembre, aunque baja el precio de la vivienda usada (1.887 euros en junio) y sube más el precio medio de las viviendas nuevas: 2.930 euros/m2 en junio, lo que supone 263.700 euros de coste un piso de 90 m2. Y refleja enormes diferencias según las ciudades. Así, una vivienda nueva en Barcelona cuesta 5.262 euros/m2 (473.000 euros por una casa de 90m2) , 4.493 euros/m2 en Madrid (404.370 euros por 90m2) , 4.378 en San Sebastián y 3.025 euros/m2 en Bilbao, mientras cuesta la tercera parte o menos en Ciudad Real (1.314 euros/m2: 118.260 euros un piso de 90m2), Cáceres (1.327) o Badajoz (1.337 €/m2).

Una tercera estadística, la del Colegio de Registradores, da un coste promedio de la vivienda algo mayor, 2.114 euros/m2 en septiembre de 2024, subiendo el precio de la vivienda usada (hasta 2.080 euros/m2) y alineando el precio de la vivienda nueva con el del Ministerio (2.254 euros/m2). Sus datos reiteran también la gran diferencia de precios entre autonomías y capitales: por encima de los 3.000 euros/m2 de media están San Sebastián (5.613 euros/m2: 505.170 euros “de media” por una casa de 90 m2…), Barcelona (4.466 euros de media, aunque la vivienda nueva cuesta  5.200 euros/m2), Madrid (4.327 euros de media: 390.000 euros por un piso de 90m2 y mucho más si es nuevo), Palma (3.558 euros de media), Bilbao (3.017 euros/m2) y “casi” Málaga (2.917 euros/m2). Y lo más llamativo: el 49% de las ventas registradas son pisos de menos de 90 metros cuadrados

Estos precios tan elevados por una vivienda se deben a la escasez de viviendas en el mercado, debido a la caída del “stock” de viviendas usadas  y a la baja construcción de nuevas viviendas. Por un lado, el stock disponible ha bajado drásticamente, desde 649.780 viviendas que había en 2009 a las 447.691 viviendas disponibles en 2023, según el Ministerio de Transportes. Y además, en la mayoría de provincias, el stock sobre el total de viviendas es bajo (1,66% de media en España), siendo mayor en las ciudades y provincias con más problemas: Madrid, Barcelona, Toledo, Sevilla, Tenerife y litoral mediterráneo, aunque en la mayoría tienen un stock bajo, salvo Madrid (11,4% del parque) y Barcelona (10,86%).

El problema mayor, que explica la escasez de viviendas a la venta, es que se ha desplomado la construcción de nuevas viviendas, desde 2009 y sobre todo desde 2014. Así, frente a un máximo de 597.632 viviendas “libres” (sin ayudas públicas) construidas en 2006, se bajó a 356.555 en 2009, a 121.043 en 2011 y a un mínimo de 35.382 viviendas construidas en 2014. Y a partir de ahí, apenas creció la construcción, alcanzando las 58.853 viviendas terminadas en 2018, las 84.091 en 2021 y las 80.473 viviendas libres construidas en 2023, 7 veces menos que en los años del “boom inmobiliario”, según los datos de Vivienda. Y este año 2024, se han terminado 41.853 viviendas hasta junio (+2,1% que en 2023). Y peor es la construcción de viviendas “protegidas” (VPO): sólo se terminaron 8.847 en 2023 (3.311 en la primera mitad de 2024), frente a 68.587 en 2008.

Así que no hay viviendas para vender y por eso los precios se disparan, sobre todo porque la demanda crece, aumentan los que buscan piso y las compraventas. Las 10  subidas de tipos del BCE (entre 2022 y 2023) retrajeron las compras, junto a los altísimos precios, pero ahora, con las bajas aprobadas (junio, septiembre y octubre 2024) y las anunciadas, las compras se han disparado: 61.887 en septiembre, un +41,5% anual y la mayor cifra de ventas mensual desde 2007. Con ello, se han vendido ya 467.865 viviendas en 9 meses y de continuar la tendencia (+3,05%), el año 2024 cerrará con 601.000 viviendas vendidas, el tercer mejor dato de ventas tras 2007 (se vendieron 775.300) y 2022 (650.265 viviendas) . Y  100.000 viviendas más vendidas que antes de la pandemia (505.467 en 2019).

¿Quién compra un piso en España con estos precios? Pues hay tres grupos claros de compradores. Uno, los inversores, empresas y ahorradores particulares que compran un piso para invertir y especular, para ponerlo en alquiler primero (inmobiliarias, Fondos de inversión o particulares) y luego venderlo con plusvalías. De hecho, la rentabilidad de la inversión inmobiliaria en España era del +7,2% en septiembre, más del doble de la rentabilidad de los bonos del Estado y de muchas acciones. Un dato que confirma el auge de estos compradores de viviendas (que no las compran para vivir) es que un 35% de las compras se están haciendo sin hipoteca, pagando al contado con fondos propios, según los datos del Colegio de Registradores.

Un 2º grupo de compradores de viviendas son los extranjeros: compraron el 14,90% de las viviendas vendidas en 2023, según los Registradores, un porcentaje mucho mayor en Baleares (32,5% de las compras totales), Comunidad Valenciana (28,45%, aunque hay provincias como Alicante donde son el 44% de los compradores), Canarias (27,25%, aunque suben al 35,7% en Tenerife)), Murcia (24,68%), Cataluña (16,79%) y Andalucía (14,31%, pero suben al 33,7% en Málaga). Este año, la mayoría de los compradores extranjeros siguen siendo los británicos (8,52%) y alemanes (6,43%), aunque han adelantado a los franceses (5,23%) los compradores marroquíes (5,46%), polacos (5,32%) e italianos (5,25%).

El tercer grupo de compradores son las familias que ya tienen una casa y se plantean venderla y comprar otra mejor (pagando la diferencia con ahorros o una hipoteca) o las familias jóvenes que piden una hipoteca ayudados por sus padres. El resto, la mayoría de la población que no tiene casa ni ayuda, es casi imposible que pueda pagar estos precios, salvo que consiga hipotecarse de por vida, forzados por unos alquileres imposibles.

Por todos ellos, la demanda de viviendas existe, aunque los precios estén por las nubes. La prueba no es sólo que se disparen las compraventas sino que las inmobiliarias alertan que tienen problemas para buscar piso a los que quieren comprar. De hecho, las ventas son cada vez más rápidas (antes se tardaba meses y ahora semanas y horas) y los pisos “vuelan”, sin que los compradores puedan “regatear” el precio final como antes. Incluso hay inmobiliarias que hablan de compradores que ofrecen al vendedor hasta un 10% extra para asegurarse el piso que quieren… Es la forma de pujar por lo escaso.

Todo apunta a que los precios de los pisos seguirán subiendo, empujados por la alta demanda, la baja oferta y la mayor presión por comprar (ahora que bajarán las hipotecas) en vez de alquilar, por los elevadísimos precios. Precisamente, los alquileres disparados son la mejor gasolina para la subida de los precios de las viviendas. El mecanismo es fácil de entender: cuanto más me cueste alquilar, más me pensaré comprar, sobre todo ahora que bajan los tipos. Claro que necesito 2 condiciones previas. Una, que los bancos me puedan dar una hipoteca, algo que depende de mi sueldo y tipo de contrato (si es precario, nada). Si paso este filtro y soy de los que pueden “optar” a una hipoteca, queda el 2º filtro: tener ahorrado o que mis padres me presten el 30% del valor del piso, porque la hipoteca sólo se concede por el 80% del valor de tasación y hay que tener un 30% para la entrada (20%) y gastos (10% para notaría, registro, impuestos y gastos iniciales).

Supongamos que podemos conseguir una hipoteca y alguien nos deja ese 30% (o lo ahorramos). Las cuentas están claras: en casi todos los casos, con los tipos actuales, compensa más comprar que alquilar. Vemos algunos ejemplos. Si el precio medio de una vivienda de 90m2 está en 198.810 euros (2.209 euros/m2), deberíamos pedir una hipoteca de 159.048 euros. A 25 años, con el Euribor más 1% (3,69% ahora), nos sale a pagar una mensualidad de 812 euros, una cuota inferior al alquiler medio en España, que es hoy de 1.179 euros. Si el piso está en Madrid, hay que pedir una hipoteca de 261.936 euros, que nos cuesta 1.338 euros al mes, menos que el alquiler medio de la capital (1.854 euros). En Barcelona, la cuota sería 1.690 euros frente a 2.079 euros de alquiler. En Valencia, 1.016 euros de hipoteca frente a 1.296 euros de alquiler. Y en Sevilla, 865 euros mensuales de hipoteca frente a 1.062 euros de alquiler.

Cuanto más bajen los tipos y las hipotecas y más suban los alquileres, más compensará comprar en vez de alquilar. Ojo: sólo si tenemos un trabajo “merecedor” de una hipoteca bancaria” y unos padres que nos presten el 30% del valor, para la entrada y gastos. Esta es la dinámica que seguirá haciendo subir los precios de los pisos, junto al interés de los inversores, Fondos y particulares por comprar para invertir, además del boom de extranjeros que buscan casa en España. Y a su vez, esta subida de los pisos animará a los propietarios a subir los alquileres, para obtener más por una inversión más costosa.

Hay que acabar con esta dinámica, con la “locura” de un mercado donde los precios disparados de compra y alquiler se retroalimentan. Para conseguirlo, el camino no es imponer unos controles de precios, que no se implantan o se evaden (con pisos turísticos, alquileres de temporada o ventas) sino construir más viviendas, aumentar drásticamente la oferta, para bajar precios (de pisos y alquileres). Y para ello, urge actuar en varios frentes. Por un lado, promover un Pacto político entre Gobierno, autonomías y ayuntamientos para conseguir suelo y financiación a los promotores públicos y privados. Hay suelo, pero hace falta catalogarlo y prepararlo para que sea urbanizable y esté a disposición de los promotores, a los que hay que reducir burocracia y plazos. Urge buscar financiación, pública (hay que territorializar el ICO y especializarlo más en la vivienda) y privada, arrastrando a los bancos ahora que no hay Cajas. Y hay que actuar sobre los costes de construcción, mejorar la disponibilidad de mano de obra y agilizar el proceso (se tardan 100 meses en una promoción y habría que reducirlo a 50). Y el Estado (central y periférico) debe gastar el doble en promover viviendas protegidas, directamente y con los promotores privados, para crear un parque de 1 millón de viviendas de VPO que ofrezca alquileres asumibles.

Hacen falta 250.000 nuevas viviendas al año para cobijar a las nuevas familias (120.000) y a los inmigrantes (330.000 nuevos al año). Se puede conseguir triplicar la construcción de viviendas si los organismos públicos se ponen a la tarea y facilitan suelo y financiación, agilizando las promociones privadas y públicas. Y creando un parque de viviendas VPO, para alquilarlas a las familias con menos ingresos. En paralelo, facilitar a los propietarios que alquilen más y a precios razonables, sin imposiciones, con incentivos fiscales y organismos que les ayuden a gestionar su alquiler. En definitiva, medidas para conseguir que haya más viviendas en el mercado, para compra y alquiler. Más oferta de pisos es la clave.

lunes, 25 de noviembre de 2024

Crecemos, pero mucha gente no lo nota

La Comisión Europea dice que España crecerá este año +3%, más que en 2023, el triple que Europa y más que EEUU. Pero la mayoría de la gente, según el CIS, cree que la economía está “mal o muy mal”. ¿Qué pasa? Básicamente, que la inflación se ha comido los ingresos de los españoles y ganan realmente menos que hace 15 años. Además, les agobia la vivienda (hipotecas y alquileres) y el deterioro de los servicios públicos: sanidad (12,4 millones pagan un seguro privado), educación (muchos gastos) y Dependencia (pagan a cuidadores). Y mientras, los salarios pierden peso y crecen los beneficios empresariales y la desigualdad. En definitiva, la economía “va bien”, pero muchos españoles no lo notan. Es lo que ha pasado en EEUU: Biden logró crecer mucho y crear empleo, pero las elecciones las ganó Trump. Hay que repartir mejor el crecimiento, con mayores subidas de salarios y mejoras en la vivienda y los servicios públicos, para que no ganen los populistas reaccionarios.

Hace muchos años, quizás desde 2004 a 2007, que la economía española no atravesaba una situación tan positiva como ahora, algo que reconocen hasta los economistas más críticos. Llevamos varios años creciendo más que Europa y la Comisión Europea ha anticipado que España crecerá este año un +3%, más que en 2023 (+2,7%), el triple que la UE-27 (+0,9%) y más que Alemania (-0,1%), Francia (+1,1%), Italia (+0,7%) e incluso EEUU (+2,7%). Y se han creado +1.856.100 empleos desde antes de la pandemia (+433.300 este año, hasta septiembre). La inflación está por debajo del 2% y es menor a la europea (1,8% frente a 2,3% en la UE-27 en octubre). El turismo volverá a batir este año un récord histórico de turistas (93 millones) y de ingresos (125.000 millones euros, el doble que en 2015). Las exportaciones están estancadas, pero crecen más que las europeas desde 2019. Aumentan las inversiones extranjeras, unos 30.000 millones de media, frente a 20.000 hace una década. Somos el país que ha recibido más Fondos europeos, 47.943 millones. Y este será el undécimo año con superávit de España con el exterior: generamos más divisas de las que necesitamos, lo que nunca pasó con el franquismo ni con la democracia hasta 2013.

En resumen, tenemos una economía más saneada y más solvente. Son datos, oficiales e indiscutibles. Pero la mayoría de los españoles no los ven y su percepción de la economía es muy negativa, según la ultima Encuesta del CIS (Barómetro de octubre): el 38,2% creen que la situación económica es “mala” y otro 20,8% la ven “muy mala”, siendo “buena” sólo para el 29,2% y “muy buena” para otro 2,2% (el resto no sabe o no contesta). Curiosamente, cuando esa Encuesta les pregunta por “su situación económica personal”, los mismos encuestados la ven muy positiva: el 58,1% la ven “buena” y el 3,5% la ven “muy buena”, mientras sólo el 20,2% la ven “mala” y el 6,3% “muy mala”. Una aparente contradicción que quizás se explica porque muchos de estos encuestados se han beneficiado de mejoras evidentes estos años: un empleo más estable, subida del salario mínimo (+54%), ingreso mínimo vital o ayudas públicas para bajar el recibo de la luz, los carburantes o los alimentos.

En cualquier caso, ¿por qué los datos económicos son buenos y la mayoría de españoles creen que la economía esta mal o muy mal?  La primera explicación podría estar en que el Gobierno Sánchez no ha sabido explicar sus logros, en medio de un barrizal político y mediático que no destaca los logros económicos y sí los múltiples  problemas políticos y sociales que aparecen cada día, para desgastar al Gobierno. Pero hay una explicación más de fondo: la inflación se ha comido estos años parte de los ingresos de la mayoría de los españoles (+40% ha subido la cesta de la compra y +50% la luz en los últimos 4 años), sobre todo los que viven de su trabajo, que ven cómo crecen los ingresos de los que ganan más y los millonarios, en paralelo a la pobreza y la desigualdad. Y esto crea una enorme frustración, no sólo contra un Gobierno como contra “un sistema” donde, a pesar de las crisis, los que antes vivían bien, ahora viven mejor. Y ellos no.

Pongamos datos a esta pérdida de poder adquisitivo de los españoles. En 2008, antes de la crisis, la renta media por persona era de 10.737 euros, según el INE, y con la crisis, cayó a 10.391 euros en 2014. A partir de ahí, empezó a recuperarse, hasta los 11.680 euros en 2019 y los 14.082 euros en 2023. Un aumento de ingresos del +31,15% desde 2008 a 2023. Pero en estos 15 años, la inflación ha subido un +33.9%, según el INE, con lo que hemos perdido poder adquisitivo, un -2,4%. Todos. Y si comparamos los ingresos de 2023 con los de antes de la pandemia, han aumentado un +20,56% y los precios un +17,9%, así que la mejora es sólo del +2,66% en estos 5 años. Como para no notarlo.

Veamos lo que ha pasado con los trabajadores, los que viven de un sueldo. El salario medio ha pasado de 19.850 euros en 2009 (el máximo, antes de la crisis financiera, desde los 13.279 del año 2.000) a los 23.981 euros en 2023, según los datos de la Agencia Tributaria. Una subida del +20,81% en estos 15 años, que se ha comido con creces la inflación acumulada, dado que el IPC ha subido estos años un +32,9%. Pérdida de poder adquisitivo: -12,09%. Y si nos centramos en los últimos años, tras la pandemia, se repite la pérdida: los sueldos en convenio han subido un +12,93% entre enero de 2020 y octubre de 2024, según Trabajo, mientras la subida acumulada de los precios ha sido del +19,1%. Resultado: pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores con convenio del -6,17% (sin convenio, más). Los pensionistas, sin embargo, han salido ganando estos años. La pensión media ha pasado de 11.369 euros en 2009 a 18.813 en 2023, según la Agencia Tributaria. Una subida del +65,4%, que duplica lo que subió la inflación esos años (+32,9%) y da una ganancia neta del +32,5%.

Mientras los ingresos “reales” (descontando la inflación) han bajado para la mayoría y los salarios actuales son muy bajos (4 de cada 100 trabajadores ganan menos de 2.000 euros brutos, unos 1.700 netos, según la EPA), hay gastos que se han disparado estos años, como la vivienda o la energía. En el caso de las familias que pagan una hipoteca (4 millones), han visto subir la cuota desde 2022, cuando el BCE inició las subidas de tipos (10 en 14 meses): de una media de 482 euros a principios de 2022 a un máximo de 819 euros en octubre de 2023, aunque luego estén bajando (675 ahora). Y se han disparado el coste de los pisos (de 150.000 euros un piso de 80 metros en 2019 a 180.000 en 2024) y, sobre todo, de los alquileres: el alquiler medio ha pasado de 10,4 euros/m2 en 2019 (936 euros una casa de 90 metros) a 13 euros/m2 en octubre de 2024 (1.030 euros, +30%), subiendo mucho más en las grandes ciudades.

Y otro problema para el bolsillo de los españoles estos años ha sido el deterioro de los servicios públicos, agobiados por los recortes del pasado y el aumento de población (+1.627.985 residentes entre enero de 2020 y septiembre 2024) y de necesidades. El problema más preocupante es la sanidad, con un aumento en las listas de espera (desde el médico de familia a especialistas y operaciones), lo que ha obligado a 12,4 millones de españoles a contratar un seguro médico privado, que este año sube un 10%. En la educación, las familias con hijos pagan más cada año, desde la guardería a los colegios concertados (y privados), por cuotas “voluntarias”, libros, extraescolares, uniformes, comedor o transporte. Y la Dependencia atiende sólo a una parte de los mayores y discapacitados (hay 310.000 dependientes en listas de espera), lo que obliga a muchas mujeres a trabajar a tiempo parcial (reduciendo sus ingresos) o a contratar cuidadores para ayudarles con hijos y padres.

Con este panorama, sueldos que suben menos que la inflación y gastos crecientes, no es extraño que casi la mitad de españoles (22 millones)  tengan problemas para llegar a fin de mes, según el INE. En 2023, un 46,4 % de los hogares (8.950.000) tenían dificultades para llegar a fin de mes, casi tantos como en 2019 (47,9%). De ellos, el 8,9% de hogares (1.716.374, donde viven 4,3 millones de personas) tenían “mucha dificultad” para llegar a fin de mes (un 9,4% de toda la población, frente al 6,8% en la UE-27). Otro 12,7% de hogares (2.450.000) tenían “dificultad” para llegar a fin de mes y otro 24,8% de hogares (4.782.000) tenían “cierta dificultad” para llegar a fin de mes. En total, el 48,8% de la población tiene mucha, mediana o alguna dificultad para llegar a fin de mes, según el INE.

Y lo peor: todavía tenemos muchospobres”, personas que ingresan menos del 60% que el conjunto de españoles (ganan  menos 916 euros al mes los solteros y menos de 1.923 euros los hogares con dos adultos y dos niños): eran 9,7 millones de personas en 2023, uno de cada cinco españoles (20,2%), un porcentaje que sitúa a España como el 6º país con más “pobres” (por ingresos) de Europa (72 millones de pobres, el 16,2% de europeos), sólo por detrás de Estonia y Letonia (22,5% pobres), Rumania (21,1%), Lituania (20,6%) y Bulgaria (20,65). Y España todavía tiene un alto índice de desigualdad: la renta del 20% más rico es 5,5 veces superior al 20% más pobre, un problema enquistado (5,6 veces en 2008). Y somos también el 6º país europeo con más desigualdad (la media UE-27 son 4,7 veces), sólo por detrás de Bulgaria (6,6), Lituania (6,3), Letonia (6,2), Rumanía (5,8) y Portugal (5,6).

España crece más que Europa desde 2021, pero uno de los motores es el aumento de población, sobre todo extranjera (la población total ha aumentado casi 3 millones desde 2007 a 2023). Por eso, nuestro crecimiento real per cápita es menor y ese es el dato que se traduce en mejora de rentas y nivel de vida. De hecho, el PIB per cápita (lo que produce cada español) ha pasado de 23.594 euros en 2007 a 30.810 euros en 2023. Un aumento productivo del +30,5%. Pero si se descuenta la inflación en estos años (+39,7%), el PIB por habitante real ha caído (-9,2%). Y eso explica el deterioro de la renta real y los salarios reales (descontando la inflación). Producimos más pero siendo más y con mucha inflación.

Esto se traduce en que España se distancia de la renta y del PIB por habitante europeo, que ha crecido más. Así, en 1986, cuando ingresamos en la CEE, el PIB por habitante de España (homogeneizando la inflación) era el 76% de la media europea. Fuimos mejorando y en el año 2.000 rozamos la media (98% del PIB por habitante UE), superándola por primera vez en 2002 y alcanzando un máximo en 2006 (nuestro PIB por habitante era el 105% del europeo). Pero llegó la crisis financiera y se desplomó, hasta el 96% en 2016 y un mínimo del 83% en 2020 y 2021, por la pandemia. Después ha mejorado algo: en 2023 teníamos el 88% del PIB por habitante de la UE-27, ocupando el lugar nº 16 en el ranking de productividad por habitante (aunque seamos el que más crece), detrás de Luxemburgo (239% de la media UE), Irlanda (211%), Dinamarca (127%), Paises Bajos (130%), Austria (123%), Bélgica (118%), Alemania (115%), Suecia (114%), Finlandia (108%), Malta (105%), Francia (101%), Italia (97% media UE), Chipre (95%), Chequia (91%) y Eslovenia (91%), según Eurostat.

¿Por qué somos menos productivos y tenemos menos renta que 15 paises europeos? Básicamente, hay dos causas de fondo: en España trabaja menos gente y trabajan peor, con menos eficacia y productividad (ver Blog).  Por eso seguimos lejos de la Europa rica y nuestras rentas y salarios no acaban de despegar. Pero hay otra razón: tras las dos crisis, los salarios se han frenado, mientras los beneficios empresariales se han recuperado y crecen año tras año. España crece, pero unos se benefician más que otros de este crecimiento, por sectores y grupos sociales. Es un crecimiento que se reparte de forma desigual. Y por eso, los salarios han perdido más trozo del pastel en el reparto de la renta: del 49,87 % en 2018  al 48,28% en 2023 (-1,59%), mientras los beneficios empresariales han pasado del 41,11% al 42,86% (+1,75%), perdiendo también  los impuestos (8,86% restante). Y eso pasa en toda Europa y EEUU: las grandes empresas ganan cada vez más y los más ricos también, mientras los ingresos de la mayoría se estancan y no llegan a fin de mes.

Esta es la cuestión que está detrás del auge de los populismos y la extrema derecha en muchos paises, al margen de la bonanza económica. Así, Biden logró que la economía USA creciera más que nunca y creara mucho empleo, bajando la inflación, pero muchos americanos “sentían” que no vivían mejor (con sus salarios reales también estancados, como en España) y votaron a Trump, que ganó las elecciones. Este es el riesgo que tenemos en España, donde la economía va bien, pero la gente no lo nota y el crecimiento se ha repartido de forma desigual. Urge tomar medidas para “aumentar el rendimiento social de nuestro crecimiento, lo que obliga al Gobierno a actuar en tres frentes: fomentar una mayor subida de salarios (promoviendo mejoras de productividad, con la modernización de la economía y una gestión empresarial más eficaz), mejorar el acceso a la vivienda (construyendo más viviendas y no “asustando” a los propietarios, para que alquilen más) y  reforzar los servicios públicos (sanidad, educación, Dependencia y servicios sociales), lo que exige recaudar más con una reforma fiscal de verdad (no los “parches” aprobados).

Si no se toman medidas para que los ciudadanos “noten” que se benefician de este  crecimiento récord, antes o después habrá elecciones y una mayoría de ciudadanos “castigará” al Gobierno (como sucede en medio mundo) y pondrá al frente a populistas y neoliberales que empeorarán las cosas. Porque lo que está en juego es cómo se reparte el crecimiento. Y hay posturas políticas que defienden realmente los intereses (e impuestos) de las minorías más ricas, aunque digan que defienden a la clase media y a la mayoría. No se dejen engañar.   

jueves, 21 de noviembre de 2024

Las exportaciones, estancadas

Al leer que este Blog va de exportaciones, muchas personas pensarán que no les interesa. Pero es un tema importante para los españoles, por tres razones: son el 2º motor de nuestro crecimiento, mantienen 4,6 millones de empleos y los paises más ricos son los que más exportan. Por eso, si las exportaciones españolas (y europeas) están “estancadas”, tenemos un problema. Sobre todo porque España lleva décadas abierta al exterior y exportamos 17 veces más que en 1986, cuando ingresamos en Europa. Eso nos permite tener superávit comercial con la UE , aunque tengamos déficit con el resto del mundo, por las compras de energía. Y tanto en 2022 como en 2023, un tercio del crecimiento  (y el empleo) de España fue gracias a las exportaciones. Ahora, una Europa estancada y la amenaza de aranceles en EEUU (más el proteccionismo y las guerras), amenazan nuestras exportaciones y el crecimiento futuro. Urge aprobar un Plan de estímulo a las exportaciones, porque nos jugamos el crecimiento, la competitividad y el empleo.

                            Enrique Ortega

Uno de los grandes cambios de la economía española en las últimas décadas ha sido la apertura al exterior. En 1986, España ingresa en la Comunidad Europea y a partir de ahí, las empresas extranjeras entran en España y nuestras empresas empiezan a vender fuera. Sobre todo, tras la crisis de 2008, cuando se desploma la demanda interna. Con ello, España pasa de exportar 22.933 millones de euros en 1986 (el 10% del PIB) a 159.889 millones en 2009 (15% del PIB) y 389.208 millones en 2023 (25,6% del PIB). Un salto tremendo: las exportaciones se han multiplicado casi por 17 en los últimos 37 años. Y España, que era un país cerrado al exterior, es hoy el 6º país que más exporta en Europa, sólo por detrás de Alemania (exportó 4 veces más: 1.574.602 millones de euros en 2023), Paises Bajos (866.610 millones exportados con menos de la mitad de población que España), Italia (625.949 millones), Francia (602.233 millones) y Bélgica (525.287 millones exportados).

Este “milagro exportador” de España ha sido constante y continuado en las últimas décadas, con las exportaciones creciendo año tras año, salvo en 2008 (por la crisis financiera) y en 2020 (por la pandemia), hasta alcanzar un máximo histórico en 2022 : 389.208 millones de euros. Y aunque las exportaciones “pincharon” ligeramente en 2023 (-1,4%, hasta 383.688 millones de euros), España es el país europeo donde más han crecido las exportaciones respecto a antes de la pandemia: +32,3% entre 2019 y 2023, frente al +27,9% en la UE-27, +30,4% en Italia, +20% en Francia y +17,6% en Alemania. Y fuera de la UE, las exportaciones crecieron también menos: +16,4% en Reino Unido, +22,9% en USA y +31,1% en Japón, superándonos sólo China (sus exportaciones crecieron +39,7% entre 2019 y 2023). Con ello, España superó la pandemia mejorando su cuota exportadora en  Europa: de suponer el 5,7% de las exportaciones europeas pasó al  5,9% en 2023.

Pero quizás lo más importante es que este “milagro” exportador ha ayudado mucho al crecimiento de la economía en los últimos años, sobre todo en las dos últimas crisis. Primero con la crisis de 2008: entre 2009 y 2013, la economía estuvo en recesión, con bajadas del PIB, pero habríamos caído mucho más si las exportaciones no hubieran crecido. Un ejemplo, el año 2009, el peor de esa crisis financiera: el PIB cayó un -3,6%, pero habría caído mucho más (y el empleo) si las exportaciones no hubieran aportado un +2,8% al crecimiento. Y las exportaciones volvieron a salvarnos en la pandemia: en 2020, las exportaciones cayeron menos que la economía (-2,2% frente al -10,9% que cayó el PIB). Y en la recuperación posterior han sido claves, aportando un tercio del crecimiento en 2022 (2,3% del 6,2% que creció el PIB) y en 2023 (1% del 2,7% que crecimos). Y en 2024, aportan una quinta parte del crecimiento (0,7% del 3,4% anual hasta septiembre).

Así que las exportaciones llevan décadas creciendo, ganando cuota de mercado en Europa y ayudando a que España crezca más que la mayoría de paises occidentales (3% creceremos este año, según Bruselas, y la cuarta parte lo aportarán las exportaciones). Por eso, preocupa que se hayan estancado en 2024, cayendo un -0,3% hasta septiembre, según los últimos datos publicados por Comercio (tras caer un -1,3% en todo 2023). Y eso, a pesar de que las exportaciones llevan creciendo tres meses seguidos (julio, agosto y septiembre, +4,6% el tercer trimestre) y también en el 2º trimestre (+4,5%) , pero todavía no se han recuperado del desplome en el primer trimestre (-9%). Una caída que se explica por el estancamiento económico de Europa y la recesión en Alemania (nuestro 2º cliente) y por el bajo crecimiento y el aumento del proteccionismo comercial en el resto del mundo.

En concreto, las exportaciones españolas a Europa han caído un -0,8% hasta septiembre, cayendo más las dirigidas a la UE (-1,1%) y sobre todo a Francia (-2,1%), nuestro primer cliente, a Alemania (-1%) y a Bélgica (-21,9%), creciendo sin embargo nuestras exportaciones a Paises Bajos (+1,4%) y a Portugal (+0,9%), también al Reino Unido (+5,5%). Pero la caída de exportaciones es mayor fuera de Europa: -2,1% cayeron nuestras ventas a América (-1,2% a USA), -3,1% las exportaciones a Latinoamérica y -4,9% a Oriente Medio. Eso sí, crecen las exportaciones a Asia (+1,2%), aunque caen las ventas a China (-0,7) y mejoran las ventas a Africa (+5%), por la reanudación del comercio con Argelia (+220% exportaciones). Y por productos, siguen creciendo las exportaciones españolas de alimentos (+7% hasta septiembre) y calzado (+6,8%), pero “han pinchado” las exportaciones de automóviles (-0,6%), medicamentos (-20,3%) y bienes de equipo (-0,6%).

Lo positivo es que las importaciones, las compras españolas en el extranjero (que crean riqueza y empleo fuera, no en España) también caen y más que las exportaciones (-1% hasta septiembre, hasta 313.896 millones de euros), porque España ha comprado mucho menos gas (-34,4%), carbón y electricidad (-34,6%), por el auge de las energías renovables, aunque sigue comprando más petróleo (+3,6%). Estas menores compras energéticas han conseguido que el déficit comercial (importaciones- exportaciones) se reduzca este año (-8,4%), hasta los -27.091 millones de euros, aunque el 82% de ese déficit sea por las compras de energía.

España consigue “tapar” sin problemas este déficit comercial, gracias a los ingresos por turismo y a otras exportaciones de servicios (no de mercancías) que hacen las empresas españolas, desde consultaría e ingeniería a servicios financieros, de transporte o tecnológicos en el extranjero. Así, en 2023, las exportaciones españolas de servicios batieron otro récord, con 183.095 millones de euros de ingresos (y 90.072 millones de pagos), menos de la mitad por ingresos turísticos (85.181 millones) y la mayoría (97.955 millones) por exportaciones de servicios prestados fuera de España (el 66,5% en Europa y el 22,7% en América, donde exportamos muchos más servicios que mercancías).

Con estos ingresos por turismo y servicios, España consigue tener superávit con el exterior desde 2013, algo inaudito en nuestra historia: de 1961 a 2012, España tuvo déficit con el exterior 45 de estos 52 años, lo que limitó extraordinariamente la capacidad de maniobra económica del franquismo y la democracia. Ahora, este histórico superávit con el exterior (ingresamos más divisas de las que pagamos) desde 2012 a 2023 (+36.600 millones de euros), que se repetirá en 2024 (+25.400 millones hasta junio), nos convierte en un país más solvente y más independiente, con más inversión extranjera y más capacidad para invertir sin endeudarse tanto en el exterior y poder reducir nuestra deuda externa : debemos 791.115 millones en 2023 (52,8% del PIB), frente a un billón de deuda en 2013 (96,2% del PIB). Más independencia y más solvencia económica gracias a todas las exportaciones, desde las mercancías al turismo y los servicios empresariales en el extranjero.

Como ha podido verse, las exportaciones son una cuestión económica clave, no sólo para crecer y ser un país solvente sino porque mantienen 4,6 millones de empleos en España. Por eso preocupa que se hayan estancado y que aunque este año “se salven”, caigan más en 2025, no ayudando o incluso restando crecimiento a la economía. Y eso porque Europa, donde se dirigen el 74% de todas las exportaciones de mercancías (y dos tercios de los servicios, así como la mayoría de turistas que nos visitan) apenas va a crecer en 2025, según la última previsión de la Comisión Europea: un +1,5% la UE-27 (tras un +0,9% en 2024), un +0,7% Alemania (tras 2 años en recesión), un +0,8% Francia (menos que el 1,1% de 2024) y +1% Italia (tras 0,7% este año). Y encima, Trump amenaza con poner un arancel del 10% a las exportaciones europeas (serían un 10% más caras), mientras China y muchos paises toman medidas proteccionistas que dificultarán nuestras exportaciones.

Las exportaciones españolas han aguantado bien hasta la fecha, creciendo más que las del resto de Europa, ayudadas por una inflación contenida (en España era del +1,7% anual en septiembre, frente al +2,1 en la UE-27 y el +1,8 en Alemania, aunque Francia tiene un +1,4% e Italia el +0,7%) y, sobre todo, por unos salarios que son de los más bajos de Europa: 18,2 euros por hora trabajada en 2023, un -24,2% menos que en la UE-27 (24 euros) y bastante menos que en Dinamarca (42 euros/hora), Bélgica (36,3), Irlanda (33,3), Paises Bajos (33), Alemania (31,6), Francia (28,7)o Italia (21,5), según Eurostat. O sea, que nuestra fortaleza, que nos permite ganar mercados, es intentar ser “la China de Europa” (bajos precios y salarios). Pero nuestras exportaciones tienen varias debilidades estructurales: un exceso de concentración, en destino (Europa), en origen (sólo 6 autonomías exportan de verdad y pocas empresas, la mayoría muy grandes) y en productos (mercancías de poco valor añadido).

El primer problema de fondo que tienen las exportaciones españolas es que están demasiado concentradas en Europa: allí van el 74% de las exportaciones, de ellas el 62,2% a la UE-27. Y además, en los últimos años, esta tendencia a exportar a Europa se ha agravado (en 2019 sólo exportábamos allí el 71,5%), aunque ahora exportamos más a paises europeos que no están en la UE. Lo más preocupante es que nuestras exportaciones a Asia suponen sólo el 7,7% del total (y ha bajado, porque en 2019 iban el 9% de las exportaciones), cuando esa zona concentra el 40% del comercio mundial. Y otro tanto pasa con las exportaciones a EEUU (estancadas en el 4,7% del total, ahora y antes de la pandemia) y a Latinoamérica (estancadas también en el 5,2% del total), mientras ha caído el peso de nuestras exportaciones a Oriente Medio (del 2,6 al 2,1%) y a Africa (del 6,5 al 5%).

Otro problema de fondo es el origen de estas exportaciones. Están concentradas en 6 autonomías y el resto apenas exportan: Cataluña (25,9% del total), Madrid (12,7%), Andalucía (10,6%), Comunidad Valenciana (9,9%), País Vasco y Galicia (8% cada una). Y eso ahora (74,9% de las exportaciones proceden de ellas) y en 2019 (74,3%). Y lo mismo pasa con las empresas: la exportación se concentra en 44.838 empresas (de casi 3 millones), que son las que venden fuera regularmente más de 50.000 euros anuales. Y ojo, las 1.000 empresas españolas que más exportan hacen el 66,3% de todas las exportaciones.

Un tercer problema es lo que exportamos. España se ha especializado en exportar alimentos (el 18,7% de nuestras exportaciones: somos “la despensa de Europa”), automóviles (el 13,8% de las exportaciones) y semimanufacturas (metales, hierro, papel y cerámica, un 9,9% más). Y por ello, exportamos pocos productos de alta tecnología, de alto valor añadido: un 6,8% del total, frente al 17,7% de las exportaciones europeas. Y hay otro problema más: mucho de lo que exportamos obliga antes a incorporar productos intermedios  importados, lo que agrava nuestro déficit comercial. A lo claro; que España, por sus bajos salarios y su posición geográfica, es un país ideal para producir, importando productos intermedios y exportando luego los productos finales, dentro de las cadenas internacionales de producción (un ejemplo es el automóvil). La consecuencia es que sólo una parte de las exportaciones españolas, el 75%, generan realmente “valor añadido doméstico”, frente al 77,4% de media en Europa y el 92% de las exportaciones en EEUU, según un estudio de la Fundación BBVA.

En definitiva, que aunque las exportaciones se hayan disparado en las últimas décadas, queda mucho por mejorar para que España tenga un sector exportador más potente, donde haya más empresas de todas las regiones exportando productos de más valor por todo el mundo. Un reto que es clave para conseguir una economía más competitiva, más eficiente y que mejore el nivel de vida de los españoles. Porque basta ver los países europeos donde las exportaciones tienen más peso (en % del PIB) para hacer la lista de los paises más ricos: Bélgica (exportaciones aportan el 88% del PIB), Paises Bajos (81%), Austria (43,80%), Alemania (38%), Suecia (34%), Irlanda (37,7%), Dinamarca (32%), Italia (29,43%) …, todos por delante de España (aportaron 25,6% del PIB en 2023).

Ahora que las exportaciones se han estancado y se enfrentan a un año 2025 comercialmente muy difícil, sería un buen momento para que el Gobierno propusiera un Plan de choque para reanimar las exportaciones, con medidas en varios frentes, que llevan años pidiendo los exportadores españoles: más oficinas comerciales y asistencia por el mundo, más viajes y misiones comerciales en paises emergentes, más ayudas a la internacionalización de las pymes, aumentar y mejorar la financiación pública a la exportación, facilitar la integración de empresas para ganar tamaño y vender fuera, mejorar la formación exportadora y aumentar las ayudas e incentivos fiscales a las empresas exportadores, que generalmente facturan e invierten más, tienen más tecnología e innovación y crean más empleo estable que las empresas no exportadoras. Hay que “mimar” las exportaciones, que nos salvan a todos.

lunes, 18 de noviembre de 2024

Videojuegos: el ocio de la mitad de españoles

Muchos creen que los videojuegos son “cosa de chavales”, pero hay 3.400 millones de jugadores en el mundo, con 36 años de media. Y en España, 31 millones de personas juegan a videojuegos, con 31 años de media  y 7,7 horas a la semana. Así se ha creado una industria que factura más que la música y el cine juntos, en el mundo y en España. Un negocio que crecerá en el futuro, con los móviles, las redes sociales y la realidad virtual, en medio de una “guerra” por este pastel entre Google, Facebook y los demás gigantes de Internet. El Gobierno europeo y el español apuestan por ayudas a esta industria, por tecnología, empleo y cultura, regalando incluso 200 euros a jóvenes que hacen los 18 años para que compren videojuegos. Pero preocupa el riesgo de adicción y los contenidos violentos para niños y adolescentes, aunque también se utilizan videojuegos para enseñanza, deporte, sanidad y empresas. Ojo a esta potente industria con millones de usuarios, porque no toda es “cultura”.

                           Enrique Ortega

Más de 4 de cada 10 habitantes del mundo consumen videojuegos: 3.422 millones de personas jugarán en 2024, según los datos de la consultora Newzoo. Su edad media es de 36 años y el 83,2% juegan a través del móvil, el 26,5% en ordenadores y sólo el 18,4% en consolas. Más de la mitad juegan en Asia-Pacífico (53%), seguidos de Oriente Medio y África (16%), Europa (13%), Latinoamérica (11%) y Norteamérica (75). Por paises, EEUU lidera el número de “videojugadores” (209,8 millones), seguido de lejos por Japón (77,1 millones), China (74,1 millones) y Corea del sur (34,1 millones). En Europa, Alemania lidera el ranking de jugadores (49,5 millones), seguida de Reino Unido (39,5), Francia (38,8), Italia (36,1) y España (31,7 millones de jugadores en todas las edades), según los datos de Newzoo, que coloca a nuestro país como el nº 13 en el ranking mundial de videojugadores.

La industria mundial de videojuegos facturará 187.700 millones de dólares (178.315 millones de euros) en 2024, según Newzoo, una cifra que supera la facturación conjunta del cine (48.000 millones de euros) y la música (53.000 millones de euros) y que la convierte en la 2ª industria de ocio en el mundo, sólo por detrás de la televisión (que factura más de 400.000 millones). La mitad lo facturan los videojuegos a través de los móviles (92.600 millones de dólares), seguidos de las consolas (51.900 millones) y ordenadores (43.200 millones). El mercado donde más facturan los videojuegos será este año China  (86.300 millones dólares), seguido de cerca por EEUU (71.320 millones) y, más lejos, Japón (25.600 millones), quedando a mucha distancia Corea (8.821 millones), Reino Unido (8.121) y Alemania (4.895 millones dólares). España ocupa el 10º lugar en el ranking de facturación por videojuegos: 1.479 millones de dólares estimados para 2024, según el Informe Spain Audiovisual, aunque es el tercer país con más crecimiento del negocio (+13,1%), tras China y USA.

Centrándonos en España, los videojuegos son también la principal industria del ocio y entretenimiento, según la SGAE, ya que facturaron realmente 2.339 millones de euros en 2023 (1.038 por ventas físicas y 1.301 millones por venta online), según la patronal AEVI, más que la facturación conjunta de la música (901 millones) y el cine (512 millones). Y también por delante de la facturación de la industria editorial (1.602 millones de euros), superando sólo a los videojuegos la TV y los vídeos (3.822 millones de facturación). En 2023 se vendieron en España 1.108.880 consolas y 6,4 millones de juegos para consolas, 67.297 juegos para ordenador y 3,1 millones de “accesorios” para jugar, según AEVI.

El dato de jugadores en España que da la industria del videojuego son 20,05 millones en 2023, menos que Newzoo (31,7 millones), porque se refieren a los que tienen entre 11 y 64 años. Otra estadística, la de CIMEC, cuantifica 21.795.866 jugadores en España entre los 14 y los 70 años. En cualquier caso, el estudio de AEVI indica que el 51% de los videojugadores son hombres (49% mujeres), de 31 años de edad media y de todas las edades: entre 6 y 11 años juegan el 79%, entre 11 y 24 años el 85%, entre 25 y 34 años el 82%, entre 35 y 44 años un 60% y sólo baja al 27% entre los mayores de 45 años. Y se juega más en zonas urbanas (53%) y en familias de clase media y media alta. La mayoría (el 70,8%) juegan todas las semanas, una media de 7,71 horas semanales, un tiempo de juego que es mayor que en Francia (7,4 horas) e Italia (6,5 horas) pero menor que en Reino Unido (juegan 10,8 horas semanales) y Alemania (10,4 horas).

En España había 524 empresas dedicadas a los videojuegos en 2023, con 7.106 empleados, según AEVI, que destaca una concentración del sector en Cataluña (133 empresas y 3.036 empleos), Madrid (118 empresas y 2.060 empleos), Andalucía (80 empresas y 612 empleos) y la Comunidad Valenciana (44 empresas y 367 empleos). España tiene la mitad de empresas de videojuegos que Francia (700) o Alemania (717) y menos empleados (8.000 en 2022 frente a 19.000 en Francia o 10.906 en Alemania), lo que hace que las empresas españolas facturen menos por empresa (2,9 millones de euros frente a más de 5 millones Francia y Alemania). Con todo, España destaca en innovación y tecnología, colocando juegos en los rankings mundiales de ventas y con una alta formación de los trabajadores del sector.

Una parte del negocio de los videojuegos donde destaca España son los e-Sports (competiciones de videojuegos, ligas donde compiten videojugadores en distintos juegos): esta parte del mercado crece más rápido en España que en el resto de Europa, por el gran interés de equipos deportivos de alto perfil, patrocinadores y audiencia, según este informe de la consultora PwC. De hecho, España es el  8º país del mundo con mayor audiencia de los eventos “e-Sports” (5,5 millones de seguidores), aunque este nuevo negocio sólo facture en España 44,7 millones (previsión 2024). Pero España destaca por su organización y estructura del negocio, con una potente plataforma organizativa (la Liga de Videojuegos Profesional, LVP, promovida por la productora Mediaset),  con más de 77 millones de espectadores, que organiza 100 eventos anuales en el mundo y el Festival Gamergy en Madrid.

Cara al futuro, los expertos de Newzoo auguran un fuerte crecimiento a la industria de los videojuegos: esperan que se alcancen 3.759 millones de jugadores en el mundo en 2027 (+9,8%) y que el sector facture entonces 213.300 millones de dólares(+13,8%), creciendo más el negocio que los jugadores, gracias al juego a través de plataformas de Internet y por la incorporación de jugadores a través del “metaverso” y la realidad virtual. De hecho, los videojuegos a través de la realidad virtual (principalmente con “gafas”) mueven ya 4.400 millones de dólares en el mundo, 70 millones de ellos en Francia, 90 en Reino Unido y 30 millones en España. Y además, la Inteligencia Artificial (IA) está abriendo nuevas vías a la generación de contenidos y va a revolucionar esta industria.

De momento, el mayor crecimiento de los videojuegos se está dando en plataformas que permiten jugar “en streaming” (acceso directo o diferido por Internet de un contenido sin descargarlo), con ingresos por suscripciones, publicidad o donaciones. Gigantes de Internet como Google (lanzó en 2019 su plataforma de videojuegos Stadia) o Facebook (compró en 2019 PlayGiga, empresa española de videojuegos en la nube) están empeñados en quedarse con una parte del pastel de los videojuegos online, un negocio donde también han entrado ya Microsoft, Amazon, Apple o Alibaba. En España, casi la mitad de los jugadores dedican tiempo a jugar en plataformas de streaming: la plataforma líder, según Statista, es Twich, que utilizan el 58% de estos usuarios de plataformas, seguida por YouTube Gaming (43% jugadores) y Facebook Gaming (21%). Estos jugadores de plataformas son mayoritariamente hombres, menores de 35 años y viven en ciudades.

Curiosamente, el Gobierno Sánchez apuesta desde hace años por la industria del videojuego en España, porque supone una apuesta por un sector innovador y tecnológico, exporta la mayor parte de su actividad, crea empleo joven y defiende el español (una lengua que hablan 600 millones de personas en el mundo). Por eso, cuando el Gobierno aprobó el Plan de Recuperación de España, en abril de 2021, dedicó un apartado (el Componente 25) a promover la industria de los videojuegos, con el objetivo de convertir a España en un gran “Hub audiovisual (nudo), un centro neurálgico que atraiga cerebros y capitales extranjeros a la industria audiovisual y los videojuegos, destinando 200 millones de los Fondos europeos. Para ello, el sector contará con 1.264 millones de ayudas públicas entre 2021 y 2025, sumando a los Fondos Next Generation otros Fondos europeos (FEDER y Europa Creativa)  y recursos propios del Presupuesto español (8 millones anuales).

Otra medida de apoyo público al sector de los videojuegos fue la aprobación, en marzo de 2022, del Bono cultural para jóvenes, 400 euros que reciben cada año los que cumplen los 18 años. De esa cantidad, la mitad pueden gastarla los jóvenes en videojuegos: 100 euros en videojuegos físicos y otros 100 en juegos online. En 2022, 281.577 jóvenes (la mitad de los que cumplieron ese año los 18 años) se beneficiaron del Bono cultural (y se supone que muchos compraron videojuegos, aunque no hay datos oficiales). Y tanto en 2023 como en 2024, algo más de 500.000 jóvenes se pueden beneficiar cada año de esta ayuda y gastarse hasta 200 euros de lo que reciben en videojuegos…

La tercera medida importante de apoyo a esta industria la tomó el Gobierno español en noviembre de 2023, al promover (dentro de la Presidencia española de la UE) un Consejo Europeo que acordóproteger la dimensión cultural y creativa del sector de los videojuegos”, pidiendo a los Estados miembros que ayuden a las empresas europeas a crecer, innovar y financiarse, fomentando las coproducciones europeas, apoyando la cooperación con otras industrias culturales y promoviendo la competitividad de las pymes de videojuegos. En definitiva, que ya no es España sino los 27 paises UE quienes apuestan por ayudar a este sector como una de las industrias europeas con futuro en el mundo.

El sector de los videojuegos ha crecido mucho y tiene futuro, pero debe afrontar una serie de retos pendientes. Uno evidente y difícil, la lucha contra la piratería: el 15% de los jugadores accede a videojuegos de forma ilegal, tanto juegos online (15%) como en formato físico (26%), según el Observatorio de la Piratería. Cada año se piratean 308 millones de contenidos (videojuegos) y es el 2º sector con más pirateo (tras la música), con unas pérdidas de 9.117 millones de euros (y 154 millones que venderían más si no hubiera piratería). El otro gran problema del sector es conseguir financiación privada, mientras piden que junto a las ayudas públicas se aprueben incentivos fiscales a las empresas. Y más ayudas a la internacionalización, otro gran reto del sector, junto al aumento de tamaño de las empresas (sólo el 5% tienen más de 50 empleados).  De momento, no se quejan de falta de personal cualificado, porque muchas empresas y Universidades han multiplicado los Master y estudios en videojuegos (incluso hay 2 cursos en FP), con gran acogida entre los jóvenes por su alta "empleabilidad".

También el conjunto de la sociedad tiene que afrontar dos problemas que suponen el auge de los videojuegos. Uno, el riesgo de “adicción”, sobre todo entre niños y adolescentes. De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) decidió en junio de 2018 incluir la adicción a los videojuegos en la nueva Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11), una lista que entró en vigor en enero de 2022. Antes, en febrero de 2018, el Gobierno Rajoy incluyó a los videojuegos y al juego como “adicciones”. Y los expertos estiman que un 2% de los usuarios de videojuegos acaban siendo “adictos”.

Una cuestión que preocupa especialmente es que algunos videojuegos incluyen “cajas botín, para obtener “recompensas” y avances en el juego a cambio de dinero. Y se ha detectado que el 24% de los jugadores menores (de 15 a 17 años) las utilizan. Preocupa que estos videojuegos sean “una entrada al juego por la puerta de atrás ”, por lo que el Parlamento Europeo aprobó en 2023 una Resolución que insta a Bruselas a legislar para prohibirlas. En España, el Gobierno Sánchez aprobó en julio de 2022 un anteproyecto de Ley para regular las cajas botín en los videojuegos, que no se aprobó por el final de la anterior Legislatura. Y aún no se ha vuelto a aprobar ni a enviar al Congreso.

El otro problema de los videojuegos son los contenidos: muchos son excesivamente violentos y mantienen ciertos sesgos machistas o racistas. De hecho, el género “de acción” es el más vendido (1,7 millones de juegos, el 26,7% del total) y 317.772 ( el 5%) fueron “de disparos”(FPS) y otros 153.959 “de lucha”, siendo otros 645.335 (10%) “juegos de rol” (fantasía, terror, magia y ciencia ficción). Las empresas insisten en que “cuidan los contenidos”, pero las advertencias que les obligan a incluir , por la clasificación PEGUI (“violencia”, “lenguaje soez”, “drogas”, “juego”, “miedo” o “discriminación”…) dan miedo. Y muchos padres no lo controlan ni saben a lo que juegan sus hijos. Eso sí, los videojuegos pueden ayudar mucho a los educadores, a la cultura, a la sanidad, al deporte y a las empresas. Son los llamados “serious games”, pero suponen una parte marginal del negocio: sólo son el 14% de las ventas y trabajan en ellos 1 de cada 5 estudios.

En resumen, estamos ante un negocio creciente e imparable, los videojuegos y e-Sports, que siguen el 41% de habitantes del Planeta y más de la mitad de los españoles. E irá a más, con Internet, las redes sociales, el “metaverso” y la realidad virtual. La duda es si los Gobiernos deben apoyar esta industria, por su tecnología y empleo, dado que existen los riesgos de que fomenten la adicción en niños y jóvenes y promueva contenidos violentos y poco edificantes.  Y tengo mis dudas de que sea una industria “cultural”, a la que hay que apoyar como al cine, la música, los libros, el teatro o la danza. Es algo discutible al menos, aunque a millones de españoles les gusten los videojuegos.

jueves, 14 de noviembre de 2024

El gasto público nos ha salvado

Todo el mundo ha visto que hay 2 formas de afrontar una crisis. Una, la que se aplicó en 2008: hacer recortes, provocando recesión y pérdida de empleos, sobre todo en el sur de Europa. Y la otra, gastar más, reanimar la economía y crear empleo, como han hecho Europa y España ante la COVID, la crisis energética y la hiperinflación. Los datos lo corroboran: más de la mitad del crecimiento de España entre 2019 y 2024 ha sido por el gasto público, el principal motor de nuestra economía, muy por delante del consumo, las exportaciones y la inversión. Es bueno saberlo ahora que los “populistas neoliberales” atacan al Estado en EEUU (Trump) y en media Europa, planteando recortes en Italia, Francia y Alemania (rompiendo el Gobierno). En España, ya hay expertos que hablan de gasto público “desbocado. Ojo a estos “anti-Estado”, porque la DANA nos recuerda que, cuando vienen mal dadas, sólo el del gasto público y nuestros impuestos nos salvan. Como en la última crisis.

                            Enrique Ortega 

En los últimos 15 años, España y el mundo hemos asistido a 2 grandes crisis, que los políticos y economistas han afrontado de dos maneras diferentes. Ante la crisis financiera y de deuda (2008-2013), los principales Gobiernos y en especial Europa, se acogieron a la receta de recortar el gasto público en todo y abandonar la inversión del Estado, mientras en paralelo ayudaban a los bancos y entidades causantes de la crisis. Estos recortes “drásticos”, auspiciados en Europa por la alemana Merkel y los paises ricos del centro y norte, recayeron sobre todo en la Europa del sur, provocando una profunda recesión, que se cobró millones de empleos (en España se perdieron -3.572.700 empleos entre 2007 y 2013). Y la recuperación posterior (entre 2014 y 2019) fue lenta y débil.

En 2020 estalló la crisis desatada por el COVID y tanto Merkel como los demás dirigentes europeos optaron por otra vía de salida, en la antípodas de los viejos recortes: aprobar un Plan de recuperación para Europa, autorizando un fuerte gasto e inversión (806.900 millones) en el continente, mantenido después por la guerra de Ucrania, la crisis de la energía (gas y electricidad) y la hiperinflación. Y Europa recuperó en un año el crecimiento y el empleo (en la anterior crisis habíamos sufrido 5 años de recesión), sobre todo España, donde se han creado +1.856.100 nuevos empleos en esta crisis, entre 2019 y 2024 (septiembre).

Dos recetas económicas frente a la crisis, una dolorosa e inútil y otra positiva y eficaz (y “antigua”: ya la puso en marcha el presidente Roosevelt, con el New Deal, entre 1933 y 1938, para sacar a EEUU y al mundo de la gran Recesión de 1929-31). Y para los que duden de sus “bondades”, veamos el efecto que ha tenido esta vieja política “keynesiana”, de reanimar la economía a base de gasto público, en España, entre 2020 y 2024. El motor de nuestro fuerte crecimiento (mayor que en la UE-27) ha sido el consumo público: ha aportado más de la mitad del crecimiento real de la economía española (el 59%) entre diciembre de 2019 y septiembre de 2024, según este estudio del profesor Manuel Hidalgo, a partir de los datos del INE. Las exportaciones han sido el 2º motor del crecimiento (aportaron el 19% del total), el consumo privado el 3º (13% del crecimiento) y el resto lo ha aportado la inversión (7%).

En toda Europa, el consumo público (gasto administraciones públicas)  ha sido el principal motor del crecimiento estos años posteriores a la pandemia. Pero en España, su papel ha sido más decisivo. Este análisis de Funcas revela que, entre 2020 y 2023, la economía española creció algo más que la europea (porque en 2020 cayó más con la COVID), un +3,6% frente al +3,5%. Pero en España, casi el 70 de lo que crecimos esos 4 años fue por el consumo público (69,44%), mientras en la eurozona sólo aportó algo menos de la mitad del crecimiento (48,57%). Eso significa que, aunque España gastó en esta crisis menos en ayudas públicas que Alemania o Francia, este “tirón” del Estado en España  fue comparativamente más importante en el crecimiento final y el empleo. Mientras, en Europa ayudó más al crecimiento el empujón del consumo privado (25,7% del crecimiento en la zona euro y sólo el 8,3% en España) y las exportaciones (25,7% frente al 13,88% en España), siendo casi nula la ayuda de la inversión, que aportó poco (el 2,8%) al crecimiento, en Europa y en España.

¿Qué tipo de gasto público es el que nos ha hecho crecer estos años? Básicamente, el consumo público hecho en sanidad (medidas anti-COVID , vacunas y refuerzo de personal), gasto educativo, ayudas para compensar la subida de la energía y otras transferencias, según el análisis del profesor Hidalgo. Y detalla que casi dos tercios de este gasto público (entre 2019 y 2023) lo han hecho las autonomías, especialmente las más grandes (el gasto público de Cataluña, Andalucía, Madrid y la Comunidad Valenciana ha aportado más de un tercio de todo el crecimiento generado en los últimos 4 años), seguidas de los Ayuntamientos (aportaron el 21%) y el que menos el Estado central  (su gasto directo, al transferir la mayoría, ha aportado sólo el 16,5% del PIB total).

En lo que llevamos de 2024, se mantiene la tendencia del alto crecimiento y los motores que “tiran” del PIB. Así, en el tercer trimestre, la economía española creció +0,8%, lo que indica que crecemos a un ritmo del +3,4% anual, según el INE (más que el +2,7% de todo 2023). Y de nuevo, en el tercer trimestre, el gasto público (consumo público) es lo que más crece (+2,2% sobre el trimestre anterior y +4,7% anual), lo que más “tira” de la economía, por encima del consumo privado de las familias (+1,4% trimestral y +3,3% anual) y las exportaciones (+0,9% trimestral y +5,1% anual), mientras cae la inversión (-0,9% trimestral). Y todo apunta a que en el 4º trimestre, con las ayudas públicas por la DANA en Valencia, Castilla la Mancha y Andalucía, el gasto público volverá a crecer y será el principal motor del crecimiento también en 2024, un año en que podemos crecer el +3% (frente al 0,8% la zona euro).

Ante estos datos, algunos expertos y políticos (“ortodoxos” y “neoliberales”) ya han disparado las alarmas y hablan de un gasto público “desbocado”. Lo que no dicen es que gracias a esta política “contracíclica”, a afrontar con más gasto la crisis del COVID, la energía y la hiperinflación, la economía española (y europea) sólo cayó un año y lleva creciendo casi 4 años (mucho España y poco Europa, según Eurostat), creando 1,85 millones de empleos en nuestro país  y ayudando a las familias a sobrellevar esta última crisis.

Ahora, estos mismos economistas y políticos defienden que el Gobierno tiene que “gastar menos”, porque el gasto actual es “inasumible” e “insano” (para su ideología de “cuanto menos gasto público mejor”). Por un lado, hay que decir que el Gobierno Sánchez ha enviado un Plan fiscal a Bruselas en el que contempla un menor gasto público en 2025, porque se ha comprometido con la Comisión Europea a seguir rebajando el déficit público el año que viene (del -3,6% del PIB en 2023 y el -3% con que espera cerrar 2024 a un déficit del -2,5% en 2025). Y como se espera un menor crecimiento el año próximo (+2,4%), también habrá menos recaudación fiscal, lo que obligará a gastar menos, salvo catástrofes.

Este menor gasto público en 2025 hará que las administraciones públicas ya no “empujen” tanto el crecimiento, con lo que deberían “tirar más” de la economía los otros motores. El principal motor del crecimiento es el consumo de las familias, pero se ha retraído en los últimos años, tras el rejonazo de la inflación disparada, porque la gente ha empezado a pensar en “ahorrar más y gastar menos” por si vuelve a haber otra crisis. De hecho, el ahorro de las familias españolas está en una tasa anormalmente elevada (21,2% de su renta, más del triple que entre 2015 y 2019), algo que también pasa en el resto de Europa. El otro motor clave del crecimiento, las exportaciones, han ayudado mucho estos años, pero no lo harán tanto en 2025, porque Europa (nuestro primer cliente) apenas crece y por el riesgo de un mayor proteccionismo comercial en el mundo con Trump. Y el 4º motor del crecimiento, la inversión, apenas crece: aumenta la inversión pública y los Fondos europeos pero sigue “gripada” la inversión privada, todavía un 10% por debajo que antes de la pandemia.

Así que mientras los economistas ortodoxos y “neoliberales” se rasgan las vestiduras por el exceso de gasto público, en España y en Europa, no queda claro que el consumo, las exportaciones y la inversión vayan a “tomar el relevo” y mantener un alto crecimiento, necesario en Europa e imprescindible en España (para recortar el paro y la brecha de riqueza con Europa). Además, estos expertos esconden un dato clave: España tiene un gasto público muy inferior al del resto de Europa, por lo que necesitamos gastar más que ellos (en casi todo) para aproximarnos a su Estado del Bienestar. Así, en 2023, el gasto público en España fue el 46,4% del PIB, frente al 49,4% de media en la UE-27, el 57,3% en Francia o el 48,6% en Alemania, según la Comisión Europea. Y esto lleva pasando décadas, con el franquismo y luego con la democracia: entre 2015 y 2019, España gastó el 42,4% del PIB frente al 47,2% de la UE-27, el 56,8% en Francia o el 47,5% en Alemania. Esto significa, a lo claro, que, en 2023, si España hubiese gastado como la media europea, el gasto público debería haber sido 45.000 millones más. Y si gastáramos como los franceses, +163.000 millones más al año. Serían  +33.000 millones de gasto público si gastáramos como los alemanes. 

Y tenemos menos gasto público que la mayoría de Europa porque también ingresamos menos que la mayoría de paises: en 2023, España recaudó el 42,8% del PIB, frente al 45,9% del PIB la UE-27, el 46,1% de Alemania y el 51,9% de Francia. A lo claro: recaudamos 46.500 millones menos al año que la media de paises europeos, 49.500 millones menos que si fuéramos alemanes y 136.000 millones menos que si fuéramos franceses. Por eso, estamos condenados a gastar menos que la mayoría de europeos mientras no recaudemos más. La Comisión Europea ha exigido a España que apruebe una reforma fiscal este año (dentro de las reformas vinculadas a la entrega de Fondos europeos), porque no tiene sentido que pidamos dinero europeo y recaudemos menos. Los expertos fiscales elaboraron en 2022 un Informe donde proponían cambios en el impuesto de sociedades (grandes empresas y multinacionales), el IVA , el IRPF, los impuestos al capital y los impuestos verdes. Pero el Gobierno es incapaz de pactar una mínima reforma fiscal con sus socios de Gobierno y tanto PP como Vox no se salen de la cantinela de que “hay que bajar impuestos”.

En medio de este panorama, de un crecimiento asentado en el gasto público y que ahora está “en el aire” por la exigencia de rebajar el déficit y la deuda, el mundo ha entrado en una nueva etapa política, donde crecen los “populistas anti-Estado, que defienden reducir el gasto público y recortar la Administración. Estas teorías políticas y económicas (que surgieron en los años 80 del siglo pasado, con Thatcher y Reagan) parecían desaparecidas tras la última crisis, cuando la COVID, la energía y la hiperinflación llevó a todos los Gobiernos a gastar más. Pero se anuncia un “cambio de signo político”: avanzan los que quieren recortar el Estado y el gasto público, con bajada de impuestos.

Trump ha basado su victoria en las elecciones USA en recortar al máximo el Estado y la Administración Federal, proponiendo al multimillonario Elon Musk (Twitter-X) al frente de un Departamento de Eficiencia Gubernamental que podría recortar funcionarios y gasto público (2 billones de dólares), lo que reduciría el PIB y afectaría a los norteamericanos más vulnerables, mientras baja los impuestos y quita regulación a los más ricos. Y en paralelo, en Europa, el avance de la derecha y la ultraderecha en las últimas elecciones (16 de los 26 comisarios, más la presidenta Von der Leyen) está dando más voz a los que defienden un menor gasto público europeo. Precisamente ahora, cuando el informe Draghi ha señalado que para conseguir una mayor competitividad frente a USA y China, la UE tendría que aprobar un nuevo Plan Marshall y gastar 800.000 millones de euros al año

La derecha europea no está por la labor de repetir un Plan de recuperación como hizo tras el COVID (140.000 millones en ayudas y créditos hasta 800.000 millones de gasto entre 2021 y 2026). Y la mayor prueba es que los liberales alemanes han roto el Gobierno de coalición con socialdemócratas y verdes (habrá elecciones el 23 de febrero), porque querían hacer recortes (y bajar impuestos) en el Presupuesto para 2025. En Francia, el nuevo gobierno (más conservador, bajo la presidencia de Macron) plantea unos recortes de 40.000 millones de euros para 2025. Y en Italia, el Gobierno Meloni ha recortado un 5% el gasto de todos los Ministerios (salvo Sanidad) para 2025. Así que “pintan bastos” para el gasto público.

En definitiva, que en un momento donde la DANA en Valencia ha dejado claro la enorme importancia del Estado y el gasto público (se han aprobado ayudas por 14.373 millones de euros), surge una ola de recortes por el mundo, desde EEUU a Europa, que pone en cuestión el Estado, el gasto y los servicios públicos, con un avance de los ideólogos del “populismo neoliberal, que pretenden reducir al máximo el papel del Estado y los servicios públicos, agravando las desigualdades. Se trata, otra vez, como en los años 80 y 90 del siglo pasado, de una “ola económica conservadora”, que pone en cuestión lo público y defiende recortes generalizados. Un “neoliberalismo insano”, que no sólo es “socialmente injusto” sino también “económicamente peligroso”. Porque estos recortes frenarían el crecimiento y el empleo. Ya lo vimos con la crisis financiera. Y ahora sabemos que, en esta última crisis, el gasto público y el Estado nos han salvado. No lo olvidemos.