España lleva 4 años creando
empleo (precario), pero casi en exclusiva en los servicios: 73 de cada 100 nuevos empleos (la mitad en el
turismo, la hostelería y el comercio) y sólo 17 de cada 100 en la
industria, el sector que crea un empleo más estable (80% indefinido) y
mejor pagado. La industria española ha ido perdiendo peso desde los años 70,
cuando aportaba el 38% de la riqueza, y ahora sólo aporta el 12,87% del
crecimiento (PIB), lejos del objetivo del 20% que busca Europa para 2020. Hace ya
un año que sindicatos y patronales
firmaron un Pacto por la industria,
pidiendo una serie de medidas para
impulsar la industria en España, pero el Gobierno Rajoy no ha tomado ninguna ni
la oposición se lo ha exigido. Y eso es preocupante, porque reindustrializar
España es clave para asentar la recuperación y mejorar la competitividad en el
mundo. El futuro está en la industria. No podemos ser un país de bares, hoteles y tiendas.
Hubo una época, los años
60 y 70 del siglo XX, en que España fue un país industrializado: el
desarrollismo franquista llegó de
la mano del turismo y de una poderosa industria estatal (a través del INI), asentada en la siderurgia, el naval, la energía, los
automóviles, la aeronáutica, la química y las farmacéuticas. En 1972, la industria suponía más de un
tercio de la economía (38,87% del
PIB) y todavía en 1980 España era la 9ª potencia industrial del mundo. A partir de 1983, el Gobierno de Felipe
González se vio obligado a afrontar una dolorosa reconversión industrial, que desmanteló las industrias básicas (una fuente de
pérdidas). Y en los años 90, el Gobierno Aznar privatizó las industrias públicas más rentables (de Telefónica a Repsol),
mientras España se volcaba en el
ladrillo y en los servicios. El resultado es que ahora estamos en el puesto 15º del ranking industrial mundial
(y bajando) y la industria aportó en 2016
sólo el 12,87% de la riqueza (el
16,20% si sumamos la construcción), según la Contabilidad nacional del INE, lejos del 15,5% que aporta la industria
en Europa (y del 22% en Alemania).
La industria es un sector importante en la economía de cualquier país, no sólo porque
genera más riqueza (es “más productiva” que la agricultura, la
construcción o los servicios) sino porque su
empleo es más estable (el 80% de los contratos en la industria son
indefinidos) y está mejor pagado: el
sueldo medio en la energía es de 51.919 euros y el de las industrias
manufactureras de 26.543 euros, frente a 19.651 euros que ganan en el comercio o los 13.977 euros de sueldo medio en la hostelería, según la
última Encuesta anual de estructura salarial del INE (datos 2015). Además, es un empleo “más seguro”: en las crisis, cae menos que en el resto de los sectores. Así, en España, la industria ha sido el segundo sector que perdió menos empleo entre 2008 y 2014 (985.700
ocupados menos, el 30% de los que trabajaban en la industria), sólo más que la
agricultura (21.500 empleos perdidos) y menos que la construcción (1.617.300 empleos perdidos, el 63% del
empleo que había antes de la crisis) y
los servicios (1.071.800 empleos perdidos, el 7,6% del empleo de 2008).
El problema ahora es que la recuperación ha llegado menos a la industria. Por un lado, el peso de la industria
en la economía apenas ha mejorado con el
crecimiento de la economía: si en 2007 aportaba el 13,47% del PIB (y el 16,36% con la construcción), en 2013 había
bajado al 12,25% (12,45% con la construcción) y en 2016 sólo aporta el 12,87% (el 16,20% con la construcción),
según la Contabilidad nacional del INE. Y lo peor es el empleo: si España ha
creado algo más de 2 millones de empleos desde la primavera de 2014
(+2.098.600 empleos según la EPA), sólo 372.100 de esos nuevos empleos se
han creado en la industria (el
17,7%), frente a 1.546.100 en los servicios (el 73,67%) y 212.500 en la
construcción (el 10,12%), mientras la agricultura sigue destruyendo empleo
(-32.100 más desde 2014).
El problema es que el
nuevo empleo se ha creado sobre todo en los servicios
(la mitad en la hostelería, el turismo y el comercio), donde ya hay más gente
trabajando que antes de la crisis (14.446.900 personas en septiembre de
2017, frente a 13.972.600 en 2008). Y mientras, la industria ha recuperado sólo un tercio del empleo perdido con la
crisis: 372.100 de 985.700 perdidos, con lo que hoy trabajan en el sector industrial 613.600 personas menos que antes
de la crisis (2.670.700
frente a 3.284.300). Y esta menor
recuperación del empleo en la industria se traduce en que el empleo hoy es
más precario, menos estable y peor pagado. Y que la economía es menos competitiva (España ha caído hasta el puesto
34 en el ranking mundial de competitividad 2017 del Foro Económico Mundial) y menos
productiva, porque el crecimiento se asienta más en los servicios y menos
en la industria. Somos cada vez más un país de bares, hoteles y tiendas y menos un país de industrias. Y así
nos va.
La pérdida de la
industria no es un problema sólo de España
sino también de Europa, que ha perdido potencia
industrial en las últimas dos décadas frente a Estados Unidos, Japón, China
y los paises emergentes, donde muchas industrias europeas han trasladado
cadenas de producción y montaje, en perjuicio del empleo industrial en Europa.
Por ello, la Comisión Europea pidió
a los paises, en marzo de 2014, un Plan conjunto para recuperar la industria europea, con el objetivo de que aportara el 20% de la riqueza (PIB) en 2020 (ahora es el 15,5%,
aunque en Alemania llega al 22%). El Gobierno Rajoy aprobó en septiembre de
2014 una Agenda para el fortalecimiento de la industria, con un catálogo de 100 medidas, pero ha quedado en “papel mojado”, sin apenas recursos. Y
la industria no se recupera.
La industria española
tiene una serie de debilidades estructurales,
señaladas en un reciente documento de CCOO. La primera, el reducido
peso de la industria tecnológicamente avanzada (sólo el 6,2% del total)
frente al enorme peso de las industriales
tradicionales (agroalimentaria, química, farmacéutica, automóvil y
transporte suponen el 55% de la industria), lo que se traduce en una menor productividad y competitividad. La segunda,
el elevado peso de las pymes: sólo el 15% de las empresas industriales españolas
tienen más de 10 empleados, frente al 38% de las industrias alemanas. Y ese menor tamaño redunda en menos
inversión, menos tecnología y peor acceso al crédito. La tercera debilidad es el atraso tecnológico, derivado de que
España no invierte (más bien recorta) en Ciencia (el 1,23% del PIB frente al
2,02% la UE-28) y de que las empresas españolas gastan en tecnología la mitad que las europeas (un 0,64%
del PIB frente al 1,07%) y un tercio que las empresas de los paises OCDE (que
invierten el 1,5% del PIB en
tecnología). La cuarta debilidad, la falta de
financiación a la industria, ahora que los grandes inversores se dedican a
la especulación financiera e inmobiliaria y la banca “ha huido” de la industria. Y hay un quinto "hándicap", la geografía: nuestras industrias están a 2.300 kilómetros de los mercados del centro de Europa, aunque también están muy bien situadas como "puente" frente a América y África.
Todavía hay otras dos
debilidades muy importantes. Una, que las industrias españolas pagan la electricidad mucho más cara que las
europeas, lo que les resta competitividad y eficacia: el precio del kilowatio
industrial era de 0,086 euros en 2016 (sin impuestos), un 28,3% más caro que en
Alemania (0,067 €/kWh, también sin impuestos), un 30,3% más caro que en Francia
(0,066 €/kWh) y un 21% más caro que la media europea (0,071 €/kWh), según datos de Industria. Y la otra, que la industria española cuenta con una mano de obra poco formada: el 41,7%
de los adultos españoles tienen una formación
baja (la ESO o ni siquiera) frente al 22% en la OCDE y el 20% en Europa
(15% en Alemania) y otro 22,6% tienen una formación media (Bachillerato o FP),
frente al 44% en la OCDE y el 46% de adultos en Europa, según los preocupantes
datos del informe de la OCDE “Panorama de la educación 2017”.
Eso sí, hay una ventaja clara de la industria
española, forzada por tener el doble de paro y la reforma laboral de
Rajoy: sus costes laborales son más bajos que en la mayoría
de Europa. Así, en 2016, el coste laboral por hora en España era de 21,3
euros, frente a 25,4 euros en la UE-28 y 29,8 euros/hora en los
paises euro (+40%), muy lejos de los 35,6 euros/hora en Francia (+67%),
los 33 euros/hora en Alemania (+55%), los 27,8 euros/hora en
Italia (+30%) o los 27,7 euros/hora en Reino Unido (+30%), según Eurostat.
Los problemas están claros y los
reiteran la mayoría de expertos. También que la industria es un sector clave
para la recuperación, para conseguir aumentar la productividad y la
riqueza del país y crear un empleo más estable, de más calidad y mejor pagado.
Por eso, el 28 de noviembre de 2016 sucedió
algo inaudito en España: los
sindicatos (UGT y CCOO) y las principales patronales de la industria (del
automóvil, la alimentación, la química, el petróleo, el cemento, el papel, la
siderurgia, el metal, el textil y el
calzado) firmaron un Pacto de Estado por la Industria, un acuerdo donde pedían
una serie de medidas para impulsar la
industria en España. Básicamente, más apoyo a la tecnología y a la
innovación, otra política energética, ayudas a la internacionalización de las
empresas, más financiación a la industria, mejora de las infraestructuras y el
transporte, políticas activas de formación, menos dispersión normativa por
autonomías y más ayudas fiscales a la industria. Y que el Gobierno crease una Secretaría de Estado de Industria, como
motor de la reindustrialización.
Ha pasado casi un año de la firma de este Pacto de Estado
por la Industria y el Gobierno Rajoy no
ha tomado ninguna medida para reindustrializar España, en medio del silencio (culpable) de la oposición. Incluso, ha desmantelado el anterior
Ministerio de Industria y Energía y ha
pasado las competencias de Industria al Ministerio de Economía, como una
secretaria general (ver
organigrama). Y no se apoya la Ciencia ni se recorta el coste de la
electricidad industrial ni se buscan ayudas ni financiación a la industria,
siguiendo con la vieja idea de la derecha conservadora de que “la mejor política industrial es la que no
existe”. Y mientras, España es cada día más un país de bares, hoteles y tiendas. Así nos va. No podemos seguir
apostando a ser “la California de Europa”.
Hay que cambiar el modelo productivo, reindustrializar
España a 20 años vista. El futuro está en la industria.
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