Los precios de la vivienda no dejan de subir desde hace una década. En el 2º trimestre de 2024, el precio de compraventa de una vivienda subió en España un +7,8% anual, la mayor subida desde 2022, según el INE. Eso es la subida media, porque la vivienda nueva (de la que menos hay) subió un +11,2% anual, la mayor subida desde los años 2.007 y 2008. Y la vivienda usada, la que más se vende, subió un +7,3%, otro récord. Una subida que cuadriplica la inflación anual (+1,8%) y duplica con creces la subida de sueldos este año (+3,06%). Además, los precios de la vivienda suben más en España que en la mayoría de Europa, según Eurostat: +7,9% en el 2º trimestre, frente al +2,9% en la UE-27, +2,9% en Italia y una caída del -4,6% en Francia o del -2,6% en Alemania (“resaca” tras años de subidas).
jueves, 28 de noviembre de 2024
Comprar piso a cualquier precio
El precio de la vivienda se ha puesto por las nubes: más
de 200.000 euros un piso de 90 metros y entre 385.000 y 470.000 en
Madrid o Barcelona. En el último año, los pisos en venta subieron un +7,8%,
acumulando una subida del +50% desde 2014, el doble que la inflación y
los sueldos. A pesar de estos precios, las ventas se han disparado, por compras
de inversores, extranjeros y familias
que pueden hipotecarse. De hecho, los pisos en venta “vuelan” en días y los
compradores “no regatean” e incluso “pujan”, pagando más por la poca
oferta disponible. El problema es que faltan pisos, porque ha caído el
stock y apenas se construye: 80.000 viviendas en 2023, 7 veces menos
que en 2008. Ahora, con los alquileres disparados, habrá más familias (e
inversores) que compren piso, con la bajada de tipos. Y la
vivienda seguirá subiendo de precio. Urge construir más, para alquiler y
compra, porque si no, los precios serán imposibles para la mayoría. Enrique Ortega
Los precios de la vivienda no dejan de subir desde hace una década. En el 2º trimestre de 2024, el precio de compraventa de una vivienda subió en España un +7,8% anual, la mayor subida desde 2022, según el INE. Eso es la subida media, porque la vivienda nueva (de la que menos hay) subió un +11,2% anual, la mayor subida desde los años 2.007 y 2008. Y la vivienda usada, la que más se vende, subió un +7,3%, otro récord. Una subida que cuadriplica la inflación anual (+1,8%) y duplica con creces la subida de sueldos este año (+3,06%). Además, los precios de la vivienda suben más en España que en la mayoría de Europa, según Eurostat: +7,9% en el 2º trimestre, frente al +2,9% en la UE-27, +2,9% en Italia y una caída del -4,6% en Francia o del -2,6% en Alemania (“resaca” tras años de subidas).
El problema es que este aumento de precios de la vivienda
“llueve sobre mojado”: la subida acumulada ha sido del +43,8% entre
2014 y 2023, según el
INE, superando ya el desplome de precios sufrido tras el estallido de la
burbuja inmobiliaria, cuando cayó un -41,9% entre 2008 y 2013. Otra vez, la
vivienda nueva ha subido más en la última década, un +58,7%
(frente al -30,5% que cayó con la crisis), mientras se ha encarecido menos la vivienda
usada, un +41,2· (frente a una mayor caída antes, del -51,3%). Ahora se
espera otra subida en esta segunda mitad de 2024, más del 7%, con lo que la
vivienda subirá un +50% entre 2014 y 2023.
Con estas subidas, el precio medio de una vivienda
en España estaba en septiembre en 1.921 euros/m2, según
el Ministerio de la Vivienda, lo que supone 458 euros más (+31,3%) que el
precio mínimo de 2014 (1.463 euros) y el precio más alto de la vivienda en
España desde hace 15 años (1.958 costaba al principio de 2009). Eso supone
que comprar un piso de 90m2 cuesta ahora unos 173.000 euros, 41.000
euros más que hace una década. Pero ese es el precio medio: una vivienda
nueva (con menos de 5 años) costaba 2.255 euros/m2 (unos 203.000
euros) y una usada, 1.911 euros (172.000 euros).
Estos precios que publica la Administración son similares a los que
publica la Sociedad de Tasación, que cifra en 1.903 euros/m2 el
precio medio de la vivienda en septiembre, aunque baja el precio de la
vivienda usada (1.887 euros en junio) y sube más el precio medio de
las viviendas nuevas: 2.930 euros/m2 en junio, lo que supone
263.700 euros de coste un piso de 90 m2. Y refleja enormes diferencias según
las ciudades. Así, una
vivienda nueva en Barcelona cuesta 5.262 euros/m2 (473.000
euros por una casa de 90m2) , 4.493 euros/m2 en Madrid (404.370 euros
por 90m2) , 4.378 en San Sebastián y 3.025 euros/m2 en Bilbao,
mientras cuesta la tercera parte o menos en Ciudad Real (1.314 euros/m2:
118.260 euros un piso de 90m2), Cáceres (1.327) o Badajoz (1.337 €/m2).
Una tercera estadística, la
del Colegio de Registradores, da un coste promedio de la vivienda algo
mayor, 2.114 euros/m2 en septiembre de 2024, subiendo el precio de la
vivienda usada (hasta 2.080 euros/m2) y alineando el precio de la vivienda
nueva con el del Ministerio (2.254 euros/m2). Sus datos reiteran también la
gran diferencia de precios entre autonomías y capitales: por
encima de los 3.000 euros/m2 de media están San Sebastián (5.613 euros/m2:
505.170 euros “de media” por una casa de 90 m2…), Barcelona (4.466 euros
de media, aunque la vivienda nueva cuesta 5.200 euros/m2), Madrid (4.327
euros de media: 390.000 euros por un piso de 90m2 y mucho más si es
nuevo), Palma (3.558 euros de media), Bilbao (3.017 euros/m2) y “casi” Málaga
(2.917 euros/m2). Y lo más llamativo: el 49% de las ventas registradas
son pisos de menos de 90 metros cuadrados…
Estos precios tan elevados por una vivienda se deben
a la escasez de viviendas en el mercado, debido a la caída del “stock”
de viviendas usadas y a la baja
construcción de nuevas viviendas. Por un lado, el stock disponible ha bajado
drásticamente, desde 649.780 viviendas que había en 2009 a las 447.691
viviendas disponibles en 2023, según
el Ministerio de Transportes. Y además, en la mayoría de provincias, el
stock sobre el total de viviendas es bajo (1,66% de media en España), siendo
mayor en las ciudades y provincias con más problemas: Madrid, Barcelona,
Toledo, Sevilla, Tenerife y litoral mediterráneo, aunque en la mayoría tienen
un stock bajo, salvo Madrid (11,4% del parque) y Barcelona (10,86%).
El problema mayor, que explica la escasez de viviendas a la
venta, es que se ha desplomado la construcción de nuevas viviendas, desde
2009 y sobre todo desde 2014. Así, frente a un máximo de 597.632 viviendas “libres”
(sin ayudas públicas) construidas en 2006, se bajó a 356.555 en 2009, a
121.043 en 2011 y a un mínimo de 35.382 viviendas construidas en 2014. Y
a partir de ahí, apenas creció la construcción, alcanzando las 58.853 viviendas
terminadas en 2018, las 84.091 en 2021 y las 80.473 viviendas libres
construidas en 2023, 7 veces menos que en los años del “boom inmobiliario”,
según
los datos de Vivienda. Y este año 2024, se han terminado 41.853
viviendas hasta junio (+2,1% que en 2023). Y peor es la construcción de
viviendas “protegidas” (VPO): sólo se terminaron 8.847
en 2023 (3.311 en la primera mitad de 2024), frente a 68.587 en 2008.
Así que no hay viviendas para vender y por eso los
precios se disparan, sobre todo porque la demanda crece, aumentan
los que buscan piso y las compraventas. Las 10 subidas de tipos del BCE (entre 2022 y 2023)
retrajeron las compras, junto a los altísimos precios, pero ahora, con las
bajas aprobadas (junio, septiembre y octubre 2024) y las anunciadas, las compras se han
disparado: 61.887 en septiembre, un
+41,5% anual y la mayor cifra de ventas mensual desde 2007. Con ello, se
han vendido ya 467.865 viviendas en 9 meses y de continuar la tendencia
(+3,05%), el año 2024 cerrará con 601.000 viviendas vendidas, el tercer mejor dato de
ventas tras 2007 (se vendieron 775.300) y 2022 (650.265 viviendas) . Y 100.000 viviendas más vendidas que antes de la
pandemia (505.467 en 2019).
¿Quién compra un piso en España con estos precios? Pues
hay tres grupos claros de compradores. Uno, los inversores,
empresas y ahorradores particulares que compran un piso para invertir y
especular, para ponerlo en alquiler primero (inmobiliarias, Fondos de inversión
o particulares) y luego venderlo con plusvalías. De hecho, la
rentabilidad de la inversión inmobiliaria en España era del +7,2% en
septiembre, más del doble de la rentabilidad de los bonos del Estado y de
muchas acciones. Un dato que confirma el auge de estos compradores de viviendas
(que no las compran para vivir) es que un
35% de las compras se están haciendo sin hipoteca, pagando al contado
con fondos propios, según los datos del Colegio de Registradores.
Un 2º grupo de compradores de viviendas son los
extranjeros: compraron el 14,90% de las viviendas vendidas en 2023, según
los Registradores, un porcentaje mucho mayor en Baleares (32,5%
de las compras totales), Comunidad Valenciana (28,45%, aunque hay provincias
como Alicante donde son el 44% de los compradores), Canarias (27,25%, aunque
suben al 35,7% en Tenerife)), Murcia (24,68%), Cataluña (16,79%) y Andalucía
(14,31%, pero suben al 33,7% en Málaga). Este año, la mayoría de los
compradores extranjeros siguen siendo los británicos (8,52%) y alemanes
(6,43%), aunque han adelantado a los franceses (5,23%) los compradores marroquíes
(5,46%), polacos (5,32%) e italianos (5,25%).
El tercer grupo de compradores son las familias que
ya tienen una casa y se plantean venderla y comprar otra mejor (pagando la
diferencia con ahorros o una hipoteca) o las familias jóvenes que piden una
hipoteca ayudados por sus padres. El resto, la mayoría de la población
que no tiene casa ni ayuda, es casi imposible que pueda pagar estos
precios, salvo que consiga hipotecarse de por vida, forzados por unos
alquileres imposibles.
Por todos ellos, la demanda de viviendas existe, aunque
los precios estén por las nubes. La prueba no es sólo que se disparen
las compraventas sino que las inmobiliarias alertan que tienen problemas
para buscar piso a los que quieren comprar. De hecho, las
ventas son cada vez más rápidas (antes
se tardaba meses y ahora semanas y horas) y los pisos “vuelan”, sin
que los compradores puedan “regatear” el precio final como antes. Incluso
hay inmobiliarias que hablan de compradores
que ofrecen al vendedor hasta un 10% extra para asegurarse el piso
que quieren… Es la forma de pujar por lo escaso.
Todo apunta a que los precios de los pisos seguirán
subiendo, empujados por la alta demanda, la baja oferta y la mayor presión
por comprar (ahora que bajarán las hipotecas) en vez de alquilar, por los
elevadísimos precios. Precisamente, los
alquileres disparados son la mejor gasolina para la subida de los precios
de las viviendas. El mecanismo es fácil de entender: cuanto más me
cueste alquilar, más me pensaré comprar, sobre todo ahora que bajan los tipos.
Claro que necesito 2 condiciones previas. Una, que los bancos
me puedan dar una hipoteca, algo que depende de mi sueldo y tipo de contrato (si es precario, nada). Si paso este filtro y soy de
los que pueden “optar” a una hipoteca, queda el 2º filtro: tener
ahorrado o que mis padres me presten el 30% del valor del piso, porque
la hipoteca sólo se concede por el 80% del valor de tasación y hay que tener un
30% para la entrada (20%) y gastos (10% para notaría, registro, impuestos
y gastos iniciales).
Supongamos que podemos conseguir una hipoteca y alguien nos
deja ese 30% (o lo ahorramos). Las cuentas están claras: en casi todos
los casos, con los tipos actuales, compensa
más comprar que alquilar. Vemos algunos ejemplos. Si el precio
medio de una vivienda de 90m2 está en 198.810 euros (2.209
euros/m2), deberíamos pedir una hipoteca de 159.048 euros. A
25 años, con el Euribor más 1% (3,69% ahora), nos sale a pagar una
mensualidad de 812 euros, una cuota inferior al alquiler medio en
España, que es hoy de 1.179 euros. Si el piso está en Madrid, hay
que pedir una hipoteca de 261.936 euros, que nos cuesta 1.338 euros al
mes, menos que el alquiler medio de la capital (1.854 euros). En Barcelona, la
cuota sería 1.690 euros frente a 2.079 euros de alquiler. En Valencia, 1.016
euros de hipoteca frente a 1.296 euros de alquiler. Y en Sevilla, 865 euros
mensuales de hipoteca frente a 1.062 euros de alquiler.
Cuanto más bajen los tipos y las hipotecas
y más suban los alquileres, más compensará comprar en vez
de alquilar. Ojo: sólo si tenemos un trabajo “merecedor” de una
hipoteca bancaria” y unos padres que nos presten el 30% del valor, para la
entrada y gastos. Esta es la dinámica que seguirá haciendo subir los
precios de los pisos, junto al interés de los inversores, Fondos y
particulares por comprar para invertir, además del boom de extranjeros
que buscan casa en España. Y a su vez, esta
subida de los pisos animará a los propietarios a subir los alquileres,
para obtener más por una inversión más costosa.
Hay que acabar con esta dinámica, con la “locura” de un
mercado donde los precios disparados de compra y alquiler se retroalimentan.
Para conseguirlo, el camino no es imponer unos controles de precios, que no se
implantan o se evaden (con pisos turísticos, alquileres de temporada o ventas)
sino construir
más viviendas, aumentar drásticamente la oferta, para bajar precios (de
pisos y alquileres). Y para ello, urge actuar en varios frentes.
Por un lado, promover
un Pacto político entre Gobierno, autonomías y ayuntamientos para
conseguir suelo y financiación a los promotores públicos y privados. Hay
suelo, pero hace falta catalogarlo y prepararlo para que sea urbanizable
y esté a disposición de los promotores, a los que hay que reducir burocracia y plazos.
Urge buscar financiación, pública (hay que territorializar
el ICO y especializarlo más en la vivienda) y privada, arrastrando a
los bancos ahora que no hay Cajas. Y hay que actuar sobre los
costes de construcción, mejorar la disponibilidad
de mano de obra y agilizar el proceso (se tardan 100 meses en
una promoción y habría que reducirlo a 50). Y el Estado (central y periférico)
debe gastar el doble en promover viviendas protegidas, directamente y con los promotores
privados, para crear un
parque de 1 millón de viviendas de VPO que ofrezca alquileres asumibles.
Hacen falta 250.000 nuevas viviendas al año para cobijar
a las nuevas familias (120.000) y a los inmigrantes
(330.000 nuevos al año). Se puede conseguir triplicar
la construcción de viviendas si los organismos públicos se ponen a la
tarea y facilitan suelo y financiación, agilizando las promociones privadas y
públicas. Y creando un parque de viviendas VPO, para alquilarlas a las
familias con menos ingresos. En paralelo, facilitar a los propietarios que
alquilen más y a precios razonables, sin
imposiciones, con incentivos fiscales y organismos que les ayuden a
gestionar su alquiler. En definitiva, medidas para conseguir que haya más
viviendas en el mercado, para compra y alquiler. Más oferta de pisos
es la clave.
Los precios de la vivienda no dejan de subir desde hace una década. En el 2º trimestre de 2024, el precio de compraventa de una vivienda subió en España un +7,8% anual, la mayor subida desde 2022, según el INE. Eso es la subida media, porque la vivienda nueva (de la que menos hay) subió un +11,2% anual, la mayor subida desde los años 2.007 y 2008. Y la vivienda usada, la que más se vende, subió un +7,3%, otro récord. Una subida que cuadriplica la inflación anual (+1,8%) y duplica con creces la subida de sueldos este año (+3,06%). Además, los precios de la vivienda suben más en España que en la mayoría de Europa, según Eurostat: +7,9% en el 2º trimestre, frente al +2,9% en la UE-27, +2,9% en Italia y una caída del -4,6% en Francia o del -2,6% en Alemania (“resaca” tras años de subidas).
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lunes, 25 de noviembre de 2024
Crecemos, pero mucha gente no lo nota
La Comisión Europea dice que España crecerá este año +3%,
más que en 2023, el triple que Europa y
más que EEUU. Pero la mayoría de la gente, según el CIS, cree que
la economía está “mal o muy mal”. ¿Qué pasa? Básicamente, que la
inflación se ha comido los ingresos de los españoles y ganan realmente
menos que hace 15 años. Además, les agobia la vivienda (hipotecas y
alquileres) y el deterioro de los servicios públicos: sanidad
(12,4 millones pagan un seguro privado), educación (muchos gastos) y Dependencia
(pagan a cuidadores). Y mientras, los salarios pierden peso y crecen los
beneficios empresariales y la desigualdad. En definitiva, la
economía “va bien”, pero muchos españoles no lo notan. Es lo que ha pasado
en EEUU: Biden logró crecer mucho y crear empleo, pero las elecciones las ganó
Trump. Hay que repartir mejor el crecimiento, con mayores
subidas de salarios y mejoras en la vivienda y los servicios
públicos, para que no ganen los populistas reaccionarios. Hace muchos años, quizás desde 2004 a 2007, que la economía
española no atravesaba una situación tan positiva como ahora,
algo que reconocen hasta los economistas más críticos. Llevamos varios años
creciendo más que Europa y la
Comisión Europea ha anticipado que España crecerá este año un +3%,
más que en 2023 (+2,7%), el
triple que la UE-27 (+0,9%) y más que Alemania (-0,1%), Francia (+1,1%), Italia
(+0,7%) e incluso EEUU (+2,7%). Y se han creado
+1.856.100 empleos desde antes de la pandemia (+433.300 este año,
hasta septiembre). La inflación está por debajo del 2% y es menor a la
europea (1,8% frente a 2,3% en la UE-27 en
octubre). El
turismo volverá a batir este año un récord histórico de turistas (93
millones) y de ingresos (125.000 millones euros, el doble que en 2015). Las
exportaciones están estancadas, pero crecen más que las europeas
desde 2019. Aumentan las
inversiones extranjeras, unos 30.000 millones de media, frente a
20.000 hace una década. Somos el país que ha recibido más
Fondos europeos, 47.943 millones.
Y este será el undécimo año con superávit
de España con el exterior: generamos más divisas de las que
necesitamos, lo que nunca pasó con el franquismo ni con la democracia hasta
2013.
En resumen, tenemos una economía más saneada y más
solvente. Son datos, oficiales e indiscutibles.
Pero la mayoría de los españoles no los ven y su
percepción de la economía es muy negativa, según la ultima Encuesta del CIS
(Barómetro de
octubre): el 38,2% creen que la situación económica es “mala”
y otro 20,8% la ven “muy mala”, siendo “buena” sólo
para el 29,2% y “muy buena” para otro 2,2% (el resto no sabe o no
contesta). Curiosamente, cuando esa Encuesta les pregunta por “su situación económica
personal”, los mismos encuestados la ven muy positiva: el
58,1% la ven “buena” y el 3,5% la ven “muy buena”, mientras sólo el 20,2% la
ven “mala” y el 6,3% “muy mala”. Una aparente contradicción que quizás se
explica porque muchos de estos encuestados se han beneficiado de mejoras
evidentes estos años: un empleo más estable, subida del salario mínimo (+54%),
ingreso mínimo vital o ayudas públicas para bajar el recibo de la luz, los
carburantes o los alimentos.
En cualquier caso, ¿por qué los datos económicos son
buenos y la mayoría de españoles creen que la economía esta mal o muy mal? La primera explicación podría estar en que el
Gobierno Sánchez no ha sabido explicar sus logros, en medio de un
barrizal político y mediático que no destaca los logros económicos y sí
los múltiples problemas políticos y
sociales que aparecen cada día, para desgastar al Gobierno. Pero hay una
explicación más de fondo: la
inflación se ha comido estos años parte de los ingresos de la mayoría de
los españoles (+40% ha subido la cesta de la compra y +50% la luz en los últimos 4 años), sobre todo los que viven de su trabajo, que ven cómo crecen
los ingresos de los que ganan más y los millonarios, en paralelo a la pobreza y la desigualdad.
Y esto crea una enorme frustración, no sólo contra un Gobierno
como contra “un sistema” donde, a pesar de las crisis, los que
antes vivían bien, ahora viven mejor. Y ellos no.
Pongamos datos a esta pérdida de poder adquisitivo de
los españoles. En 2008, antes de la crisis, la renta media por
persona era de 10.737 euros, según el INE, y con la
crisis, cayó a 10.391 euros en 2014. A partir de ahí, empezó a
recuperarse, hasta los 11.680 euros en 2019 y los 14.082 euros en 2023.
Un aumento de ingresos del +31,15% desde 2008 a 2023. Pero en estos 15
años, la inflación ha subido un +33.9%, según
el INE, con lo que hemos perdido poder adquisitivo, un -2,4%. Todos. Y si comparamos
los ingresos de 2023 con los de antes de la pandemia, han aumentado un +20,56%
y los precios un +17,9%, así que la mejora es sólo del +2,66% en estos 5
años. Como para no notarlo.
Veamos lo que ha pasado con los trabajadores, los que
viven de un sueldo. El salario medio ha pasado de 19.850 euros en 2009
(el máximo, antes de la crisis financiera, desde los 13.279 del año 2.000) a
los 23.981 euros en 2023, según
los datos de la Agencia Tributaria. Una subida del +20,81% en estos
15 años, que se ha comido con creces la inflación acumulada, dado que el IPC ha
subido estos años un +32,9%. Pérdida de poder adquisitivo:
-12,09%. Y si nos centramos en los últimos años, tras la pandemia, se
repite la pérdida: los sueldos en convenio han subido un +12,93%
entre enero de 2020 y octubre de 2024, según
Trabajo, mientras la subida acumulada de los precios ha sido del +19,1%.
Resultado: pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores con convenio
del -6,17% (sin convenio, más). Los pensionistas, sin embargo, han
salido ganando estos años. La pensión media ha pasado de 11.369
euros en 2009 a 18.813 en 2023, según
la Agencia Tributaria. Una subida del +65,4%, que duplica lo que subió la
inflación esos años (+32,9%) y da una ganancia neta del +32,5%.
Mientras los ingresos “reales” (descontando la
inflación) han bajado para la mayoría y los salarios actuales son muy bajos (4 de cada 100 trabajadores ganan menos de 2.000 euros brutos, unos 1.700 netos, según la EPA), hay gastos que se han
disparado estos años, como la vivienda o la energía. En el caso de las
familias que pagan una hipoteca (4 millones), han visto subir la
cuota desde 2022, cuando el BCE inició las subidas de tipos (10 en 14 meses):
de una media de 482 euros a principios de 2022 a un máximo de 819
euros en octubre de 2023, aunque luego estén bajando (675 ahora). Y
se han disparado el
coste de los pisos (de 150.000 euros un piso de 80 metros en 2019 a
180.000 en 2024) y, sobre todo, de los alquileres: el alquiler medio ha
pasado de 10,4 euros/m2 en
2019 (936 euros una casa de 90 metros) a 13 euros/m2 en
octubre de 2024 (1.030 euros, +30%), subiendo mucho más en las
grandes ciudades.
Y otro problema para el bolsillo de los españoles estos años
ha sido el deterioro de los servicios públicos, agobiados por los
recortes del pasado y el aumento de población (+1.627.985 residentes
entre enero de 2020 y septiembre 2024) y de necesidades. El problema más
preocupante es la
sanidad, con un aumento en las listas de espera (desde el médico
de familia a especialistas y operaciones), lo que ha obligado a 12,4 millones
de españoles a contratar un seguro médico privado, que este
año sube un 10%. En la
educación, las familias con hijos pagan más cada año, desde la
guardería a los colegios concertados (y privados), por cuotas “voluntarias”, libros,
extraescolares, uniformes, comedor o transporte. Y la
Dependencia atiende sólo a una parte de los mayores y discapacitados
(hay 310.000 dependientes en listas de espera), lo que obliga a muchas
mujeres a trabajar a tiempo parcial (reduciendo sus ingresos) o a contratar
cuidadores para ayudarles con hijos y padres.
Con este panorama, sueldos que suben menos que la inflación
y gastos crecientes, no es extraño que casi la mitad de españoles (22
millones) tengan problemas para llegar a
fin de mes, según
el INE. En 2023, un 46,4 % de los hogares (8.950.000) tenían
dificultades para llegar a fin de mes, casi tantos como en 2019 (47,9%). De
ellos, el 8,9% de hogares (1.716.374, donde viven 4,3 millones de personas)
tenían “mucha dificultad” para llegar a fin de mes (un 9,4% de
toda la población, frente al 6,8% en la UE-27). Otro 12,7% de hogares
(2.450.000) tenían “dificultad” para llegar a fin de mes y otro 24,8%
de hogares (4.782.000) tenían “cierta dificultad” para llegar a fin
de mes. En total, el 48,8% de la población tiene mucha, mediana o
alguna dificultad para llegar a fin de mes, según
el INE.
Y lo peor: todavía tenemos muchos “pobres”, personas
que ingresan menos del 60% que el conjunto de españoles (ganan menos 916 euros al mes los solteros y menos
de 1.923 euros los hogares con dos adultos y dos niños): eran 9,7
millones de personas en 2023, uno de cada cinco españoles (20,2%),
un porcentaje que sitúa a España
como el 6º país con más “pobres” (por ingresos) de Europa (72
millones de pobres, el 16,2% de europeos), sólo por detrás de Estonia y Letonia
(22,5% pobres), Rumania (21,1%), Lituania (20,6%) y Bulgaria (20,65). Y España
todavía tiene un
alto índice de desigualdad: la renta del 20% más rico es 5,5
veces superior al 20% más pobre, un problema enquistado (5,6 veces en 2008).
Y somos también el
6º país europeo con más desigualdad (la media UE-27 son 4,7 veces),
sólo por detrás de Bulgaria (6,6), Lituania (6,3), Letonia (6,2), Rumanía (5,8)
y Portugal (5,6).
España crece más que Europa desde 2021, pero uno
de los motores es el aumento de población, sobre todo extranjera (la población
total ha aumentado casi 3 millones desde 2007 a 2023). Por eso, nuestro crecimiento
real per cápita es menor y ese es el dato que se traduce en mejora de
rentas y nivel de vida. De hecho, el
PIB per cápita (lo que produce cada español) ha pasado de 23.594
euros en 2007 a 30.810 euros en 2023. Un aumento productivo del +30,5%.
Pero si se descuenta la inflación en estos años (+39,7%), el PIB por
habitante real ha caído (-9,2%). Y eso explica el deterioro de la renta
real y los salarios reales (descontando la inflación). Producimos más pero
siendo más y con mucha inflación.
Esto se traduce en que España se distancia de la renta y
del PIB por habitante europeo, que ha crecido más. Así, en 1986,
cuando ingresamos en la CEE, el PIB por habitante de España (homogeneizando la
inflación) era el 76% de la media europea. Fuimos mejorando y en el año
2.000 rozamos la media (98% del PIB por habitante UE), superándola
por primera vez en 2002 y alcanzando un máximo en 2006 (nuestro PIB por
habitante era el 105% del europeo). Pero llegó la crisis financiera y
se desplomó, hasta el 96% en 2016 y un mínimo del 83% en 2020 y
2021, por la pandemia. Después ha mejorado algo: en
2023 teníamos el 88% del PIB por habitante de la UE-27, ocupando
el lugar nº 16 en el ranking de productividad por habitante
(aunque seamos el que más crece), detrás de Luxemburgo (239% de la media
UE), Irlanda (211%), Dinamarca (127%), Paises Bajos
(130%), Austria (123%), Bélgica (118%), Alemania (115%), Suecia
(114%), Finlandia (108%), Malta (105%), Francia (101%), Italia
(97% media UE), Chipre (95%), Chequia (91%) y Eslovenia (91%), según
Eurostat.
¿Por qué somos menos productivos y tenemos menos renta
que 15 paises europeos? Básicamente, hay dos causas de fondo:
en España trabaja menos gente y trabajan peor, con menos eficacia y
productividad (ver
Blog). Por eso seguimos lejos
de la Europa rica y nuestras rentas y salarios no acaban de despegar. Pero
hay otra razón: tras las dos crisis, los salarios se han frenado,
mientras los
beneficios empresariales se han recuperado y crecen año tras año.
España crece, pero unos se benefician más que otros de este crecimiento,
por sectores y grupos sociales. Es un crecimiento que se reparte de forma
desigual. Y por eso, los
salarios han perdido más trozo del pastel
en el reparto de la renta: del 49,87 % en 2018 al 48,28% en 2023 (-1,59%), mientras los
beneficios empresariales han pasado del 41,11% al 42,86% (+1,75%), perdiendo
también los impuestos (8,86% restante).
Y eso pasa en toda Europa y EEUU: las grandes empresas ganan cada
vez más y los más ricos también, mientras los ingresos de la mayoría se
estancan y no llegan a fin de mes.
Si no se toman medidas para que los ciudadanos “noten”
que se benefician de este crecimiento
récord, antes o después habrá elecciones y una mayoría de
ciudadanos “castigará” al Gobierno (como sucede en medio mundo) y pondrá
al frente a populistas y neoliberales que empeorarán las cosas. Porque
lo que está en juego es cómo se reparte el crecimiento. Y hay posturas
políticas que defienden realmente los intereses (e impuestos) de las
minorías más ricas, aunque digan que defienden a la clase media y a la
mayoría. No se dejen engañar.
Esta es la cuestión que está detrás del auge de los
populismos y la extrema derecha en muchos paises, al margen de la
bonanza económica. Así, Biden
logró que la economía USA creciera más que
nunca y creara mucho empleo, bajando la inflación, pero
muchos americanos “sentían” que no vivían mejor (con sus salarios
reales también estancados, como en España) y votaron a Trump, que ganó
las elecciones. Este es el riesgo que tenemos en España, donde la
economía va bien, pero la gente no lo nota y el crecimiento se ha repartido de
forma desigual. Urge tomar medidas para “aumentar el rendimiento
social de nuestro crecimiento”, lo que obliga al Gobierno a actuar
en tres frentes: fomentar una
mayor subida de salarios (promoviendo mejoras de productividad, con la
modernización de la economía y una gestión empresarial más eficaz), mejorar
el acceso a la vivienda (construyendo más viviendas y no “asustando” a
los propietarios, para que alquilen más) y reforzar
los servicios públicos (sanidad, educación, Dependencia y servicios
sociales), lo que exige recaudar más con una reforma fiscal de verdad (no
los “parches” aprobados).
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jueves, 21 de noviembre de 2024
Las exportaciones, estancadas
Al leer que este Blog va de exportaciones, muchas
personas pensarán que no les interesa. Pero es un tema importante
para los españoles, por tres razones: son el 2º motor de nuestro crecimiento,
mantienen 4,6 millones de empleos y los paises más ricos son los que
más exportan. Por eso, si las exportaciones españolas (y europeas)
están “estancadas”, tenemos un problema. Sobre todo porque
España lleva décadas abierta al exterior y exportamos 17 veces más que en
1986, cuando ingresamos en Europa. Eso nos permite tener superávit comercial
con la UE , aunque tengamos déficit con el resto del mundo, por las
compras de energía. Y tanto en 2022 como en 2023, un tercio del crecimiento (y el empleo) de España fue gracias a las
exportaciones. Ahora, una Europa estancada y la amenaza de aranceles
en EEUU (más el proteccionismo y las guerras), amenazan nuestras
exportaciones y el crecimiento futuro. Urge aprobar un Plan de estímulo a
las exportaciones, porque nos jugamos el crecimiento, la competitividad y
el empleo. Enrique Ortega
Uno de los grandes cambios de la economía española en las últimas décadas ha sido la apertura al exterior. En 1986, España ingresa en la Comunidad Europea y a partir de ahí, las empresas extranjeras entran en España y nuestras empresas empiezan a vender fuera. Sobre todo, tras la crisis de 2008, cuando se desploma la demanda interna. Con ello, España pasa de exportar 22.933 millones de euros en 1986 (el 10% del PIB) a 159.889 millones en 2009 (15% del PIB) y 389.208 millones en 2023 (25,6% del PIB). Un salto tremendo: las exportaciones se han multiplicado casi por 17 en los últimos 37 años. Y España, que era un país cerrado al exterior, es hoy el 6º país que más exporta en Europa, sólo por detrás de Alemania (exportó 4 veces más: 1.574.602 millones de euros en 2023), Paises Bajos (866.610 millones exportados con menos de la mitad de población que España), Italia (625.949 millones), Francia (602.233 millones) y Bélgica (525.287 millones exportados).
Este “milagro exportador” de España ha sido constante
y continuado en las últimas décadas, con las exportaciones creciendo año
tras año, salvo en 2008 (por la crisis financiera) y en
2020 (por la pandemia), hasta alcanzar un máximo histórico en 2022 :
389.208 millones de euros. Y aunque las exportaciones “pincharon” ligeramente en
2023 (-1,4%, hasta 383.688 millones de euros), España es el país europeo
donde
más han crecido las exportaciones respecto a antes de la pandemia: +32,3% entre
2019 y 2023, frente al +27,9% en la UE-27, +30,4% en Italia, +20% en
Francia y +17,6% en Alemania. Y fuera de la UE, las exportaciones crecieron
también menos: +16,4% en Reino Unido, +22,9% en USA y +31,1% en Japón,
superándonos sólo China (sus exportaciones crecieron +39,7% entre
2019 y 2023). Con ello, España superó la pandemia mejorando
su cuota exportadora en Europa: de suponer
el 5,7% de las exportaciones europeas pasó al 5,9% en 2023.
Pero quizás lo más importante es que este “milagro”
exportador ha ayudado mucho al crecimiento de la economía en
los últimos años, sobre todo en las dos últimas crisis. Primero con
la crisis
de 2008: entre 2009 y 2013, la economía estuvo en
recesión, con bajadas del PIB, pero habríamos caído mucho más si las
exportaciones no hubieran crecido. Un
ejemplo, el año
2009, el peor de esa crisis financiera: el PIB cayó un -3,6%, pero habría caído mucho más
(y el empleo) si las exportaciones no hubieran aportado un +2,8% al crecimiento. Y las
exportaciones volvieron
a salvarnos en la pandemia: en 2020, las exportaciones cayeron menos que la economía (-2,2% frente
al -10,9% que cayó el PIB). Y en la recuperación posterior han sido claves, aportando
un tercio del crecimiento en 2022 (2,3%
del 6,2% que creció el PIB) y en 2023 (1%
del 2,7% que crecimos). Y en 2024, aportan
una quinta parte del crecimiento (0,7% del 3,4% anual hasta
septiembre).
Así que las exportaciones llevan
décadas creciendo, ganando cuota de mercado en Europa y ayudando a que
España crezca más que la mayoría de paises occidentales (3% creceremos este
año, según
Bruselas, y la cuarta parte lo aportarán las exportaciones). Por eso, preocupa
que se hayan estancado en 2024, cayendo un -0,3% hasta septiembre, según
los últimos datos publicados por Comercio (tras caer un -1,3% en todo 2023).
Y eso, a pesar de que las exportaciones llevan creciendo tres meses seguidos
(julio, agosto y septiembre, +4,6% el tercer trimestre) y también en el
2º trimestre (+4,5%) , pero todavía no se han recuperado del desplome
en el primer trimestre (-9%). Una caída que se explica por el estancamiento
económico de Europa y la recesión en Alemania (nuestro 2º cliente) y por el bajo
crecimiento y el aumento del proteccionismo comercial en el resto del mundo.
En concreto, las exportaciones españolas a Europa han
caído un -0,8% hasta septiembre, cayendo más las dirigidas a la UE
(-1,1%) y sobre todo a Francia (-2,1%), nuestro primer cliente, a Alemania (-1%)
y a Bélgica (-21,9%), creciendo sin embargo nuestras exportaciones a Paises
Bajos (+1,4%) y a Portugal (+0,9%), también al Reino Unido (+5,5%). Pero la
caída de exportaciones es
mayor fuera de Europa: -2,1% cayeron nuestras ventas a
América (-1,2% a USA), -3,1% las exportaciones a Latinoamérica y
-4,9% a Oriente Medio. Eso sí, crecen las exportaciones a Asia
(+1,2%), aunque caen las ventas a China (-0,7) y mejoran las ventas a
Africa (+5%), por la reanudación del comercio con Argelia (+220%
exportaciones). Y por productos, siguen creciendo las exportaciones españolas
de alimentos (+7% hasta septiembre) y calzado (+6,8%), pero “han
pinchado” las exportaciones de automóviles (-0,6%), medicamentos
(-20,3%) y bienes de equipo (-0,6%).
Lo positivo es que las
importaciones, las compras españolas en el extranjero (que crean
riqueza y empleo fuera, no en España) también caen y más que las
exportaciones (-1% hasta septiembre, hasta 313.896 millones de euros), porque España
ha comprado mucho menos gas (-34,4%), carbón y electricidad
(-34,6%), por el auge de las energías renovables, aunque sigue comprando más
petróleo (+3,6%). Estas menores compras energéticas han conseguido que el
déficit comercial (importaciones- exportaciones) se reduzca
este año (-8,4%), hasta los -27.091 millones de euros, aunque el 82% de
ese déficit sea por las compras de energía.
Con estos ingresos por turismo y servicios,
España consigue tener superávit
con el exterior desde 2013, algo inaudito en nuestra historia:
de 1961 a 2012, España tuvo déficit con el exterior 45 de estos 52
años, lo que limitó extraordinariamente la capacidad de maniobra
económica del franquismo y la democracia. Ahora, este
histórico superávit con el exterior (ingresamos
más divisas de las que pagamos) desde 2012 a 2023 (+36.600
millones de euros), que se repetirá en 2024 (+25.400
millones hasta junio), nos convierte en un país más solvente y más
independiente, con más inversión extranjera y más capacidad para
invertir sin endeudarse tanto en el exterior y poder reducir
nuestra deuda externa : debemos 791.115 millones en 2023 (52,8%
del PIB), frente a un billón de deuda en 2013 (96,2% del PIB). Más independencia
y más solvencia económica gracias a todas las exportaciones, desde
las mercancías al turismo y los servicios empresariales en el extranjero.
Como ha podido verse, las exportaciones son una
cuestión económica clave, no sólo para crecer y ser un país solvente
sino porque mantienen
4,6 millones de empleos en España. Por eso preocupa que se hayan
estancado y que aunque este año “se salven”, caigan más en 2025,
no ayudando o incluso restando crecimiento a la economía. Y eso porque Europa,
donde se dirigen el 74% de todas las exportaciones de mercancías (y dos tercios
de los servicios, así como la mayoría de turistas que nos visitan) apenas va
a crecer en 2025, según
la última previsión de la Comisión Europea: un +1,5% la UE-27 (tras
un +0,9% en 2024), un +0,7% Alemania (tras 2 años en recesión), un +0,8%
Francia (menos que el 1,1% de 2024) y +1% Italia (tras 0,7% este año). Y
encima, Trump amenaza con poner un arancel del 10%
a las exportaciones europeas (serían un 10% más caras), mientras China
y muchos paises toman medidas proteccionistas que dificultarán nuestras
exportaciones.
Las exportaciones españolas han aguantado bien hasta
la fecha, creciendo más que las del resto de Europa, ayudadas por una
inflación contenida (en España era del +1,7% anual en septiembre, frente al +2,1
en la UE-27 y el +1,8 en Alemania, aunque Francia tiene un +1,4% e Italia
el +0,7%) y, sobre todo, por unos salarios que son de los más bajos
de Europa: 18,2 euros por hora trabajada en 2023, un -24,2% menos
que en la UE-27 (24 euros) y bastante menos que en Dinamarca (42
euros/hora), Bélgica (36,3), Irlanda (33,3), Paises Bajos (33), Alemania
(31,6), Francia (28,7)o Italia (21,5), según
Eurostat. O sea, que nuestra fortaleza, que nos permite ganar
mercados, es intentar ser “la China de Europa” (bajos precios y
salarios). Pero nuestras exportaciones tienen varias
debilidades estructurales:
un exceso de concentración, en destino (Europa), en origen (sólo 6
autonomías exportan de verdad y pocas empresas, la mayoría muy grandes) y en
productos (mercancías de poco valor añadido).
El primer problema de fondo que tienen las
exportaciones españolas es que están demasiado
concentradas en Europa: allí van el 74% de las exportaciones, de
ellas el 62,2% a la UE-27. Y además, en los últimos años, esta tendencia
a exportar a Europa se ha agravado (en 2019 sólo exportábamos allí
el 71,5%), aunque ahora exportamos más a paises europeos que no están en la
UE. Lo más preocupante es que nuestras exportaciones a Asia suponen sólo
el 7,7% del total (y ha bajado, porque en 2019 iban el 9% de las
exportaciones), cuando esa zona concentra el 40% del comercio mundial. Y
otro tanto pasa con las exportaciones a EEUU (estancadas en el 4,7% del
total, ahora y antes de la pandemia) y a Latinoamérica (estancadas
también en el 5,2% del total), mientras ha caído el peso de nuestras
exportaciones a Oriente Medio (del 2,6 al 2,1%) y a Africa (del 6,5 al 5%).
Otro problema de fondo es el origen de estas
exportaciones. Están concentradas
en 6 autonomías y el resto apenas exportan: Cataluña (25,9% del
total), Madrid (12,7%), Andalucía (10,6%), Comunidad Valenciana
(9,9%), País Vasco y Galicia (8% cada una). Y eso ahora (74,9% de las
exportaciones proceden de ellas) y en 2019 (74,3%). Y lo mismo pasa con las
empresas: la exportación se concentra en 44.838 empresas (de casi 3
millones), que son las que venden fuera regularmente más de 50.000 euros
anuales. Y ojo, las 1.000 empresas españolas que más exportan hacen el
66,3% de todas las exportaciones.
Un tercer problema es lo
que exportamos. España se ha especializado en exportar alimentos
(el 18,7% de nuestras exportaciones: somos “la despensa de Europa”), automóviles
(el 13,8% de las exportaciones) y semimanufacturas (metales, hierro,
papel y cerámica, un 9,9% más). Y por ello, exportamos pocos productos de alta
tecnología, de alto valor añadido: un
6,8% del total, frente al 17,7% de las exportaciones europeas. Y hay otro
problema más: mucho de lo que exportamos obliga antes a incorporar productos
intermedios importados, lo que agrava
nuestro déficit comercial. A lo claro; que España, por sus bajos
salarios y su posición geográfica, es
un país ideal para producir, importando productos intermedios y exportando
luego los productos finales, dentro de las cadenas internacionales de
producción (un ejemplo es el automóvil). La consecuencia es que sólo una
parte de las exportaciones españolas, el 75%, generan realmente “valor
añadido doméstico”, frente al 77,4% de media en Europa y el 92% de las
exportaciones en EEUU, según
un estudio de la Fundación BBVA.
En definitiva, que aunque las exportaciones se hayan
disparado en las últimas décadas, queda mucho por mejorar para
que España tenga un sector exportador más potente, donde haya más
empresas de todas las regiones exportando productos de más valor por todo el
mundo. Un reto que es clave para conseguir una economía más competitiva,
más eficiente y que mejore el nivel de vida de los españoles. Porque basta ver los
países europeos donde las exportaciones
tienen más peso (en % del PIB)
para hacer la lista de los paises más ricos: Bélgica (exportaciones
aportan el 88% del PIB), Paises Bajos (81%), Austria (43,80%), Alemania (38%),
Suecia (34%), Irlanda (37,7%), Dinamarca (32%), Italia (29,43%) …, todos por
delante de España (aportaron 25,6% del PIB en 2023).
Ahora que las exportaciones se han estancado y se enfrentan
a un año 2025 comercialmente muy difícil, sería un buen momento
para que el Gobierno propusiera un
Plan de choque para reanimar las exportaciones, con medidas
en varios frentes, que llevan
años pidiendo los exportadores españoles: más oficinas comerciales y
asistencia por el mundo, más viajes y misiones comerciales en paises
emergentes, más ayudas a la internacionalización de las pymes, aumentar y
mejorar la financiación pública a la exportación, facilitar la integración de
empresas para ganar tamaño y vender fuera, mejorar la formación exportadora y aumentar
las ayudas e incentivos fiscales a las empresas exportadores, que generalmente facturan
e invierten más, tienen más tecnología e innovación y crean más empleo estable
que las empresas no exportadoras. Hay que “mimar” las exportaciones,
que nos salvan a todos.
Uno de los grandes cambios de la economía española en las últimas décadas ha sido la apertura al exterior. En 1986, España ingresa en la Comunidad Europea y a partir de ahí, las empresas extranjeras entran en España y nuestras empresas empiezan a vender fuera. Sobre todo, tras la crisis de 2008, cuando se desploma la demanda interna. Con ello, España pasa de exportar 22.933 millones de euros en 1986 (el 10% del PIB) a 159.889 millones en 2009 (15% del PIB) y 389.208 millones en 2023 (25,6% del PIB). Un salto tremendo: las exportaciones se han multiplicado casi por 17 en los últimos 37 años. Y España, que era un país cerrado al exterior, es hoy el 6º país que más exporta en Europa, sólo por detrás de Alemania (exportó 4 veces más: 1.574.602 millones de euros en 2023), Paises Bajos (866.610 millones exportados con menos de la mitad de población que España), Italia (625.949 millones), Francia (602.233 millones) y Bélgica (525.287 millones exportados).
España consigue “tapar” sin problemas este déficit
comercial, gracias a los ingresos por turismo y a otras exportaciones
de servicios (no de mercancías) que hacen las empresas españolas,
desde consultaría e ingeniería a servicios financieros, de transporte o
tecnológicos en el extranjero. Así, en 2023, las
exportaciones españolas de servicios batieron otro récord,
con 183.095 millones de euros de ingresos (y 90.072 millones de pagos),
menos de la mitad por ingresos turísticos (85.181 millones) y la mayoría (97.955
millones) por exportaciones de servicios prestados fuera de España (el 66,5% en
Europa y el 22,7% en América, donde exportamos muchos más servicios que
mercancías).
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lunes, 18 de noviembre de 2024
Videojuegos: el ocio de la mitad de españoles
Muchos creen que los videojuegos son “cosa de chavales”,
pero hay 3.400 millones de jugadores en el mundo, con 36 años de media.
Y en España, 31 millones de personas juegan a videojuegos, con 31 años
de media y 7,7 horas a la semana. Así se
ha creado una industria que factura más que la música y el cine
juntos, en el mundo y en España. Un negocio que crecerá en
el futuro, con los móviles, las redes sociales y la realidad virtual, en medio
de una “guerra” por este pastel entre Google, Facebook y los demás gigantes de
Internet. El Gobierno europeo y el español apuestan por ayudas a esta
industria, por tecnología, empleo y cultura, regalando incluso 200 euros a jóvenes que hacen los 18 años para que compren videojuegos. Pero preocupa el riesgo de adicción
y los contenidos violentos para niños y adolescentes, aunque también se utilizan videojuegos para enseñanza, deporte, sanidad y empresas. Ojo a esta potente
industria con millones de usuarios, porque no toda es “cultura”. Enrique Ortega
Más de 4 de cada 10 habitantes del mundo consumen videojuegos: 3.422 millones de personas jugarán en 2024, según los datos de la consultora Newzoo. Su edad media es de 36 años y el 83,2% juegan a través del móvil, el 26,5% en ordenadores y sólo el 18,4% en consolas. Más de la mitad juegan en Asia-Pacífico (53%), seguidos de Oriente Medio y África (16%), Europa (13%), Latinoamérica (11%) y Norteamérica (75). Por paises, EEUU lidera el número de “videojugadores” (209,8 millones), seguido de lejos por Japón (77,1 millones), China (74,1 millones) y Corea del sur (34,1 millones). En Europa, Alemania lidera el ranking de jugadores (49,5 millones), seguida de Reino Unido (39,5), Francia (38,8), Italia (36,1) y España (31,7 millones de jugadores en todas las edades), según los datos de Newzoo, que coloca a nuestro país como el nº 13 en el ranking mundial de videojugadores.
La industria mundial de videojuegos facturará 187.700
millones de dólares (178.315 millones de euros) en 2024, según
Newzoo, una cifra que supera la facturación conjunta del cine (48.000
millones de euros) y la música (53.000 millones de euros) y que la convierte en
la 2ª industria de ocio en el mundo, sólo por detrás de la televisión
(que factura más de 400.000 millones). La mitad lo facturan los videojuegos
a través de los móviles (92.600 millones de dólares),
seguidos de las consolas (51.900 millones) y ordenadores (43.200
millones). El mercado donde más facturan los videojuegos será
este año China (86.300
millones dólares), seguido de cerca por EEUU (71.320 millones) y, más
lejos, Japón (25.600 millones), quedando a mucha distancia Corea (8.821
millones), Reino Unido (8.121) y Alemania (4.895 millones dólares). España
ocupa el 10º lugar en el ranking de facturación por videojuegos: 1.479
millones de dólares estimados para 2024, según
el Informe Spain Audiovisual, aunque es el tercer país con más crecimiento
del negocio (+13,1%), tras China y USA.
Centrándonos en España, los videojuegos son también la
principal industria del ocio y entretenimiento, según la SGAE, ya
que facturaron realmente 2.339 millones de euros en 2023 (1.038 por ventas
físicas y 1.301 millones por venta online), según
la patronal AEVI, más que la facturación conjunta de la
música (901 millones) y el cine (512 millones). Y también por
delante de la facturación de la industria editorial (1.602 millones de
euros), superando sólo a los videojuegos la TV y los vídeos (3.822 millones de
facturación). En 2023 se vendieron en España 1.108.880 consolas y 6,4
millones de juegos para consolas, 67.297 juegos para ordenador y 3,1
millones de “accesorios” para jugar, según
AEVI.
El dato
de jugadores en España que da la industria del videojuego son 20,05 millones
en 2023, menos que Newzoo (31,7 millones), porque se refieren a los que tienen
entre 11 y 64 años. Otra estadística, la de CIMEC, cuantifica 21.795.866
jugadores en España entre los 14 y los 70 años. En cualquier caso, el
estudio de AEVI indica que el 51% de los videojugadores son hombres
(49% mujeres), de 31 años de edad media y de todas las edades:
entre 6 y 11 años juegan el 79%, entre 11 y 24 años el 85%, entre 25 y 34 años
el 82%, entre 35 y 44 años un 60% y sólo baja al 27% entre los mayores de 45
años. Y se juega más en zonas urbanas (53%) y en familias de clase media
y media alta. La mayoría (el 70,8%) juegan todas las semanas, una media de 7,71
horas semanales, un tiempo de juego que es mayor que en Francia (7,4 horas)
e Italia (6,5 horas) pero menor que en Reino Unido (juegan 10,8 horas semanales)
y Alemania (10,4 horas).
En España había 524 empresas dedicadas a los
videojuegos en 2023, con 7.106 empleados, según
AEVI, que destaca una concentración del sector en Cataluña
(133 empresas y 3.036 empleos), Madrid (118 empresas y 2.060 empleos), Andalucía
(80 empresas y 612 empleos) y la Comunidad Valenciana (44 empresas y 367
empleos). España tiene la mitad de empresas de videojuegos que Francia (700) o
Alemania (717) y menos empleados (8.000 en 2022 frente a 19.000 en Francia o
10.906 en Alemania), lo que hace que las empresas españolas facturen
menos por empresa (2,9 millones de euros frente a más de 5 millones
Francia y Alemania). Con todo, España destaca en innovación y tecnología,
colocando juegos en los rankings mundiales de ventas y con una alta formación
de los trabajadores del sector.
Una parte del negocio de los videojuegos donde destaca
España son los
e-Sports (competiciones de videojuegos, ligas donde compiten
videojugadores en distintos juegos): esta parte del mercado crece más rápido en
España que en el resto de Europa, por el gran interés de equipos deportivos de
alto perfil, patrocinadores y audiencia, según
este informe de la consultora PwC. De hecho, España es el 8º país del mundo con mayor audiencia de los
eventos “e-Sports” (5,5 millones de seguidores), aunque este nuevo negocio
sólo facture en España 44,7 millones (previsión 2024). Pero España destaca por
su organización y estructura del negocio, con una potente plataforma
organizativa (la Liga de Videojuegos Profesional,
LVP, promovida por la productora Mediaset), con más de 77 millones de espectadores, que
organiza 100 eventos anuales en el mundo y el Festival Gamergy en Madrid.
Cara al futuro, los
expertos de Newzoo auguran un fuerte crecimiento a la industria de
los videojuegos: esperan que se alcancen 3.759 millones de jugadores
en el mundo en 2027 (+9,8%) y que el sector facture entonces 213.300
millones de dólares(+13,8%), creciendo más el negocio que los jugadores,
gracias al juego a través de plataformas de Internet y por la
incorporación de jugadores a través del “metaverso” y la
realidad virtual. De hecho, los videojuegos a través de la realidad
virtual (principalmente con “gafas”) mueven ya 4.400 millones de dólares en el
mundo, 70 millones de ellos en Francia, 90 en Reino Unido y 30 millones en
España. Y además, la
Inteligencia Artificial (IA)
está abriendo nuevas vías a la generación de contenidos y va a revolucionar esta
industria.
De momento, el mayor crecimiento de los videojuegos se
está dando en “plataformas” que permiten jugar “en
streaming” (acceso directo o diferido por Internet de un contenido sin descargarlo),
con ingresos por suscripciones, publicidad o donaciones. Gigantes de Internet
como Google (lanzó en 2019 su plataforma de videojuegos Stadia) o Facebook
(compró en 2019 PlayGiga, empresa española de videojuegos en la nube) están
empeñados en quedarse con una parte del pastel de los videojuegos online,
un negocio donde también han entrado ya Microsoft, Amazon, Apple o Alibaba. En
España, casi la mitad de los jugadores dedican tiempo a
jugar en plataformas de streaming: la plataforma líder, según Statista, es Twich, que utilizan el 58% de
estos usuarios de plataformas, seguida por YouTube Gaming (43% jugadores) y Facebook Gaming (21%). Estos
jugadores de plataformas son mayoritariamente hombres, menores de 35 años y
viven en ciudades.
Curiosamente, el Gobierno Sánchez apuesta desde hace
años por la industria del videojuego en España, porque supone una
apuesta por un sector innovador y tecnológico, exporta la mayor parte de su
actividad, crea empleo joven y defiende el español (una lengua que hablan
600 millones de personas en el mundo). Por eso, cuando el Gobierno aprobó el Plan
de Recuperación de España, en abril de 2021, dedicó un apartado (el
Componente 25) a promover la industria de los videojuegos,
con el objetivo de convertir
a España en un gran “Hub audiovisual” (nudo), un centro
neurálgico que atraiga cerebros y capitales extranjeros a la industria
audiovisual y los videojuegos, destinando 200 millones de los Fondos europeos.
Para ello, el sector contará con 1.264 millones de ayudas públicas entre 2021
y 2025, sumando a los Fondos Next Generation otros Fondos europeos (FEDER y
Europa Creativa) y recursos propios del
Presupuesto español (8
millones anuales).
Otra medida de apoyo público al sector de los videojuegos
fue la aprobación, en marzo de 2022, del Bono
cultural para jóvenes, 400 euros que reciben cada año los que
cumplen los 18 años. De esa cantidad, la
mitad pueden gastarla los jóvenes en videojuegos: 100 euros en videojuegos
físicos y otros 100 en juegos online. En 2022, 281.577 jóvenes (la mitad
de los que cumplieron ese año los 18 años) se
beneficiaron del Bono cultural (y se supone que muchos compraron
videojuegos, aunque no hay datos oficiales). Y tanto en 2023 como en 2024, algo
más de 500.000 jóvenes se pueden beneficiar cada año de esta ayuda y
gastarse hasta 200 euros de lo que reciben en videojuegos…
La tercera medida importante de apoyo a esta industria la
tomó el Gobierno español en noviembre de 2023, al promover (dentro de la
Presidencia española de la UE) un
Consejo Europeo que acordó “proteger
la dimensión cultural y creativa del sector de los videojuegos”, pidiendo
a los Estados miembros que ayuden a las empresas europeas a crecer, innovar y
financiarse, fomentando las coproducciones europeas, apoyando la
cooperación con otras industrias culturales y promoviendo la competitividad de
las pymes de videojuegos. En definitiva, que ya no es España sino los
27 paises UE quienes apuestan por
ayudar a este sector como una de las industrias europeas con futuro
en el mundo.
El sector de los videojuegos ha crecido mucho y tiene futuro,
pero debe afrontar una serie de retos pendientes. Uno evidente
y difícil, la lucha contra la piratería: el 15% de los jugadores accede
a videojuegos de forma ilegal, tanto juegos online (15%) como en formato físico
(26%), según
el Observatorio de la Piratería. Cada año se piratean 308 millones de contenidos
(videojuegos) y es el 2º sector con más pirateo (tras la música), con unas
pérdidas de 9.117 millones de euros (y 154 millones que venderían más
si no hubiera piratería). El otro gran problema del sector es conseguir
financiación privada, mientras piden que junto a las ayudas públicas se
aprueben incentivos fiscales a las empresas. Y más ayudas a la
internacionalización, otro gran reto del sector, junto al aumento
de tamaño de las empresas (sólo
el 5% tienen más de 50 empleados). De
momento, no se quejan de falta de personal cualificado, porque muchas empresas y
Universidades han multiplicado los Master y estudios en videojuegos (incluso
hay 2 cursos en FP), con gran acogida entre los jóvenes por su alta "empleabilidad".
También el conjunto de la sociedad tiene que afrontar dos
problemas que suponen el auge de los videojuegos. Uno, el riesgo de “adicción”,
sobre todo entre niños y adolescentes. De hecho, la
Organización Mundial de la Salud (OMS) decidió en junio de 2018 incluir la
adicción a los videojuegos en la nueva Clasificación Internacional de
Enfermedades (CIE-11),
una lista que entró en vigor en enero de 2022. Antes, en febrero de 2018, el
Gobierno Rajoy incluyó a los videojuegos y al juego como
“adicciones”. Y los expertos estiman que un
2% de los usuarios de videojuegos acaban siendo “adictos”.
Una cuestión que preocupa especialmente es que algunos
videojuegos incluyen “cajas botín”, para obtener “recompensas” y
avances en el juego a cambio de dinero. Y se ha detectado que el 24% de
los jugadores menores (de 15 a 17 años) las utilizan.
Preocupa que estos videojuegos sean “una entrada al juego por la puerta
de atrás ”, por lo que el Parlamento
Europeo aprobó en 2023 una Resolución
que insta a Bruselas a legislar para prohibirlas. En España, el Gobierno
Sánchez aprobó en julio de 2022 un anteproyecto de Ley
para regular las cajas botín en los videojuegos, que no se aprobó por el final
de la anterior Legislatura. Y aún
no se ha vuelto a aprobar ni a enviar al Congreso.
El otro problema de los videojuegos son los contenidos: muchos
son excesivamente violentos y mantienen ciertos sesgos machistas o racistas.
De hecho, el género “de acción” es
el más vendido (1,7 millones de juegos, el 26,7% del total) y 317.772 ( el
5%) fueron “de disparos”(FPS) y otros 153.959 “de lucha”, siendo
otros 645.335 (10%) “juegos de rol” (fantasía, terror, magia y ciencia
ficción). Las empresas insisten en que “cuidan los contenidos”, pero las
advertencias que les obligan a incluir , por la clasificación
PEGUI (“violencia”, “lenguaje soez”, “drogas”, “juego”, “miedo” o “discriminación”…)
dan miedo. Y muchos padres no lo controlan ni saben a lo que juegan sus hijos.
Eso sí, los videojuegos pueden ayudar mucho a los educadores, a
la cultura, a la sanidad, al deporte y a las empresas. Son los llamados “serious games”,
pero suponen una parte marginal del negocio: sólo son el 14% de las ventas y
trabajan en ellos 1 de cada 5 estudios.
En resumen, estamos ante un negocio creciente e
imparable, los videojuegos y e-Sports, que siguen el 41% de
habitantes del Planeta y más de la mitad de los españoles. E irá a más,
con Internet, las redes sociales, el “metaverso” y la realidad virtual. La duda
es si los Gobiernos deben apoyar esta industria, por su
tecnología y empleo, dado que existen los riesgos de que fomenten la adicción
en niños y jóvenes y promueva contenidos violentos y poco edificantes. Y tengo mis dudas de que sea una
industria “cultural”, a la que hay que apoyar como al cine, la música, los
libros, el teatro o la danza. Es algo discutible al menos, aunque a millones
de españoles les gusten los videojuegos.
Más de 4 de cada 10 habitantes del mundo consumen videojuegos: 3.422 millones de personas jugarán en 2024, según los datos de la consultora Newzoo. Su edad media es de 36 años y el 83,2% juegan a través del móvil, el 26,5% en ordenadores y sólo el 18,4% en consolas. Más de la mitad juegan en Asia-Pacífico (53%), seguidos de Oriente Medio y África (16%), Europa (13%), Latinoamérica (11%) y Norteamérica (75). Por paises, EEUU lidera el número de “videojugadores” (209,8 millones), seguido de lejos por Japón (77,1 millones), China (74,1 millones) y Corea del sur (34,1 millones). En Europa, Alemania lidera el ranking de jugadores (49,5 millones), seguida de Reino Unido (39,5), Francia (38,8), Italia (36,1) y España (31,7 millones de jugadores en todas las edades), según los datos de Newzoo, que coloca a nuestro país como el nº 13 en el ranking mundial de videojugadores.
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jueves, 14 de noviembre de 2024
El gasto público nos ha salvado
Todo el mundo ha visto que hay 2 formas de
afrontar una crisis. Una, la que se aplicó en 2008: hacer recortes,
provocando recesión y pérdida de empleos, sobre todo en el sur de Europa. Y la
otra, gastar más, reanimar la economía y crear empleo, como han hecho Europa
y España ante la COVID, la crisis energética y la hiperinflación. Los datos
lo corroboran: más de la mitad del crecimiento de España entre 2019 y
2024 ha sido por el gasto público, el principal motor de nuestra
economía, muy por delante del consumo, las exportaciones y la inversión.
Es bueno saberlo ahora que los “populistas neoliberales” atacan al Estado
en EEUU (Trump) y en media Europa, planteando recortes en Italia,
Francia y Alemania (rompiendo el Gobierno). En España, ya hay expertos
que hablan de gasto público “desbocado”. Ojo a estos “anti-Estado”,
porque la DANA nos recuerda que, cuando vienen mal dadas, sólo el del
gasto público y nuestros impuestos nos salvan. Como en la última crisis. Enrique Ortega
En los últimos 15 años, España y el mundo hemos asistido a 2 grandes crisis, que los políticos y economistas han afrontado de dos maneras diferentes. Ante la crisis financiera y de deuda (2008-2013), los principales Gobiernos y en especial Europa, se acogieron a la receta de recortar el gasto público en todo y abandonar la inversión del Estado, mientras en paralelo ayudaban a los bancos y entidades causantes de la crisis. Estos recortes “drásticos”, auspiciados en Europa por la alemana Merkel y los paises ricos del centro y norte, recayeron sobre todo en la Europa del sur, provocando una profunda recesión, que se cobró millones de empleos (en España se perdieron -3.572.700 empleos entre 2007 y 2013). Y la recuperación posterior (entre 2014 y 2019) fue lenta y débil.
En 2020 estalló la crisis desatada por el COVID
y tanto Merkel como los demás dirigentes europeos optaron por otra vía
de salida, en la antípodas de los viejos recortes: aprobar
un Plan de recuperación para Europa, autorizando un fuerte
gasto e inversión (806.900 millones) en el continente, mantenido después
por la guerra de Ucrania, la crisis de la energía (gas y electricidad) y la
hiperinflación. Y Europa recuperó en un año el crecimiento y el empleo
(en la anterior crisis habíamos sufrido 5 años de recesión), sobre todo España,
donde se han creado +1.856.100
nuevos empleos en esta crisis, entre 2019 y 2024 (septiembre).
Dos recetas económicas frente a la crisis, una
dolorosa e inútil y otra positiva y eficaz (y “antigua”: ya la
puso en marcha el presidente Roosevelt, con el New Deal,
entre 1933 y 1938, para sacar a EEUU y al mundo de la gran Recesión de
1929-31). Y para los que duden de sus “bondades”, veamos el efecto que ha
tenido esta vieja política “keynesiana”, de reanimar la economía a base de
gasto público, en España, entre 2020 y 2024. El motor de
nuestro fuerte crecimiento (mayor que en la UE-27) ha sido el
consumo público: ha aportado más de la mitad del crecimiento
real de la economía española (el 59%) entre diciembre de 2019 y
septiembre de 2024, según
este estudio del profesor Manuel Hidalgo, a partir de los datos del INE.
Las exportaciones han sido el 2º motor del crecimiento (aportaron el 19%
del total), el consumo privado el 3º (13% del crecimiento) y el resto lo ha
aportado la inversión (7%).
En toda Europa, el consumo público (gasto
administraciones públicas) ha sido el
principal motor del crecimiento estos años posteriores a la pandemia. Pero
en España, su papel ha sido más decisivo. Este
análisis de Funcas revela que, entre 2020 y 2023, la economía
española creció algo más que la europea (porque en 2020 cayó más con la COVID),
un +3,6% frente al +3,5%. Pero en España, casi el 70 de lo que
crecimos esos 4 años fue por el consumo público (69,44%), mientras
en la eurozona sólo aportó algo menos de la mitad del crecimiento (48,57%). Eso
significa que, aunque España gastó en esta crisis menos en ayudas públicas que
Alemania o Francia, este “tirón” del Estado en
España fue comparativamente más
importante en el crecimiento final y el empleo. Mientras, en Europa
ayudó más al crecimiento el empujón del consumo privado (25,7% del
crecimiento en la zona euro y sólo el 8,3% en España) y las exportaciones
(25,7% frente al 13,88% en España), siendo casi nula la ayuda de la
inversión, que aportó poco (el 2,8%) al crecimiento, en Europa y en España.
¿Qué tipo de gasto público es el que nos ha hecho crecer
estos años? Básicamente, el consumo público hecho en sanidad
(medidas anti-COVID , vacunas y refuerzo de personal), gasto educativo,
ayudas para compensar la subida de la energía y otras transferencias,
según
el análisis del profesor Hidalgo. Y detalla que casi dos tercios de este
gasto público (entre 2019 y 2023) lo han hecho las autonomías,
especialmente las más grandes (el gasto público de Cataluña, Andalucía, Madrid
y la Comunidad Valenciana ha aportado más de un tercio de todo el
crecimiento generado en los últimos 4 años), seguidas de los
Ayuntamientos (aportaron el 21%) y el que menos el Estado
central (su gasto directo, al transferir
la mayoría, ha aportado sólo el 16,5% del PIB total).
En lo que llevamos de 2024, se mantiene la
tendencia del alto crecimiento y los motores que “tiran” del PIB.
Así, en el tercer trimestre, la economía española creció +0,8%, lo que
indica que crecemos a un ritmo del +3,4% anual, según el INE (más
que el +2,7% de todo 2023). Y de nuevo, en el tercer trimestre, el
gasto público (consumo público) es lo que más crece (+2,2% sobre el
trimestre anterior y +4,7% anual), lo que más “tira” de la economía, por
encima del consumo privado de las familias (+1,4% trimestral y +3,3%
anual) y las exportaciones (+0,9% trimestral y +5,1% anual), mientras cae
la inversión (-0,9% trimestral). Y todo apunta a que en el 4º trimestre,
con las
ayudas públicas por la DANA en Valencia, Castilla la Mancha y
Andalucía, el gasto público volverá a crecer y será el principal motor del
crecimiento también en 2024, un año en que podemos crecer el +3%
(frente al 0,8% la zona euro).
Ante estos datos, algunos expertos y políticos (“ortodoxos”
y “neoliberales”) ya han disparado las alarmas y hablan de un
gasto público “desbocado”. Lo que no dicen es que gracias a esta política
“contracíclica”, a afrontar con más gasto la crisis del COVID,
la energía y la hiperinflación, la economía española (y europea) sólo cayó un
año y lleva creciendo casi 4 años (mucho España y poco Europa, según
Eurostat), creando 1,85 millones de empleos en nuestro país y ayudando a las familias a sobrellevar esta última
crisis.
Ahora, estos mismos economistas y políticos defienden que el
Gobierno tiene
que “gastar menos”, porque el gasto actual es “inasumible” e
“insano” (para su ideología de “cuanto menos gasto público mejor”). Por un
lado, hay que decir que el
Gobierno Sánchez ha enviado un Plan
fiscal a Bruselas en el que contempla
un menor gasto público en 2025, porque se ha comprometido con la Comisión
Europea a seguir rebajando el déficit público el año que viene (del -3,6%
del PIB en 2023 y el -3% con que espera cerrar 2024 a un déficit del -2,5%
en 2025). Y como se espera un menor crecimiento el año próximo (+2,4%), también habrá menos recaudación fiscal, lo que obligará a gastar
menos, salvo catástrofes.
Este menor gasto público en 2025 hará que las
administraciones públicas ya no “empujen” tanto el crecimiento, con lo que deberían
“tirar más” de la economía los otros motores. El principal motor
del crecimiento es el consumo de las familias, pero se ha retraído en
los últimos años, tras el rejonazo de la inflación disparada, porque
la gente ha empezado a pensar en “ahorrar más y gastar
menos” por si vuelve a haber otra crisis. De hecho, el ahorro de
las familias españolas está en una tasa anormalmente elevada (21,2%
de su renta, más del triple que entre 2015 y 2019), algo que también pasa
en el resto de Europa. El otro motor clave del crecimiento, las
exportaciones, han ayudado mucho estos años, pero no lo harán
tanto en 2025, porque Europa (nuestro primer cliente) apenas crece y por el
riesgo
de un mayor proteccionismo comercial en el mundo con Trump. Y
el 4º motor del crecimiento, la inversión, apenas crece: aumenta la
inversión pública y los Fondos europeos pero sigue
“gripada” la inversión privada, todavía un 10% por debajo que antes de
la pandemia.
Así que mientras los economistas ortodoxos y “neoliberales”
se rasgan las vestiduras por el exceso de gasto público, en España y en Europa,
no queda claro que el consumo, las exportaciones y la inversión vayan a
“tomar el relevo” y mantener un alto crecimiento, necesario en Europa e
imprescindible en España (para recortar el paro y la brecha de riqueza con
Europa). Además, estos expertos esconden un dato clave: España tiene
un gasto público muy inferior al del resto de Europa, por lo que
necesitamos gastar más que ellos (en casi todo) para aproximarnos a su Estado
del Bienestar. Así, en
2023, el gasto público en España fue el 46,4% del PIB, frente al 49,4%
de media en la UE-27, el 57,3% en Francia o el 48,6% en Alemania, según la
Comisión Europea. Y esto lleva pasando décadas, con el franquismo y luego con
la democracia: entre 2015 y 2019, España gastó el 42,4% del PIB frente al 47,2%
de la UE-27, el 56,8% en Francia o el 47,5% en Alemania. Esto significa, a
lo claro, que, en 2023, si España hubiese gastado como la
media europea, el
gasto público debería haber sido 45.000 millones más. Y si gastáramos
como los franceses, +163.000 millones más al año. Serían +33.000 millones de gasto público si
gastáramos como los alemanes.
En medio de este panorama, de un crecimiento asentado
en el gasto público y que ahora está “en el aire” por la exigencia de
rebajar el déficit y la deuda, el mundo ha entrado en una nueva etapa
política, donde crecen
los “populistas anti-Estado”, que defienden reducir el
gasto público y recortar la Administración. Estas teorías políticas y
económicas (que surgieron en los años 80 del siglo pasado, con Thatcher y Reagan) parecían desaparecidas tras la última crisis, cuando la COVID, la
energía y la hiperinflación llevó a todos los Gobiernos a gastar más.
Pero se anuncia un “cambio de signo político”: avanzan los que
quieren recortar el Estado y el gasto público, con bajada de impuestos.
Trump ha basado su victoria en las elecciones USA en
recortar al máximo el Estado y la Administración Federal, proponiendo al
multimillonario Elon Musk (Twitter-X) al
frente de un Departamento de Eficiencia Gubernamental que podría recortar
funcionarios y gasto público (2 billones de dólares), lo que
reduciría el PIB y afectaría a los norteamericanos más vulnerables, mientras
baja los impuestos y quita regulación a los más ricos. Y en paralelo, en
Europa, el
avance de la derecha y la ultraderecha en las últimas elecciones (16 de
los 26 comisarios, más la presidenta Von der Leyen) está dando más voz a los
que defienden un menor gasto público europeo. Precisamente ahora, cuando el
informe Draghi ha señalado que para conseguir una mayor competitividad frente a USA y China, la UE tendría
que aprobar un nuevo Plan Marshall y gastar 800.000 millones de euros
al año…
La derecha europea no está por la labor de
repetir un Plan de recuperación como hizo tras el COVID (140.000 millones en
ayudas y créditos hasta 800.000 millones de gasto entre 2021 y 2026). Y la
mayor prueba es que los liberales alemanes han roto el Gobierno de
coalición con socialdemócratas y verdes (habrá
elecciones el 23 de febrero), porque querían hacer recortes (y bajar
impuestos) en el Presupuesto para 2025. En Francia, el nuevo gobierno
(más conservador, bajo la presidencia de Macron) plantea unos
recortes de 40.000 millones de euros para 2025. Y en Italia,
el Gobierno Meloni
ha recortado un 5% el gasto de todos los Ministerios (salvo Sanidad)
para 2025. Así que “pintan bastos” para el gasto público.
En definitiva, que en un momento donde la DANA en
Valencia ha dejado claro la enorme importancia del Estado y el gasto
público (se han aprobado ayudas
por 14.373 millones de euros), surge una ola de recortes por el mundo,
desde EEUU a Europa, que pone en cuestión el Estado, el gasto y los servicios
públicos, con un avance
de los ideólogos del “populismo neoliberal”, que pretenden
reducir al máximo el papel del Estado y los servicios públicos, agravando las
desigualdades. Se trata, otra vez, como en los años 80 y 90 del siglo
pasado, de una
“ola económica conservadora”, que pone en cuestión lo público y
defiende recortes generalizados. Un “neoliberalismo insano”, que
no sólo es “socialmente injusto” sino también “económicamente
peligroso”. Porque estos recortes frenarían el crecimiento y el empleo.
Ya lo vimos con la crisis financiera. Y ahora sabemos que, en esta última
crisis, el gasto público y el Estado nos han salvado. No lo olvidemos.
En los últimos 15 años, España y el mundo hemos asistido a 2 grandes crisis, que los políticos y economistas han afrontado de dos maneras diferentes. Ante la crisis financiera y de deuda (2008-2013), los principales Gobiernos y en especial Europa, se acogieron a la receta de recortar el gasto público en todo y abandonar la inversión del Estado, mientras en paralelo ayudaban a los bancos y entidades causantes de la crisis. Estos recortes “drásticos”, auspiciados en Europa por la alemana Merkel y los paises ricos del centro y norte, recayeron sobre todo en la Europa del sur, provocando una profunda recesión, que se cobró millones de empleos (en España se perdieron -3.572.700 empleos entre 2007 y 2013). Y la recuperación posterior (entre 2014 y 2019) fue lenta y débil.
Y tenemos menos gasto público que la mayoría de Europa
porque también ingresamos
menos que la mayoría de paises: en 2023, España recaudó el 42,8% del
PIB, frente al 45,9% del PIB la UE-27, el 46,1% de Alemania y el 51,9% de
Francia. A lo claro: recaudamos 46.500 millones menos al año
que la media de paises europeos, 49.500 millones menos que si fuéramos alemanes
y 136.000 millones menos que si fuéramos franceses. Por eso, estamos
condenados a gastar menos que la mayoría de europeos mientras no recaudemos más.
La Comisión Europea ha exigido
a España que apruebe una reforma fiscal
este año (dentro de las reformas vinculadas a la entrega de Fondos
europeos), porque no tiene sentido que pidamos dinero europeo y
recaudemos menos. Los expertos fiscales elaboraron
en 2022 un Informe donde proponían cambios en el impuesto de sociedades
(grandes empresas y multinacionales), el IVA , el IRPF, los impuestos al capital
y los impuestos verdes. Pero el Gobierno
es incapaz de pactar una mínima reforma fiscal con sus socios de
Gobierno y tanto PP como Vox no se salen de la cantinela de que “hay que bajar
impuestos”.
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